Ley nude 6: Juegos de playa

Me desperté con un fuerte dolor de huevos. Aquello quitó cualquier somnolencia. Vi a mami, totalmente desnuda y su coño bien depiladito, aplastando mis huevitos de nena con su pie. Cuando vio que estaba despierta, soltó una risita y dejó de aplastar mis huevos. Mamá tenía el pelo mojado, sus tetas bien sexys y llevaba en las orejas pendientes dorados a juego con su collar. Me ordenó levantar. Así hice. Iba totalmente desnuda, sin vello en el cuerpo y mi pene temporalmente sin castidad, pero flácido gracias al tiempo que pasaba en la castidad.

Ya había pasado una semana desde que estuve con la niñera. Mami y papi habían alquilado un ático en la playa para hacer “Juegos de Playa” como lo llamaban ellos. El verano estaba ya cerca y hoy hacía un día tan caluroso como si lo fuera.

Escúchame bien, perrita — dijo mami autoritaria. Yo atendí —: Te voy a explicar lo que va a pasar: vas a subir arriba, y te voy a indicar lo que hacer. Luego, te daré otras indicaciones. NO puedes ir a orinar. Ve al servicio y ponte un poco de perfume. Luego sube arriba. Como tardes, habrá castigo ¿entendido?

Asentí y acto seguido mami subió arriba. Su culito respingón se alzó y pude ver con todo lujo de detalle sus cachetes y su ano. Subió arriba y yo acto seguido fui al baño. Atravesé un pequeño pasillo y pasé la puerta de la cocina, la cual estaba a mano derecha, justo al lado del baño. Entré al servicio.

A pesar de que tenía ganas de orinar (y una excitación increíble, para qué voy a engañar), no oriné. Sabía que mami se daría cuenta, ya que la orina acumulada de la noche haría que tardara un buen rato. Ponerse perfume solo llevaría unos segundos, así que abrí el pequeño armario del mueble y saqué mi perfume: un pequeño bote de perfume infantil de Minnie Mouse. Me apliqué en el cuello, pelo y mi cosita. Luego, lo guardé en el armario y subí rápidamente tratando de ignorar las ganas de orinar. Una vez llegué arriba, me encontré el panorama.

Me encontraba en una azotea de cien metros cuadrados que incluía una pequeña habitación interior. En medio de la azotea se hallaban mamá y papá. Papi estaba totalmente desnudo, su cuerpo rodeado de vello y su polla flácida en aquel momento, visible para mí y cubierta por un espeso bosque. Flácida mediría casi diez centímetros en contraste con mi cosita que apenas llegaba a los cuatro. Me acerqué a cuatro patas por orden de mamá, que se había puesto un bikini rojo. Cuando llegué, dijo mamá:

Voy a preparar el juego — me guiñó el ojo —. Dale placer a tu novio mientras yo lo preparo todo.

Dicho eso, se fue para abajo.

Mi novio. Eso era mi papá ahora. Mi hombre, mi macho. Mi chico. Tragué saliva y me dirigí hacia la verga de mi novio. Empecé dando una lamida a sus testículos. Le di suaves lamidas. Primero en círculos, luego a los lados y de abajo a arriba. Luego di varios besos. Primero un testículo. Luego el otro. Lamí desde los huevos, pasando el tronco y llegando al glande. Culminé con un tierno besito y acto seguido metí la polla de papá en mi boquita. Tragué hasta el fondo y ahí sostuve unos segundos, mirando a papá. Él sonreía satisfecho y me acariciaba el pelo con cariño. La polla de papá sabía a semen y algo salada. Saqué la polla de mi boca y luego empecé la mamada. Adentro, afuera. A veces hasta el fondo, otras veces hasta la mitad. Líquido seminal salía tanto de su verga como de mi cosita, que no lograba ponerse erecta.

Mamá apareció entonces. Yo seguí lamiendo y besando la polla papá.

Que rico lo haces bebé — me alabó mamá con sinceridad.

Entonces, mamá ordenó parar y que me dirigiese hacia la ducha que había en la azotea. Una pequeña ducha pegada a la pared. Papi y yo fuimos hacia allí y yo me situé debajo. Mamá enchufó la ducha. Esta no tenía regulador de temperatura, así que salió totalmente fría. A pesar de hacer calor, al principio me resultó incómodo. Mamá rio mientras me duchaba. Mi cabello, mi cosita y mi cuerpecito estaban totalmente mojados. Aquello me dieron más ganas de orinar, pero supe que todavía no tenía permiso. Mamá usó sus manos para enjabonarme (jabón femenino). Pelo, cuerpo. Se recreó en mi pitulín, que lo masajeó durante algunos minutos.

Es tan diminuto — rio mamá.

Aquello me sentó como una patada. Recibía humillaciones así constantemente pero nunca me acostumbraba. Al cabo de un rato, me puso el culo en pompa y, usando el dedo corazón, empezó a penetrar mi ano. Adentro y afuera. Así, enjabonó mi culito. Luego usó la ducha para limpiarme toda (para limpiar mi ano, hizo que la manguera de la ducha disparara agua en mi culito).

Ya estás limpito — dijo mamá orgullosa. Luego añadió —: Ahora comienza el juego: vas a buscar cuatro objetos que están repartidos por la casa. Conforme encuentres un objeto, me lo entregarás a mí. Cuando encuentres dos, me quitaré una prenda — me guiñó el ojo —. No hay límite de tiempo, pero, cuánto más tardes, más tiempo pasarás sin orinar. Tu misma.

Tras una pausa, mami dijo:

Los objetos a encontrar serán: el perfume de papá, un condón con su esperma, un plátano y la parte de debajo de uno de mis bikinis. Vale uno cualquiera.

Con esa información, el juego comenzó. No sabía qué intenciones tenían, pero me lo podía imaginar. Aun así, no tenía más opción que jugar su juego, así que me dispuse a jugar y a pensar dónde podrían estar.

En el cuarto pequeño no había nada. Mamá y papá me seguían y, a veces, cotilleaban a mis espaldas. Ni idea de qué decían. Al final, encontré mi primer objeto bastante rápido: la parte de debajo del bikini de mamá. Un bikini rosita, muy lindo, colgado del tendero. Avergonzada, lo cogí mientras me sentía espiada por el bloque de vecinos de enfrente (aunque no estaba segura de si alguien me estaba viendo o no).

Enhorabuena — aplaudió mamá y me regaló un tierno besito en mi cosita, que dio un respingo —. Ahora a por el siguiente.

Para ello, bajé de la azotea. Ahora me hallaba en el salón, que disponía de un sofá y un televisor. Miré por todos lados, pero no vi rastro de plátano (aunque me imaginaba donde estaba), ni condones ni perfume (que también imaginaba donde estaba). Así que, en su lugar, fui a la cocina (a mi derecha) y cogí el plátano. Mamá guardó el bikini y el plátano en sus manos. Sin embargo, no estarían ahí mucho, pues luego me dirigí hacia mi habitación, y de allí, mamá cogió una mochila rosa de Barbie y allí guardó todo.

Entonces mamá cumplió su palabra: se quitó la parte de arriba del bikini, mostrando sus hermosas y firmes tetas. Quedé un momento embelesada antes de que ella me diera una cachetada y ordenara seguir buscando. Me puse a buscar y encontré, bajo la almohada de mi cama, un condón repleto de semen.

Mamá y papá rieron y mami dijo:

Papi lo llenó anoche corazón. Lo puso debajo de tu camita. Hoy la vas a saborear.

Tragué saliva mientras mamá guardaba el condón en la mochila. Luego, fui al cuarto de papá y mamá y, en la cómoda, encontré el frasco de perfume de papá. Mamá lo guardó y dijo:

Hora de divertirse cielo. Pero aquí no. Arriba. Que te vean los vecinos.

Así que, agarrada de la mano de mi novio, subimos arriba otra vez.

Una vez arriba, y expuesta a todos los vecinos, mami sacó el plátano y el perfume. Embadurnó el plátano con el perfume de papá y luego me hizo ponerme las braguitas. Sin embargo, no me las puse sin más. Papá se encargó de orinar en ellas antes. Entonces, pude ponérmelas. Y fue entonces cuando mamá, entre risas, vació el condón con el semen de papá en el plátano. Tenía un plátano que olía a papá y llevaba su esperma.

A mamar, putita — ordenó mamá.

Obedientemente, lo hice. Lamí de abajo hacia arriba, limpiando aquel plátano de la leche de mi novio.

¿Está rico princesa? — me preguntó mamá burlona.

Yo asentí, aún con el plátano en la boquita. Seguía recorriendo aquel plátano relleno de leche, notando en mi lengua no solo el sabor de la leche de papá, sino también su perfume, tan varonil. Mamá y papá se reían. Luego, empecé a chupar el plátano. Me lo metí casi entero en la boca, ya limpio de restos de semen. Aun así, todavía notaba el sabor a semen y por supuesto, el perfume.

Y adentro y hacia afuera. Como siempre. Aumentando el ritmo cada vez. Gemía de vez en cuando y mamá me miraba orgullosa. No sabía si algún vecino me miraba. Miré de reojo, aunque no vi a nadie. Y si lo había, sabía que me tendría que aguantar. Así que seguí chupando hasta que mamá dijo basta.

Que rico lo haces perrita — me dijo —. Ahora ponte a cuatro patas.

Lo hice. El suelo estaba caliente, pero nada abrasador, como había esperado. Mami me bajó lentamente el bikini y lo tiró a un lado. Con el culito en pompa, mami cogió el plátano con una mano y, sin compasión, la metió adentro de mi culito. Lentamente, el plátano fue recorriendo todo mi recto mientras mi cuerpecito temblaba y sentía placer. Pronto me sentí llena, cuando el plátano estuvo totalmente dentro de mí. Mami y papi rieron. Mami entonces introdujo el condón vacío (aunque con restos de semen) también en mi culito. Tras las risas, me permitieron incorporarme y entonces bajamos de la azotea.

De nuevo en el interior, mami me puso alrededor una toalla de playa femenina. Era rosa con dibujos de unicornios en ella. Mami me cubrió la cintura con ella y dijo:

Ahora vamos a la piscina comunitaria. Ahora está tranquila, pero seguro viene gente pronto.

Ella rio y, cogida de la mano de mami y papi, los tres nos encaminamos hacia la salida. Antes de salir, mami se puso el bikini y papi el bañador y cogieron una mochila que mamá llevó a cuestas. Entonces, salimos.

Cerraron con llave y caminamos por el pasillo. Al lado había un vecino amigo de mis papás. Aunque aún no estaba en casa. Nos montamos en el ascensor y mami le dio al bajo. Estábamos en la cuarta planta. Entonces, mamá, traviesa, me quitó la toalla, dejándome totalmente desnuda. Mi cosita empinada notó el aire y se puso más tiesa.

Que ridiculez de cosita — dijo mamá y me dio una cachetada en los huevitos.

Fue flojita, pero bastante para que me doliera un poco. En cuanto el ascensor abrió sus puertas, mamá me volvió a envolver con la toalla y salimos. Atravesamos una puerta de barrotes de hierro y ya estábamos en la piscina. Estaba vacía en esos momentos. Era rectangular, y tenía hierba alrededor y una ducha al fondo. Mami y papi me quitaron la toalla y la colocaron en el suelo. Entonces, me indicaron que me colocara bajo la ducha mientras mamá cogía gel femenino de la mochila.

Papi encendió la ducha, que estaba fría. El agua cayó a raudales por mi pelito, mi cuerpo y mi pitito. Cuando ya estuve bastante mojada, mami me sacó de la ducha y embadurnó mis bracitos, piernas, pechos, espalda y barriga con sus manos. Lo hacía en movimientos circulares y rápidos. Luego, papi se encargó de enjabonarme mi colita. Con una mano, frotó mi cosita arriba y abajo. Casi podría decirse que me masturbaba, pero era más como un masaje. También masajeó los huevitos. Me puso en pompa y, con la otra mano, embadurnó mis cachetes y luego metió un par de dedos dentro de mi culito. Noté aún el plátano y el condón dentro.

No le lavemos el ano todavía papi — dijo mamá —. Dejémoslo para luego.

Papá asintió y terminó de frotar. Me metieron de nuevo bajo la ducha y esta me limpió toda. Ahora olía a jabón de mujer. Pero mami no había terminado todavía. Cogió un frasco de perfume channel y me colocó un poco en mi cosita, pelo, cuello, cachetes y el ano.

Así hueles mejor — rio mamá.

Oliendo a channel, papi me cogió de la mano y juntos nos metimos en la piscina mientras mami miraba sentada en la toalla, soltando risitas. Papi y yo empezamos a nadar. Yo totalmente desnuda, él, con su bañador. Papi me abrazó y me dio un tierno beso. Sus labios se pegaron a los míos y su lengua jugó con la mía. Al mismo tiempo, noté mi cosita pegada a su polla, que estaba muy dura y era enorme. Un beso, al sonido de muack. Otro. Y otro. Y luego otro más, al tiempo que me acariciaba el cabello. Luego, bajó la otra mano y manoseó la rajita de mi culito. Yo pegué un respingo leve y gemí. Eso pareció gustarle a papi. Mami rio.

Los dos estábamos mojados. Nadamos un poco más y, en un momento dado, papi se metió bajo el agua. Segundos más tarde, di otro respingo y gemí. ¡papi me estaba chupando el culito con la lengua! Se sentía tan delicioso. Metía adentro y afuera. Unas tres veces para luego lamer en círculos. Papi salió y en eso que llegaron un par de vecinos. Se trataban de una pareja jubilada: un hombre de cabello canoso y barba, con barriga y una mujer de cabello blanco. Ambos tendrían unos setenta años de edad. Nos saludaron y nosotros a ellos (yo avergonzada).

Venga bebé, sal de la piscina, que hay que bajar a la playa.

Me dijo con dulzura mamá. Papá ya había salido y solo quedaba yo, totalmente desnuda, allí. Avergonzada (sabía que me verían sin ropa), salí de la piscina usando la escalera. Mi culito respingón y mi cosita erecta se presentaron ante los vecinos que, sin decir nada, se me quedaron mirando.

Vi como mamá soltaba una risita disimulada y me indicó que me sentara en la toalla. Acto seguido, por orden suya, me tumbé, exhibiendo todavía más mi pitulín.

Quédate así un cuarto de hora, que los vecinos vean lo zorra que eres.

Me susurró mami.

Le gusta el nudismo — fue la excusa que dio mamá.

Los vecinos asintieron, pero enseguida la mujer se puso a leer una revista y el marido se puso a nadar en la piscina. De vez en cuando me dirigían miradas mal disimuladas, que encendieron mis mejillas y me pusieron cada vez más nerviosa.

Pasado ese cuarto de hora, nos incorporamos y mamá me colocó la toalla alrededor. Hecho eso salimos de la piscina al pasillo, y de ahí, atravesando una puerta cercana, llegamos a la calle. Entonces, mamá soltó una carcajada y dijo:

¿Habéis visto la cara de los vecinos? Esto es genial. No necesitas esto.

Dicho eso, mami me arrebató la toalla.

Desnudita el resto del día, bebé.

Y cogida de la mano de papá y mamá, caminé exhibiendo mi pitito.

Bajamos una cuesta en la que no había nadie. Mamá no era tonta: no se le había ido la olla ni nada, pero sabía que por aquella zona no había casi nadie. Estar desnuda solo aumentaría mi calentura y, sobre todo, vergüenza, y haría felices a mami y papi. Llegamos a una calle repleta de supermercados. Mamá me puso de nuevo la toalla y dijo:

Solo mientras compro cositas para esta noche. Papi te llevará al baño. Necesita desahogarse.

Me guiñó el ojo y se marchó. Entré con papi al interior del supermercado. Era pequeño, y había unas cuantas cajas enfrente, donde estaban un par de dependientas atendiendo a varios clientes. Fuimos al fondo a la izquierda, y entramos en el baño. Papi colocó el pestillo. El baño era para una sola persona, con un retrete y un lavabo. Nada más. Papi entonces se bajó el bañador y a mí la toalla. Ahora estaba completamente desnudo, su verga muy dura y empinada hacia mí.

De rodillas — me ordenó.

Sumisa, obedecí. Sabía qué venía a continuación. Papi acercó su hermosa pija a mi boquita y apuntó con ella. Yo abrí bien grande mi boca. Y pronto un líquido amarillento y caliente brotó de su polla e inundó mi boca.

Saborea mi líquido puta — me dijo papi.

Terminó de orinar y echó las gotas en mi cara, salpicándome. Tragué la orina de papá y luego me ordenó incorporarme. De nuevo me colocó la toalla. Entonces, salimos y nos dirigimos hacia la caja. Esperamos un poco hasta que mamá apareció. Pagó por un litro de leche, plátanos y una caja de condones. Luego, metió todo en una bolsa y salimos de la tienda.

Qué bien lo vamos a pasar esta noche — dijo mamá, divertida.

Así pues, una vez llegamos al paseo de la playa, decidieron quitarme, ya si de forma definitiva, la toalla, que guardaron en la mochila. Nos adentramos en la arena de la playa, ignorando algunas miradas curiosas y nos colocamos en una zona algo apartada. Al ser mayo, había gente, aunque tanta como se habría esperado. La bandera estaba verde y el mar tranquilo. Por toalla usaron la mía y luego mami sacó otra de la mochila, de color roja lisa. Allí se sentaron papi y mami y yo me coloqué en la mía. Entonces, mami sacó protector solar y me ordenó que se los colocara a ambos.

Empecé por mamá. Le coloqué en la espalda, cuello, hombros, brazos, piernas y por supuesto, su culito. Mami tenía un culito muy sexy. Tal y como estaba de cachonda, me entraban ganas de lamerlo toda y meter mi pitito en él. Pero me contuve. No estaba bien. Yo era Sissy, una nenita, y debía solo tener sexo con mi novio y con quien él me diera permiso.

Así pues, luego eché crema solar en sus tetas y ella sola se encargó de masajear sus tetas para extender la crema, poniendo mi colita más durita si cabía.

Y luego vino papá. Fue todavía más caliente. Empecé por la espalda, brazos, cuello, piernas y luego su culo. Tuve que usar mis manos para restregar por todas esas partes la crema. Mami reía. Luego, con mis manitas, extendí la crema solar por los pectorales de papá, su estómago y, por supuesto, su verga, que dejé para el final. Estaba erecta y lista para empotrarme. Con mis manitas, masajeaba. Lentamente. Abajo y arriba. Me arrodillé y masajeé los testículos. Algunas personas que estaban lejos empezaron a mirar y mamá bloqueó la visión, para que yo pusiera seguir dando placer a papi. No solo hacía un calor abrasador por el sol, sospecho que esa situación había subido la temperatura diez grados.

Luego me tocó el turno a mí.

Me incorporé y fue papá quien me embadurnó a mí de crema solar. Con sus manos, extendió la cremita por mis bracitos y piernas, luego mis pechitos, mi espalda y barriga y finalmente, mi cosita. Gemí cuando sus hermosas y rudas manos masajearon mi cosita. Arriba, abajo. Los huevitos los masajeó en círculos. Salía líquido seminal de mi colita mientras masajeaba y casi me vine, pero papi paró enseguida.

Entonces, me ordenaron tumbarme y tomar el sol. Lo hice, exhibiendo mi pitito a cada persona que pasaba. Una chica guapa, rubia, que me vio (iba en bikini y tenía tetas de copa C), se tapó la boca, conteniendo la risa. Mami me guiñó el ojo. Yo, avergonzada, miré para otro lado.

No cierres los ojos cielo — me ordenó mamá.

Supe por qué lo decía: quería que pasara todavía más vergüenza sin poder evadirme de la realidad. Mamá y papá habían vuelto a ponerse su bikini y su bañador, respectivamente.

Entonces, ocurrió algo que no esperaba. Vi venir al vecino de al lado de mis papás. Era un hombre cuarentón, de cabello corto negro y ojos azules. Vestía bañador negro y camiseta blanca. Se acercaba con paso decidido a nosotros. Avergonzada, permanecí inmóvil mientras mami y papi se incorporaban para saludarlo.

Hablaron lo que serían unos diez minutos. Por las expresiones, al principio parecía ser una conversación algo seria, pero luego el tono cambió a alegre. El vecino se marchó feliz y mami y papi se acercaron y mami me susurró:

Adivina qué, cielo. Esta noche tienes una cita con el vecino.

El vecino se llamaba Antonio.

Me puse roja de vergüenza. Al parecer, habían estado hablando de mí. Mami y papi me contaron que el vecino me vio desde su terraza esa mañana. Primero jugando con el plátano y luego, en la piscina. Y decía que eso era ilegal y demás. Sin embargo, era bien conocido en el edificio que le gustaba ir al club nocturno del pueblo. De modo que me ofrecieron como su esclava esa noche y él accedió. Al parecer, le molaban los sumisos como yo.

Llegó el momento de dar un paseo. Papi me agarró de la mano y, desnudita, fuimos a la orilla. Allí comenzamos el paseo. Mis pasos dejaban huellas en la arena. Arena blanda y húmeda. A veces, el mar me hacía cosquillas en los pies y sentía el frío mar golpeándome los tobillos. Sentía cálida y reconfortante la mano de papi, pero me sentía terriblemente incómoda y avergonzada. Porque todo el mundo me miraba. Aunque el nudismo estaba habilitado en aquella playa, muy poca gente lo hacía y era raro ver a alguien desnudo, salvo a alguna chica en topless que se quedaban mirando y aguantando la risa. Mi cosita se empinó, pero era tan pequeñita tras tanto tiempo en castidad, que parecía que no estuviera erecta. Estaba claro que mami tenía razón, y no servía para dar placer a una chica.

El paseó duró al menos veinte minutos, solo la ida. Llegamos a una cala, algo apartada de los demás y nos ocultamos entre dos rocas. No había nadie por allí. Papi entonces me ordenó bajarle el bañador y lo hice. Su polla salió a relucir, erecta y goteando líquido seminal.

Dame placer princesa — ordenó papi.

Y así hice. Lentamente, lamí toda la preciosa polla de mi chico. La punta de mi lengua rozó los testículos, el tronco y el glande de papi. Después, procedí a dar suaves besos al glande, luego a los huevos y después al tronco, en ese orden. Y finalmente metí la pija en mi boquita. Introduje primero el glande, luego el tronco, hasta la mitad. Me quedé mirándole y él me guiñó el ojo, señal de que lo estaba haciendo bien. Saliva y líquido seminal inundaron mi boquita. Introduje la boquita hasta los huevos. Luego retrocedí. Adentro, afuera. Todo el tiempo. Gemía y notaba el chocar de los huevos de mi macho en mi barbilla. Notaba su polla salada. Llegó un momento en que me empezó a embestir y le dejé hacer. Básicamente, me follaba la boca y sabía riquísimo. Adentro, afuera. Adentro, afuera. Una embestida. Luego otra. Y otra. Y otra más. Cuanto más embestía, más sudaba papi y más sudaba yo. Además, empezaba a sentirme atragantada, ya que papi no terminaba de sacar el glande, cuando lo metía de nuevo. Cada vez más deprisa.

Papi finalmente paró. Sacó la polla de mi boca y empezó a masturbarse en mi cara. Arriba, abajo. Cada vez más rápido. Con una violencia total. Estaba ansioso por eyacular. Pero ni la décima parte de lo que estaba yo. Notaba mi colita durita, deseando soltar leche. Solo los orgasmos arruinados me estaban permitidos y hacía ya tiempo que no se daba uno. No tenía derecho.

Abre la boquita princesa.

La abrí, enseñando la lengua. Y un chorro espeso de semen saltó de la punta de polla de papá, para terminar salpicando mis mejillas, pelo, frente y lengua.

Parece que me he pasado — sonrió papi —. Es igual. No te tragues la leche. Mantenla en la boca hasta que volvamos. Y no te limpies.

Así que papi se colocó de nuevo el bañador y, sosteniendo su semen en mi lengua, volvimos sobre nuestros pasos.

Ahora era peor que antes. La gente me miraba con asco, aunque nadie dijo nada. Otros reían. Algunas chicas lo hicieron disimuladas, pero otras me señalaron. Roja de vergüenza, deseaba regresar ya a nuestra toalla o, mejor, al piso. Cuando ya creía que no podrían humillarme más, que se les había terminado las ideas, pasaba esto. No hace falta señalar, que estaba totalmente cachonda, desnuda, y la cara cubierta del semen de mi papi. Era realmente humillante. Y en cierto modo, creo que lo disfrutaba.

Cuando llegamos a la toalla, mami rio.

Parece que alguien se ha divertido — dijo burlona.

Por orden de papi, enseñé a mami mi boquita. Tras hacerme una foto con el teléfono, me dieron permiso para tragar la leche. Una vez hecho, pude limpiarme. Esto es, con mis dedos, sacar la leche de mi cara y tragarla toda. Tras las risas de papi y de mami, me colocaron de nuevo la toalla por encima y emprendimos el camino de regreso al piso.

Hay que volver temprano — anunció mamá —. Hay que bañar a la niña, y prepararla para su cita con Antonio.

Roja de vergüenza, no dije nada, mientras de la mano de mami caminábamos hacia casa.

Media hora después, ya estábamos dentro de casa.

Mami encendió la bañera y, mientras, papi y ella se desnudaron. Ellos me bañarían, dijeron. Colocaron todo lo que me pondría después, para la cita, sobre mi camita: un perfume femenino para niñas, cinturón de castidad, pendientes, peluca y, curiosamente, nada de ropa.

Antonio ha pedido que estés absolutamente desnuda, princesa — dijo mamá picarona.

Yo tragué saliva. Al parecer, la cita sería en casa de él. Una velada intima en la azotea. Mami y papi no mirarían, o eso dijeron. Pero yo estaría a merced de él. Podría castigarme, y lo que él considerase mejor. Como follarme y manosearme. Era totalmente suya esa noche. Su esclava.

Una vez lista la bañera, mami y papi procedieron a llevarme hasta ahí. Colocaron los jabones alrededor de la bañera y ninguna esponja. No hacía falta. Luego, procedí a meterme en la bañera.

Mami y papi se metieron en el interior, conmigo. Papi detrás de mí, mamá delante. Luego, ambos agarraron el bote de gel, y untaron sus manos. Papá me frotó la espalda, mientras mamá los pechos y la barriga. Tras untarme las piernas, papá me dio la vuelta y untó jabón en mi colita al tiempo que mamá se encargaba de mi culito. Ella metía un dedo primero. Adentro, afuera. Recorría toda la rajita de mi culito. Yo casi gemí. Papi frotaba con una sola mano mi pitulín. Arriba, abajo. Casi podría decirse que me masturbaba. Lo hacía lentamente. Luego, mami metió otro dedo y ya fueron dos los que metía y sacaba. Terminado el tema, mamá me ordenó enjabonarla a ella y a papá, así que me puse a ello enseguida.

Empecé por mamá. Enjaboné sus brazos, piernas y cuello. Luego, su espalda. Como siempre, me negó enjabonar su culo o sus tetas. Así pues, me puse con papá. Tras los brazos y piernas, me tocó sus hermosos pectorales. Enjaboné en círculos, notando su dureza, al tiempo que él me miraba con deseo. Sé lo que deseaba. Meter su pollón hasta el fondo de mi garganta, hacerme saltar como la niña que era y gemir como la zorra que soy.

Tragué saliva, tratando de no mirarlo mucho. Mi cosita estaba bien empinada y con líquido seminal. Estaba como loca queriendo tocarme, pero como era habitual, no tenía permiso, así que seguí enjabonando los pectorales de mi hombre.

Pasé a su estómago y llegué a su polla. Ya estaba erecta y con líquido seminal. Medía sus veinte centímetros frente a los cuatro de mi cosita, si llegaba. Tragué saliva otra vez. Eso era un pollón. Él era un hombre de verdad. Por eso él era el dominante y yo la sumisa. Me arrodillé y empecé a frotar. Arriba, abajo. Masajeé sus testículos por orden de mami con la otra mano.

Te gusta la polla de papi ¿verdad corazón? — dijo mamá picarona.

Si mami, la amo — respondí totalmente roja como un tomate.

Ella y papá rieron. Una risa suave y burlesca.

Pues es hora de que papi tenga placer ¿no?

Ante esta pregunta retórica, no respondí, actué. Tragando otra vez saliva, procedí a lamer con mi lengua aquella jabonosa polla. Empecé por los testículos. Limpiándolos de restos del jabón que yo misma había extendido. Lamida a lamida, fui quitando el jabón de sus huevos. Era asqueroso, por el tema del jabón, pero al mismo tiempo, excitante. Quitado el jabón de los huevos de papi, vi por el rabillo del ojo como mamá se iba untando de jabón las tetas, moviendo las manos en círculos.

Lamí lentamente el tronco de papá, hasta llegar al glande, el cual lamí en círculos. Lista. La verga de papi estaba totalmente limpita. Pero ahora tocaba darle placer. Metí su polla en mi boca. Primero metí el glande. Papi gimió.

Sigue zorrita — me ordenó.

Seguí hasta la mitad del tronco. Su polla era tan grande que empezaba a darme arcadas. Desde que cogí con él en San Valentín, no habíamos vuelto a hacerlo. Y su polla era más grande que el promedio, así que me costaba. Por fortuna o no, quien sabe, mami e Isa me habían estado entrenando con consoladores de ese tamaño todo el tiempo. Ahora entendía por qué.

Logré llegar a los huevos y me mantuve ahí, mirándole a los ojos. Papi me acarició la mejilla y luego el cabello.

Buena niña. Ahora chupa.

Y eso hice. Adentro, afuera, sin llegar a sacar del glande. Llegaba al glande y volvía a meter hasta el fondo. Adentro, afuera. Escuchaba el sonido de mi boquita chocar con sus huevos. Escupí en el glande y lo lamí en círculos. Seguí chupando. Adentro y hacia afuera. Una y otra vez. Y otra. Lamí sus testículos en círculos y les di suaves y dulces besitos. También al tronco, que volví a lamer. Recorrí todo el tronco con mi lengua y luego metí de nuevo mi pollón en mi boquita de niña.

Fue entonces cuando papi procedió a agarrarme la cabeza. Eso ya sabía a qué venía. Lo dejé hacer. Adentro, afuera, papi empezó a follarme la boca. Notaba el sabor de su semen dentro de mí, deseando salir. Su dureza.

Qué rica la polla de papá ¿eh, bebita? — me dijo mami.

Yo asentí entre gemidos. Papi fue aumentando la velocidad. Adentro, afuera. Y cuando ya casi se venía, cuando creí que sentiría todo su esperma caliente y espeso en mi lengua, papá paro. Sacó lentamente su verga de mi boca y mami dijo, al tiempo que yo respiraba agitada (mi corazón subía y bajaba rápidamente):

Todavía no corazón. Papi y yo vamos a jugar más tiempo contigo antes de ir con el vecino.

Dicho eso me guiñó el ojo y procedió a sentarse en la bañera. Papi se sentó también y ordenó sentarme encima de él. más concretamente, en su polla. Lo hice, siendo penetrada por su pollón. Lentamente, se introdujo en mi ano hasta la altura de sus testículos.

Mami echó agua a mi cabello y cuerpo con sus manos e igual hizo papá. Enseguida estuve limpita y el jabón se fue enseguida. Por supuesto, todavía notaba la polla caliente y dura de papá en mi culito. Papi me acarició el cabello y yo apoyé mi cabecita en sus hermosos pectorales. Papá olía a jabón. Al jabón que yo les puse a ambos. Papi me dio la vuelta y quedé cara a él. Acercó sus labios a los míos. Supe lo que venía y le dejé hacer. Posó sus labios en los míos y nos dimos un tierno y dulce beso. Papi metió la lengua y jugó con la mía al tiempo que mami decía con ternura:

Qué lindo, una princesita y su novio dándose amor.

Mi cara se puso roja otra vez.

Terminado el beso, papi se incorporó, manteniéndose en brazos, rodeándome con sus fuertes brazos y yo ensartada en su polla aún. Salió de la ducha y mamá lo imitó. Los tres chorreamos agua. Papi entonces me sacó de su verga (sentí un vacío en mi agujerito) y me posó con suavidad en el suelo, donde mami agarró una toalla y procedió a secarme. Luego, yo sequé a papá y mamá se secó ella misma. Froté bastante la polla de papá con la toalla y luego, cogida de la mano de él, fuimos al dormitorio. Papi ordenó que me pusiera de rodillas y eso hice.

Abre la boca puta — ordenó mi hombre.

Obedecí, enseñando la lengua.

Papi empezó a masturbarse. Arriba, abajo. Con fuerza y a toda velocidad. Escuché su mano frotar su polla y, en pocos segundos, un chorro de leche transparente y cálida, ensució mi pelo, mi rostro y mi boquita. Tardó un minuto entero en dejar de eyacular y, cuando lo hizo, todavía tenía restos de semen en la polla y la mano. Por orden de mamá, procedí a limpiar a mi hombre.

Lamí primero su mano, tras tragar el semen. Chupé uno a uno todos sus dedos, como si de su polla se tratara y lamí la palma de su mano. Luego, procedí a limpiar su polla. Lamí sus testículos, su tronco, donde había restos de semen, y luego su glande, que lamí en círculos. Metí su polla en mi boca y de un par de chupadas rápidas, dejé reluciente su verga.

Excelente — dijo mamá maravillada —. Antonio va a quedar encantado.

Irás, así — dijo papá, dominante — para que no olvide quien es tu dueño.

Venga, vamos a “vestirte” — dijo mamá entre risas.

Procedió a colocarme el cinturón de castidad (con la enorme calentura que tenía, no le fue difícil a pesar de todo, ya que lo tenía muy pequeño el pitulín). Luego me colocó una peluca rubia y procedió a ponerme los pendientes, que tenían forma de corazón plateados. Y finalmente el perfume, que era de Hello Kitty, para niñas. Me puso en el cuello, en mi cosita enjaulada, pechos y raja del culo, además de cachetes.

Ya estaba lista para ir a ver a mi vecino. Así que cogida de la mano de mamá (que se puso una camiseta blanca y vaqueros) procedimos a ir a casa de Antonio.

Salimos de casa. Yo estaba totalmente desnuda y, aunque era la casa de al lado, aquello no lo hacía más sencillo. Mamá cerró la puerta y, todavía agarrada de su mano, fuimos hasta la casa del vecino. Mamá llamó dos veces al timbre.

El vecino abrió. No llevaba nada sexy, en su lugar, vestía únicamente vaqueros largos, zapatillas de andar por casa y una camiseta roja lisa.

Estás preciosa — me dijo tras un instante.

Gracias — respondí tímida.

Gracias Carmen, hoy será una noche excelente.

Eso espero Antonio. Disfrútala.

Dicho eso, mamá se marchó y Antonio me ordenó pasar. Eso hice. Antonio cerró la puerta y me enseñó entonces su casa rápidamente:

La entrada era un pasillo largo. A la izquierda estaban el baño y luego, la cocina. A la derecha dos dormitorios. Eso era todo. Antonio me ordenó cocinar la cena para él.

Mira lo que hay en la nevera y haz lo que te apetezca. Te dejo elegir.

Por suerte, mami me había enseñado a cocinar durante mi entrenamiento, antes de coger con papá. Así pues, tras mirar lo que tenía en la despensa, me decanté por hacerle una sencilla tortilla francesa y un par de filetes de cerdo. Hecha la comida, la serví en un plato mediano y Antonio me alabó por cocinar tan deprisa. Me senté entonces en su regazo, notando el bulto de su hermoso miembro masculino. Antonio fue comiendo lentamente su comida. Yo lo oía masticar y tragar, al tiempo que notaba como, sin disimulo alguno, iba lentamente tocando partes de mi cuerpo. Al principio dio una suave caricia a mi rostro. Tragué saliva e incluso recibí un leve escalofrío. Luego, fue descendiendo hasta mis piernas, que acarició lentamente y luego, directamente, tocó mi pitulín. Mamá le había dado la llave de mi castidad, así que me quitó la jaulita. Masajeó los testículos y yo respondí con gemidos propios de una colegiala. Luego, masajeó y manoseó mi colita entera. Con su mano entera (se notaba cálida) empezó a masturbarme. Arriba y abajo, lentamente. Cuando notó mi líquido seminal, se detuvo y volvió a colocarme el cinturón de castidad.

Bueno princesa, vayamos al dormitorio. Tu vecino quiere saber qué clase de zorrita eres.

Sumisa, y de la mano de él, fui a su habitación, donde me lanzó hacia la cama. Era blanda, de matrimonio. Él se quitó toda la ropa hasta quedar absolutamente desnudo. Mostraba su verga de quince centímetros, gruesa y con líquido seminal asomando ya. Tragué saliva. Sabía qué venía a continuación. Antonio desnudo tenía barriga y pechos algo caídos. Aun así, era en cierto modo atractivo para una nenita como yo.

Antonio se subió a la cama conmigo y me puso boca abajo.

A cuatro patas.

Sumisa, obedecí, temerosa de que algo peor pasaría si no obedecía a mi vecino. Entonces, con el culito en pompa, noté la polla de Antonio jugar con la raja de mi culo. Y lentamente, su glande fue entrando dentro de mí. Dado que ya lo tenía abierto de antes, no sentí dolor. Pero sí, aunque me costara reconocerlo, placer. Y más aún cuando la polla de Antonio fue introduciéndose lentamente en mi interior. El tronco hasta llegar a los testículos. Ahora la verga de mi vecino estaba completamente dentro mía. Él me llenaba toda. Y empezó la acción. Adentro, afuera. Antonio iba bombeándome al tiempo que yo gemía.

Toma polla, zorra — dijo Antonio.

Yo respondí entre gemidos. Adentro y afuera nuevamente. Con sus manos, agarró mi cintura y siguió embistiendo mientras toda la cama temblaba.

Ni que decir que me estaba follando aún llena de semen. Del semen de papi. Tras unas cuantas embestidas más (sentía su verga no solo dura, sino también resbaladiza entrar en mi culito), Antonio cambió la pose y me tumbó boca arriba en la cama, volviéndome a llenar el culito.

Adentro y afuera. Escuchaba el chocar de sus huevos con mi culito una y otra vez. Sin parar, dando rápidas e incansables embestidas. Antonio estaba muy cachondo. Seguramente, se habría estado tocando pensando en mí todo el día. Todo lo que deseaba hacerme. Y ahora iba a ponerlo (mejor dicho, estaba poniendo) en práctica lo que quería hacerme. Y lo disfrutaba. Oía su respiración agitada mientras su verga me inundaba al completo. Se acercó a mí y me dio un tierno beso. Los besos de Antonio sabían bien. Metía su lengua y jugaba con la mía. Otro beso. Y otro. Todo mientras su polla seguía llenando mi agujerito. Otro beso. Otro más. Y luego paró, sacó su polla y me ordenó chupársela. Y eso hice. Tumbándome boca abajo, él se puso de rodillas en la cama y empecé a chupar su polla.

Antes que nada, di varios y dulces besos al glande. Él gimió de placer. Lamí en círculos el glande y con la lengua lamí los huevos. De izquierda a derecha y di varios besitos más, para luego recorrer todo el tronco con la lengua y depositar algunos besos más. Y finalmente metí la polla en mi boca.

Primero, metí el glande y, casi inmediatamente después, la mitad del tronco. Antonio gimió más. La polla de Antonio, aparte de salada, era gruesa. Se movía un poco dentro de mí, poniéndome más caliente si cabe. Metí hasta los huevos y miré a sus ojos. Tras una caricia en el pelo por parte de él, dijo:

Sigue nenita.

Y lo hice. Adentro y afuera. Chupaba y chupaba ese hermoso pollón. Sentía su líquido seminal dentro de mí y seguía haciéndole la mamada a Antonio. Él gemía de placer e inclusive agarró mi cabecita. Cuando él lo consideró adecuado, empezó a follarme la boca. Adentro y afuera, con violencia y mucha rapidez. Sin parar. Casi no podía respirar. Sus embestidas en mi boca eran igual o mayores que las de mi culo. Cuando creí que iba a eyacular en mi boca se detuvo, se tumbó en la cama y me ordenó montarlo. Y como buena nenita sumisa obedecí. Me monté encima suyo, agarrando sus pectorales con mis manitas de niña. El agarró mi cintura y dio un cachete a mi culo. Yo pegué un bote y él rio. Metí su polla en mi culito, hasta los huevos y empecé a moverme lentamente. Despacio primero y en círculos. Luego, fui aumentando la velocidad hasta que empecé a cabalgarlo. Arriba y abajo, a toda velocidad. Escuchaba el sonido de sus huevos chocar con los míos.

Venga perrita, venga. Sigue.

Decía Antonio con la respiración entre cortada. Yo seguía saltando. Si tuviera tetas, habrían botado, pero no las tenía y mi cosita estaba enjaulada. Antonio dio varios cachetes en mi culo y acercó mi cara a la suya para poder darme un beso. Todo mientras seguía follandome el culo. Nos separamos y seguí saltando. Y finalmente, llegó el climax. Con sus brazos, me sacó de su polla, me puso boca arriba en la cama y empezó a masturbarse. No tardó ni diez segundos. Frotaba su polla con tanto ahínco que creí que iba a salir disparada. Pero lo que salió disparado fue un enorme chorro de leche que acabó directo en mi rostro y vientre. Me llenó toda y el disparo duró al menos veinte segundos, de los cuales no dejaba de salir mucha leche.

Toma tu leche, puta — dijo Antonio.

Una vez estuve totalmente empapada, Antonio se quedó allí de pie, inmóvil, respirando y recuperando el aliento. Como buena nenita, limpié su polla con la lengua, lamiendo sus huevos, tronco y glande, absorbiendo cada rastro de semen. Luego, Antonio y yo dormimos juntos, yo con su polla metida en el culo y repleta de semen, que no me dejó limpiarme hasta la mañana siguiente. Ese fue mi desayuno, junto con su orina. Por cierto, antes de dormir, yo no tuve permiso, pero él me ordenó abrir bien la boca y soltó un buen chorro de pipí caliente y espeso que llenó no solo mi lengua, sino también parte de mi cara. Así, meada y llena de su semen, me dormí, con ganas de eyacular y orinar. Tuve un sueño erótico en el cual papi y el vecino me cogían, cada uno, por un lado. A la mañana siguiente, volví a mi pueblo con papi y mami. El vecino espera poder follarme de nuevo. Y quizá lo haga. Quién sabe.

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