No hay ley para mí

Nací en un país rico, pero siendo pobre. Siempre tuve envidia de lo que los demás tenían, pensaba "¿Por qué ellos pueden tener esas cosas y yo no?". Desde pequeño siempre quise cambiar mi situación, no quería que por no haber nacido en cuna de oro, quedarme siendo pobre para siempre. 

Compensé mi falta de recursos con esfuerzo, estudié lo más posible en la escuela para lograr obtener una beca y estudiar administración de empresas. En la universidad más que aprender sobre la carrera entendí que el valor de la vida, el valor de uno mismo, se rige por los contactos que uno tiene. Al salir de la universidad gracias a los contactos que hice ahí, pude obtener un buen puesto de trabajo. Poco a poco haciendo favores fui conociendo a gente más y más importante, fui yo mismo escalando en jerarquía.

En un momento en mi rápida subida, me encontré con un tope. Hay un punto que no puedes superar si no eres fiel a los demás, un punto donde si no eres esa persona que quieren que seas ya no puedes escalar. Cuando me di cuenta de esto, a mis 31 años, decidí fundar mi propia compañía, de telecomunicaciones. Tuve que arriesgarme con ella, usé muchos favores que me debían (casi todos) y todo mi dinero ahorrado hasta el momento. 

El riesgo dió frutos, la compañía creció tanto que la telecomunicación fue la menor parte de la empresa, pasamos a ser inversores. Participes de toda la economía del país y una de las mayores empresas en este ámbito del mundo. Esta compañía la decidí mantener como unipersonal, por lo que mi prestigio no se compartía con nadie. De esta manera ahora los favores que me pedían eran de más valor, al punto donde el mismísimo presidente me debía fuertemente a mí por haber sido fundamental en su campaña.

A mis 43 años era presidente y único accionista de la empresa más importante del país. A pesar de esto nunca me interesó la idea de casarme o tener hijos, por lo que no fue una búsqueda que hiciera. Parejas tuve algunas a lo largo de mi vida pero se fueron yendo casi todas por la misma razón, que no les doy suficiente atención "culpa del trabajo" (o al menos ellas dicen eso). Para hablar un poco más de mí, quisiera describirme físicamente: No soy alto ni bajo, pero estoy un poco encima de la media; no soy Brad Pitt pero soy relativamente atractivo (además porque voy al gimnasio y tengo buen físico), generalmente solo uso trajes gracias a mi profesión.

Un día me llama a su oficina el presidente, yo libero mi agenda y voy. Cuando llego me recibe con una cara muy seria y después de saludarnos, me pide que tome asiento y dice —Sinceramente, en este momento eres una persona con más influencia que incluso yo, pero no quiero seguirte debiendo—, yo me quedo mirándolo con cara rara, generalmente la gente no me devuelve favores a menos que se los pida, pero él por alguna razón tenía miedo de lo que le pudiera pedir; siguió su discurso —Te ofrezco un trato, quiero que todas nuestras cuentas queden saldadas a cambio de que todo el país haga la vista gorda a todo lo que hagas. No habrá ley para ti, poniéndolo en palabras sencillas. Además, la prensa no hará ruido de lo que hagas—.

Me quedé pensando un rato en mi mente, es una oferta única en la vida pero no sé el porqué de que lo sienta irreal, como si fuera una promesa que no se va a cumplir. Le digo claramente que la propuesta me genera cierta inseguridad, pero me dice —¿Sabes? Prácticamente que esté aquí es gracias a ti. Solo quiero saldar mis cuentas contigo porque me das cierto miedo pero no tengo nada en tu contra, al contrario, me beneficia que estés donde estás; así me aseguro de tener un gran apoyo en mi reelección dentro de unos años. Creeme que no me conviene tenerte en contra—. Su discurso me convence y acepto su propuesta, ahora no puedo pedirle nada al presidente, pero lo que he ganado es invaluable.

Quiero experimentar con este nuevo poder. Al llegar a mi oficina pido a mi secretaria que venga conmigo. Ella es una chica de buen porte, es relativamente alta, rubia, de un cuerpo delgado, con un busto y trasero interesantes. Es una chica que cualquier hombre desearía tener como su mujer. Al llegar a mi oficina, le digo —¿Sabes? Hoy hablé con el presidente—, a lo que me responde con —Que bien, señor Óscar. Espero que le haya ido bien en su reunión con él—, le replico diciendo —No sabes lo bien que me fue. Quítate la ropa—. Ella queda sorprendida por un momento, pero me termina diciendo —Señor Óscar, ¿se encuentra bien? No tiene sentido la petición que me acaba de hacer—, a lo cual le respondo explicándole todo lo que hablé con el presidente hoy.

Se negó a acatar la orden que le di, dijo que me iba a denunciar a recursos humanos y que se iba a ir a su casa. Al parecer sí lo hizo, pero poco me importó. Renunció al día siguiente. Lo que hice no tuvo consecuencia alguna, no aparecí en las noticias, nadie me dijo nada, mucho menos la justicia. Fui investigando sin embargo qué era de su vida, me enteré que estaba tratando de conseguir trabajo pero todo el mundo sabía quién era y el porqué ya no estaba conmigo, así que nadie quería contratarla, por miedo a mí.

Después de un mes al parecer se rindió, porque volvió a mí, me rogó que la volviera a aceptar como su secretaria. Le dije claramente —Eres consciente entonces de que tendrás que ser fiel a toda orden que te dé, ¿no?—, ella simplemente asiente con la cabeza, entonces le digo —Bueno, puedes volver—. Al día siguiente hago lo mismo, la llamo a mi oficina y le pido que se desnude, esta vez ella lo hace. Yo voy con ella y empiezo a manosear sus senos, senos que muchos matarían por solo ver. La acaricio, acaricio todo su cuerpo, lentamente. Poco a poco siento que se va soltando conmigo. Le doy una orden clara —De ahora en adelante quiero que no uses ropa interior, ni sostén ni bragas—, ella me mira pero me responde con un —Ok—. 

Cabe recalcar que su uniforme es simplemente una camisa, una chaqueta encima y una falda que le llega a la mitad del muslo. Le doy la libertad de irse y ella lo hace, pasa el resto del día y no le hago nada más. Al siguiente día voy con ella de nuevo, esta vez frente a la vista de todos, le subo la falda y empiezo a manosearla. Poco a poco fui manoseando. Me saco el pene y le ordeno que lo chupe, ella lo hace mientras yo la manoseo. No sé si ella será una exhibicionista pero siento claramente como se moja. En un momento cuando ya siento estar listo, le digo que pare y de esta forma me corro sobre su cara.

La hago levantarse, todos pueden verla (y sin embargo parece nadie querer hacerlo), la pongo sobre su escritorio y la penetro, sin condón ni nada. Trata de no alzar mucho la voz pero se escuchan claramente sus mini gemidos, que después de unos 7 minutos culminan conmigo corriéndome dentro de ella. Le pregunto que si toma métodos anticonceptivos y me dice —Sí, no se preocupe, tomo pastillas—. Escuchar eso me alivia, la dejo ahí con mi semen desbordando de su vagina y me voy a mi oficina a seguir trabajando.












Este es un remake de una historia anterior que hice. Yo empecé haciendo estas historias de manera improvisada, las hacía cuando estaba caliente y ya, lo cual hacía que no tuvieran la mejor calidad posible. No tenían mucho desarrollo, ni la mejor redacción, aunque no eran malas. En el futuro haré un remake de la saga "Mi madre" (pero por ahora tendrá que esperar). Si quieren que de verdad siga con esta historia, dejen sus puntos, créanme que es lo único que me motiva a hacer estas historias, saber que hay gente como yo que además le gusta lo que escribo.

2 comentarios - No hay ley para mí

Cuckofmommy
Que bien relato! Espero que subas más de este estilo!
CaesarPn +1
Muchas gracias por tu apoyo, me alegra que a alguien le haya gustado, porque en general parece que no gustó mucho
PTDJ
Porfa comtinua