Marzo - 3 de 4 -

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MARZO

Parte 3 de 4





En un abrir de ojos observé la playa, a unos cincuenta metros estaba el viejo Alberto parado con las manos en la espalda mientras su perro correteaba de un lado a otro, tenía un viejo pastor alemán demasiado bonachón para los que los antecedentes marcaban. Creí prudente separarme un poco de Mauro haciéndole notar que no estábamos solos, entonces el empezó a jugar nuevamente



Sabes que me gustaría?- inquirió el
No, no se- respondí
Cierra los ojos- pidió mientras los tapaba con una mano
Que quieres?
Bueno, imagina al vejo este desnudo, te animas a describirlo?
Otra vez con eso?- no quería prestarme a su juego
Por favor, vamos, sé que puedes hacerlo…
Ufa… como eres…
Vamos! Suelta la mente! quiero que me excites…


Claro, el no imaginaba que el viejo ya me había visto desnuda, y poco a poco caí en la trampa, me dejé llevar, lo imaginé sentado en la cama, observándome sin ropas, excitado por mi presencia, las palabras comenzaron a fluir…



Lo imagino a Alberto sentado en la cama, observándome, estoy desnuda, mira mis pechos, mi cola, mi vagina… abre sus piernas para que lo mire, su verga en enorme, por cierto, más grande que la tuya, más rica, más apetecible, es larga, tan larga que pasa muy por arriba de su ombligo, además es tan gorda que no creo que llegue a abrazarla con una mano, su glande está desnudo, rosado, en un triángulo perfecto, su tronco minado de gruesas venas que de tocarme me darían tanto placer, sus bolas son enormes y brillan como luceros, tiene unos pocos pelos blancos, tan blancos como su cabellos o su bigote, es tan grande y tan dura que deseo que me penetre, necesito que me penetre…


Respiraba excitada, mi concha se había inundado en jugos, los ojos de Mauro estaban grandes y me observaba con la boca abierta, comprendí que mi descripción había sonado peligrosamente real, toqué su pija, estaba por explotar, tuve que simular seguir el juego para sacarle presión al momento, me reí y salí corriendo hacia la arena dejándolo solo en el agua, sabía que dada su erección no podría seguirme por un tiempo…



Fui donde teníamos las cosas, saludé al viejo que estaba a unos metros y me recosté sobre la lona, con la cola para arriba, sacando buen culo sabiendo que él me estaría observando, con mis manos acomodé el casi hilo dental que se perdía entre mis nalgas y cerré los ojos tratando de ignorarlo.

Unos lengüetazos en mi trasero me obligaron a sentarme un tanto sorprendida, había sido el perro…

Don Alberto se acercó a pedirme disculpas



Perdón señorita, el perro está viejo como yo, y es un tanto tonto…
No hay cuidado, me encantan los perros…- Alberto tenía la mirada fija en mis pechos
Sabe señorita, usted no debería jugar con este viejo…
Jugar? no entiendo Alberto, a que se refiere…
Si entiende señorita, puede que esté viejo, puede que esté pasado de moda, pero la vida me enseñó a no iniciar guerras si no se está dispuesto a dar batalla…
Insisto, no entiendo…- estaba nerviosa, no sabía cómo zafar dela situación
Soy un caballero, no voy a ser explícito en algo que los dos sabemos, creo que no hace falta no?
Tal vez…- balbuceé sin saber que decir
Su marido es un tonto, usted en un diamante para tener en una caja fuerte, no para andar ostentándolo, se lo van a robar…
Todo bien amor?- terceo Mauro quien ya había descomprimido su paquete y se sumaba al diálogo.
Si todo bien…don Alberto justo me decía que por suerte había cambiado el tiempo, pero ya se iba, no es así Alberto?
Si, si, los dejo, se ven muy enamorados, además, este perro ya anda haciendo demasiado lío, cuídense…


Ese diálogo con el viejo me había dejado encendida y confundida a la vez, no era de ocultarle cosas a mi marido, pero tampoco podía contarle lo charlado, de alguna manera también era su culpa, Mauro me había arrastrado a esta locura.



El tiempo pasaba rápidamente, deseábamos ser padres y aprovechábamos cualquier momento para embriagarnos en placer, pero algunos cambios se iban produciendo en mi interior, casi inconscientemente, esa noche, cuando fuimos a la cama mi marido abrió las ventanas, sentí el corazón palpitar esperando ver al viejo, ya me había acostumbrado y había pasado a ser parte de mi juego de seducción, pero él no estaba, estaba segura que vendría, pero no vino.

No supe que había cambiado, solo que cada tanto me sorprendía a mí misma observando por la ventana el balcón vacío, no estuve concentrada, al punto que fingí mi orgasmo.

Esto me puso muy mal, no soy de fingir, no soy de engañar al hombre de mi vida, no soy de engañarme.

Me recosté sobre el pecho de Mauro rodeándolo con un brazo y una pierna, las ideas saltaban en mi mente.



Mauro, mi amor... estás dormido?- pregunté sabiendo que después de tener sexo se duerme como un tronco
Mmmm... no… que pasa?
Sobre esas fantasías…
Fantasías?
Tú sabes… esos juegos… de verme con otro… de abrir las ventanas… todo eso…
Si, que pasa?
Estaba pensando…
Qué, quieres probar?
Estás loco!- protesté, no estaba dispuesta a llevar a la práctica ninguna locura
Tranquila, que pasa?
No… solo pensaba… - no me animaba a largar la pregunta
Vamos, tranquila…
Bueno, y si alguna vez pasara? y si me encontraras con otro?
Gabriela, si te encontrara con otro, lo mato, después te mato a vos y después me mato yo
No hablarás en serio… -aseveré confundida y dubitativa
Y tú tampoco… -aseveró el doblando la apuesta
No, supongo que no…
Son solo fantasías… tengo sueño amor…


Me dio un beso como para acallar mi interrogatorio, me quedé pensando con los ojos bien abiertos, mirando por la ventana como iluminaban las estrellas sobre el cielo negro, el ruido de las olas que se mecían pronto se confundió con los ronquidos de mi marido, lo abracé fuerte hasta quedarme dormida…



El viernes por la noche, luego de cenar en un local a la orilla del mar, fuimos a dar una vuelta por la calle céntrica, no había muchos negocios abiertos, compramos un tapiz que le había echado el ojo unos días antes, tomamos unos helados y volvimos a nuestro nido de amor, subimos por la escalera a la planta alta, Mauro venía detrás de mí por lo que aprovechó para manosearme la cola, fui al baño a higienizarme y luego fue su turno.

Mientras tanto, mi piel ya estaba bronceada por tantos días de sol, así que quise sorprenderlo, me puse una tanga minúscula que apenas tapaba mi clítoris, no mucho más, tipo hilo dental, sabiendo cuento lo excita mi generoso trasero, una remera de red con grandes rombos por la que escapaban mis pezones hambrientos, medias de nylon a medio muslo sujetas por porta ligas, me recosté sobre la cama, de costado, exagerando la curvatura de mis caderas y acomodando los pechos para que se vean apetitosos, él no lo esperaba, cuando salió del baño exclamó



Guau! que yegua… estás hermosa toda de blanco…
Te gusta mi amor? soy tu novia, tu virgencita casta y pura…


Mauro se tiró encima de mí como un lobo en celo y empezó a basarme y acariciarme


Marzo - 3 de 4 -


Pará! pará!... y las cortinas? No vas a correrlas?- pregunté confundida
Pero como… no era yo el degenerado?- respondió más confundido aún
Mi amor, se nos terminan las vacaciones, démonos todos los gustos!- dije tratando de sonar convincente


Él no iba a preguntarlo nuevamente por temor a que cambie de idea, volvió a saltar de la cama, abrió la ventana que daba al mar y luego la que daba al vecino, mi corazón saltó con brío al divisar a Don Alberto apenas separado por el vacío de un lugar a otro, hasta me pareció sentir el aroma a tabaco de su pipa.

Me sentí feliz al verlo, mi esposo volvió y comenzamos a besarnos, a acariciarnos, mis morbosos pensamientos se dividían entre el placer del sexo en sí con la persona amada y ser observada por un hombre a pocos metros de distancia, me mojé rápidamente, hasta sentirme inundada, la luz de la luna llena inundaba el cuarto que se mostraba más claro que de costumbre, Mauro acarició con dulzura mi espalda, besó mis labios, besó mi cuello, bajó lentamente hasta mis pezones que escapaban a través del tramado del tejido, los mordisqueó sutilmente, apreté mis labios, cerré mis ojos, volví a abrirlos, el viejo estaba mirando, era evidente, imaginé que como un súper héroe saltaba el balcón y venía a poseerme, su miembro era tan grande y viril como lo había imaginado días atrás en el mar, violaba mi vagina haciéndome gritar por su exagerado tamaño y le regalaba a Mauro un infinito placer al cumplir su fantasía…



Giré sobre mi esposo, puse su sexo contra mi cara y el mío sobre la de él, estaba tan caliente, comencé a chupárselo y esperé en vano a que el me devolviera la gentileza, presioné con mi pubis su barbilla, pero asumí que no lo haría, nunca me chuparía la concha, debí conformarme con un par de dedos jugando en mi hueco, tanteando si estaba suficientemente lubricada para penetrarme, se escabulló bajo mío dejándome en cuatro patas, me tomó por las caderas, corrió la tanga y me le enterró toda, recosté mi pecho y mi rostro sobre el colchón para arquearme y recibirlo mejor, abrí los ojos mientras me penetraba, Don Alberto estaba ahí, seguía fumando pacientemente…

Los gemidos de placer comenzaron a fluir de mis entrañas, no podía evitarlos, pero si podía aumentarlos, grite un poco más fuerte para seducir al viejo, si es que esto hacía falta.



Lo obligué a Mauro a recostarse nuevamente, lo monté con una pierna a cada lado, introduje su sexo en mi sexo, me moví frenéticamente estimulando mi clítoris contra su pubis, naufragué poco a poco, perdí la cordura, la noción de lo que hacía, el volumen de mis gemidos, mi esposo recorría mi cuerpo sin cesar, mis piernas, mis glúteos, mis pechos, lo sentí venir, me sentí venir, fue perfecto, su pene se agrandaba rítmicamente largando chorros de semen en mi interior al tiempo que yo también llegaba a un perfecto y caliente orgasmo.

Caí rendida, nos besamos, sentí unos de los besos más profundos y dulces que nos hubiéramos dado nunca…



Fui al baño a orinar e higienizar el semen que chorreaba de mi interior, me puse nuevamente la tanga saqué la remera calada que tenía, volví a la cama y me encontré una linda sorpresa, Mauro dormía profundamente, roncaba, me dio mucha bronca, me sentía mal cuando se dormía tan rápido, me hacía sentir solo un objeto, que me usaba para sacase las ganas, yo sabía que era así y debía lidiar con ello…

Don Alberto aún estaba en el balcón, era tarde ya, no tenía sueño, tomé una bata para ocultar mis pechos, la anudé en la cintura para dibujar mi silueta y me aseguré que sin ser grosera dejara ver mis piernas aún con medias y portaligas.

Salí entonces al balcón, fingiendo sorpresa por la presencia del viejo y busqué entablar conversación



Buenas noches Alberto, lo hacía durmiendo, tan tarde…
Hola muchacha, nunca es tarde, tarde será cuando muera…
Bonita noche, me encanta la luna llena- dije señalando con el índice a la esfera brillante que se levantaba apenas sobre el horizonte dejando una línea de luz plateada sobre la oscuridad del mar.
Mi padre solía decir que esa luna era especial para los amantes- dijo mirando donde yo señalaba


Con la inocencia y pecado de mujer corrí levemente la bata dejándole ver al viejo casi hasta mi pequeña bombacha, me sentí húmeda, no sabiendo distinguir si era semen de mi esposo o flujo de mi calentura



Yo creo que cualquier momento, cualquier lugar, cualquier situación es propicia para los amantes…
Jovencita, no hay que tentar al diablo, el diablo sabe por diablo, pero más sabe por viejo…


Me sentí una tonta, porque siempre creí estar por delante del pobre viejo, pero cada vez que hablábamos me dejaba en ridículo con la experiencia de su sabiduría, siempre estaba un paso por delante, un pensamiento por delante, cerré mis piernas y acomodé la bata, una ventisca fría se levantó en ese momento, entonces dijo



Es hora de ir a la cama, le aconsejo que haga lo mismo, mañana será su último día, ahorre energía para disfrutarlo.
Es cierto… buenas noches Alberto
Buenas noches querida


CONTINUARA



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