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El asunto es que hace unos dos años surgió la posibilidad de un viaje con unas compañeras de mi trabajo. Mi esposo no tuvo reparos en esto y yo realmente al viajar tampoco tenía ni idea de lo que iba a pasar allí. El viaje era hacia una localidad balnearia en Brasil. Al llegar todas nos sentimos un poco más desinhibidas y algunas en la cena contaban algo sobre sus vivencias pero yo… no tenía nada que contar. En cierta forma me daba envidia que otras personas pudieran tener esa intimidad tan exhuberante que para mí era un relato y nada más. La envidia se transformó en deseo de que también a mí pudiese pasarme algo distinto, algo que de verdad me dejase satisfecha y exhausta, incluso… Se programó una salida a una disco del lugar. Yo sentía unas ganas tan fuertes… pasó que busqué instintivamente la compañía de la persona más seria de la comitiva, una mujer que en ese momento tenía cincuenta. Pero la magia de la noche le ganó a ella y gracias a ella nos pusimos a hablar con unos chicos que parecían más o menos de treinta. Hablamos, hablamos y seguimos hablando, y al fin cada una con uno de ellos, nos pusimos a bailar. Las demás habían desaparecido totalmente, el lugar era bastante grande. Conforme la hora avanzaba, y las bebidas hacían su efecto, yo empecé a sentirme como en una nube, como si lo viviese desde afuera, desde lejos… me sentía acompañada y apoyada por esta amiga, pero en determinado momento me hizo señas de salir. Yo los seguí. Para no perderme del chico que iba siguiéndolos delante mío, me dejé agarrar 
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 la mano y no me solté. La sensación era electrizante. Al salir del local, aunque no era necesario, seguía caminando de la mano del chico, que enseguida me pasó el brazo sobre los hombros y yo por su cintura. Me sentía exaltada. Mi amiga iba adelante con el otro chico, de la mano. Aún así, en una nube, me daba cuenta de que no nos llevaban precisamente a nuestro hotel, sino a un edificio de apartamentos. Subimos el ascensor y entramos a un apartamento pequeño pero confortable, que según supe estaba alquilado por uno de los chicos. Recuerdo que miraba hacia el dormitorio, cuya puerta estaba abierta, y había un somnier grande, como de plaza y media. Mi amiga había ido con el chico a la cocina, para preparar unos tragos. Mi amigo ocasional se sentó en el sillón y yo le dije, espera, voy a la cocina a ayudar. Pero cuando entré vi que mi amiga no necesitaba ayuda alguna. Estaba de puntas de pie, besándose en la boca con él, pegándose a él. Comprendí que mi amiga había ido deliberadamente en busca de esa oportunidad, y en un momento entendí que no solo iba a pasarme lo mismo, sino que no tenía siquiera una excusa para evitarlo.. ni lo quería. Volví, le sonreí al chico y le dije: están muy ocupados. Me senté a su lado, se escuchó un primer dulce quejido de aceptación en la cocina y me dejé besar. Después de esto siguió un momento febril, de búsqueda. Cuando nos fuimos al dormitorio, yo ya semidesnuda, mi amiga cabalgaba a su hombre enloquecida. No había forma de no mirarla. Estaba mojada totalmente, de transpiración por el esfuerzo y el calor del momento. Me miró con los ojos entrecerrados, y alcanzó a susurrarme hacelo, hacelo. Y vaya si lo hice. Saqué de pronto todas las ganas guardadas por años, aún sin saberlo, ofreciéndome en todas las posiciones posibles. Estaba en cuatro patas, como una perra en celo, y mi cabello eran las riendas… yo sentía que pasaba muchísimo más tiempo del que nunca había estado haciendo el amor con mi marido, y el chico batía contra mis nalgas como si hiciese años que no cogía. Mi amiga gemía y yo también. Yo quería hacer llegar a ese hombre, que parecía incansable… cómo podía controlarse tanto. Mi amiga cambió de posición y la sentí vibrar… la miré y vi su vientre contraerse hasta el ombligo, en forma rítmica… su amante estaba gozando también. Le hice notar eso al mío, y entonces sí, embestí con mis caderas como una puta, contra él, y tuve un primer orgasmo alucinante. Él lo sintió y gozo también. El otro hombre salió del dormitorio, pero este chico quería más. Me tomó de nuevo ardientemente, y esta vez gocé casi enseguida. Luego, como era previsible, la emprendió contra mi amiga… Después de esta experiencia tan fuerte todo pareció volver a su curso normal. Algunas de las otras compañeras nos preguntaban cómo había estado el baile al final, hasta qué hora había durado, e inventamos una historia más contable. Pero venir con esas sensaciones a flor de piel fue demasiado para mí. Pronto empecé a buscar un hombre, u hombres, en mi ciudad. Yo sabía muy bien lo que quería y bien pronto lo obtuve. Tuve así varios encuentros con distintos hombres, en el primero de ellos me entregué totalmente, incluyendo aquel orificio que según mi marido podría dañarse para siempre en una penetración… o sea, le pedí a un ocasional amante que me lo rompiera… No sé si se dañó o no, pero mis quejidos hacían vibrar las paredes… me gustaban más los que podían repetir dos o tres veces y al final me estabilicé con alguien a quien le llevo unos diez años, y es un amante extraordinario. No estoy interesada en humillar a mi marido, es más, ni siquiera les hablo de él a los otros. Mi amante actual sabe que soy casada, pero nada más. Algunos otros creyeron que era divorciada, y alguno me pidió para formar pareja… lo cual me hizo sentir bien, pero por supuesto, pero no accedí.

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