Intriga Lasciva - El Instituto [37]

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Intriga Lasciva - El Instituto [37]




Capítulo 37.

Erika y Natacha.

Erika se encontraba analizando minuciosamente el e-mail, en la soledad de su cuarto. Esta vez sí podía darse el gusto de jugar con su clítoris mientras repasaba todos esos videos y fotos pornográficas. Con las chicas del club no había tenido tiempo de revisarlo todo, era demasiado material. Incluso había varias chicas que no figuraron en el video que se reprodujo en los salones.
«Pobres chicas —pensó Erika—. Habrán llegado a sus casas sintiéndose mal por lo que le pasó a sus amigas… solo para descubrir que ellas también fueron víctimas de la filtración».
Entre las nuevas damnificadas encontró a Agustina Butler, Yelena la reconoció al instante porque era compañera de ella en el club de arte. La escena mostraba a Agustina chupándole la concha a una chica en uno de los baños del instituto. A esta otra chica no se le veía la cara en ningún momento. 
También vio a una chica del curso 2-C, a la que identificó como Bianca Ceballos. Sus rizos rubios eran inconfundibles. De ella no había videos, solo muchas fotos que la mostraban en poses muy eróticas frente a un espejo. Incluso había unos primeros planos muy explícitos de su concha. 
Erika se masturbaba lentamente mientras miraba todas estas fotos, no entendía por qué le resultaba tan excitante, si esas pobres chicas habían sido filtradas sin consentimiento. Debería sentirse mal.
De pronto se detuvo en seco y sujetó con ambas manos la pantalla de su notebook. 
—¡No puede ser! ¡No, no! 
Pero sí, no había ninguna duda. La chica de la imagen no era otra que su amiga Natacha. 
Eran varias imágenes que la mostraban haciendo cosplay de un personaje de anime, en situaciones sumamente eróticas. Incluso llegó a ver las tetas y la concha de Natacha.
—¡Voy a matar al que hizo esto! ¡Lo voy a matar!
Esa misma tarde invitó a Natacha a su casa, fue la primera vez que se reunieron fuera del instituto. Entraron al cuarto de Érika, y ésta, con los ojos llenos de lágrimas, abrazó a la pelirroja.
—Lo siento mucho, amiga… lo siento mucho de verdad. Perdón. Perdón.
—Ya, ya… ya pasó Erika. Me jode mucho que se hayan filtrado esas fotos; pero ya no puedo hacer nada. Y vos no me tenés que pedir perdón, no es tu culpa.
—Te pido perdón porque me maté a pajas mirando tus fotos. Sé que estuve mal, pero, pero… —se limpió las lágrimas con el dorso de la mano—. Hiciste cosplay de Cutey Honey, a mi me encanta ese manga… al ser tan viejo creí que solamente yo lo conocía. Y la protagonista me calienta mucho y… 
Natacha la miró confundida y de pronto empezó a reírse.
—Ay, Erika… no hace falta que me pidas perdón por eso. Quizás si viniera de otra persona, me sentiría algo incómoda; pero con vos no. Hasta me siento halagada de que te hayas tocado mirando mis fotos.  
—¿De verdad? —Erika la miró con ojos de cachorro abandonado. 
—Sí, en serio. 
—Pero… te vi las tetas, amiga. Y me pajeé mirándolas…
Natacha mostró una sonrisa muy afectiva y se levantó la blusa, junto con el corpiño. Dos grandes melones muy firmes hicieron su aparición ante los ojos incrédulos de Erika.
—Podés mirarlas, o tocarlas, todo lo que quieras.
—¡Wow! ¿De verdad? 
Las manos de Erika se aferraron a los dos pechos al unísono. Eran un poco más pequeños que los suyos, pero no muchos. Los sintió igual de suaves y turgentes. Sin pedir permiso se metió un pezón en la boca y empezó a chuparlo como si estuviera tratando de beber leche a través de ellos. Natacha empezó a reírse al ver la cómica cara de grandes ojos de Erika. Le recordó a muchos personajes de anime. En especial de esos que son algo picantes. 
—Gracias Natacha. Ya no me siento tan mal por haberme pajeado pensando en vos. Y me sorprende que una chica con tu personalidad se haya sacado ese tipo de fotos. 
—Solo son fotos de tetas. No es tan grave. 
Erika la miró a los ojos apretando los labios. 
—Ah… todavía no viste las otras. 
—¿Qué otras?
—Es que me llegó un e-mail hace un rato, bueno a mí y a todos los del instituto, supongo. Ahí había más fotos y videos de varias chicas. Incluyéndote a vos. 
—¡¿Qué?! ¡¿Estás hablando en serio?! —Por lo general Natacha hablaba con calma y voz baja, Erika se sobresaltó al escucharla gritar. 
—Perdón, no quería ser yo la que te diera la mala noticia. 
—Necesito ver ya mismo esas fotos. Ay, no… espero que no hayan subido esas…
—Em… creo que sí subieron “esas”. Si es que te referís a…
—Las fotos, Erika. Mostrarme las fotos. 
Erika asintió con la cabeza y buscó su notebook. Se sentó en la cama junto a su amiga pelirroja, que aún tenía las tetas a la vista. Juntas empezaron a mirar el contenido del e-mail.
Natacha apareció en la pantalla, completamente desnuda. Una pelirroja imponente, vientre plano, grandes tetas, pequeña cintura y una prolija mata de pelitos rojos en su pubis. La siguiente imagen era similar a ésta, pero ahora se podía ver a Natacha con un dildo penetrando su cola. Las siguientes fotos la mostraban en distintos ángulos, como en cuatro patas, o agachada como una rana, y en todas tenía ese pene de plástico metido en el culo. 
—Ay, no… no puede ser… —se tapó la boca con la mano y sus ojos se pusieron vidriosos.
—No te pongas mal, Natacha… no llores. Porque si llorás, yo voy a llorar el doble. 
—Pero… pero… esto es terrible. Ahora todos en la escuela van a decir que me gusta meterme cosas por el culo. 
—¿Y qué problema hay? Es tu culo. Vos podés hacer lo que quieras. Que los demás se vayan a la puta que los parió. Además, a mí me parece que estás re linda toda desnudita con el dildo metido en el culo. 
—¿Y si piensan que soy una degenerada?
—Ay, no seas tarada, Natacha. ¿Quién va a pensar eso después de que tantas chicas del instituto hicieron cosas mucho peores? Mirá esto… 
En pantalla apareció Belén De Sanctis, una bonita rubia que suele llevar el pelo atado en dos colitas con moño rosa. Tenía su hermosa carita llena de semen, y sonreía a la cámara como si estuviera disfrutándolo mucho. Varias fotos la mostraban en la misma situación, o chupando distintas pijas, de diversas formas y tamaños. 
—Hay rumores que dicen que Belén De Sanctis hace petes en los baños para pagarse la universidad —dijo Natacha.
—Sí, puede ser… pero te mostré las fotos para que veas que ella tiene un morbo especial con el semen. De lo contrario no se sacaría las fotos. Se nota que le encanta la lechita.
—Es cierto, da la impresión de que lo disfruta mucho. ¿Sabés una cosa? Yo nunca probé el semen.
—¿Nunca? ¿Ni una sola vez?
—Nunca. 
—Oh… espero que algún día puedas hacerlo. Digo, al menos para que sepas qué se siente. Ya si te gusta o no, es otra cosa. Últimamente yo estoy probando cosas nuevas…
Acarició el vientre de Natacha y volvió a chuparle una teta. Luego atacó la otra. Entre las dos se fueron desvistiendo mientras se besaban. A Erika le encantó sentir la boca de Natacha succionando uno de sus pezones, sin que se lo pida siquiera. Lo único que se dejaron puesto fueron las tangas. Se besaron mientras una la masturbaba a la otra, metiendo la mano dentro de la ropa interior. 
Estuvieron intercambiando besos y chupones de tetas durante un buen rato, hasta que sonó el celular de Erika. Ella miró la pantalla y vio que era una llamada de Siara. No era momento para atenderla. Silenció el teléfono y lo metió en el cajón de la mesita de luz. 
—Me gusta que nos estemos haciendo tan amigas —dijo Erika, luego se puso a lamer un pezón de Natacha. 
—A mí también. Me alegra que tengamos más cosas para compartir que los cosplays. Y que podamos hablar de las cosas que nos preocupan. 
—Sé que todo esto que te pasó es terrible, sabés que podés contar siempre conmigo. 
—Gracias —dijo Natacha, acariciando uno de los pezones de Erika—. ¿Y a vos, qué te preocupa? ¿Algún caso del club de detectives?
—Esos no me preocupan tanto porque me apasiona poder investigarlos. Lo que realmente me preocupa es mi hermana.
—Ah, la chica influencer. Kamilexia. ¿Qué pasó con ella?
—Acusó a mis amigas de haberle robado un bolso con dinero. Busqué por todos los lugares donde podría estar el puto bolso, y no lo encontré. 
—Si ya buscaste en todos los lugares donde podría estar… buscalo donde no podría estar. ¿Cuál sería el lugar menos probable en toda la casa para que esté ese bolso?
—La heladera. Y esa la reviso todos los días —Natacha soltó una risita—. También podría ser…
Los ojos de Erika se abrieron como platos. Saltó de la cama y salió corriendo fuera de su cuarto. 
—Hola papá —saludó al ver a Oscar sentado en el living, frente al televisor. 
El tipo se quedó mirando como las tetas de su hija rebotaban. A ella no pareció importarle este detalle. Erika entró al cuarto de sus padres, abrió las puertas del ropero y luego se paró sobre la cama, para abrir el placar. En la primera puerta que abrió encontró el bendito bolso de Kamilexia. Soltó un chillido de emoción, lo tomó y volvió corriendo a su cuarto. Su padre una vez más la vio pasar, esta vez se fijó en cómo la tanga se le metía entre las nalgas. No es fácil vivir con una hija tan voluptuosa que ni siquiera se preocupa por cubrirse las vergüenzas. 
—¡Lo encontré! ¡Sos una genia, Natacha! Nunca se me hubiera ocurrido buscarlo en el cuarto de mis padres. 
—Me alegra que lo hayas encontrado —respondió la pelirroja con su característica voz suave. 
—Estaba del lado del placard que le pertenece a mi mamá. Quizás ella lo guardó al ver que tenía plata. —Se arrodilló en la cama y puso el bolso delante de ella. Al abrirlo se llevó una gran sorpresa—. ¡Ay! Esto no es plata… —del bolso extrajo un gran dildo que se sacudió como una serpiente frente a sus ojos—. ¿Qué hace mi hermana con todo esto? 
—A mí se me ocurren varias ideas. 
—Pero… ¿mi hermana? No tiene sentido. Kamilexia es la chica menos sexual que conozco. Siempre me odió por ser tan “pajera”. 
—Bueno, al parecer ella también es un poquito pajera. 
Sacó otros juguetes sexuales de formas extrañas. Erika solo había visto la mayoría de ellos en videos de internet. Sujetó una bola plástica color celeste y la soltó de inmediato. El objeto cayó sobre las sábanas. 
—¡Ay! Está… como aceitoso. 
Natacha lo tocó con las puntas de los dedos, efectivamente, la pelotita estaba cubierta por una sustancia aceitosa. 
—Esto es lubricante, Erika. Significa que alguien lo estuvo usando hace poco. Quizás ayer o incluso hoy mismo. Porque el lubricante tampoco tarda tanto tiempo en secarse.
—Ay… no puede ser. Eso significa que… 
—Tu mamá debió usarlo recientemente. 
—¿Mi mamá se metió esto por la concha? —Dijo agarrando la pelota. La presionó. La goma era suave pero tenía cierta rigidez. En un extremo había una arandela donde se podía meter el dedo. 
—No soy una experta en este asunto, pero estoy segura de que eso no es para usar en la vagina.
Erika quedó boquiabierta con los ojos desencajados. 
—¡¿Mi mamá se metió esto por el culo?! ¡¿Mi mamá?!
—No veo otra opción. 
Erika se quedó mirando esa pelotita de goma y calculó mentalmente cuánta dilatación se necesitaría para introducir todo eso. 
—Wow… no me imaginé que mi mamá tuviera este tipo de fantasías. Y lo más probable es que mi papá no sepa nada. 
—¿Cómo sabés?
—Porque ya los vi coger un montón de veces. A veces mi mamá se enoja cuando entro a su dormitorio y están cogiendo; pero yo le digo que me parece re sano que una pareja que lleva casada tantos años siga disfrutando del sexo. Y lo disfrutan… pero nunca vi que se la metiera por el culo. 
—Quizás tu mamá no se anima a pedírselo a tu papá.
—Puede ser. Es lo más probable, porque ya no tengo dudas de que se metió esto por el culo —miró la pelotita fijamente y se le ocurrió una loca idea—. Hey, si te gusta meterte cosas… te ayudo con esto. 
—Mmm… la pelotita no me entusiasma demasiado…
—Oh… —Erika hizo puchero y bajó la cabeza.
—Pero sí me dejo meter ese dildo largo, parece interesante.
—¡Eso! Ya mismo me pongo manos a la obra. 
Rebuscó en el bolso de su hermana hasta que encontró el lubricante. Embadurnó todo el dildo y no lo dudó, sabía que si quería meter eso en el culo de Natacha, debía estimularla. Por eso le chupó la concha. 
—Ay… ay… Erika, em… no habíamos hablado de esto. No sé si estoy lista para dar ese paso… mmm… ¿Erika?
Ella no respondió. Estaba absolutamente concentrada en brindarle placer a Natacha… y lo estaba logrando. La pelirroja dejó de quejarse cuando llegó el primer gemido. La lengua de Erika podía brindarle sensaciones que nunca había experimentado. Era demasiado agradable como para detenerla. Para colmo cuando el dildo empezó a entrar por el culo, una oleada de intenso placer le recorrió el cuerpo. 
—Uy, se nota que te das duro por el culo, nena… 
—¿Eh? No… nada que ver. Solo lo hice para las fotos. 
—No me mientas, con lo fácil que te está entrando el dildo sé que te diste duro más de una vez. Es más, puede que lo hayas hecho ayer.
Natacha se puso tensa. No contaba con que Erika fuera tan perspicaz sobre la sexualidad. Y era cierto, durante la tarde anterior había perdido el control y dedicó unas buenas horas a la masturbación y a castigar su culo con un dildo. Algo inapropiado para una mujer de su clase, y que todavía se reprocha. Y ahora Erika sabía ese secreto. 
El dildo empezó a entrar y Erika no tuvo clemencia. Lo hundió con fuerza y comenzó el bombeo rítmico, sin dejar de lamer el clítoris. Natacha se sacudió en la cama y soltó gemidos aún más intensos. 
—Ayudame con la pelotita… —Pidió Erika.
Se colocó encima de Natacha, dejando su concha a pocos centímetros de la boca de la pelirroja. Erika siguió concentrada en lo suyo: lamer y hundir el dildo. Natacha le puso lubricante a la pelotita y admiró la perfecta vagina de Erika. Eso le preocupó. Nunca había estado tan cerca del sexo de otra mujer y en su mente se estaban disparando ideas… inapropiadas. 
—¿Estás segura, Erika? La pelotita es bastante grande…
—Te sorprenderías de las cosas que me entran en el culo. Mandale tranquila. 
A Natacha le llevó unos pocos minutos introducir esa pelotita por completo. Lo hizo mientras su excitación subía cada vez más, porque Erika no le estaba dando tregua. Al ver la forma en que se dilató el culo de su amiga, Natacha también perdió el control. Su mente se puso en blanco y se lanzó a hacer algo de lo que más adelante se arrepentiría: le dio un buen chupón a la concha.
Erika, al notar la lengua de su amiga, le puso la concha contra la boca. A Natacha no le quedó más alternativa que chupar. Lamió mientras sujetaba la arandela de la pelotita, haciéndola entrar y salir del culo de su amiga. Estaba teniendo sexo lésbico por primera vez en su vida. Cuando pensó en visitar a Erika jamás se imaginó que llegarían a esta situación. Más adelante se diría que no fue por su culpa, las cosas sucedieron demasiado rápido, y le guste admitirlo o no, Erika tiene un encanto sexual descomunal. Imposible de resistir. Incluso para una mujer. 
Estuvieron dándose duro la una a la otra durante largos minutos, hasta que cayeron rendidas. 
Se quedaron acostadas las dos boca arriba, pero sin quitarse los juguetes sexuales. Se miraron a los ojos y sonrieron. Luego se unieron en un beso.
Las lenguas de Erika y Natacha se entrelazaron apasionadamente. Cada una movía lentamente el juguete sexual que la otra tenía metido en el culo. De pronto la puerta del dormitorio se abrió, las dos se sobresaltaron y al mirar se encontraron con Siara. 
—Erika, te llamé un montón de veces ¿por qué no respondiste? Ah… —miró a las dos mujeres completamente desnudas y se quedó boquiabierta—. Em… ah… este… no sabía que estaban… em… este… perdón por interrumpir. Chau. 
Cerró la puerta con más fuerza de la necesaria, aunque no llegó a ser un portazo estridente. 
—Ay, pobre Siara —dijo Natacha. 
—¿Pobre por qué?
—Es que… nos vio en la cama y va a pensar, bueno, ya sabés… 
—¿Y qué problema hay?
—¿Acaso no te das cuenta de la forma en que te mira Siara? —Erika se quedó muda, con la boca fruncida y los ojos muy abiertos—. ¿De verdad no te diste cuenta? Ay, nena… si es re obvio que a esa chica le pasa algo con vos.
—Nada que ver… solamente somos amigas. Mejores amigas.
—Ajá… y de mejores amigas a algo más hay un solo paso. Es fácil darse cuenta. ¿Últimamente ella está más cariñosa con vos? 
—¡Ay! —Erika reaccionó, de pronto entendió todo. Se puso de pie y salió corriendo fuera de su cuarto—. ¡Siara! ¡Esperá, Siara!
Dio un par de pasos hasta que se dio cuenta que a su derecha, en el living, sentado frente al televisor, estaba su padre. Arnaldo Oscar Arias se quedó con la lata de cerveza a medio camino de la boca. Las tetas de su hija atrajeron su mirada como si fuera un imán, luego sus ojos bajaron hasta esa concha perfecta y lampiña. 
—¿Siara ya se fue? —Preguntó Erika como si nada. 
—Em… sí. Salió recién. Parecía enojada. ¿Discutieron por algo?
—Algo parecido… —estaba por volver a su cuarto, cuando se le ocurrió algo. Se acercó al sillón individual que estaba en diagonal al sofá de su padre, dando la espalda al pasillo del que había venido. Se sentó con las piernas demasiado separadas, exponiendo toda su concha. No le importó en lo más mínimo y no parecía ser consciente de lo mucho que le costaba a Oscar apartar la mirada—. ¿Te puedo preguntar algo?
—Este… em… sí, decime. 
—Vos y mamá fueron amigos antes de ser novios, ¿cierto?
—Sí, ella era mi mejor amiga —esas palabras fueron una punzada en el estómago de Erika.
—Ajá… y si alguna vez mamá te hubiera visto en la cama con una mujer, mientras eran amigos… ¿creés que le hubiera molestado? O lo mismo al revés, si vos la hubieras visto con otro hombre. 
—Estoy seguro de que sí, en ambos casos. Nosotros éramos muy amigos, pero no nos animábamos a decirnos lo que sentíamos. Después hablamos de esto y sé que a ella le hubiera dolido verme con otra mujer. Como a mí me hubiera dolido verla con otro hombre. 
—La puta madre —dijo Erika, cabizbaja. 
—¿Siara se fue? —dijo Natacha, asomando por el pasillo—. ¡Ay, no sabía que había gente! ¡Perdón señor, qué vergüenza!
Intentó esconderse en la esquina de la pared, pero ya era medio tarde. Oscar la había visto completamente desnuda. 
—No pasa nada. Estoy hablando con mi papá —dijo Erika—. Esperame en la pieza, en un ratito voy. 
Ella se había arrodillado en el sillón, para mirar a Natacha por encima del respaldo. Su enorme culo quedó apuntando hacia su padre. A Oscar se le secó la garganta al ver toda la concha húmeda de su hija, y para colmo un juguete extraño, color celeste, asomaba de su culo. Esa bola estaba dilatando a Erika y amenazaba con saltar fuera en cualquier momento. 
—Espero no haber causado un problema.
Erika, sin siquiera pensarlo, empujó con los dedos el juguetito hacia adentro, pero éste no tardó en asomar. Oscar no salía de su asombro. Tomó un largo trago de cerveza. El culo de su hija era absolutamente pornográfico. 
—No es tu culpa, Natacha. La culpa es mía, por ser tan pelotuda y no darme cuenta antes. Ahora no sé qué hacer. Por eso le estoy pidiendo consejos a mi papá. 
—Bueno, los dejo charlar en paz—. Natacha saludó con la mano a Oscar y éste le respondió con un gesto de la cabeza.
Erika volvió a sentarse como antes y se dio cuenta de que su padre tenía una potente y visible erección. Sin embargo la ignoró, siguió hablando como si nada. 
—Papá… y si esa situación que te comenté se hubiera dado ¿cuál creés que sería la mejor forma de resolverla?
—Mmm… no creo que haya una fórmula, hija. Vos y Siara se conocen desde hace años y sé que son algo así como noviecitas…
—No, nada que ver, solo somos amigas. Nunca estuvimos en la cama… em… bueno, sí, pasaron cosas. Pero no en ese sentido. Bah, qué sé yo… ya no entiendo nada. 
—Como sea. Vos la conocés mejor que nadie, y ella te conoce a vos. Si sentís que tenés que arreglar las cosas, entonces ponete en su lugar. Intentá ver la situación con sus ojos. 
Y los ojos de Oscar volvieron a recorrer toda la anatomía de su hija. Se convenció de que la excitación que sentía al verla desnuda se debía al parecido que tenía Erika con su madre. De joven Haydé tenía una contextura física muy similar. Esas enormes y turgentes tetas que rebotan con cada movimiento, esos muslos carnosos, ese culo gordo que es resaltado por una cintura de avispa… y esa concha que son dos gajos perfectos, como si fueran un bollo de masa que fue prolijamente cortado al medio con un cuchillo. 
—Voy a ver qué puedo hacer. —De pronto recordó el bolso de Kamilexia, lleno de juguetes sexuales—. ¡Hey! ¿Vos creés que mamá sería capaz de usar un juguete como éste?
Se puso de pie, se acercó a su padre, dio media vuelta y se agachó, para dejar todo el culo frente a su cara. Incluso se abrió las nalgas con las manos. Oscar sintió su verga palpitando al ver cómo la concha de Erika se abría como una flor y cómo esa bola celeste estaba dilatando su culo, intentando salir. 
—Em… no, para nada. No me la imagino usando algo así… ni siquiera imaginaba que vos podrías usar algo como esto. ¿No te duele?
Guiado por una fuerza inconsciente, Osvaldo sujetó la arandela que sobresalía de la base del juguete sexual y tiró suavemente. Le impactó mucho ver como esa pelota surgía del interior del culo de Erika. Él ni siquiera sabía que esa zona se podía dilatar tanto. 
—Al principio me dolió un poco. Casi que no me animo a meterlo; pero Natacha lo metió igual y ya está… ya no me duele. Hasta se siente rico… mmm…
Oscar, como si estuviera en el pasado, jugando con una versión joven de Haydé, comenzó a sacar y meter esa pelota del culo de Erika. Siempre procurando que no saliera del todo. La llevaba al límite, hasta la parte más ancha de la esfera. Luego volvía a meterlo. Erika llevó los dedos a su concha, para Oscar fue como ver a Haydé masturbándose. 
—Te lo pregunto porque este juguete lo encontré en su parte del placard. Y sé que ustedes tienen eso muy bien dividido, cada uno por su lado. 
—¿Esto estaba dentro del placard? No lo puedo creer. 
—Sí, y estoy segura de que ella lo usó hace poco. 
—¿Por qué?
—Porque cuando lo saqué todavía tenía lubricante. Así que debió usarlo ayer o antes de ayer. 
Oscar miraba hipnotizado el culo de su hija abriéndose y cerrándose. Sin darse cuenta comenzó a manosearse la verga por encima del pantalón. 
—Creo que a mamá le encantaría que se la metieras por el culo; pero que no se anima a pedírtelo. 
Estas palabras pusieron en alerta a Oscar. Llevaba años fantaseando con la idea de penetrar el hermoso culo de su esposa, que aún se conservaba muy bien. 
—¿Estás segura? Me acuerdo que más de una vez me dijo que ni loca haría eso, porque dolería un montón. 
—Puede ser… pero si mamá se metió todo esto por el culo —Erika sacó el juguete anal, mostrando lo dilatada que había quedado—, entonces ya puede con tu verga. 
—Mmm… no lo sé —Oscar estaba confundido, no acostumbraba a tener charlas tan directas sobre el sexo con nadie. Ni con su propia esposa—. Haydé siempre se sintió un poco intimidada por mi… bueno, ya sabés —señaló su potente erección y se avergonzó de sí mismo al ver cómo la tenía—. Perdón, no me di cuenta… no sé qué pasó.
—Ay, papá. No seas tonto. Una vez mamá me dijo: “¿Sabés por qué tu padre te mira tanto el culo? Porque es idéntico al mío”. Así que yo sé perfectamente que cuando me mirás el culo en realidad estás pensando en ella.
Oscar acarició una de las nalgas de su hija.
—Emmm… sí, claro… en eso pienso. 
—A ver, imaginá que este es el culo de mamá. Meté el juguetito y mostrame cómo lo harías vos. 
—¿Segura?
—Sí, sí… dale.
Él introdujo la pelota azul con más fuerza de la necesaria. Erika soltó un agudo chillido. 
—Ay… bien, aunque podrías hacerlo un poquito más despacio. Si hay buena lubricación no es necesario empujar tanto. Ahora movelo… eso, así… mmmm… sip, eso le va a gustar a mamá. Estoy segura. 
Mientras la pelotita entraba y salía de su culo, cada vez más rápido, Erika se masturbaba. Oscar no podía dejar de mirar el movimiento de esos dedos. Se acogotó la verga con fuerza, como si estuviera reteniéndola, para no cometer una locura.
—Aún así, no creo que me lo permita. 
—¿Lo decís porque la tenés muy ancha? —Erika se dio vuelta y sacó la verga de su padre. Un miembro viril de buenas dimensiones, cuyo glande podría resultar un poco intimidante para una mujer virgen—. No pasa nada. Con la dilatación de la pelotita es más que suficiente.
Sacó el juguete sexual de su culo y luego hizo algo que tomó por sorpresa a Oscar: se sentó sobre su verga. El tipo pudo sentir como su miembro se deslizaba suavemente por el lubricado orificio anal de su hija. De un solo sentón, Erika había conseguido introducirlo completo. Jamás imaginó que el primer culo que probaría sería el de ella. 
—¿Ves? No me duele nada. Ya lo tengo bien dilatado. Hasta se siente rico. 
Oscar pensó que Erika siempre fue una chica excéntrica, algo inocente y de ideas alocadas. Quizás ella ni siquiera estaba tomando dimensión de lo inapropiada de la situación. Tal vez solo quería ayudarlo a tener una relación sexual más intensa con su esposa, y solo a alguien tan especial como Erika se le ocurriría hacerlo de este modo. 
—¿De verdad no te dolió? —Preguntó Oscar tomando a su hija por la cintura. Estaba más nervioso que cuando tuvo su primera vez con Haydé. 
—No me duele nada. De verdad. 
Y para demostrarlo, Erika empezó a dar pequeños saltos, provocando una serie de penetraciones anales profundas y consecutivas. Oscar no pudo evitar notar lo bien que se sentía el interior del culo de su hija. La sensación en toda su verga era maravillosa, mejor que cualquier cosa que hubiera experimentado antes. 
Perdió contacto con la realidad. Todos los años que llevaba fantaseando con probar un culo (uno tan lindo como el de su esposa… o el de Erika) lo llevaron a perder el control. Se puso de pie, levantando a su hija con extrema facilidad, y ella cayó de rodillas sobre el sillón en el que había estado sentada. Oscar, hecho un macho cabrío, empezó a darle duras embestidas a esas nalgas turgentes que rebotaban cuando sus muslos golpeaban contra ellas.
—¡Ay, papi! No te emociones tanto… auch… ¡Ay! ¡Ay! ¡Ay! —Cada exclamación vino acompañada de un pijazo hasta lo más profundo de su culo—. Papi… sé que mi culo te recuerda al de mamá, pero… ¡Ay! ¡Ay! pero ¡Auch! ¡Dios, me estás pegando tremenda culeada! ¡Ay, qué fuerza que tenés! 
La propia Erika estaba entrando en un trance similar al de su padre, se estaba alejando de las inhibiciones de la realidad. Ella tenía un punto débil: cuando llegaba a cierto punto de excitación, ya no podía hacer nada. Se quedaba allí, embobada, con los ojos bizcos, la lengua afuera y la saliva chorreando por la comisura de sus labios. Cuando esto pasaba, se sentía como una de las chicas de esos mangas hentai que tanto le gusta leer. Había disfrutado de cientos de historias como ésta, donde un padre se cogía a su hija… o bien un hermano se la metía a su hermana. Esas historias le habían sacado miles de pajas… no podía creer que ahora estuviera viviendo una. 
—Uy… papá… si me vas a dar pija, también metela por acá —dijo, como si fuera un personaje de esos mangas.
Se abrió la concha con los dedos y apenas Oscar vio la invitación, la aceptó. Le enterró la verga en la vagina y siguió dándole tan duro como antes. Erika estaba muy húmeda, se sentía caliente por dentro, y mientras más duro se la metían, más parecía disfrutar. “Como la madre”, pensó Oscar. 
En su mente se estaba debatiendo entre la moral y el placer. Sabía que se estaba cogiendo a su propia hija; pero también entendía que ella había jugado muy al límite. Él ya no era capaz de resistirlo más. Necesitaba poseerla. Necesitaba mostrarle lo bien que era capaz de coger… y por sobre todas las cosas, necesitaba probar esa concha… y ese culo. 
—Mmm… el culo… el culo… —dijo Erika, con los ojos en blanco—. Ahora dame duro por el culo, papi… dame duro… ¡Ay, sí! ¡Qué rico!
Erika se quedó jadeando, con la lengua afuera. Cada embestida duraba un microsegundo, detrás venía otra… y otra… y otra. La potencia de su padre y esa imponente verga la estaban transportando a un mundo de puro placer.  
—Así le tenés que dar a mamá… así… así… uff… le va a encantar… qué delicia. Sí, papi… seguí así… duro… duro… y acabame en la cara… y en las tetas… 
Oscar se la metió durante unos segundos más. Estaba agitado, la vena de la cien parecía apunto de estallar, al igual que su verga. Cuando sintió que la leche subía como un torrente, tomó a su hija por los pelos y la hizo girar. Ella también colaboró, se puso de rodillas y recibió toda la descarga en la cara, y sobre sus grandes melones. Él sacudió la pija hasta sacar la última gota. 
Cuando ya estuvo satisfecho, cayó rendido en el sofá. Se sentía avergonzado de su comportamiento y no se atrevía a mirar a su hija a los ojos; pero se tranquilizó al escucharla decir:
—Eso estuvo muy rico, papi. Me alegra haberte ayudado a cumplir tu fantasía de sexo anal. Ahora metesela por el culo a mami… te aseguro que a ella le va a encantar. 
Después se puso de pie y se alejó por el pasillo. Entró a su cuarto y cerró la puerta detrás de ella. 
—¿Qué pasó? —Preguntó Natacha—. ¿Por qué estás llena de semen?
—No te hagas la boluda. Te vi espiando. Sabés muy bien lo que pasó…
—¿Y esto es algo habitual en tu familia?
—No, es la primera vez. Pero eso ahora no importa. Vení… ¿querías probar semen? Acá tenés… pasame la lengua por todos lados. 
Se acostó boca arriba y esperó a Natacha. Ella no dudó, estaba tan excitada como Erika. Empezó por la zona de las tetas. Primero limpió la izquierda, luego la derecha. Tragó todo lo que su lengua pudo recolectar. Luego subió lentamente por el cuello, allí no había tanto semen; pero al llegar a la cara se encontró con el premio más abundante. Era casi como recibir una eyaculación dentro de la boca.
—Mmm… la leche de tu papá es muy rica.
—Lo sé.
—¿Cómo lo sabés?
—Porque me cayó un montón dentro de la boca… y me lo tragué. 
—Que putita que sos…
—Hey, no lo hice por puta. Lo hice por vos. 
—Da igual, igual me parecés un poco putita —comenzó a reírse y besó a Erika en la boca. Las dos compartieron el semen de Oscar. 
Cuando ya no quedó nada del líquido blanco, Erika empujó a Natacha, quedando encima de ella. 
—¿Qué pasó con Siara? —Preguntó la pelirroja.
—Ahora no quiero hablar de eso.
Erika bajó hasta encontrarse con la concha, empezó a chuparla. Solo podía pensar en sexo. Había pasado mucho tiempo desde la última vez que estuvo tan caliente. Estaba forjando una fuerte amistad con Natacha… y quizás algo más. 
Las dos se quedarían cogiendo durante el resto de la tarde, casi sin parar. 

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1 comentario - Intriga Lasciva - El Instituto [37]

ftirach
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