Intriga Lasciva - El Instituto [33]

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Intriga Lasciva - El Instituto [33]




Capítulo 33.

Diógenes y Marcela.

Se estaba preparando para salir, salió de su cuarto en ropa interior encaminada hacia el lavadero, donde seguramente encontraría limpia y seca la blusa que se quería poner. A mitad de camino Siara se detuvo al escuchar ruidos sospechosos provenientes del despacho de su madre. Abrió sin golpear y se quedó con los ojos desencajados al ver la peculiar escena que se estaba desarrollando dentro. 
Verónica LeClerc estaba sentada en una silla de oficina grande y muy cómoda, con respaldo alto. Tenía las piernas bien abiertas, sobre los reposabrazos, y no tenía pantalón ni ropa interior. Aún así Siara no le vio la concha, ya que había una cabeza, de pelo rubio pajizo que le tapaba la visión. 
Lo que más le sorprendió fue que su madre reaccionó con total normalidad ante esta irrupción. La saludó con una mano y una radiante sonrisa en los labios. Ni siquiera intentó disimular lo que estaba ocurriendo. Miró a la chica que estaba de rodillas frente a ella y le dijo:
—Querida, vas a tener que esforzarte más si querés un lugar en el próximo desfile. Te noto poco entusiasmada. 
Siara se acercó a su madre y se paró junto a ella para ver como esa preciosa jovencita (que debía tener más o menos su misma edad) le daba fuertes chupones al clítoris de Verónica. Luego hundió su lengua, como si fuera una lesbiana experta. De reojo pudo ver que Siara estaba ahí, sin embargo no se detuvo. 
—Eso, así me gusta más —dijo Verónica—. Con entusiasmo. ¿Estuviste practicando con tu compañera de cuarto?
La chica, que tenía unos ojos verdes hermosos y una nariz delicada y perfecta, asintió con la cabeza, sin dejar de lamer la vagina de su jefa. 
—Muy bien, seguí practicando con ella. Te estás volviendo muy buena en esto; pero todavía te queda mucho margen para mejorar. Ahora podés retirarte.
—Gracias —dijo la chica, poniéndose de pie. Miró a Siara a los ojos, pero no dijo nada. Luego volvió a mirar a Verónica—. ¿Voy a participar en el desfile?
—Mmm… eso va a depender de vos, chiquita. Si la próxima vez lo hacés mejor, entonces tenés un lugar asegurado. 
La rubia sonrió y asintió con la cabeza.
—Prometo que me voy a esforzar mucho. Gracias por esta oportunidad. —Luego de decir esto, se retiró.
Hubo un momento de silencio mientras Verónica se secaba la vagina con un pañuelo descartable.
—¿Qué fue todo eso, mamá? —Preguntó Siara, sin poder dejar de mirarle el sexo.
—¿Qué fue qué?
—Eso… no te hagas la boluda. ¿Por qué esa chica te estaba chupando la concha? ¿Acaso sos lesbiana?
—Ay, Siara… estás entendiendo todo mal. No soy lesbiana. Aunque… sí puedo disfrutar de las lamidas de una mujer… al fin y al cabo, las mujeres somos las que mejor conocemos la concha.
—Pero… ¿por qué te la estaba chupando? ¿Es cierto todo eso de que si lo hace bien la vas a dejar participar en el desfile?
—Sí, amor… es cierto —Verónica se quedó muy tranquila, acariciando lentamente su clítoris—. Digamos que éste es un método que aprendí para poner a prueba el entusiasmo de las modelos. Tengo muchas buenas candidatas; pero solo unas pocas están dispuestas a hacer todo lo necesario para conseguir un puesto.  
—Pero… pero… está mal, mamá… ¿cómo las vas a obligar a chuparte la concha?
—Yo no las obligo, Siara. Simplemente les comento que si quieren modelar para mí, es necesario que me muestren su entusiasmo… y que éste es el mejor método para hacerlo. 
—No puedo creer que hagas algo como esto, mamá.
—Ay, Siara. No exageres. Si vos estuvieras en mi posición, harías exactamente lo mismo.
—No, claro que no… —Siara puso los brazos en jarra—. ¿Por qué decís eso? Yo jamás haría una cosa así.
—Porque te conozco como si fueras mi hija. —Verónica volvió a mostrar su seductora sonrisa. A Siara se le erizaron los pelos de la nuca—. Además creo que te sentirías mejor si supieras el entusiasmo que le pueden poner algunas chicas a esto de chupar conchas, aunque no sean lesbianas. Si saben que la recompensa es buena, lo hacen encantadas. Y hay otras que simplemente disfrutan al tener la oportunidad de chuparme la concha… esas sí son un poquito lesbianas —soltó una risita—. Y aunque no lo sean, con el tiempo les termina gustando. 
—Dudo mucho que sea así, mamá. Sigo pensando que está mal…
—Muy bien, pensá lo que quieras. Solamente te pido que no interfieras en mi vida, ni en mi trabajo. 
Irritada, y sin saber qué responder, Siara salió del despacho de su madre apretando los puños, con los ojos llenos de rabia. Tenía mucho que procesar, y no sería tarea sencilla.          
 
—-----------

Siara y Yelena se reunieron en una plaza cercana a la casa de Diógenes, querían tener unos minutos para ponerse de acuerdo sobre cuál sería la mejor forma de actuar. 
—¿Qué te pareció la primera clase de arte? —Preguntó Yelena. 
—Fue… rara. No me imaginé que la profesora se iba a quedar completamente desnuda. 
—¿Viste? Stefany es de mente muy abierta, aunque tiene sus límites. No tiene ningún problema en andar desnuda delante de la gente. Lo de Diógenes le debe preocupar mucho, como para que le pida a un club de detectives que investigue.  
—¿Todas las clases son así? ¿Con gente posando desnuda?
—Mmm… sí, es lo más habitual. Por lo general, la que posa es Stefany, aunque a veces trae modelos, masculinos y femeninos, de su círculo de “artistas y amigos”. Gente que es más o menos como ella y que no tiene drama en posar sin ropa. 
—Lo de modelos desnudos lo puedo entender, es casi un cliché en el mundo del arte. Lo que no me cierra del todo es la pose tan sexual que le pidieron. Y como nadie protestó, me imagino que no es la primera vez que alguien pide algo así. 
—Es cierto, no es la primera vez que ocurre. 
— ¿Y no te molesta?
—No, al contrario. Me gusta mucho eso de mezclar el erotismo con el arte. Por eso la paso tan bien en este club. Yo… no llevo mucho tiempo con este cuerpo, como que todavía me siento un poco Cristian.
—¿Quién es Cristian?
—Soy yo… mucho gusto —le dio la mano, con una amplia sonrisa—. O al menos lo era. Así me llamaba antes de ser Yelena. Ahora mismo estoy en medio de una crisis de identidad.
—Para estarlo, te lo tomás con mucha calma.
Yelena se encogió de hombros.
—Mejor asumirlo. Negarlo no sirve de nada. Estar en un club donde nadie me juzga por lo que soy, o lo que no soy, me hace sentir de maravilla. Quizás algún día me anime a posar desnuda. Eso me ayudaría a que todos me vieran como Yelena, me serviría mucho para aceptarme como soy. 
—Tiene mucho sentido lo que decís. Deberías hacerlo.
—El problema es que no me animo. Me da vergüenza. 
— ¿No te gusta desnudarte frente a desconocidos?
—Mmm… no sé… creo que eso lo puedo manejar. Y ahí es donde está el problema. No sé por qué no me animo. Pero no te quiero joder con mis problemas…
—No me jode para nada. Si vas a ser miembro del club de detectives, tenés derecho a terapia de grupo con tus nuevas compañeras —Yelena soltó una risita—. Todas lo hacemos, en mayor o menor medida. Y estoy segura de que todas tenemos algún complejo que nos cuesta superar.
—¿Ah si? Bueno, si algún día querés contarme el tuyo, soy toda oídos.
Siara se quedó pensando en la escena que encontró en el despacho de su madre apenas unos pocos minutos antes. Aún la perseguían las imágenes de esa bonita modelo esforzándose al máximo para darle a Verónica la mejor chupada de concha posible. 
Su mente se perdió durante unos segundos, hasta que Yelena la trajo de vuelta a la realidad.
—Che, ¿en qué te quedaste pensando?
—Ah, perdón… estaba pensando en cómo tenemos que hacer para entender bien la situación de Diógenes y su madre. 
—Bien, te paso un pequeño informe. Diógenes me aseguró que su mamá nos iba a acompañar hoy, porque yo le dije que necesitábamos una modelo. Él me dijo que conocía a la persona indicada para ayudarnos, y que ni siquiera tenía que salir a buscarla. O sea, es la madre. Diógenes vive solo con ella. 
—Bueno, de ser así ya podemos confirmar que usa a su madre como modelo. Pero con eso no alcanza. Tenemos que saber hasta dónde llega todo este asunto. ¿Vos te llevás bien con él? 
—Sí, es un chico muy amable, vive en su mundo y… hasta me parece lindo. Y eso que a mí los hombres no me parecen “lindos”. —Siara la miró como si no entendiera nada.
—¿Acaso no te gustan los hombres? 
—Uf… a ver, es complicado de explicar. Me encanta coger con un hombre, muchísimo. Porque los hombres tienen algo que las mujeres no… ya te imaginarás a qué me refiero. —Esta vez fue Siara la que soltó una risita—. Sin embargo, lo que más admiro en el mundo es la belleza femenina. Te podrá parecer ridículo, pero yo no me cambié de sexo porque me gusten los hombres, sino porque quería sentirme hermosa. 
—No me parece ridículo. Que vos te sientas mujer no significa que automáticamente tengan que gustarte los hombres. Yo considero que las mujeres son muy hermosas; pero no por eso me considero lesbiana. En fin, si te llevás bien con Diógenes, te voy a dejar manejar el asunto. Hacé todo lo que sea necesario.  
—¿Aunque terminen haciendo cosas… inapropiadas? ¿Eso no te molestaría?
—No te preocupes por mí, ni por los límites. Yo vine con mentalidad de investigadora. Necesito saber hasta dónde están dispuestos a llegar. 
—Muy bien, entonces vayamos, estoy entusiasmada por conocer desnuda a la madre de Diógenes… y quizás, con un poco de suerte, también le puedo ver la pija a él. Dicen que la tiene grande. 
Las dos se rieron y se encaminaron hacia la casa de su compañero de arte.   

—---------

Marcela, la madre de Diógenes, resultó ser una mujer muy afable. Las recibió con una amplia sonrisa y de inmediato les ofreció café y algunas “delicatessen dulces”, como ella las llamó. Siara y Yelena aceptaron la invitación, porque querían mostrarse lo más amigables posible, además Siara consideró que esas bombas de crema estaban para chuparse los dedos. Se hubiera comido mil, de ser posible. 
Diógenes y Yelena comenzaron a intercambiar opiniones sobre dibujos que ellos habían realizado, se daban sugerencias de cómo mejorar el trazo o la figura. Mientras tanto Siara aprovechó para conocer un poco mejor a Marcela. La admiró con detenimiento. Una gran melena de cabello castaño, grandes ojos color miel, sonrisa encantadora y simpática. La típica mujer que uno puede presentar como su madre. Se fijó también en que la señora, a pesar de presentar unos kilos de más, conservaba una cintura bien definida, y nalgas muy grandes. Las notó cuando se levantó para traer más bombas de crema. Marcela tenía puesta una calza negra y se cubría con una blusa que le llegaba hasta la mitad de las nalgas, seguramente para no parecer tan vulgar. Porque si saliera a la calle sin esa blusa, todo el mundo se daría vuelta para mirarle el culo. Y aún así, esto no era lo más llamativo en Marcela. Sus grandes pechos se llevaban todo el protagonismo, en especial por estar dentro de un amplio escote.
Siara notó estos atributos en los dibujos e imagino que la mujer se sentiría más cómoda con una chica que tuviera una delantera que pudiera competirle; por eso Siara también fue con un escote muy amplio. Tan amplio como pudo.
Y funcionó, justamente Marcela se percató de ese asunto y le dijo:
—Me parece bien que no andes escondiendo los pechos como si te dieran vergüenza. Las chicas de hoy en día lo tienen más claro. En mi época te trataban de puta si eras tetona y usabas escotes.
Siara supuso que ese “En mi época” serían unos veinte años atrás. El mundo cambió mucho en veinte años. Las redes sociales le demostraron a millones de mujeres que no tienen que avergonzarse de mostrar sus cuerpos.
—Hoy en día todavía pasa —dijo Siara—. Más de una vez me gritaron puta solo por tener pechos grandes. Lo que cambió es que ahora ya no le damos tanta importancia a ese tipo de comentarios. 
—Y me parece genial que así sea —aseguró Marcela—. Vos también, Yelena… deberías dejar respirar un poco esas tetas, que no las tenés para llevarlas tan tapadas todo el día.
—Ay, Marcela… em… ¿Usted sabe que mis tetas no son reales, cierto? —Preguntó Yelena.
—Sí, sonsa… Diógenes ya me habló de vos. —Este comentario hizo que las mejillas de Yelena enrojecieran—. Y no importa si naciste con esas tetas o te las agregaron después, lo importante es que las tenés. 
—Muchas gracias —dijo Yelena—. Aunque más debería agradecerte por ayudarnos con el proyecto de arte. Cuando le dije a Diógenes que necesitaríamos algún modelo dispuesto a desnudarse, no me imaginé que sugeriría a su propia madre.
—En eso tuvieron suerte, la verdad —dijo Marcela, mientras bebía un poco de café—. Si hubieran llegado un par de meses atrás, les hubiera dicho que no; pero ahora entiendo mejor el valor artístico del desnudo y en cómo se lo puede separar de la pornografía y la vulgaridad. 
—Absolutamente —dijo Diógenes—. Un cuerpo desnudo no tiene por qué simbolizar nada “impuro” u obsceno. Y si no te importa, mamá… nos gustaría empezar cuanto antes. 
—Sí, claro —Marcela apuró su taza de café y se puso de pie. Lentamente comenzó a desvestirse—. Diógenes me contó que ya hicieron esto con modelos desnudos. 
—Así es —respondió Yelena—. Ya estamos acostumbrados, así que no hay necesidad de sentir pudor. 
—Mejor así. La primera vez que modelé sin ropa no me sentí nada cómoda —liberó sus buenas tetas, las cuales rebotaron ante la mirada de los presentes, luego comenzó a bajar su calza negra—. Y fue por una tontería.
— ¿Por qué fue? Si se puede saber… —dijo Siara.
—Fue porque no me sentía cómoda con mi cuerpo. Es que Diógenes vino con dos chicas muy flaquitas, con pinta de ser algo… fashion, en especial la rubiecita…
—Hilda —acotó Diógenes—. Vino con Agustina. 
—Sí, esas. Y creí que las chicas me juzgarían por mi sobrepeso, que encontrarían mi cuerpo poco digno de ser dibujado. —Marcela se desnudó por completo, mostrando que le gustaba llevar el pubis al natural. Esa maraña de vellos le daba un aspecto aún más marcado de “ama de casa”. A Siara le pareció simpático dibujar una mujer así, y alejarse un poco de las modelos esculturales de su madre—. Sin embargo, Hilda y Agustina demostraron ser dos amores. Me alentaron muchísimo para que me sienta cómoda. Volvieron varias veces, donde las ayudé a practicar con el dibujo, y gracias a sus comentarios me fui sintiendo más cómoda, más segura. Además me encantó el resultado, tanto ellas como Diógenes hicieron dibujos muy lindos. Podrá parecerles una tontería, porque son chicas jóvenes y muy hermosas; pero para una mujer como yo, de mi edad, fue una gran liberación poder sentirme orgullosa de mi propio cuerpo.
—Y tenés muchos motivos para sentirte orgullosa —dijo Yelena—. Sos muy linda. 
Marcela agradeció estos halagos y los tres estudiantes de arte se prepararon para dar inicio a la sesión de dibujo. Le pidieron a la madre de Diógenes que se sentara en un sillón en una pose muy casual, donde prácticamente no se veía su vagina. Aunque sus tetas, coronadas por grandes areolas, se llevaban todo el protagonismo. 
—Vamos a intentar poner en práctica lo que nos enseñó Stefany —comentó Yelena—. No tenemos que centrarnos en los detalles, sino en la figura general. La idea de este ejercicio es aprender a captar los rasgos esenciales y generar trazos sueltos. 
—Muy bien —dijo Diógenes—. Vamos a fijar unos cinco minutos por pose, en ese tiempo tenemos que intentar representarla de la mejor forma posible. Después cambiamos a otra posición. Así que, mamá… vas a tener que moverte mucho.
—Por mí no hay problema. Me siento como una diosa griega posando para que me dibujen, pueden tomarse todo el tiempo que quieran y pueden pedirme cualquier pose que se les ocurra. Todo sea por el arte. Eso sí, poné algo de música de fondo, para que no haya tanto silencio. Algo de Bach estaría bien. Dicen que la música clásica ayuda a los artistas a abrir la mente.
Siara no era muy amante de la música clásica, pero agradeció que hubiera algo sonando de fondo. Era mucho mejor que el silencio y además no le interrumpía la concentración. Ella no estaba muy pendiente de lo que dibujaba, sino de lo que ocurría a su alrededor. Observó a Diógenes. No apartó la mirada de su madre y del dibujo en ningún momento, Yelena parecía tranquila y también estaba centrada en el arte. Marcela respondió de la mejor manera posible con cada nueva pose que le pidieron, incluso una en la que tuvo que subir una pierna al sillón, y allí su vagina ganó mucha visibilidad. No pareció importarle en lo más mínimo. Incluso Siara notó que la mujer esbozó una tenue sonrisa, como si estuviera feliz de poder hacer esto.
“Bueno, si su hijo la usa como modelo para desnudos, al menos la señora lo disfruta”. 
Pero aún necesitaba más. Que Marcela posara sin ropa no era para alarmar a una profesora nudista. Siara le hizo una seña a Yelena para que empezara a pedir otro tipo de poses y ella asintió con la cabeza.
—Marcela ¿podrías ponerte de rodillas en el sillón? Eso… así, con la cola un poco más levantada, si puede ser. ¿Sería inapropiado pedir que abrieras un poco las nalgas?
—No hay problema con eso —aseguró Marcela, acto seguido usó sus manos para separar las nalgas, mostrando a las presentes una visión muy pornográfica de su culo y su vagina—. Las otras amigas de Diógenes me dejaron bien en claro que un poco de erotismo viene muy bien en el arte. Cobra otro significado.
—Así es —acotó su hijo—. se transforma en algo puro. En un concepto poético. 
A Siara esa filosofía le recordó un poco a la de Dalma, la amiga de Xamira. Con Dalma resultó no ser del todo cierto que ella veía el sexo de esa manera; pero aún no podía sacar conclusiones sobre Diógenes. 
Después de unos minutos intentando dibujar esta sugerente pose, donde Marcela se exponía como si estuviera esperando a que su amante la penetrara, Siara le hizo otra seña a su nueva compañera, para que le pidiera más.
—Che, Diógenes —dijo Yelena—. ¿Querés que probemos eso que hicimos con la profe Stefany? Lo de la masturbación femenina. 
—Ah, sí… es una buena idea. No creo que mi mamá tenga problemas con eso, ya estuvimos practicando un poco esa pose. 
—A mí me encantaría dibujar eso ahora mismo —se apresuró a decir Siara—. Y estoy segura de que en tu mamá se va a ver muy bien. Lo importante es que se sienta natural.
—Bueno, al natural ya estoy —dijo Marcela, soltando una risita—. No soy de las que disfrutan depilándose, a mí me gusta tenerla así. Y ya superé esa etapa de sentir vergüenza al hacer esto frente a mi hijo. Él tenía razón, era solo cuestión de tiempo, hasta que me acostumbré.
—Ah, muy bien —dijo Yelena—. Entonces, si no hay ningún problema… estaría bueno que hicieras para nosotros una pose en la que parezca que te estás masturbando. 
—¿Que parezca? —Preguntó Diógenes—. ¿No sería mejor hacerlo un poco más… auténtico?
—Sí, yo creo que sí —la respuesta llegó desde su propia madre, y esto sorprendió a tanto a Siara como a Yelena, no esperaban tanta iniciativa por parte de la mujer—. Vamos a hacerlo más auténtico. Mi hijo me comentó lo difícil que es dibujar el cuerpo humano en movimiento…
—En especial las manos —aseguró Diógenes.
—Así es… —Marcela se sentó con las piernas bien abiertas, sus robustas piernas quedaron sobre los apoyabrazos y su mano derecha fue de inmediato a encontrarse con sus labios vaginales. Comenzó a jugar con ellos, a abrirlos y cerrarlos—. Ustedes solo tienen que decirme qué tan rápido me tengo que masturbar.
—Uy… ¿te vas a masturbar de verdad, frente a nosotras? —Preguntó Yelena. 
—Sí, claro… y no se preocupen, chicas. Ya no me inhibe hacerlo. Digamos que lo siento como un proceso… liberador. Al fin y al cabo, todos nos masturbamos. Estoy segura de que ustedes también lo hacen de vez en cuando.
Siara quería averiguar qué tan comprometida estaba Marcela con el proyecto artístico de su hijo y con lo que vio a continuación se hizo una buena idea. La mujer comenzó a frotar su clítoris, ejerciendo presión con dos dedos. Lo hizo manteniendo los ojos cerrados y la cabeza ligeramente inclinada hacia atrás, una pose muy cómoda que hacía parecer que ella estaba sola en la habitación. 
Yelena empezó a hacer algunos trazos vagos en su hoja y le sugirió por señas a Siara que hiciera lo mismo. Retomaron sus bocetos y se fijaron que Diógenes parecía muy concentrado en todo lo que estaba plasmando en el papel. 
—¿Así está bien? —Preguntó Marcela al mismo tiempo que empezaba a meter los dedos dentro de su vagina.
—Un poquito más rápido, si es posible —pidió Yelena. 
Marcela obedeció, sus dedos empezaron a moverse a mayor velocidad, produciendo un material digno de un video pornográfico. Era imposible no sentirse acalorado frente a semejante espectáculo. Aunque a Diógenes parecía no afectarle.
—La clave está en no dibujar los dedos uno por uno —dijo el muchacho—, sino insinuar el movimiento. 
—A mí eso me cuesta un montón —dijo Siara—. Estoy acostumbrada a dibujar imágenes estáticas.
—Con Stefany aprendimos varios efectos interesantes para insinuar el movimiento —comentó Yelena—. Mirá cómo lo estoy dibujando yo… Marcela, ¿podrías hacerlo un poco más rápido, así le explico a Siara?
—¡Claro!
La mujer pasó de una masturbación a buen ritmo a una paja fenomenal en cuestión de segundos. Sus dedos se movieron con gran presteza, sin dudar. Entraron, salieron, frotaron los labios, el clítoris y cada zona sensible de esa vagina peluda. Pronto notaron los efectos secundarios que traían tantos toqueteos. Marcela comenzó a gemir suavemente. Esto alertó a Siara, que miró extrañada a Yelena; pero las dos siguieron metidas en su acto.
—Mirá, podés dibujar apenas las puntas de los dedos y después añadir un efecto de movimiento con líneas, así… 
—Ah, vi cosas como esas en los manga que lee Erika.
—Sí, del manga se puede aprender mucho de efectos de movimiento. —Aseguró Diógenes—. En especial del Hentai. Podrá parecer ridículo; pero en el hentai desarrollaron muchas técnicas interesantes para darle movimiento a los dibujos.
—Lo tendré en cuenta, estoy segura de que Erika tiene un montón de mangas hentai. Le voy a pedir que me preste algunos. 
Mientras hablaba notó cómo los gemidos de Marcela se hacían cada vez más fuertes, esto empezó a incomodarla. No conocía a esa mujer, era la primera vez en la vida que estaban juntas y no estaba lista para verla haciéndose una paja frente a ella. Aún así debía seguir adelante con la investigación. Pasados unos minutos y luego de haber puesto a prueba algunos de los consejos de dibujo que recibió, Siara la susurró a Yelena que había llegado el momento de hechar más leña al fuego.
—¿Cuánto más? —Preguntó Yelena.
—Tanto como sea posible. No importa si se enoja —por suerte Bach y los gemidos de Marcela se encargaban de ocultar sus voces—. Tenemos que saber cuál es el límite… 
—Dale… voy a probar con algo —miró a Diógenes y le sonrió con simpatía—. Che, vi algunos de tus dibujos eróticos, me parecen espectaculares. ¿Los hiciste ayudándote con tu mamá como modelo?
—Sí, ella me ayudó mucho, aunque todavía no me convence la calidad de esos dibujos. No quedaron tan bien como me hubiera gustado.
—Creo que son increíbles, con un poco más de práctica te van a quedar perfectos. A mí también me encantaría dibujar algo así. ¿Usaste como modelo masculino a uno de tus amigos? 
—Eh, no… no… lo hicimos todo solos —notó que Diógenes se sonrojaba—. A mí mamá le pareció bien.
De pronto Marcela se detuvo y miró a su hijo con los ojos muy abiertos.
—Vale aclarar que fue todo una performance —dijo la mujer—. Esto sí puedo hacerlo de verdad, no me molesta. Pero lo otro… em… fue todo actuado. No sé si me explico.
—Sí, claro. Entiendo perfectamente —Yelena mantuvo su gran sonrisa. A ella este tema le resultaba fascinante. Cuando pidió entrar al club de detectives no mencionó sus prácticas incestuosas junto a su madre y a su hermana. Aún tenía la mente confundida por eso y necesitaba encontrar a otra persona que hubiera vivido algo similar a ella. Diógenes parecía ser esa persona—. ¿Sería mucha molestia hacer algo así ahora mismo? Aunque… podemos dejarlo para otro día.
—¿Vos qué opinás, mamá? —Preguntó el chico—. Si vos estás de acuerdo, yo puedo hacerlo.
—Em… está bien, siempre que entiendan que esto son solo posiciones para mejorar sus dibujos. Espero que no lo vean de otra manera.
—Quedate tranquila, Marcela, que tenemos una filosofía artística muy parecida a la Diógenes —aseguró Yelena—. De hecho, yo misma me ofrecería de voluntaria, pero… tengo que explicarle unas cositas a Siara. La profe Stefany me pidió que le haga de tutora durante sus primeras semanas en el club de arte.  
—Entonces tengo que hacerlo yo —dijo Diógenes, poniéndose de pie. Sin meditarlo mucho más, se bajó el pantalón, mostrando que entre las piernas le colgaba un pene de buenas proporciones. Quizás más ancho y largo de lo que se esperaría ver en un chico tan delgado—. Aunque… va a costar levantar esto. 
—Por eso no te preocupes —dijo Siara, con una sonrisa maliciosa en los labios—. Yelena te puede ayudar. ¿No es cierto?
—¿Qué? ¿Yo? 
—Es por el arte. 
—Em… bueno, si lo ponés de esa manera…
Yelena sabía cuáles eran las intenciones ocultas de Siara y agradeció que la ofreciera para semejante tarea, aunque estaba nerviosa. Se acercó a Diógenes con paso sensual, él la miró con total neutralidad, como si fuera una enfermera que viene a traerle un informe médico de rutina. Yelena se agachó frente a él y admiró ese miembro venoso que colgaba lánguido e imponente. 
—Espero que tu mamá no malinterprete esto.
—No te preocupes, querida. Dale tranquila. A Diógenes le va a venir bien recibir un pequeño favor de una amiga tan linda como vos. 
Estas palabras incentivaron a Yelena, no quería perder esta gran oportunidad. Tomó la verga de Diógenes entre sus manos y se la llevó a la boca. Tragó tanto como pudo. Como estaba flácida, le entró completa. Se quedó quieta, moviendo solo la lengua, esperando a las primeras señales de rigidez. Cuando las notó, comenzó el movimiento de cabeza. Lo estaba haciendo… de verdad lo estaba haciendo. Le estaba chupando la verga a ese chico… y se la estaba poniendo bien dura. El mismo Diógenes la tomó por la cabeza y comenzó el rítmico movimiento de caderas. Poco a poco se le fue poniendo dura. 
Cuando la tuvo completamente rígida dijo:
—Bueno, creo que ya es suficiente.
Para Yelena esto fue una pena, se hubiera quedado chupándola todo el día. Era una pija muy rica. Sin embargo, permitió que el pibe se alejara de ella porque quería ver lo que hacía con su madre. Eso también la tenía muy entusiasmada.
Con el pecho acelerado pudo ver que Marcela abría la boca y se tragaba la pija de su hijo, hasta la mitad, sin dejar de pajearse. Le pareció una escena muy potente. Estaba presenciando un acto incestuoso, como los que ella misma había hecho, y descubrió que ésto le daba un morbo impresionante, difícil de dimensionar. 
Volvió a sentarse junto a Siara y empezaron a garabatear cosas sin sentido en el papel mientras susurraban. 
—Pediles que se muevan un poco más, a ver si lo hacen —sugirió Siara.
Yelena hizo la petición en voz alta y se llevó otra gran sorpresa al ver que Marcela ni siquiera lo puso en duda. Agarró con una mano la verga de su hijo y comenzó a mamarla. Realmente se la estaba chupando… y los dedos de su concha se estaban moviendo a toda velocidad. Esa mujer se estaba haciendo una paja de campeonato mientras le comía la pija a su hijo. 
—¿Podés tragar más? —Preguntó Yelena.
—Mmm… voy a intentarlo —dijo Marcela—. Por lo general, cuando hacemos estas pruebas, no trago tanto. Es que… Diógenes la tiene grande y me cuesta. Pero una vez lo conseguí. Creo que fue la última vez que vinieron Hilda y Agustina. ¿Cierto?
—Sí, ese día pudiste tragarla toda. 
—Es que Agustina me mostró cómo hacerlo. 
Siara y Yelena intercambiaron miradas sorprendidas. No se imaginaban a Agustina Buteller tragando verga… y mucho menos frente a otras personas. No parecía esa clase de chicas. 
Marcela tragó el miembro de su hijo una vez más y en esta ocasión el movimiento rítmico se hizo mucho más realista… más como un pete en toda regla, y no tanto como una performance artística. 
No estaba consiguiendo el objetivo de tragarla completa, pero parecía muy dispuesta a lograrlo. Se atragantó un par de veces, la saliva chorreó por la comisura de sus labios y a pesar de todo no se detuvo. Probó y probó hasta que tuvo que sacarse la verga de la boca. Empezó a toser y las chicas creyeron que otra vez se había ahogado con saliva, hasta que vieron una gran cantidad de líquido blanco saliendo de su boca y cayendo sobre sus tetas.
—Ay, perdón mamá… fue sin querer, lo juro. No sé qué me pasó.
—Está bien, hijo… está bien. Es un accidente. Puede pasarle a cualquiera.
—Uy, podemos aprovechar para dibujar eso —dijo Yelena—. Dejá el pene de Diógenes cerca de tu cara y miranos a nosotras.
—¿Así? —Preguntó Marcela, quien volvió a sonreír.
—Sí, así… perfecto.  
Las chicas no dibujaron nada concreto, solo se quedaron ahí admirando el panorama. Esa mujer tenía la barbilla y las tetas cubiertas del semen de su propio hijo y no dejaba de masturbarse.
—Uf… hay que admitir que salió algo interesante de todo esto —dijo Marcela, manteniendo su performance—. A pesar de que no estaba en los planes, espero que esto les sirva, porque de otra manera no se hubiera dado.
—¿Es la primera vez que Diógenes tiene uno de estos accidentes mientras posan juntos? —Preguntó Siara.
—No, no… claro que no. Le pasó varias veces. Aunque, no lo culpo. El cuerpo reacciona igual, aunque la mente esté en otro lado. Es decir… miren cómo la tengo —se abrió la concha y pudieron ver que estaba cubierta de flujos transparentes—. Si sigo tocándome así, yo también podría acabar. También me pasó varias veces. Digamos que son las consecuencias que debemos aceptar.
—Sí, claro… y es mejor aprovecharlas cuando ocurren —dijo Yelena—. ¿Podrías tragar la verga otra vez? Mejor dicho… chupala.
—¿Rápido o lento? —Fue la única duda de Marcela.
—Lo más rápido que puedas —respondió Yelena, con el corazón latiendo a mil por hora.
Marcela volvió a tragar la pija de su hijo y empezó a darle una chupada espectacular, de las que solo se pueden conseguir de una amante fervorosa y entregada al placer. La mujer chupó y chupó sin dejar de pajearse y en un momento vieron como un par de chorritos de flujo saltaban de su concha, estaba teniendo un orgasmo mientras Diógenes le metía la verga hasta el fondo de la garganta. Esta vez sí lo consiguieron. 
La sesión de dibujo concluyó poco después de esto. Yelena y Siara ya habían hecho las averiguaciones pertinentes. Agradecieron mil y una vez a Marcela y a Diógenes por prestarse como modelos y por acatar todo lo que les pidieron. 
Marcela le hizo prometer a las chicas que volverían a visitarla, ya que se moría de ganas de modelar frente a ellas otra vez. Le dijeron que volverían lo antes posible. 
Al momento de retirarse, cuando estaban cruzando por la puerta de salida, Yelena pudo escuchar que Marcela le decía a su hijo en voz baja: “Esta chica me gusta para vos, ¿por qué no la invitás a salir?” Su corazón se detuvo y por un instante pensó que se refería a Siara, pero al girar la cabeza pudo ver que tanto la madre como el hijo la estaban mirando a ella. Yelena les sonrió y se marchó con la cara completamente roja. Si Diógenes la invitaba a salir, sin dudas le diría que sí.               
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En el trayecto de regreso comentaron lo que había ocurrido, aún estaban algo aturdidas.
—No lo puedo creer. ¿Viste eso? —Preguntó Siara, como si Yelena no hubiera estado allí—. Marcela se puso la pija de su hijo en la boca, como si lo hubiera hecho mil veces.
—Sí, eso me sorprendió. Hubo mucha naturalidad en la forma en la que actuaron. ¿Vos creés que lo hacen solo por el arte?
—Mmm… no lo sé. Ya conocí gente que miente sobre este tipo de posturas con respecto al sexo. Aunque con Diógenes tengo mis dudas, el chico parece auténtico… y su mamá también. Ella se asustó un poco cuando su hijo nos contó que él mismo era el modelo. Eso significa que entiende los conflictos éticos que esto puede causar. 
—Eso no demuestra que digan la verdad —a Siara le gustó este comentario de Yelena, le hizo entender que ella también puede pensar.
—Lo sé. Pero a eso hay que sumarle la facilidad con que lo hicieron frente a dos personas desconocidas. Si no estuvieran absolutamente convencidos de lo que dicen, no se hubieran soltado tan rápido con nosotras.
—Eso es muy cierto. Bueno… ¿Se puede dar el caso por terminado? Ya demostramos que Diógenes usó a su madre como modelo para sus dibujos eróticos. Incluso usó su propia verga.
—Todavía es pronto para cerrar el caso, antes me gustaría poner a prueba un par de cositas más. Pero para eso necesitamos otra clase de arte. 
—Mmm… interesante ¿qué tenés en mente? 
—Algo que posiblemente te guste mucho, voy a necesitar de toda tu colaboración. Por cierto… ¿qué tal estaba la pija de Diógenes?
—Uff… muy rica —dijo Yelena, con una gran sonrisa—. Todavía no puedo creer que se la chupé. 
Siguieron caminando mientras intercambian risas y comentarios picantes sobre las proporciones del pene de Diógenes. Siara comenzó a pensar que Yelena encajaría muy bien en el club de detectives.       





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