El chico de las galletas (5)

Otro maldito encuentro de mi madre, su amiga y el negrito de mierda.
Mis clases en la universidad ya habían comenzado y aunque también debía ir los jueves, cuando se realizaban los encuentros, pero en la tarde.

Ya desde el comienzo mismo tuve que recurrir a mis amigas cariñosas, esas que les dices que se sienten y se echan, con las que alivié mis urgencias sexuales.

Muchas veces me encontraba con Fernando en su casa y veía a su madre, que obviamente me saludaba con total naturalidad, ajena al secreto de sus encuentros. Y a pesar de eso nunca me animé a contarle algo a mi amigo, pues por más amigo que fuera ¿Quién creería que su madre se comportaba como una puta? ¿Y que se dejaba poseer por un asqueroso negro de mierda?

Y la verdad que no me encontraba con muchos deseos de ver ese nuevo encuentro pero al final más pudo mi curiosidad.

Como otras veces apareció el maldito chico que ingresó a mi casa como si viviera allí, yo esperé el momento adecuado y al ir abriendo la puerta, esta chirrió un poco pero lo suficiente como para inquietarme. Volví a cerrar la puerta y me retiré pero al ver que no pasaba nada, regresé. Otra vez crujió la puerta pero con mayor cuidado logré entrar y unas voces y risas se escuchaban muy cercanas. Simplemente, atisbé a la sala y sorpresa, ellos habían decidido como la primera vez, usar el sofá.

El negro se encontraba desnudo y a su vez, era quien desnudaba a mi madre y a su amiga. Cuando los vi, este maldito despojaba del sostén a mi mamá y se daba el gusto de lamer sus pezones que se endurecían por la excitación, de igual forma liberó los deliciosos melones de la señora Julia. Sumergido en un mar de tetas, el chico se daba un banquete a su regalado gusto.

Luego se arrodilló delante de ellas, tan solo para despojarlas, muy divertido y ansioso, de sus hilos dentales, que cayeron por sus piernas hasta salir por sus pies. Como si fuera un perro el muchacho acercó su nariz hasta la zona genital de mi madre y estiró su lengua, tanteando el clítoris en primera instancia para después seguir hurgando en su interior. Sin dejar de lado a la señora Julia, muy pronto, la lengua rasposa del negro, investigaba en la intimidad de la mujer, tratando de hacer brotar las primeras gotas de sus fluidos.

Así estuvo, matándolas a lengüetazos descarados y mortales, y que eran de obvio gusto para ellas. Ni bien se levantó, las dos señoras se arrodillaron, atrapando el órgano inmenso y deforme que colgaba aún fláccido pero conforme al aumento de las lamidas y chupadas, este no demoró en alcanzar su tamaño natural, que de eso no tenía nada.

Como un buen par de perras expertas en las lides sexuales, las mujeres hacían gruñir del gusto al chico. Y el muy hijo de puta les jalaba del cabello, cada vez que se tomaban un respiro.

- Bueno, señoras es hora de cabalgar.- dijo el negro sentándose en el sofá.

Ellas se miraron con la complicidad del engaño y de saber de antemano cada detalle con respecto a cómo satisfacer a su semental. Con absoluta naturalidad, mi madre se colocó de rodillas sobre él. Mientras el negro de mierda, sostenía su verga gorda y venosa, mi madre agarraba el glande y lo dirigía hasta dejarlo bien situado en su entrada vaginal. Y como dejando que la propia gravedad hiciera el trabajo, iniciaron el coito.

- Uhmm, Mauricio, uhmmm.- gruñó mi madre.

- Ah, señora Olga, que deliciosa.- dijo el chico halagándola. Qué sabrosa concha de casada que me estoy comiendo.

Poco a poco, se terminó de completar la casi total penetración y como con un auto mi mamá empezó ir aumentando la velocidad de sus saltos, con tanta energía y furia que sus gemidos se fueron convirtiendo en lamentos y diría casi, que en llanto, todo por complacer al muchacho.

- Ah, ah, ah, así señora, cójame así, fuerte y rápido.- gruñó el chico con una mano en la espalda y la otra en las nalgas de mi madre.

- Ayayayayyyyy.- clamaba adolorida mi progenitora sin detenerse.

Varios minutos pasaron con ella brincando sobre el negro, que gozaba como un enfermo, de la ferrea volunta de su amante. Y siempre con ese grito, mezcla de llanto y placer, pero que a pesar de eso o quizá, por eso mismo, no se detenía en cogerse a su joven amante. Con la fuerza y vigor propios de la juventud, el chico se levantó hasta quedarse de pie con mi madre cargada mientras que con sus dos manos agarradas al culo de ella, la subía y bajaba a un ritmo violento. Hasta ahora no podía creer lo que veía, aún dentro de mí, algo no se resignaba a aceptar la cruel realidad.

El enorme fierro de ébano entraba y salía con las mismas ganas de la primera vez. Suavemente retiró su órgano bajando a mi mamá y de sorpresa, la señora Julia se lanzó sobre el chico, que por lo inesperado del movimiento, cedió al peso de ella y terminaron cayendo sentados sobre el sofá. Muertos de risa por lo ocurrido, la madre de Fernando se puso de rodillas sobre el sofá frente a su amante y se aferró con sus manos a los hombros de este.

- Ahora vas a ver negrito, te voy a coger hasta matarte.- dijo amenazadoramente la mujer.

El chico solo atinó a sonreír dejándose llevar como si fuera un muñeco de trapo.

Alargando una mano, la señora dirigió el grotesco miembro hasta situarlo en su apetitosa conchita y con un movimiento descendente fue poseyendo al muchacho. Su desempeño sexual era evidente conforme incrustaba ese trozo de carne negra en sus entrañas. Apenas se completo el acople absoluto, la madre de mi amigo inició el acto sexual, con todas sus letras bien puestas.

La fuerza que le imprimía a su cuerpo se mostraba reflejado en los gritos de ella, que al igual que mi madre, empezaba a sentir los efectos del tamaño y grosor desproporcionado.

- Cójame, señora Julia, cójame.- dijo alentando los esfuerzos de la rubia diosa.

El paso del tiempo era desacompasado y el característico sonido de los cuerpos chocando, me excitaba sobremanera, así como el extraño llanto, lánguido y penoso que escapaba de la garganta de la señora.

- Ayayayayy, muchacho, ayayayayyyy.- gimió sin detenerse.

Pobre mujer, en verdad por lo que escuchaba, me parecía que no era actuación sino que esa monstruosa verga la estaba abriendo aún más. ¡Qué mujer! Definitivamente, no era buena idea contarle a mi amigo el secreto de su madre. Pues el verla gozar y sufrir por cogerse a un negro hijo de puta, le hubiera destrozado el corazón.

Nada que haya visto antes se podía comparar a lo que ocurría ahora, los cuerpos se entregaban al placer de manera enfermiza y el chico aguantaba, sonriente y en éxtasis, la cabalgada que le daba su madura pero muy apetecible amante.

La señora Julia se movió cortando la cogida, tan solo para darle la espalda al muchacho y sentarse, volviendo a insertarse el descomunal fierro en su conchita. No demoró en sentir toda la longitud t juventud muy dentro suyo. Solo se veían, como otras veces, los huevos negros y grandes colgando fuera de la vagina.

Nuevamente, se reinició la cogida con las manos apoyadas en sus propias rodillas, moviendo las caderas arriba y abajo, el chico la atenazaba por la cintura.

- Uhmmm, muy bien señora Julia, que suerte tiene su esposo, uhmmm.- dijo el mierda de forma burlona.

- Ayyyy, no hay comparación mi semental, ayyy.- gimió aumentando el ritmo.

El chico susurró algo que no alcance a escuchar por los gemidos y el golpe de las nalagas de la señora en los muslos de su amante. Simplemente, la madre de Fernando se echó sobre él, mientras este sujetaba las piernas blancas por debajo de las rodillas levantándolas. Ahora quien entraba y salía a su gusto era el negro que le ponía siempre mucho empeño a la cópula con sus perras.

- Ayyyy.- clamaba la madre de mi amigo.

Era casi desesperante, celocísimamente inquietante y excitante, la armonía y el despliegue sobrenatural de cachar. La diosa rubia lucía hermosa, radiante como el oro, lástima que quien disfrutaba de ella era todo lo contrario aunque sí contaba con una aventajada verga que la hizo caer, de buenas a primeras, en el lodo de la infidelidad.

Los amantes siguieron dándose por completo en el coito, mientras sus ojos se encontraban, las caderas del chico aumentaban violentamente sus embestidas, haciéndole saber lo mucho que gozaba de la vagina de la señora.

Con el tiempo cayendo a pedacitos, el furor empezaba a llegara su límite. Y en un mar de gemidos y gritos, el negro retiró su inmenso órgano, terminando por descargar el líquido lácteo en el estómago de la madre de mi amigo, y que se puso a restregar el glande goteando en sus dorados vellitos, haciendo una mezcolanza.

- Uhmmm, que rica lechita, uhmmm, tan calientita.- dijo arrecha la señora Julia, mientras frotaba el semen por su divino cuerpo.

Después de exprimir su grueso tronco, el chico se acostó acariciando su pene que empezaba a desinflamarse.

- Uffff, señoras, ustedes sí que me dejan muerto del gusto.- dijo riendo y satisfecho abrazando a la señora.

- Vaya, gracias, pero a nosotras también nos gusta cómo lo haces.- dijo mi madre.

- Y eso que aún no sabes de lo que somos capaces, muchacho.- dijo su amiga mirando y guiñando un ojo a mi mamá.

- ¿Qué cosa?- preguntó el sorprendido chico.

- Después, mi semental, después te diremos todo con detalles.- dijo la señora Julia. Ahí sabremos que tan semental eres.

Ante la cara de asombro del negro, mi madre y su amiga se echaron a reír, a sabiendas de lo que estaban planeando. Sin decir nada, mi mamá se lanzó encima del chico y se puso a hacerle cosquillas, la señora Julia no se quedó atrás y se unió a ella en ese juego tan inocente sino fuera porque estaban desnudas y con un muchacho menor que ellas. Y que sin embargo, las estaba satisfaciendo a más no poder.

Luego, las cosquillas se fueron convirtiendo en sensuales caricias y mi madre empezó a saborear el trozo de carne inerte pero que en sus labios pronto alcanzó su increíble tamaño. Ella se movió acomodándose de tal forma que quedaron formando un alucinante sesentaynueve. Mierda.

A pesar que no se entretuvieron demasiado ya sabía que lo que vendría no sería agradable para mí. El negro de mierda se sentó en el sofá esperando a que mi madre hiciera lo mismo pero sobre su enhiesta verga, que sostenía aguardando la preciada concha de ella.

- Siéntese, señora Olga.- ordenó el chico.

Y de una manera sumisa mi mamá se acomodó de espaldas al muchacho y se fue sentando mientras con su mano guiaba el camino que debía seguir el fierro en su interior. Con el gusto dibujado en su rostro, se dejaba poseer o mejor dicho poseía a su joven macho. Subiendo y bajando con habilidad que da la experiencia, se sumergían en la cogida y yo viendo como entraba ese grotesco miembro negro, sacándole de lo más hondo gemidos desesperados y perturbadores para mí.

Mi madre se movía ayudada por el chico que aferrándose a sus nalgas, la subía y bajaba con la fuerza de su juventud y el vigor sexual.

- Uhmmm, uhmmm… así Mauricio, no te detengas.- gimió mi madre con los ojos cerrados pero disfrutando.

- Ahhhhhhh, señora, ahhhh.- dijo el maldito.

Luego ella se echó hacia atrás quedando su espalda contra el pecho del muchacho, que soltó las nalgas de mi madre y con una mano abría los labios vaginales y con la otra frotaba el clítoris respingón. Su enorme y gruesa verga entraba con fuerza sintiendo las calientes entrañas de mi madre. Después de estar enfrascados en tamaña cogida, el hijo de puta la pegó a su cuerpo con un brazo pasando por el estómago y sujetándola. No sabía muy bien el motivo pero al instante me percaté que moviéndose terminó de acomodarse con mi madre de costado y levantando su pierna derecha, le hacía la tijera.

- Uhmmm, si mi negrito, así de costadito.- dijo arrecha la muy perra.

Y así hizo el vendedor de galletas con ella, se la enterraba con rapidez y violencia, pegando su verga y quedándose quieto con sus bolas colgando fuera de la vagina de mi madre.

Gemidos van, gemidos vienen y en mi cerebro se detienen… atormentándome.

- Ayyyyy, cógeme mi semental, cógeme…- gritó loca por la cogida que le daba el negro.

El muchacho solo hacía lo que le ordenaban.

- Más rápido, más rápido, uhmmm, más rápido.- pedía mi madre animándolo hasta el límite.

Y el condenado negro, entraba cada vez más rápido, tal como se lo pedía mi madre. Y resistiendo bien la opresión que le darían las paredes vaginales a su deforme y gigante verga, que brillaba embarrada por los flujos de ella.

Tanto fue el contacto del nervio que llegó a su fin, retirando su enorme fierro y soltando una buena cantidad de chorros de semen que salpicaron su estómago, tetas y hasta uno que otro llegaron a su cuello, el maldito parecía que había explotado. Unas gotas de la leche quedaron atrapadas en los vellos púbicos de mi madre. El chico sostenía su fierro exprimiéndolo hasta soltar la última gota. Mientras su compañera sexual se esparció todo el líquido seminal en su cuerpo como si fuera crema hidratante. De ahí se dejó caer muerto del gusto abrazado a su amante.

Con tenues caricias las señoras dejaron a su macho recuperarse para continuar con su labro, tal cual las tenía acostumbradas. Y unos minutos después el chico volvía a hacer gala de su insaciabilidad en el sexo. Nuevamente estaba listo y armado para alegría de sus perras ¿Qué mierda era ese maldito? ¿Un animal?

Los tres estaban sentados en el sofá y luego el muchacho las instó a degustar de su verga. Con una mano haciendo una colita a los cabellos de ellas las movía a su gusto como su amo que disfrutaba de los placeres de sus esclavas. Una engullía el miembro grotesco con desesperación para luego ser jalada de los cabellos y situar a la otra en su lugar. Y más de una vez con algo de brutalidad que ellas se quejaron pero sin que sus lamentos sean escuchados o tomados en cuenta.

- Muy bien, señoras, coman toda la verga que quieran.- dijo riendo y sosteniendo el cabello de mi madre que devoraba el fierro.

Luego tomó de la mano a mi mamá y la echó cuan larga era sobre el sofá, para de ahí acomodarse encima de ella, mientras apuntaba con su pene negro y gordo hacia la vagina húmeda y hambrienta.

Con las piernas de ella que se abrían, el chico se dejó caer con fuerza, logrando que buena parte del trozo de carne se incrustara de golpe, sacándole un grito a mi madre que pasó sus piernas por las caderas del negro como una especie de llave de lucha. El hijo de puta volvió a subir sus caderas y se dejó caer una vez más, ante el grito lastimero de su víctima, cosa que no le molestó pues inició un ir y venir, en este caso era mas bien un subir y bajar, constante y vigoroso. Desde el ángulo en que estaba no se podía ver mucho, así que no me quedó más remedio que moverme hasta el otro extremo de la ventana de la sala.

Y así, la visión del coito era completa. Total. Con la negra verga entrando en la blanca concha de mi madre y que con sus fluidos mojaba y lubricaba el fierro.

- Ay, así papito, ayayayayayyy, cógeme bien.- gemía la muy perra.

El negro pene se abría paso con cierta facilidad, aunque con el tamaño y grosor que tenía, no creo que fuera fácil para mi madre aguantar las desproporcionadas dimensiones de su joven amante.

- Sí, ayyy, así, ayyyyy, no te detengas.- dijo mi madre.

No había palabras, solo las de mi madre pidiendo sexo, sexo y más sexo al muchacho, que como su buen semental, no cesaba en la cópula. Mi mamá no soltó sus piernas en ningún momento, el chico no podía escapar hasta satisfacerla. Ellos se abrazaron más y sus ojos se encontraron, la mirada de ella, estaba llena de lujuria, sucia y asquerosa, pues al fin y al cabo aún era mi madre.

En un momento del coito quedaron mejilla con mejilla y el rostro destemplado por el placer era evidente, sus gemidos llegaban a mi corazón y a los oídos de su amante que seguía imperturbable. A ratos los aullidos de la perra de mi madre se apagaban sin razón aparente pero al observar con mayor cuidado, los labios de ella se movían como si susurrara algo al oído del muchacho. Y la verdad que no tenía mucha idea de lo que se dirían pero sería algo íntimo, pues mi madre se quedaba como escuchando y luego sonreía, asintiendo. Así que era razonable que se hablaban cómplices, una conversación de amantes, privada y prohibida.

Los minutos quedaban colgados de la pared, unos detrás del otro, para complacencia de mi madre por el despliegue de vigor del chico, que sin decir nada levantó sus caderas hasta casi sacar su pene por completo de la vagina de ella, tan solo para dejarse caer con todo e clavarse muy dentro y con los gritos agonizantes de mi pobre mamá que sentía en carne propia el desmesurado tamaño de ese negro garrote.

Una, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete y muchas más que ya no quise contar, volvió a levantar sus caderas y dejarse caer, con mi madre recibiendo los desenfrenados embates y el sonido de los pubis al chocar violentamente. Y ella, vibrando con la cara descompuesta por el dolor y gritos que se le escapaban.

Con igual fuerza, el chico se quedo pegado a mi madre y aún así empujaba como queriendo penetrar más, cosa que era más que evidente que no era posible.

- Ayyyyyyyyyy, Mauricio, ya no empujes más, ayyyyyy.- gritó mi mamá con los ojos abiertos de par en par. Eres muy grande.

Con las palabras de súplica de mi madre, el vendedor dejó de empujar y solo se quedó quieto, dejándole sentir en paz su aventajada virilidad. Y así como entró, así se salió, quedando de rodillas ante ella que yacía echada con las piernas abiertas.

- Vaya señora.- dijo admirado el chico.

- ¿Qué sucede?- preguntó mi madre apoyándose en sus codos.

- Esa que su vagina quedó muy abierta.- contestó acercando un dedo al orificio. Mire señora Julia.

- Dios mío, es verdad Olga.- dijo asombrada y mitrando a su amiga. Te ha dejado más abierta.

- ¿Tanto así, Julia?- preguntó como preocupada mi mamá.

- Sí, no te miento.- dijo y luego salió corriendo al cuarto de mis padres.

Al ratito regresó rauda, desnuda y bella.

- Mírate.- dijo con el espejo y colocándolo delante de la vagina de mi madre.

El rostro de ella fue de un asombro total y el silencio reinante fue roto por su risa descarada.

- Jajajaja, caray como me has dejado, Mauricio.- dijo riendo la muy perra.

- Que bueno que le gusto señora.- dijo orgulloso de si mismo y agarrando su verga fláccida pero inmensa. Y bueno ahora es turno de usted.

- Vamos pues muchachito a ver que tal nos va.- contestó la señora Julia.

Mi madre se levantó del sofá, permitiendo que su amiga se sentara y abriendo sus piernas invitaba al chico que ni corto ni perezoso se arrodilló delante de la ella y hundió su cara. Era obvio que solo podía ver al negro de mierda de espaldas pero sabía que le estaba dando una sopeada increíble.

Ese condenado hijo de puta disfrutaba de los jugos de la diosa y aluciné que en esa posición debería estar luciendo unos bigotes rubios. Suertudo de mierda.

Luego vi que se lamió un dedo y se lo introdujo en sus partes íntimas de la señora, entrando y saliendo con delicadeza al principio pero conforme fueron aumentando los gemidos aumentaba la rapidez de la mano. Para de ahí agregar un dedo más a la oradada vaginal y así agregar un tercer dedo para el deleite de la madre de mi amigo.

La sinfonía de gemidos era descontrolada y el maldito no se detenía sino que seguía con su accionar. Los dedos entraban y salían mojados, siendo a su vez chupados por el chico que saboreaba lo más íntimo de ella. A esto agregó el acercarse y a la par de sus maniobras dactilares, ir con su lengua atacando el respingón y provocador clítoris y que estaba llevando a la señora a las mismas estrellas.

La señora movía sus caderas aunándose al ritmo desbocado, que en medio de una catarata de gritos, se fue desbordando en una corrida suprema. Sublime.

Pero eso no quería decir que se había acabado la sesión del día pues el chico agarró su fierro y lo restregó contra la concha de la mujer embarrándose con sus fluidos. Y de ahí, colocar su morado glande y presionar con fuerza dejando que fuera adsorbido con rapidez por la mojada vagina.

En los hombros del negro descansaban las piernas de de la madre de mi amigo. Y con un suave movimiento empezaron la cópula.

- Uyyyy, que biennnnn.- gimió la perra.

Como tantas veces antes, el coito era asombroso, la fuerza y violencia con que era poseída la diosa rubia incrementaba mis celos. Cómo ese negro de mierda tenía la fortuna de gozar de ese monumento de mujer. Pero así era la cruel realidad, la vida era una mierda… la mayoría de las veces.

La pobre señora gemía como un animal herido y la verdad pues que eso era lo que asemejaban muchas veces, un par de animales salvajes apareándose lujuriosamente.

- Ay, maldito, ayyyyyyy.- gemía y suplicaba. No te detengas.

El muchacho se animaba cada vez más con cada palabra, con cada súplica de su perra favorita. Satisfacerla era su trabajo, por la putamadre que buen trabajo era ese. Como con mi madre embistió hasta quedar completamente acoplado para luego retirarse casi casi hasta salirse y volver a caer con violencia.

Un sinnúmero casi incontable de veces el chico subió sus caderas y las dejó caer provocando los gritos de la madre de Fernando.

Casi al borde del colapso ante el desborde de placer, y en medio de los bufidos guturales del muchacho, este retiró su descomunal pene y con un control extraordinario empezó a botar una abundante cantidad de semen, que fue a caer en el cuerpo de la señora Julia, y de paso a mi madre que estaba sentada al lado.

Exprimiendo su deforme verga y unas cuantas sacudidas que terminaron de caer. Y no miento al decir que una vez que se hizo a un lado, pude tener la visión completa de la señora, que estaba frente a mí, y con las piernas abiertas. Ante mis ojos se mostraba lo abierta que había quedado la vagina, que parecía una pequeña boca pidiendo de comer. Una vez más el espejo cumplía su función básica.

- ¡Wouuuwww!- dijo asombrada la señora Julia. Mira como me has dejado.

- Nos has dejado más abiertas y embarradas de semen.- agregó mi madre.

El muchacho se sentó a un lado de ellas, recuperándose por la faena realizada. Y yo estaba a punto de retirarme cuando unas palabras me hicieron esperar un momento.

- Oye, Julia, ¿y cómo va a ser lo de la próxima semana?- preguntó mi mamá.

- Ahhhh, verdad, ya me estaba olvidando.- contestó su amiga.

- ¿Qué sucede?- preguntó el chico intrigado.

- Pues, es sobre la sorpresa que te teníamos preparada.- dijo la señora Julia.

- Mucho misterio.- dijo el negro.

- Jajajajaja, es que queríamos que este todo listo para cuando te lo dijéramos.- arguyó mi madre. ¿Qué planes tienes para el próximo fin de semana?

- Nada aún, ¿por qué?- preguntó comido por la curiosidad.

- Pues, lo que ocurre es esto.- dijo la madre de mi amigo. En nuestras conversaciones, nos hemos estado preguntando cuanta será tu resistencia.

- Ahhhhh, vaya si que se andan en serio.- dijo el chico.

- Y por eso le he pedido a mi amiga Nicole que nos prestara su casa de playa.- dijo la señora Julia. Ella ya dejó dicho al de seguridad que iremos.

- Pero, ¿y sus esposos? ¿Sus hijos?- preguntó alucinado.

- De ellos tú ni te preocupes que nosotras ya sabemos que decir para ausentarnos todo el fin de semana.- dijo la señora. Y, ¿qué dices?

- Pues, encantado de la vida, señoras.- contestó el chico sonriendo satisfecho.

- Mas bien este jueves que viene no nos vamos a reunir.- dijo mi madre. Para que estés bien descansado… y cargado.

- Aja, pues te esperan 3 días de sacrifico.- dijo su amiga poniendo la mirada más sensual que haya visto. Y estaremos saliendo el mismo viernes en la tarde… prepárate.

- Como me lo dicen no tengo la menor duda que va a ser así.- respondió el muchacho. Me van a dejar seco.

Todos rieron divertidos y cómplices por esa aventura de fin de semana.

No había manera de detener ese encuentro mucho más audaz. Todo un largo fin de semana mi madre, su amiga y el negrito vendedor de galletas. Y que lastimosamente, yo no tendría la más mínima idea de cómo se desarrollaría. Eso quedaría como una incógnita para el resto de mi vida.

0 comentarios - El chico de las galletas (5)