PDB 18 Primer día de clases




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Compendio III


Después de dos refrescantes semanas explorando los hermosos paisajes de la costa sur australiana, nuestra familia de mala gana tuvo que despedirse de la vida errante que llevábamos y regresamos a casa el sábado pasado. Con el comienzo del año escolar a la vista para Marisol, Bastián y las pequeñas, era tiempo de cambiarse a los uniformes escolares.

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Afortunadamente, las escuelas privadas de Bastián y mi ruiseñor operan con una programación académica distinta al sistema educativo público australiano. En lugar de adherirse a la estructura trimestral tradicional, que comienza en enero y termina en diciembre, con una semana de descanso entre bloques, sus escuelas siguen un calendario más flexible parecido a las universidades. Este arreglo singular nos permite a la familia planear vacaciones fuera de temporadas altas, asegurando preciados momentos juntos sin el hostigador movimiento de abarrotadas destinaciones turísticas.

Sin embargo, este año nos presentó un desafío particular. Debido a presiones laborales, me encontré con la necesidad de tomarme un mes adicional por encima de mi periodo vacacional. Esto se debió a que, por segundo año consecutivo, pude tomarme las vacaciones en febrero y si bien, el año anterior me lo compensaron generosamente de forma monetaria, este año sí necesitaba mi descanso, por lo que afortunadamente Edith, la CEO de nuestra sucursal, aceptó mi petición, en vista que Nelson y Gloria podían cubrirme en el resto de las labores.

A causa de este desfase en la programación, dispongo de mayor libertad para encargarme de las labores domésticas y de también, del cuidado de nuestros niños. Por ese motivo, y en vista que Marisol y las niñas van al mismo establecimiento educativo, creí importante pedirles permiso a mis hijas para llevar a Bastián a la escuela durante estos días, gesto que generosamente aceptaron.

Luego de estacionar el auto frente a su casa, Sonia ya me esperaba con nuestro hijo a la entrada.
Como ella acostumbra a vestir siempre, llevaba una falda lápiz de cuero negro hasta las rodillas, abrochado por un cinturón del mismo color, que ceñía su delgada cintura con un toque de refinamiento, destacando su perfecta, tentativa y redonda retaguardia, aunque manteniendo su profesionalidad, complementado con una blusa blanca abotonada, que le daba mayor sofisticación. Sin embargo, debido a que la mañana estaba fresca, llevaba una chaqueta negra entallada que remataba su elegancia.

Su rostro, como siempre, con esos lentes de marco cuadrado que analizan detalladamente todo lo que ven y ese labial rojizo, que capta la atención por su inusual tonalidad, le daban un atractivo singular.

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¡Pero si no es mi empleado favorito! – exclamó ella en un tono burlón al verme bajar del auto. - ¿No deberías estar conectándote desde tu casa para trabajar?

-         ¡Me conoces bastante bien, Sonia! ¡Siempre le estoy sacando la vuelta al trabajo de una manera creativa! –le dije, saludándola con un abrazo y acariciando los cabellos de mi retoño. -¿Cómo estás, pequeño? ¿Qué tal tus vacaciones? ¿Mamá se portó mal?

Bastián se reía, alegre de verme.

+       ¡No, papá! Ella se portó bien. Me inscribió a clases de natación.

Miré a Sonia con sorpresa…

¡No me mires así! “Alguien” le metió la idea en la cabeza lo entretenido que es nadar. Si lo tuviese delante de mí, lo despido al instante. –Comentó ella bromista, aunque Bastián se lo tomó en serio.

+       ¡No, mamá! ¡No lo hagas! – le pidió mi hijo, defendiéndome con su cuerpo. – ¡Papá fue el mejor! ¡Por favor!

Sonia, enternecida, se agachó a su nivel…

¡Tranquilo! Papá sabe que estoy jugando. Es mi mejor amigo también,¿Sabes? - le respondió ella, besando su mejilla.

Alcancé a divisar a Elena, que definitivamente se quedó con el estilo de peinado bouffant rubio, que le sienta bastante bien y me miró con desgano en lugar de su irritación habitual, por lo que parece que nuestra relación va mejorando.

Cuando llegué a la entrada de la escuela, había bastante movimiento. El aire mañanero estaba vivo con sonidos de risas y conversaciones, junto con el chillar alegre de los niños al reencontrarse con sus compañeros. El sol brillaba cálidamente el patio escolar, iluminando con colores vibrantes los tiernos pastos y plantas verdes, así como los juegos infantiles que conocí en enero.

Los padres y apoderados también tomaban la oportunidad de entablar animadas conversaciones, como replicas a mayor escala de sus hijos, relatando jocosas historias de sus tiempos de recreación.
Algunos de ellos se arremolinaban en la entrada, intercambiando saludos y poniéndose al día en los últimos chismes.

Pero a pesar de no ser el único hombre, noté que varias madres se fijaban en mí. No eran precisamente apoderadas del curso de Bastián (al menos, no las reconocía). Pero sí me daban la impresión de que me acechaban de la misma manera que lo hacen las leonas con las gacelas en el Serengueti.

¡Hola, Bastián! ¿Cómo estás? – saludó Lily al ver a mi hijo.

Sin embargo, se cortó en sus palabras al verme…

+       ¡Hey, Lily! Yo estoy bien. ¿Y tú? ¿Qué tal fueron tus vacaciones? – le respondió mi hijo, abrazándola afectuosamente.

La niña, estática a pesar de eso, no me quitaba el ojo de encima…

·        ¡Vamos, Lily! ¡Saluda! -sugirió Isabella en un tono juguetón. – Si ese “chico malo” te hace algo, se las verá conmigo…

Su hermosa madre me dio una sonrisa pícara. Esa mañana, vestía seductora, fina e impecable como siempre: con paso seguro y el ruido de sus tacos altos, llevaba un vestido de diseño ceñido en un tono burdeo intenso, con un pronunciado escote, el cual podías apreciar en completa libertad, al ser adornado con un collar de piedras preciosas que justificaban su atención, demarcando sutilmente su generoso busto, mientras que el bajo caía elegantemente sobre sus rodillas, acentuando más su tentativa figura escultural.

Por supuesto, su impactante melena negra, resplandeciente sobre sus hombros, combinada con sus esponjosos labios carmesí la tornaban, lejos de toda comparación, en la reina de belleza de las madres presentes a la entrada de la escuela.

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Los niños intercambiaron inocentemente las actividades de sus vacaciones. Sin embargo, Isabella corrigió a Lily que “no fueron a la playa”, sino que destacó que fueron a la isla de Java a veranear, algo que a la pobre niña no le hacía diferencia, ni a mí me llamaba la atención.

Pero afortunadamente, a los pocos minutos de escuchar su aburrida disertación de las comodidades del recinto donde se hospedó, una voz melodiosa la interrumpió…

o  ¡Hola, Marco!

Y sin decir más, los labios de Emma se posaron sobre los míos, aprovechándose de mi sorpresa. Sus labios cálidos y el movimiento de su lengua demostraban, además de su habilidad en el arte de los besos, cuánto me había extrañado durante las vacaciones.

Antes que pudiera procesar lo que estaba pasando, la irritada y celosa voz de Isabella rompió el ambiente.

·        ¿Qué estás haciendo? – preguntó a uno de nosotros, aunque para mí, era difícil saber a quién.

Por supuesto, Emma, sintiéndose conforme con mi rostro perplejo, sonrió maliciosa antes de responder a Isabella.

o  Solo estoy saludando a Marco como lo hacen en su cultura…- explicó ella, sonriendo todavía satisfecha por su travesura.

+       Pero señorita Emma, papá dice que solamente se besan en la mejilla cuando se saludan. – corrigió mi atento hijo.

Isabella contemplaba a Emma demandando una explicación, a lo que ella pudo responder con una disculpa, aunque seguía sonriendo juguetonamente satisfecha al mirarme.

Pero mientras recuperaba mi compostura, tratando de recuperarme de ese espectacular beso, tomé a mi hijo entre mis brazos y le imploré:

-         ¡Por favor, Bastián! ¡No le digas a tus hermanas! – temiendo el castigo que me impondrían si se llegaban a enterar.

Afortunadamente, mi hijo fue mucho más comprensivo.

+       ¡Descuida, papá! ¡No fue nada!La señorita Emma estaba solo un poco confundida con nuestras costumbres.

Pero era evidente por su sonrisa que no era así. Esa mañana, vestía una blusa blanca ajustada con un escote en “V”, que sutilmente acentuaba su agraciado busto sin ser extremadamente revelador, el que complementaba con un collar dorado y unos aretes con forma de anillo. Manteniendo su apariencia juvenil, lo combinó con una falda de mezclilla hasta las rodillas que abrazaban sus curvas de una manera favorecedora, pero modesta y finalmente, un par de botines color piel, que complementaban las redondeces naturales de su retaguardia.

Su cola de caballo dorada y sus traviesos ojos color avellana quizás, no la hacían ver tan seductora como Isabella. Pero sí invitaban a pasar la tarde recostado sobre esos esponjosos pechos.

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Lo interesante fue ver que Lily trató de saludar a Karen, luego que ella abrazara a mi hijo. Aunque las tensiones seguían entre ellas, Lily le ofreció una sonrisa tentativamente amistosa. Los 3 compartieron sus experiencias veraniegas, con Karen recordando cómo aprendió a nadar en el lago en casa de sus abuelos. Lily, un poco avergonzada, reconoció que no quiso nadar, porque el mar le asustaba, aunque mi hijo estaba entusiasmado de escucharlas a ambas, al revelarles que se había inscrito en una escuela de natación, gesto que le ganó mayor admiración de sus amigas.

Mientras que nosotros, como padres, escuchábamos atentamente la conversación de nuestros hijos, noté que Isabella me contemplaba con expectación, con su pecho hinchándose orgullosa al haber seguido mi consejo de volverse más cercana a su hija. Sin embargo, al sonreírle de vuelta satisfecho, no pudo controlar el rubor de sus mejillas y estremecerse levemente por el peso de mi mirada. Emma, por otro lado, se le notaba contenta al ver a su hija limar las asperezas con quien, en otro tiempo, le había causado tanto daño, dedicándome una mirada agradecida por lo ocurrido.

§  Marco, ¿Cómo estás? ¡Qué bueno verte! – exclamó Cheryl al vernos, abrazándome afectuosamente.

Las chicas quedaron boquiabiertas al verla. Creo que nunca se habrían imaginado verla vestir una falda lápiz azul marino hasta las rodillas, ciñéndose perfectamente a sus curvas y acentuando la tonificación de sus piernas. Por otro lado, su blusa blanca abotonada las llegaba incluso a intimidar, dado que si bien, el corte entallado mantenía correctamente el aire propio de una docente, el volumen sobrenatural bajo este tensaba la blusa de forma espectacular, rematando su nueva apariencia con elegantes zapatos de tacón negros.

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Pero no era solamente eso. También se dieron cuenta por el sutil contoneo de sus caderas al caminar y la seguridad en sus hombros contrastaban bastante con el tímido comportamiento de la profesora incluso en la última reunión de padres y apoderados.

Nuestros hijos, por otra parte, no notaban nada en especial.

·        ¿Desde cuándo tú y él tienen tanta confianza juntos? – preguntó Isabella, a punto de quemar un fusible al verla abrazarme con tanto cariño.

§  ¡Oh, lo siento! – recapacitó Cheryl, al ver que no estaba a solas. –Pues… durante las vacaciones, él fue a mi departamento y me enseñó a preparar sushi.

El rostro de Emma se llenó de sorpresa…

o  ¡No me digas que ese sábado, le fuiste a enseñar a ella! – comentó ella, en un tono burlón. - ¡A mí, también me enseñó a cocinar un plato de su país!

§  ¿De verdad?

o  ¡Sí! – y con una sonrisa gatuna, mirándome a los ojos y mordiéndose el labio con lujuria, agregó. – Era un plato grande, contundente y delicioso.

Sentía en mis pantalones que Emma deseaba una repetición urgente…

§  Pues, estas semanas, he estado practicando a solas… y quería preguntarte si quieres probar mi sushi. – me terminó de rematar Cheryl, con ojos igual de lujuriosos.

No pude evitar sonreírle ante su inusual confianza, ya que Cheryl tuvo el descaro de mantener una cara seria diciendo nuestra frase código para tener relaciones (de forma parecida a las “visitas de inspección” que me decía Hannah cuando estábamos en la mina), la cual también remató con una sonrisa pícara que exacerbó la presión que sentía bajo el pantalón.

·        ¡Tú no me has enseñado a cocinar nada! – exclamó Isabella salvadora, enfadada y cruzada de brazos.

Emma no perdió la oportunidad de burlarse de ella, mientras que Cheryl saludaba los niños y trataba de alejarse del sofoco.

o  ¡Pensé que no cocinabas!

-         Y, además, salimos en una cita.– protesté.

Emma empezó a reír…

o  ¿Es eso cierto?

·        Solo… comimos un helado. –replicó con inusual timidez.

Afortunadamente para ella, otra mujer llegó a su auxilio.

ü  ¡Vaya amiga eres! – comentó Aisha. – Pensé que te encontraría en la puerta y estás acá, conversando con otras personas…

Aisha llegó a la escuela vistiendo un conjunto sofisticado, pero discreto. Vestía una blusa entallada de color crema con delicados volantes a lo largo del escote, brindándole una apariencia femenina; una falda ligera de algodón color vainilla larga hasta la rodilla, fluyendo con gracia con sus movimientos, manteniendo su estética modesta, pero a la vez, acentuando su figura de reloj de arena sin ser demasiado reveladora, rematando con zapatos de tacón sutil, que alargan sus torneadas piernas y brindan un acabado pulido a su conjunto, junto con pulseras doradas y aros para resaltar discretamente su estilo.

Su rubio peinado llamativo enmarcaba perfectamente su rostro, realzando sus rasgos de ascendencia africana de forma natural. La falta de maquillaje era casi justificada, puesto que requería una pizca de máscara para sus pestañas y un color de labios neutro, que dejaban traslucir su belleza indómita natural.

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Mientras que Sophie se integró al grupo de amigos de mi hijo, Aisha se quedó sin palabras momentáneamente.

ü  ¡Pero si no es el elusivo señor Marco! – exclamó Aisha, con un tono de desdén. – ¡Realmente, eres una mala amiga, Isabella! Te he dicho incontables veces lo molesta que estoy con Cheryl por no querer compartir su contacto conmigo y aquí veo que tú ya eres amiga de él.

El rostro de sorpresa de Isabella era una mezcla entre miedo y lástima, contrastando enormemente con su confianza habitual.

ü  ¡Me gustaría hablar algunas palabras con usted! - señaló la exótica mujer con seriedad.

-         Por supuesto. ¿En qué le puedo ayudar?

ü  Quería comentarle que me siento muy decepcionada de su actitud. –comentó con un leve tono de molestia. – Pensé que después de presentarse de una manera llamativa conmigo, podríamos conocernos mejor durante las prácticas de taekwondo de nuestros hijos. Pero lastimosamente, no lo vi a usted, sino que fue Elena quien llevó a Bastián a clases.

-         No sabe cuánto lo lamento, Aisha. Pero por lo general, los viernes son muy ocupados para mí, debido a mis compromisos laborales. No fue mi intención perderme la oportunidad de conversar con usted.

El rostro de Aisha se dulcificó al escuchar eso…

ü  Entiendo. – respondió, empezando a jugar con su índice sobre mi pecho y jalar mi camisa, como si intentara estirarla. – Es solo que esperaba volverme mucho más cercana con usted, en especial, al saber que nuestros hijos son compañeros de curso.

Podía sentir en la profundidad de su mirada el tipo de cercanía a la que se refería ella, mientras que sentía la emoción crecer dentro de mis pantalones aún más…

Pero para el alivio de Isabella, que me miraba furiosa y la lástima de Emma, que me sonreía entretenida, sonó la campana y entramos a la sala de clases para la reunión de principio de año.

Mientras que los niños fueron a su sala de clases, las chicas y yo nos sentamos en un rincón de la sala que habilitaron para darnos la información del programa. Sin embargo, Isabella estaba tan molesta conmigo, que prefirió sentarse al lado de Emma, mientras que esta irradiaba de alegría al tenerme a solas, a oscuras en la esquina, a la vez que Aisha se sentaba delante de nosotros.

Amparada por la oscuridad, la izquierda de Emma no dudó en apoyarse sobre mi muslo derecho con plena confianza.

Y fue entonces que empezamos a escuchar la planificación anual de Cheryl…

De a poco, Emma empezó a sobar mi muslo, pudiendo yo sentir cómo iba ganando una erección, cuando de repente, me susurra discreta:

o  Marco, ¿Te acostaste con Cheryl?

·        ¿QUÉ? – exclamó Isabella, sin medir su voz.

Aun así, pude notar por el cambio del rictus de Aisha que no solo Isabella nos había escuchado…

o  ¡Guarda silencio! – le pidió Emma, haciéndola callar.

·        ¿Por qué dices eso? – Gritó Isabella en susurros.

o  ¡Mírenla! ¿No notan algo distinto? – preguntó, en momentos que ella misma distinguía con sus dedos la forma bajo mi pantalón…

Emma y yo nos miramos. Se mordió el labio inferior deseosa…

·        ¡No sé de qué hablas! ¡Yo no veo nada! – comentó silenciosa Isabella, molesta e impaciente.

Emma me empezó a masturbar por encima del pantalón lentamente…

o  ¡A eso me refiero! En todo este tiempo, no ha titubeado ninguna vez…

Y mientras que sentía mi cuerpo desvanecerse, por el firme y constante trabajo de la mano de Emma, podía escuchar que, en efecto, Cheryl hablaba de corrido. En su tono de voz, no se escuchaba ni una pizca de inseguridad.

·        Pero ¿Cómo puedes saber…? ¿Lo estás masturbando? - volvió a gritar en voz baja.

Aisha dejó escapar un suspiro…

o  Sí. Cuando tienes una verga así de grande y gruesa dentro de ti, te cambia entera, ¿Cierto, cariño? - me preguntó Emma, antes de besarme.

Fue entonces que aprovechó de desabrochar mi cinturón y el inconfundible sonido de la cremallera de mi pantalón rompió el silencio…

·        ¡Dios! ¿Podrá ser que alguna vez, no se la chupes mientras estás conmigo? – protestó Isabella, con su voz agitada.

o  ¡No! ¡La suya tiene buen sabor!– replicó Emma, volviendo a la acción.

Era claro que nosotros 4 estábamos calientes. Por fortuna, estábamos medianamente lejos del resto. Sin embargo, algunos chasquidos de la lengua de Emma eran escuchados por otras madres, pero eran tan sutiles y breves, que se confundían por el indistinguible discurso constante de Cheryl.

Miré a Isabella, que claramente se estaba masturbando, mientras que yo estiraba mi mano para agarrar el trasero de Emma, con intenciones de dedearlo, algo que incluso le dio un mayor entusiasmo al movimiento de ambas. A ratos, Aisha soltaba quejidos, mientras apretaba uno de sus pechos, mientras que Emma trataba de no soltar mucho ruido al atragantarse.

§  Durante el segundo semestre…- alcancé a escuchar a Cheryl parte de la programación anual.

-         ¡Emma, debes hacerme acabar para antes de Halloween! – le dije a Emma con la cabeza de mi rabo sobre su pegajosa y caliente lengua. – De lo contrario, nos descubrirán.

Retomó un ritmo furioso. Su cabeza subía y bajaba con suma agilidad, llegando hasta los confines del paladar.

Para septiembre, ella me tenía entre ascuas y le di palmadas en el hombro, para que supiera que iba a acabar.

Como si se anclase con sus labios, chupó sellando herméticamente mi falo y tragando mis cuatro corridas, sin retirar su boca. Luego de eso, nos besamos y le cedí un pañuelo para limpiarse.

Mientras escuchábamos la programación de diciembre, Emma se apoyó en mi pecho y preguntó:

o  ¿Cuándo será mi turno? ¡Yo también quiero sentirte dentro!

Salimos de la reunión derrengados. Era evidente que algo nos había pasado a nosotros 4, que Cheryl interpretó como cansancio por escucharla.

Cuando de pronto, me toma del brazo y me dice:

§  ¿Nos vemos el sábado?


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1 comentario - PDB 18 Primer día de clases

eltrozo896 +1
Ufff cuando sigue?
metalchono +2
¡Dame un respiro! Estoy poniéndome al día y anoche, pasé toda la tarde probando el sushi de Cheryl, sin mencionar que ahora, tengo ganas de tirarme a Emma. Gracias por comentar. (PD: el año pasado, cuando fui soltero de verano, estuve con 3 mujeres. Escribí el final de lo que viví con Nicole. Más adelante, continuaré con las 2 que quedan.)