Mi Verano en Japón-El extraño ruido...

Mi Verano en Japón-El extraño ruido...



Dado lo pequeño de la casa de mis anfitriones me encontré que no disponían de ninguna habitación de invitados o similar, de modo que mi ubicación para dormir fue en el salón.
De todas formas Miyuki me facilitó una esterilla japonesa y un colchón bastante confortables, por lo que cuando todos se fueron a dormir yo me instalé en la soledad de mi nuevo hogar.
El jet lag es caprichoso y aunque había intentado adaptarme a los nuevos horarios sin dormir desde que llegué, mis biorritmos debían opinar otra cosa y aunque estaba muy cansado cerraba los ojos no podía dormir.
Así que decidí levantarme e ir a la pequeña cocina para tomar un poco de agua y sin nada mejor que hacer deambulé sin rumbo fijo por los pasillos de la pequeña casa como un gato en la noche… así fue como oí un extraño maullido, o al menos así lo identifiqué yo.
Con curiosidad malsana intenté averiguar de donde provenía aquel pequeño maullido que tan pronto empezó como terminó, pero en el silencio de la noche, cuando el pitido característico en mis oídos denotaba que no había ningún sonido de repente “otra vez”.
Más que un maullido parecía un quejido, pero era difícil saberlo, así que me acerque en la dirección que creía haberlo escuchado y… ¡bingo!
Parecía provenir del dormitorio de Miyuki, de modo que pegué mi oreja a la hoja corredera típica de japón y me puse a escuchar cuando, quedé helado pues, ¡no eran maullidos sino gemidos de placer!
¿Sería la tierna Miyuki practicando sexo con su marido? Tenía que verlo con mis propios ojos, de modo que deslicé muy suavemente la ventana de palillería japonesa y papel solo un poco, lo suficiente para poder echar un ojo y… ¡Joder la escena era tremendamente caliente!
En la pequeña habitación, con los típicos colchones japoneses en el suelo sobre esterillas yacían, iluminados débilmente por la Luna llena, dos cuerpos uno sobre otro.
Miyuki encima y su marido debajo, con sus cabezas en lugar opuesto, la pareja estaba deleitándose con un sesenta y nueve mientras yo sentía que mi entrepierna estaba a punto de estallar…
Miyuki mamaba amorosamente el falo de su esposo de cara a mi mientras este debía estar bebiendo sus ricos jugos desde abajo en el lado opuesto de la habitación. ¡Oh Miyuki, cuánto me gustaría que me mamases el rabo a mí de ese modo tan amoroso! –pensé para mis adentros mientras acariciaba suavemente mi rabo tras extraerlo del calzoncillo.
La caliente escena se prolongó apenas unos minutos hasta que los amantes decidieron cambiar de posición.
–Estoy lista, ¡penétrame ya! –creí entender que le decía Miyuki a su marido entre susurros.
Miyuki liberó a su esposo de su peso y se colocó a cuatro patas sobre el colchón haciendo que su espalda brillase cenicienta bajo la luz plateada de la Luna llena de aquella noche del mes de agosto.
Este se colocó a su espalda y apuntándola con su pequeño pene en la oscuridad pareció atinar a ensartarla con él.
–¡Oh sí! –exclamó ella al recibir el primer envite.
El marido comenzó a follarla con movimientos de cadera espasmódicos y las palmadas que provocaron los coques de su pelvis con el hermoso trasero de la gran mujer, retumbaron por las cuatro esquinas del pequeño dormitorio marital.
Cuando de pronto un gruñido me alertó de que aquel hombre estaba llegando al orgasmo: ¡Tan pronto! –pensé yo.
–¿Ya? ¡No, otra vez no! –protestó entre susurros la mujer que seguía a cuatro patas sobre fino colchón–. Te tengo dicho que debes esperarme, es tu deber para satisfacerme.
–¡Mujer, qué le voy a hacer, estoy cansado, me paso todo el día trabajando en la empresa y encima tengo que complacerte! –protestó el esposo tras retirarse de su caliente raja.
¡Sin duda repleta de su leche! –pensé yo que la habría dejado–. Muy cabreada la mujer se incorporó y tomando la primera prenda que debió ver por la cama se cubrió su sexo chorreante –imaginé–. Y hecha una furia se dispuso a salir… ¡Mierda!
Salté por el pasillo y me escondí en la esquina que daba al saloncito de casa, ¡justo a tiempo!
Miyuki-san salió escopeteada hacia el baño, al final del pasillo y cerró la puerta.
No podía aguantar el morbo de acercarme a escucharla lavarse así que pegué mi oreja a la corredera y olí caer su potente chorro de pis al agua del inodoro.
–¡Este hombre siempre hace lo mismo! ¿Y yo qué? –se preguntó entre susurros de desesperación en voz alta.
Tenía toda la razón, si yo fuese su amante me sacrificaría por su placer y si fuese necesario, ¡renunciaría a mi propio orgasmo con tal de complacerla! –pensé yo para mis adentros.
Aquella mujer estaba claramente insatisfecha con su vida marital y en esa noche fui consciente de que tal vez le gustaría alguien como yo, ¡un chico occidental, joven y vigoroso que le proporcionara el placer que ella ansiaba!
El agua de la ducha sonó y supe que debía estar lavándose su sexo tras el fugaz coito que había mantenido con su esposo. Frustrada e insatisfecha la dejé allí y me retiré a mi cama de mi salón. Pensando en mi imaginación que la complacía al tiempo que yo me complacía con una paja, ¡mi primera paja en Japón!
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Espero que te esté gustando Mi Verano en Japón; mi nueva obra donde me adentro en esa cultura japonesa dando detalles que seguro que te llamarán la atención, pues algo sé de ella. Por supuesto aderezado con sexo del bueno con tímidas japonesas que parecen retraerse ante el sexo pero que, ¿dentro llevan el fuego del dragón! ¿Te atreves con ellas?
Si te han gustado estos primeros capítulos y quieres que siga publicándola ya sabes... ¡Dame tus 20 que yo vea! 😉 Y si se alcanzan los 200 puntos diarios al siguiente día tendrás disponible un nuevo capítulo de la novela hasta completarla. Si no quieres esperar ya sabes donde puedes encontrar la obra completa, tú decides.

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