Terapia Especial. Capítulo VII:

“Domesticando a las cachorritas” 

Capítulo 1: http://www.poringa.net/posts/relatos/5026790/Terapia-Especial-Capitulo-I.html

Capítulo anterior: http://www.poringa.net/posts/relatos/5043403/Terapia-Especial-Capitulo-VI.html

Sabiendo que era imposible justificar su espionaje, Tomás aceptó la responsabilidad y se volteó con suma tranquilidad, observando así la provocadora sonrisa de su sobrina mayor. –“Mañana vamos a ir de compras, ¿ok?”- señaló ella con voz de mando. Su tío se limitó a asistir con su cabeza, algo que llenó de satisfacción a la joven de 23 años y a la vez, la motivó para que siguiera humillando a ese hombre que veía como alguien enclenque y tonto.   

Tomándolo por el mentón, apoyo fuerte la uña de su dedo índice, en el parpado izquierdo inferior y la paseó por su mejilla, queriendo que chille de dolor y así oler su miedo, a la vez que imploraba piedad. No obstante, nada de eso obtuvo, el rostro del maduro reflejaba seriedad, tanta que llegaba a perturbar y erizar la piel. Sin dejar de mirarla a los ojos, empezó a intimidarla. Su mirada se tornaba a la de un león, con la cual se imponía cada vez más.

Chloe quería ordenarle a su tío que la dejase de ver a los ojos y se colorada de rodillas, para que le lamiera los zapatos. Sin embargo, no era capaz de escapar esas pupilas sin emociones, ni siquiera de balbucear una letra. Sus labios parecían congelados y pegados, ella se preguntó por qué se sentía tan oprimida y atemorizada, si debía ser él, quien temblara de terror. Entre más tiempo esos ojos la observaban, peor se sentía, incluso hasta el aire comenzó a serle escaso. 

Sin tener otra opción, Chloe lo soltó, se apartó de él y regresó a su habitación. Una vez que cerró la puerta, dejó de sentir su piel áspera y helada, el oxígeno por fin le llegaba a los órganos, pero sus piernas no dejaban de temblar. Tomás por su parte, se le dibujo una sonrisa en su cara, ya que sin buscarlo, había colocado en su lugar a esa pendeja malcriada. La pequeña victoria lo llenó de gozo, porque ella lo tenía en jaque e ingenuamente pensó que el juego se había acabado, cuando solo era el inicio de este.

Mientras Chloe intentaba olvidar esa mirada, April en el supermercado, la añoraba, ver a su marido con esos ojos fríos, siempre la deleitaban. La Milf estaba acompañada por sus hermanitas, las cuales buscaban un postre para comer esa noche. Entretanto las chicas se decidían, un tipo de aproximadamente 1.83 m, acechaba a la mujer, desde que había entrado a comprar. Él no tenía mal aspecto, todo lo contrario, parecía ser un hombre bastante refinado, atractivo y con buen gusto de moda. 

Vestía con unos jeans, unos zapatos color mostaza, un cinturón negro, un polo blanco y un saco rosado claro. En su mano derecha se apreciaba un reloj y en la izquierda un brazalete. Dejando de solo ser un espectador del desliz de esa dama, se acerca a ella, con seguridad y galantería. –“El de nuez, no es mala idea, pero si me permite sugerirle, creo que el de chocolate entre sus finos labios, sabría mejor”- afirmó, detrás de April. 

Tanto ella como sus hermanas voltearon, las muchachas quedaron impresionada por ese hombre, de pelo rizado corto y barba perfectamente cuadrada. Josefina traviesa de naturaleza le dio un vistazo rápido, no solo era guapo, sino tenía un buen cuerpo y su instinto le aseguraba que estaba bien dotado. Sin embargo, él no estaba interesado en las jovencitas, aun cuando tenían muchos argumentos para llamar su atención, el solo se fijaba en esa exquisita Milf. 

La cual pasó totalmente de él, como si no existiera, una actitud cruel pero que era típico de ella, ya que por más guapo que fuera un tipo, ella jamás le sería infiel a su esposo, ni siquiera iba a perder su tiempo en coquetear. Ignacia que se sentía sofocada ante la presencia de ese maduro, se preguntaba cómo su hermana era capaz de ignorarlo como si nada. Él no se iba a rendir tan fácilmente y fue detrás de esa damisela, de la cual por lo menos quería averiguar su nombre. 

En eso ve, como otra belleza de melena rubia se aproxima a la mujer, su figura era prácticamente similar y en esa blusa blanca que llevaba, sus grandes senos danzaban al compás de su caminata. –“Mamá, tengo algo importante de que comunicarte”- señaló Vanessa, agitada, –“Claro, cariño. Soy todo oídos”- contestó April, intrigada y asombrada por ver a su hija ahí, al mismo tiempo que Simón se acomodaba en sus pechos.    

Vanessa: Cre-creo que mejor, lo hablamos en casa. 

Dijo, mirando hacía el hombre que estaba acosando a su madre. La madura al verlo, suspiro frustrada, sin dejarlo hablar, le pidió que la deje tranquila, pues estaba felizmente casada hace 20 años, tenía 4 hijos y no iba a cambiar todo eso, por una estúpida aventura. Ignacia, que la observaba desde una esquina, quería descubrir cuál era el secreto de su hermana, para negarse a caer en los brazos de la lujuria, porque anhelaba dejar de sentirse aprisionada por su tormentoso pasado y debilidad.

Tras esa declaración, la Milf se giró y continuó su camino junto a su hija. A pesar de observar esa imagen varias veces, Nacha no se explicaba cómo April, jamás se sentía atraída por lo menos de otro hombre que no fuera Tomás. Josefina y Diana, se allegaron a ella, la gemela de la culoncita, con un tono coqueto, le murmuró, –“Está bastante bueno el tío, ¿verdad?”-, Ignacia frunciendo el ceño, se reservó su comentario y camino hacía donde se encontraba su hermana mayor.     

En la casa mientras tanto, Axel y Benjamín, aprovechaban la nula presencia femenina, para jugar concentrados a un sinfín de videojuegos. Cada uno era consciente de las habilidades del otro y en qué género eran más fuertes, aun así ninguno quería flaquear por lo que las partidas se tornaban eternas y el vencedor se decidía por simples detalles. Después de disputar en 10 títulos e ir empatados, decidieron definir todo, en Street Fighter II, usando la vieja Super Nintendo de su padre. 

Axel: Para hacerlo más interesante, hermanito, ¿te gustaría apostar? 

Benjamín: (Sonríe) Si gano, te vistes de mujer y vas así a la universidad. 

Axel: Algunas veces olvido que sigues pensando como un crio. 

Expresó desilusionado por la petición de su hermano. 

Benjamín: No te hagas el maduro, Axel, que ni papá lo era a nuestra edad. De hecho oí que una vez mamá lo disfrazó de mujer y recorriendo el centro de la ciudad así. 

Axel: Papá por mamá hace muchas locuras, así que no me sorprende, pero hablando ya en serio. ¿No se te ocurre nada mejor que disfrazarme de mujer si pierdo? 

Benjamín: Nop… 

Dijo decidido. 

Axel: Bueno, en mi caso, quiero que me relates detalle por detalle de tu encuentro con la vecina de los abuelos y cómo te descubrió Josefina, para que te tenga castigado. 

Manifestó con malicia y morbo, Benjamín sintió la presión de lo que se disputaba en ese combate. En simples términos, el castigo de la derrota no parecía nada malo, sin embargo, para el muchacho si lo era, ya que detestaba recordar cómo fue seducido por esa mujer y terminó engañando a Josefina. Tras un silencio, observó a los ojos a Axel y extendió su mano, dándose un apretón ambos, comenzaron su último duelo, en un juego que ambos conocían a la perfección y su destreza era similar. 

A pesar de estar parejos, el nerviosismo era mayor en el más joven de los hermanos. Aunque quería ocultarlo, su respiración lo delataba y cada segundo se hacía más intensa. Pero lo peor para Benjamín, fue que en cada parpadeo, empezó a ver a Pía María, su cuerpo erótico y maduro, no lo dejaron concentrarse, por lo que terminó sentenciando su derrota. –“Muy bien jugado hermanito. Ahora dime que tan buena era esa Milf”- expresó Axel con una sonrisa de oreja a oreja, que llegaba a resultar perturbadora. 

Benjamín: (Suspira) Antes de conocer a Josefina, pensé que nunca estaría con una mujer. Las chicas de mi clase solían ser crueles conmigo, porque era el “gordito tímido” y los chicos simplemente se acercaban a mí, porque buscaban interactuar con Vanessa. 

Afirmó, como si estuviera en una sesión de terapia, para buscar una explicación de esa repentina obsesión que tuvo con esa Milf. Sumergidos en sus declaraciones, Axel no lo detiene y deja que continué, viendo aquello como una oportunidad de entender mejor lo que significaba ser psicólogo. 

Ver a mamá y a mí hermana día a día, se transformaba en una tortura a medida que iba creciendo. Inexorablemente mi cuerpo reaccionaba ante sus lujuriosas figuras y despertaba la libido en mí. Me sentí un bicho raro por excitarme con mi madre y mi hermana, sin embargo, no podía evitarlo por más que quisiera. Comencé a comportarme como un depravado, al robarle ropa interior a Vanessa y masturbarme con ella, al imaginarme que mi hermana me hacía un hombre. 


Cuando peor me sentía, fue cuando apareció Josefina y en nuestro primer encuentro, terminé teniendo sexo con ella. Con el paso de las semanas y convivir con ella, me di cuenta que tenía el corazón roto, se había enamorado de ti, por lo que buscaba a toda costa sacarte de su cabeza. Por mi parte, estaba confundido, sabía que no era correcto coger con mi tía, aun así me encantaba, me hacía feliz y deje de observar a mamá y Vanessa, como unos objetos sexuales. 


Tras tener una charla con papá comprendí que me había enamorado de mi propia tía, algo totalmente inmoral y que todos iban a criticar. El tiempo pasó y la figura de ese gordito tímido cambió, me hice más esbelto y si bien no tenía músculos como otros en mi clase, me transformé en el más popular. Decían que mi rostro era algo afeminado pero precioso, las chicas se volvían locas incluso cuando colocaba la mirada sombría que mamá me describía de papá. 


Todas las que me despreciaban comenzaron a ir detrás de mí, buscando salir conmigo, invitándome a fiestas o citas. Los muchachos sencillamente dejaron de utilizarme, porque la idea de haber sufrido la metamorfosis del patito feo, no les gustó y hasta me envidiaban por tener a todas esas estúpidas detrás de mí. No obstante, mis ojos solo se centraban en una sola, en mi tía Josefina, después de todo, fue la única que realmente nunca me trató como basura y si bien me usaba, en sus besos sentía amor. 


No me importaba compartirla con otros, siempre y cuando ella volviera a mí, para acariciar su tierna piel, devorar su garganta y perderme en esos ojos hermosos. Obviamente me dolía escuchar que había otros que la hacían gozar, aun así trataba de mejorar y poder enamorarla a través de cogidas. No me gustaba ser rudo con ella, pero era imposible no perder la cabeza por unos segundos, cuando delineaba esa endemoniada cola, sentía que nuestros besos se hacían más ardientes y ella realmente lo disfrutaba. 


Saber que nunca estuvo con otro hombre en realidad desde que empezó a jugar conmigo, me hizo feliz. Solo quería que no me enamorada de ella, no obstante, eso era como decirle a un niño que no podía terminar de comer la paleta de chocolate, cuando ya lo había lamido. Empezar a salir con Josefina fue un sueño y desde entonces me juré a mí mismo serle fiel y nunca hacerla llorar. Pero las cosas no resultaron como pensaba, porque a la primera gran tentación terminé quebrando mi promesa. 


La primera vez que vi a Pía María, quede alucinando por sus singulares curvas, a pesar de eso, pensé que no iba a volverme loco por ella y no me la podría sacar de la mente. Lo que quedaba de día, me pase pensando en esa mujer, en su figura, en su rostro, en sus labios carnosos, en su nariz recta y en sus ojos de fiera. Como Josefina se había molestado por haberme quedado embelesado por esa madura y me ignoraba, quise aprovechar ese instante, para dibujar. 


No soy alguien al que le encanta trazar, no obstante, cuando estoy aburrido en clases suelo hacer bocetos y me quedan bien. Así que busqué un lápiz y una hoja, para delinear, sin darme cuenta, terminé haciendo a esa mujer. Arrugue el papel y lo fui a quemar, quería esquivar a toda costa otro problema con Jose. Pensé que en mis sueños me liberaría del embrujo de esa madura y al día siguiente todo se solucionaría con mi novia, regresando a la monotonía que tanto me gustaba.    


Sin embargo, ni siquiera durmiendo, pude dejar de pensar en esa Milf, la cual me llamaba con una melódica voz. Al despertarme, la tenía tan dura que tuve que masturbarme en la ducha. Aun cuando me esforcé en fantasear con Josefina, esa hembra cuarentona se metió a la fuerza en esas alucinaciones y terminé acabando justo cuando ella sobresalía. No me sentía a gusto con lo que me estaba sucediendo y mucho menos que ese repentino vicio me dominada. 


Nada me ayudaba para olvidarme de esa musa de pestañas largas, ocurría todo lo contrario, me sentía más atrapado por ella. Hasta los mínimos detalles, brotaban en mi cabeza, como el color rosa de sus uñas o el pequeño broche en su cabello castaño. Cuando Vanessa me invitó a la piscina, lo vi como la oportunidad ideal para relajarme y distraerme, pero las cosas una vez más no salieron como yo imaginaba. Luego de nadar junto a mi hermana un rato y esta se durmiera, mis ojos se iluminados como dos focos al ver a esa mujer en traje de baño. 


Si verla el día anterior con unos ajustados vaqueros y una blusa de seda, color pastel. Prendas que marcaban a la perfección esa cintura, piernas y pechos, observarla en un diminuto bikini, que con suerte se le cubría los pezones, fue devastador. Mi instinto depredador se activó, deje de pensar con claridad, solo ansiaba tener mi verga entre esos monumentos que se tambaleaban de arriba abajo con cada paso que daba. Sin mirar hacia atrás, avance a donde se encontraba esa madura. 


No pensé en ninguna consecuencia o qué le iba a decirle cuando me viera en su patio, como si fuera mi propia casa. Sencillamente me dejé llevar por mis impulsos los cuales recorrían por todo mi cuerpo, como si fueran pequeñas descargas eléctricas. Contemplar a esa agraciada Milf, echada en su silla tomando sol, solo me estimulo más. Al aproximarme a ella, no pude dejar de mirarla y pensar que estaba ante un ser divino, mi polla se había puesto tan dura que me dolía. 


Como era de esperarse, Pía María se sorprendió al verme, preguntándome lo típico, quién era y qué hacía en su patio. Me presente sin tartamudeos o nerviosismo, ella rio por lo serio que estaba y a la vez por mi inofensiva cara. Por más que tenía la presencia de un chico dulce, dentro de mí había un animal esperando que bajara la guardia para comérmela. Charlamos por unos minutos, me contó que tenía una hija, la cual había salido con unos amigos y no regresaría hasta la otra semana.
 
Aunque lo que me descolocó, fue que me revelara que no tenía una pareja como hace 10 años aproximadamente. No comprendía cómo una mujer tan guapa y sexy, no tenía a algún hombre bajo su encanto. Pero la respuesta la tuve casi de forma inmediata, cuando una sonrisa pícara se le forjó y sus ojos se detuvieron en mi paquete, el cual indudablemente ya se marcaba en mi short. Supe que era una de esas maduras que le encantaba ser dominada por chavalitos. 


Descubrir la verdadera cara de esa hembra, solo hizo que mis ganas de follármela aumentaran. Cavilaba en llevármela a su cama y rellenarle cada uno de sus agujeritos, estrujar esas enormes tetas y degustar esa boca experimentada, inspeccionar su piel ardiente y perderme en su fragancia. Sin embargo, ella juguetona y toda una experta en calentar a pendejos, me pidió que le echada protector solar, no dude e hice caso a su petición. 


Cada centímetro que tocaba de su cuerpo, me embriagaba en la demencia, mi verga que se frotaba con su culito durito y firme, no paraba de endurecerse, sobresaliendo de mi bañador. Un hormigueo intenso rodeaba a mi polla con cada movimiento, la tela comenzaba a rasparme y me dolía. Sin meditarlo tanto, decidí liberar mi tranca y dejarla reposando sobre esas posaderas. Pía María no dijo nada, no obstante, note que se colocó nerviosa y sus pupilas se dilataron. 


Ella pensó que no tenía el valor suficiente para sacarme la polla y mostrársela, menos que fuera tan grande. Del asombró pasó a la alegría, pues aprovechando esa posición, fui masajeando mi miembro entre sus glúteos y poco a poco empecé a zambullir mis dedos en ese coñito depilado. Jadeaba y se mordía los labios del placer que estaba experimentando, aproximé mi boca a su oreja y se la lamí, mostrándole que no era un novato y era capaz de satisfacerla como se merecía.


Los roles se habían cambiado, yo estaba siento quien provocaba y ella la que no resistía a la tentación. Por su cabeza de seguro pasaba que se la clavaba bien hondo, apaciguando ese fogoso deseo que recorría por su cuerpo. No obstante, quise darle de su propia medicina, llevarla a la otra esquina del escenario y que me suplicada para que la penetrada. Sabía que no sería sencillo, después de todo, esa madura lo más probable es que estaba acostumbrada a obtener vergas con el mínimo esfuerzo. 


Verla ahogada en el deleite, me inspiraba a continuar con la expedición de mis dedos, en esa cálida cueva. Ella evitó usar las palabras, pensó que sus tiernos suspiros me iban a hechizar como el canto de una sirena. Aquella artimaña hubiera funcionado cuando no razonaba, sin duda alguna. Sin embargo, en ese instante estaba lo suficiente sensato para dejarme engañar y seducir por tonterías. Mis labios se volvieron allegar a su oído, bisbiseé al mismo tiempo que atrapaba su lóbulo entre mis dientes y mi lengua trazaba. 


Sus gemidos se fueron haciendo más intensos, al percibir que también palpaba su orificio anal. Por su reacción supuse que no estaba acostumbrada a que jugaran con ella de esa forma. De seguro sus amantes eran directos, manoseaban ese voluminoso cuerpo y la empalaban hasta sentirse satisfecho. Ya no quería solo follármela. No, mis intenciones eran disfrutar al máximo de esa majestuosa Milf, lo que significaba, aplicar todo lo que había aprendido con Josefina.


No me creo un experto en complacer mujeres, pero algo que no está en discusión es que Jose es una maravillosa maestra. Solté su oreja y empecé a devorar su cuello, lo picoteaba con dulzura y lo chupaba con vehemencia. Todo eso, sin dejar de hundir mis dedos en esos dos hoyitos que se moldeaban adecuadamente a ellos. Solo pasaron unos segundos para que mi mano izquierda terminara embadurnada por su abrasador elixir, el cual caté, al chupetearme los dedos que estuvieron en su interior. 


Se dio vuelta, quedando de frente a mí, en sus ojos notaba la exasperación que tenía, para que me divirtiera con ella. Se relamió al clavar su mirada a mi polla que relucía, no obstante, antes de que me la tocara con las manos, la detuve y me acerqué a sus labios. Nuestras bocas se sobaron, sentía como su aliento me llamaba para que la besara y mordiera esos gruesos bordes. Una parte de mí quería acceder, pero otra me calmaba, tenía tiempo para entretenerme con ella. 


Negándole un beso, llevé mi atrevida boca hacía sus pezones, que estaban duritos y destacaban en esa pequeña telita. Con mi lengua pasé acariciarlos, descubriendo que era muy sensible en esa zona, sin pensarlo tanto, amasé esos senos, volviendo a desatar un recital de jadeo por parte de esa mujer. Ella con sus manos exploraba mi espalda, algo que no duró mucho, ya que tuvo que sujetarse, cuando empecé a frotar mi verga con su vagina, presionando su clítoris. 


Pía María dejó de solo gemir e inició a decir lo que pensaba, con una voz agitada y entre cortada, fue murmurándome, de lo bien que se sentía todo lo que le hacía. Aun así se mantuvo terca respecto a lo que quería, pues no me señaló nunca para que la cogiera, prefería mantener su orgullo en vez de consolar su cuerpo que cada segundo me suplicaba que acabara con esa tortura y metiera bien profundo mi tranca en ese chochito. Tras jugar con sus tetas, coloqué mi miembro entre ellas y fui pajeándome. 


La única vez que había tenido mi pene abrazado entre un par de senos, fue para el cumpleaños de Josefina. Cuando Vanessa me regaló esa experiencia que resultó brutal, a diferencia de las tetas de mi hermana, las de esa madura eran duras, a pesar de eso, se sentía jodidamente increíble, más, al percibir su jugosa lengua, rozaba la cabecilla de mi miembro, aunque eran trazos pequeños, me encantó. No soporté mucho y terminé cubriendo ese rostro con mi espesa descarga.


Los condensados líquidos que se encontraban en su mejilla, se fueron deslizando hacía sus labios candentes. Pasó su lengua para degustar, sin quitarle la vista a mi miembro que no había perdido su dureza. Podía apreciar sus ganas de querer engullirse mi verga hasta lo más profundo de su garganta, para luego recibirla en su coño. Pero antes de que se siguiera haciendo ilusiones, me subí el short, guardando mi garrote. Sin decir algo, me levanté y me di la media vuelta, dejando desconcertada a esa Milf que solo anhelaba ser atravesada por mi polla en ese momento. 


Pese a que yo también ansiaba coger, quería que sufriera lo mismo que yo, durante el día anterior. Que pensara en mí en cada segundo, que no pudiera sacarme de su cabeza ni siquiera en el mundo onírico, que su vagina hormigueé a cada rato, resultándole exasperante. Sabía que mi capricho era un arma de doble filo, porque tal vez nada de eso iba a experimentar esa madura, desaprovechando así una gran oportunidad como la que tenía presente en ese minuto. 


Sin embargo, no miré atrás y regresé a la casa de los abuelos. Lo que quedaba de día, lo pasé al lado de Josefina, la cual por alguna razón actuó de forma más cariñosa de lo normal. Finalmente no era perseguido por la sombra de Pía María, aunque solo fantasear de lo que iba a hacer el otro día me colocaba cachondísimo. Al despertarme, lo primero que hice fue pasearme por el jardín y patio de los abuelos, buscando encontrarme con esa madura y observar su reacción al verme. 


Ella no salió de su casa, aun así sentí su mirada acechadora, lo más seguro que me inspeccionaba desde una de sus ventanas. Las horas pasaron, sin tener ninguna novedad de esa mujer, no me alarmé y mantuve la calma, algo en mí me decía que pronto la vería. Así ocurrió, después de mirar una película con Josefina, salí a tomar algo de aire, topándome con Pía María, que sacaba su basura. Esa hembra llevaba puesto una blusa blanca y unos pantalones calipsos. 


Ver solo su silueta fue suficiente para que mi polla se colocara erecta, mis ojos la desnudaron en un santiamén y volví a dibujar en un lienzo invisible. Sin que me dijera algo, la seguí hacía su casa, como si fuera su cachorrito. Al entrar, ella se sorprendió, quizás no esperaba que fuera tan directo, para acercarme y besarla sin ningún aviso previo. Intercambiar salivas con esa mujer madura, fue algo totalmente morboso y excitante, su baba espesa, tenía el sabor a chocolate. 


Al separarme de ella, en sus ojos se reflejaba las obscenidades que se le cruzaban en sus pensamientos. Era evidente que me deseaba tanto como yo lo hacía, no obstante, continuó negando lo que quería pero yo no podía soportar la tensión sexual que había entre los dos. 

Pía María: Pa-para Benjamín. 

Yo: ¿Parar? ¿Por qué? 

Pía María: Porque yo no soy un juguete con el cual te diviertes y luego lo tiras al suelo como si nada.  

Yo: Oh vamos señora, ¿acaso no es eso lo que hace usted? 

Pía María: ¿Qué?

Yo: Seducir a los hombres con ese cuerpazo, torturar a los que cree que son lindos y tiernos, mientras que a los que cataloga como sementales, los deja probar de su cuerpo.

Le murmuré, al mismo tiempo que mis manos se paseaban por su cintura y mi boca se dirigía a su cuello.

Yo: Yo no soy igual a esos bobos, así que no tiene por qué seguir renegando de sus deseos. 

Pía María: ¿Renegando? ¿No sé de qué hablas muchacho? 

Realmente era testadura esa mujer, por más que la exhibía como era realmente, ella seguía fingiendo inocencia. Sin tener otra alternativa, fui acorralando a esa madura en su mesa, al dejarla sin salida, comencé acercar mis labios a los de ella, su respiración se aceleró al igual que la mía. Tenía inquietud porque era yo quien manejaba la situación, con Josefina siempre era todo lo contrario, ella me decía qué hacer, rara vez era yo quien la tenía entre las cuerdas y sacaba a relucir su personalidad dócil. 


¿Podía controlar aquello, sin cometer un error?, me pregunté en esos breves segundos, ya había ido muy lejos para cuestionar mis habilidades y abordar mi misión. Así que aplique todo lo que alguna vez quise hacer con mi novia, pero no me atreví por miedo a equivocarme. Besé a esa mujer apasionadamente, mientras mis manos la agarraban firmemente de sus caderas. Ella fue rindiéndose a medida que pasaban los segundos y mi lengua se apropiaba de la suya.


Sin que me diera cuenta, Pía María me tenía abrazado con sus manos en mi cabeza y comiendo mí boca con muchas ganas. Ambos paramos para tomar aire y al mirarnos, sonreímos con picardía, ella ya no dudaba y me susurró que quería que la hiciera mía. Mordiendo sus labios, fui retirándole ese pantalón lentamente, al dejarlo tirado en el suelo, me agaché y con mis dientes afilados, pasé a morder esa tanguita empapada, rozando gentilmente ese coñito. 


–“¡Aah!”- exclamó, apoyando sus manos en la mesa, mis dedos movedizos agarraron esa braga y de un jalón la hicieron descender. Extasiado por ese brillante sexo y su estimulante hedor, aproximé mi lengua, lamiendo lentamente y deteniéndome justo en su clítoris. Su bramido me convenció que aquello había sido de su gusto, así que alargué mis lamidas por unos minutos, olvidándome completamente de mis temores y disfrutando de esa jugosa vulva madura. 


El día anterior corroboré que el sabor de esos jugos era fuertes y melosos, pero con cada segundo que pasaba me hacía adicto a esa vagina. No podía parar de mordisquear y de jugar con ese sabroso coño. Delineaba por su rajita y atrapaba ese pequeño caramelo entre mis labios, para darle cariño. Pía María, entregada a mi arte, llevó sus dedos hacía mi nuca, arañándome con sus largas uñas y empuñando sus manos en mi cabello, entretanto rogaba en delirio. 


Sentir ese manjar en mi boca, me terminó de embriagar. Perdido en mis deseos carnales, regresé a comer esos labios carnosos. Mientras tanto, me bajaba el pantalón y los calzoncillos, liberando mi polla, que relució en los ojos de ella. Frotándola contra sus muslos fui humedeciéndola con los jugos que fluían de su chocho. Poco a poco le levanté su blusa, hasta quitársela, dejando a esas tetas danzar en un tierno bambaleo. Antes de morderlas, las manoseé y pellizque sus sensibles pezones, haciéndola chillar. 


De su boca empezó a balbucear por algo más, quería que su piel ardiente se abrazada por la mía, que su boca encontrada consuelo con la mía, que esa llama que consumía su coño, fuera apaciguada con mi miembro, el cual ya estaba listo para entrar en esa cueva de carne experimentada. No dudé y complací la petición de esa bella dama, con solo enterrar la punta me di cuenta de lo ansiosa que estaba y a medida que iba entrando en su interior, un gozo me invadió. 


Gemido tras gemido, retumbaban por esas paredes, nuestras bocas ahogaban sus gritos de placer solo cuando se abrazaban. Envuelto en un frenesí, nuestros cuerpos se acoplaban, “chop chop”, se escuchaba al sacar y sumergir más hondo mi mástil en esa vagina, que con sus paredes me mantenía unido a ella. La mesa crujió por nuestro apasionado encuentro, su aliento paulatinamente se fue haciendo intenso, tal como el mío, y luego de unas acaricias a su firme trasero y besos en su cuello, terminó corriéndose. 


Pero aún no se había acabado la acción, ella se recostó en la mesa y me agarró la cintura con sus piernas. Me suplicó para que continuara con mis embestidas, sobando con sus manos mi cara y extraviándose en mis ojos. Fui un amante generoso, había muchas cosas que quería hacer con esa zorrita madura, sin embargo, accedí cada uno de sus peticiones, quizás porque estoy acostumbrado a obedecer siempre a Josefina y escasa vez me salgo de su libreto. 


Nuestras lenguas se entrelazaron y no pararon de hacerlo, hasta que ella nuevamente se corrió. Sus piernas se debilitaron, soltando mi cintura, permitiéndome retirar mi miembro de su vagina, para bañar su cuerpo con mi semen. Correrme sobre ella, resultó bastante gratificante, no obstante, de la alegría que tenía en ese minuto, pasé al terror, al escuchar la voz de Josefina. Fue como un susurro que descendió por mi espina dorsal e inmutó todo mi ser, ella no estaba enojada, sino desilusionada y triste. 
    
Axel: Por eso, quieres olvidar lo que pasó en esos días ¿verdad?

Declaró, apenas su hermano dio un respiro. 

Benjamín: Sí, me… Me lastima mucho haberla visto llorar y ser el causante de esas lágrimas. 

Axel: Ya veo… Pero el pasado no se puede cambiar. Sé que esperas que te dé algún consejo como los de papá, sin embargo, no se me ocurre ninguno, solo que yo en tú lugar, también había cedido a la tentación. 

Benjamín: Tú también estuviste con una Milf, ¿cierto? 

Axel: Correcto y la disfrute mucho. Si te soy sincero, me encantaría volver a estar con otra madurita, como Isidora, que es una exquisitez. No obstante, desde que me coloqué este anillo, he lidiado con la lujuria solo con pensar en Ignacia. 

Expresó con una sonrisa, Benjamín, quedó intrigado con el nombre de Isidora, el cual le hizo eco. 

Benjamín: ¿Isidora? 

Axel: Sí, la madre de Bruno, ¿no la conoces? 

Antes de que Benjamín, pudiera darle la respuesta a su hermano, tocaron el timbre de la casa. Axel levantándose del sofá, caminó hasta la entrada, abriendo la puerta. El muchacho esperaba ver a su madrastra, su prometida y cuñadas, detrás de esta, pero sus ojos se hicieron enormes y sus cejas se levantaron, al apreciar, la silueta de una vieja conocida. Esa piel blanca, a la cual hace años había besado, le hizo temblar las piernas, esos gordos senos que amasó y ese cabello rojizo, causó un aceleramiento en su corazón. 

–“A… A-Alessandra”- tartamudeó, mientras que esa muchacha, le regaló una sonrisa. Regresando con Tomás, él había ignorado toda la tarde a Luna, algo que lastimó bastante en la más joven de sus sobrinas. Ella quería que su tío la viera a los ojos y que le hablara igual que el día anterior, pero solo obtenía, evasión por parte de él. Todo lo contrario le ocurría a Chloe, que solo anhelaba que esos fríos ojos no la sofocaran, sin embargo, como parte del juego de ese hombre, la mira intencionalmente, para incomodarla. 

Después de terminar de comer, Tomás lavó los platos junto a sus hermanas, desde las sombras, Luna lo observaba, ella seguía cuestionándose de su repentina y rápida psicosis por ese maduro. No sabía explicar porqué no podía apartar sus ojos de él y le dañaba su indiferencia, menos que no fuera capaz de sacárselo de sus pensamientos, sentía que se estaba volviendo loca, porque jamás había sufrido algo así antes. Cuando él terminó de compartir con sus hermanas, se fue directo a su cuarto y la joven sigilosa lo siguió.

Tomás se sentó en la cama, observando detenidamente la ventana de la habitación. Sin darse cuenta había dejado la puerta entreabierta, algo que aprovecho Luna, para espiar a su tío. Su corazón se agitaba cada vez más y la comezón en su vulva que se hacía más intensa. Ya no podía soportar ese ardiente deseo que la estaba perturbando, tenía que dar un paso al frente y suplicarle a ese hombre que la mirada de nuevo, pero no solo eso, sino que también, para que la tomada como mujer. 

No obstante, antes de que pudiera empujar la puerta y adentrarse en ese cuarto oscuro, escuchó unos pasos aproximándose. Aterrada, se ocultó dentro de un pequeño mueble que había cerca. Al dejar de sentir ese frio por su cuerpo, se sintió estúpida por ocultarse y más en un mueble. Saliendo de su escondite, aprecia a Mar entrando al dormitorio del hombre. La curiosidad la invadió, al igual que los celos, con el ceño fruncido caminó hasta quedar al frente de la puerta y apegó su oído para escuchar lo que hablaban esos dos. 

–“Me alegro que hayas venido”- señaló Tomás, girando su mirada hacía la hermana de al medio, con la cual poco y nada había interactuado. Esa chavala mostraba su lado dulce e inofensivo, no expresó nada y tampoco se movió de al lado de la puerta, tenía su colita pomposa apegada a esta, mientras mantenía la frente en alto. Al ver cómo su tío se allegaba donde ella, no pudo ocultar su caprichosa sonrisa, al mismo tiempo sentía como el sudor iba fluyendo por su cuerpo y su ritmo cardiaco no dejaba de acelerarse. 

–“Tranquila, no voy a hacerte daño”- le murmuró el psicólogo, tomándola de la barbilla, tal como el día anterior, sus ojos se alineados e hicieron que Mar mostrada el coqueto rostro de la mañana. –“Sabes, te cite aquí, porque quiero que hablemos del acoso que vives en la universidad”- expresó Tomás, con su mirada más seria. A diferencia de su hermana mayor, Mar sintió preocupación en esos ojos y en esas palabras, comprendiendo que todo estaba fluyendo como ella había imaginado.
 
Sin embargo, en sus mejillas sentía la calidez de unas lágrimas y no sabía por qué lloraba. Tomás comportándose más como un padre, que como psicólogo o tío, abrazó a la muchacha y la acobijó. Él intentaba ganarse la confianza de la chica y así conocerla realmente. Para aquello creyó que no necesitaba seducirla como lo hizo con Luna, menos iniciar una guerra como con Chloe. Esa chica era mucho más compleja que sus otras hermanas y por ende un mal paso, significaba la derrota.  

La serenidad que transmitía el maduro, sin duda ayudó para que Mar se sintiera confundida. Al ir escuchando sus palabras, se cuestionaba si en verdad tenía a ese hombre entre sus palmas o era ella la que estaba cayendo en su embrujo. Luna que estaba oyendo todo detrás de la puerta, comenzaba a afilar sus garras, sentía que Mar le estaba robando su juguete y no lo permitiría. Antes de que Tomás pudiera interiorizarse dentro de la mente de Mar, está la empuja bruscamente y se marcha sin decir nada. 

Al otro día, Chloe a pesar de la incomodidad que le generaba, citó a su tío en el centro comercial. El hombre se presentó con su típica vestimenta formal, sin embargo, él notó que su sobrina por una extraña razón lo miró diferente. Ella trato de ignorar el hecho que se había ruborizado por su tío, pero él no olvidaría esa expresión, porque era la señal de que estaba entrando en la cabeza de esa jovencita. Tomás tenía claro de cómo actuar, ser amable, usar pocas palabras y comprar todo lo que su malcriada sobrina le pidiera. 

Quería jugar un poco con ella, ver que tanto podía hacerla enfurecer con esos cambios de personalidad que iba a aplicar. Porque detrás de esa actitud afable, se asomaría algunas veces la de un pervertido, que no dudaría en manosear esos glúteos firmes. Un deseo que llevaba conteniendo desde el primer día. Chloe avanzaba delante de él, ignorando que esos ojos se perdían en su silueta. Tomás por más que quería ocultar sus debilidades, no podía hacerlo con la que había nacido hace un par de años atrás. 
 
En ese entonces, Vanessa ya había nacido, tenía aproximadamente unos 3 meses y medio. Aun cuando su hija, fue tranquila y nunca los molestó, tanto él como April, pasaban pendientes en ella. Entre los estudios y Vanessa, no había ya tiempo para ellos, un motivo suficiente para que sus suegros, quisieran intervenir. Ese día, ellos se hicieron cargo de la pequeña, pidiéndole a su hija y nuero, que salga a divertirse a una fiesta, después de todo, seguían siendo adolescentes.    

Tomás y April, dudaron en aceptar esa oferta, después de todo, su hija se había transformado en lo más importante para ellos. Al ser primerizos, seguían teniendo miedo en dejarla sola, pero al final terminaron tomando esa propuesta. April nunca se encerró en un look, siempre variaba, no obstante para Tomás, ella siempre lucia como una chica dulce, aun sabiendo de su gustillo por el rock. Sus ojos se desorbitaron al verla salir de su habitación con los parpados sombreados oscuros y sus labios coloreados de morado. 

Su tierna cara, se volvió en una peligrosamente encantadora, mientras que su encantadora figura, relució más en esa chaqueta de piel negra y camiseta blanca con el estampado de A Flock of Seagulls. Ya que sus tetas eran libres y esa cinturita destacaba, los jeans rotos de color negro y botines, le parecieron las mejores prendas para terminar de combinar ese look roquedo. Desde esa noche, quedó hechizado con ese estilo, cada vez que miraba a una chica con ese outfit, recordaba a su esposa y se sentía atraído. 
    
Tomás como un perrito seguía a su sobrina, creyendo que iba a abusar de su ventaja y hacer que gaste un dineral, algo que él estaba dispuesto hacer, no obstante, Chloe, solo se compró un conjunto de ropa. De hecho todo lo que eligió le pidió su opinión, comportándose sumisa y tímida ante sus ojos. Tomás quedó confundido, tanto que ni quiso magrearle la cola, se negaba a creer que su sobrina ahora le temía por lo que pasó el día anterior, debía estar actuando al igual que él, barajó entre sus ideas. 

Chloe pasó a probarse la ropa y Tomás la espero pacientemente, maquinando cómo debía realizar su siguiente movimiento. Tras un par de minutos, la muchacha abrió la puerta del probador en donde se encontraba, asomándose su mano, para señalarle a su tío que entrada. El hombre titubeó, lo más posible era que esa chica tramaba alguna trampa, sin embargo, no podía dejar de sentirse curioso al llamado que le hacía su sobrina, observando a ambos lados, decide entrar y deslumbrarse con la sorpresa. 

Quedó atónito al contemplarla prácticamente desnuda, ya que llevaba puesta una lencería color crema que era transparente. Podía ver claramente sus pezones erectos y ese coñito travieso. –“¿Qué tal?”- consultó la chavala, con un tono de inocencia y avergonzada, Tomás se quedó sin aire y palabras, entre todas las cosas que se le cruzó por la cabeza, en esos breves segundos cuando iba entrando en el cubículo, nunca se pensó que la encontraría de ese modo. 

Tampoco comprendía en qué momento cogió esa lencería, sin que él no se diera cuenta, si se mantuvo atento a cada uno de sus movimientos. Entre más la apreciaba, más se cachondeaba, aunque ese rostro de niña buena, no le agradaba para nada, prefería verla sonriendo y mofándose de él, porque de ese modo lo obligaba a pensar, para poder colocarla en su lugar. Agachando su mirada, ella se le acerca y le repite la pregunta en un mascullo.

Tomás intentó hablar, pero su lengua estaba atada, intentó mover la cabeza de forma afirmativa y salir de ahí, sin embargo, ni siquiera podía hacer aquel gesto y sentía sus zapatos pegados al suelo. Buscando desesperado la calma en su interior, no paró de deleitarse con la figura escultural de su sobrina. Ella levantando su mirada y sin quitar esos ojos hipnóticos, le volvió a solicitar su opinión, con tanta tensión acumulada, su cuerpo por fin reaccionó, aunque de manera inconsciente.

Tomando la cintura a esa muchacha provocadora, rozó sus labios y la hizo retroceder, hasta que se apegada a una de las paredes. La fragancia que desprendía su cuerpo, parecía igual de dulce que su personalidad. –“T-tío…”- dijo ella, sonrojada, –“¿Qué diablos haces? ¿Por qué actúas así?”- contestó él en un suspiro, con un rostro afligido, esperando como respuesta la sonrisa burlona de esa chica, pero no se dibujó nada en su rostro. 

–“Oh vamos, dime algo por favor”- imploró, incitando a la piedad de esa chica, la cual desvió su mirada y tras el silencio que se había cernido entre ellos, comenzó a tartamudear. –“Y-y-y… Yo… Yo… Yo, me… Me… Me si-si-si… Siento rara, desde a-a-anoche”- exclamó con sinceridad. Tomás la soltó y se dio vuelta, empezaba a cuestionarse si seguir adelante con el deseo de su esposa y cogerse a sus sobrinas, pues esas chicas en realidad necesitaban una terapia, incluyendo los otros miembros de esa familia. 

Sus incertidumbres, pararon cuando sintió los delgados dedos de esa chica sobando su entrepierna y esa coqueta boquita apegó a su oreja. –“Nadie me había hecho sentir ese miedo, que experimente anoche. Al principio mi cuerpo entero tembló, no obstante, a medidas que fueron pasando las horas, el miedo se fue transformando de placer. Porque, soy una perra masoquista, tío”- declaró, nuevamente dejando perplejo a su tío, el cual procesaba aquello lo más rápido posible. 

–“¿Ma-masoquista?”- balbuceó, percibiendo su polla cada vez más hinchada dentro de su pantalón. –“Sí, me encanta provocar y que me castiguen por eso”- murmuró, sacando la punta de su lengua y paseándola por el lóbulo del psicólogo. –“Te veía como alguien soso y el típico degenerado. Por eso pensé en desenmascararte para sobornarte y luego dejarte mal ante mamá. Sin embargo, después de esa mirada asesina, decidí en que quiero ser tu putita tío”- agregó bajándole la bragueta. 

Tomás olvido por completo esa idea de renunciar a cumplirle el capricho a su esposa, era evidente que esas tres iban a terminar follando con él, por algo April las incluyó en su lista. Las uñas de su sobrina mayor, rasparon su bóxer, apreciando que aquel paquete que estaba ahí guardado, no era para nada pequeño. Girándose para mirarla de frente otra vez, vio como los ojos de ella brillaban de estímulo y morbo. Mordiéndose los labios se agachó y de un tirón, bajó los pantalones, sacando esa gorda verga madura.

Atónita por lo que observaba, trataba de explicarse cómo una tranca así, se podía ocultar tan bien. El hombre, viendo que tendría material para su mujer, busca su móvil y mientras esa jovencita seguía impactada por su polla, lo apoyó en uno de los rincones, para que grabada lo que iba a suceder. Quizás no captaría los mejores ángulos, pero ya tendría otra oportunidad para grabar un material en donde su esposa lo disfrutara. Chloe reaccionando, tomó entre sus dedos ese mástil grueso y lo aproximó a su boca. 

–“Que bien guardado lo tenías”- comentó relamiéndose, entretanto sus ojos alucinaban con el semejante grosor de la cabeza de ese miembro. Sin postergar más la espera, abrió su boca y sacó su traviesa lengua, pincelando ese lienzo de carne maciza. El sabor de esa verga le hizo estallar la boca en desvarío. Cada trazo que hacía en ella, la convencía que no había probado una delicia así antes. Tomás suspiró de forma solapada e incrédulo se cuestionaba si no estaba soñando. 

No le resultaba fácil, aceptar que aquel anhelo que tuvo cuando vio por primera vez a esa muchacha se estaba haciendo realidad. –“Chloe está de rodillas y embocando mi polla”- se repitió, a la vez que sentía la calidez de esa lengua y su suavidad como su viscosidad. No quería imaginar lo que iba a experimentar cuando esa chavala le hiciera una garganta profunda. Ella continuó embadurnando ese pene, como si fuese una paleta, que con su dureza, asfixiante olor y adictivo sabor, lo transformaba en un verdadero festín para su boca.

La cual no paraba de empaparse de baba, al igual que su vagina con sus flujos, humedeciendo esa braga que aún no compraba. Ella se dio cuenta que podía estar todo el día comiéndole la verga a su tío, era meramente maravillosa. Dando un beso a la glande, Chloe empezó a devorar ese par de huevos, mientras su mano derecha masajeaba ese erecto mástil y su mano izquierda, arañaba con ternura su chocho fogoso. Tomás delirando ahogaba sus gemidos. 

No había duda que esa chica tenía una gran destreza en ese arte, no obstante, todavía tenía muchas cosas que aprender para ser una experta, como lo era la mujer de su tío. Él acariciando la cabeza de su sobrina, dejó que terminé de dar esa colosal comida de huevos, para guiarla. Separándose de esas dos bolas hinchadas, se pasó su lengua por los labios, clavando su mirada hacía ese rígido capullo que tenía en frente. Envolviéndolo con ganas, llegó hasta la mitad de ese tronco, sin ninguna dificultad. 

Tomás era consciente de lo que quería esa chica y él no dudó en dárselo, apoyando fuertemente sus manos en esa cabeza, fue empujando su verga, hasta el fondo de la garganta de su sobrina masoquista. Mantuvo a Chloe pegada a la base hasta que vio un par de lágrimas en sus ojos, por la falta de aire. Al retirársela, ella respiró desesperadamente, –“Dios… Que pollón, posees tío”- señaló, antes de que él volviera a enterrarle esa vigorosa polla hasta lo más hondo. 

El maduro seguía asimilando que esa joven altanera e insolente, se encontraba en su merced, tragando su sable. Cuando recibió el mensaje para que se encontraran en el centro comercial, jamás se le pasó por la cabeza que terminaría follándole la boca. Vagamente el recuerdo de un evento similar con una jovencita, se le impregnó en los pensamientos. La silueta angelical y voluptuosa de esa muchacha hizo que la sangre hirviera más por su pene, inflamándose dentro de esa garganta y pasando a lastimarla.   

A Chloe le fascinaba que fueran brutos y salvajes con ella, así que sentir ese tronco desgarrar con sutileza su laringe, le entusiasmó. Si bien su tío no era precisamente rudo como le encantaba, ser asfixiada con ese miembro que invadía su garganta, compensaba la dulzura que tenía ese hombre al estar cogiéndole la boca. Mientras más pasaba el tiempo, más amaba esa polla, nunca había recibido una de ese tamaño, encontraba increíble que cupiera toda dentro de ella. 

Tomás sin poder resistir más, empezó a percibir como el semen borboteaba por su pene y lo hinchaba todavía más, acabando dentro de esa jovencita. Tras vaciar la leche de sus huevos en su sobrina, tambaleó hasta quedar pegado en una de las paredes de ese estrecho probador de ropa. Agitado, contempla a Chloe, tosiendo pero con una sonrisa en su rostro y con los ojos fijos en su mástil, que iba perdiendo su dureza. Jadeante, se le acercó, no dejaría que el resto de ese viscoso semen, no fuera saboreado por ella.
     
Pasó alrededor de unos 10 minutos chupando la glande de ese fierro, como si fuese un chupete. Tiempo suficiente para que esa tranca volviera a recobrar vida y ante sus perlas se imponía. La hija rebelde de Blanca estaba deseando por más, quería sentir ese enorme pene atravesando su vagina y rompiéndole el orto. Sin embargo, Tomás sabiendo que no era el lugar oportuno, se colocó serio y le negó el sexo. Evidentemente Chloe quedó decepcionada y hasta molesta. 

No obstante, sus ojos volvieron a iluminarse de un gran destello, cuando él le susurró, que la trataría como una putita, siempre y cuando, se lo gane, aprobando con la mayor calificación el examen que tenía mañana. Su felicidad era tan grande que ni le importó, cómo él sabía que tenía examen al otro día. Tomás la esperó afuera del cubículo, ella al ir vistiéndose se percató que sus piernas estaban algo adormecida y que había dejado un pozo de sus jugos, tras correrse mientras recibía la descarga de leche por parte de su tío. El sabor de ese garrote aún no se iba de su boca. 

Al salir del probador, ve que su tío estaba comprando otras cosas, tal vez para disimular su tiempo que tardaron ese lugar. Después de terminar de comprar, ambos caminaron donde se encontraba el coche del hombre aparcado, apenas se subieron, Chloe, agarró de la corbata a su tío y lo apegó a ella, besándolo apasionadamente y gozando de esa lengua experta. –“Mañana me vas a coger bien duro, incluso si mi madre está en casa a esa hora”- expresó, con su característica sonrisa fanfarrona. 

–“Por mí no hay ningún problema, pero ya sabes qué debes hacer nena, para que te dé esa follada”- susurró mordiéndole los labios. Esa chica radiaba en felicidad, con esas notas musitada por su tío. Desde ese momento, no dejó de fantasear en las cosas que haría con él y ese gran paquete que tenía. Tomás hacía lo mismo, no obstante, imaginaba a sus tres sobrinas, rogando por una cogida, al mismo tiempo que paseaban sus lenguas por su miembro. 

A mitad de camino y con el semáforo en rojo, Tomás observó a Chloe, que continuaba en su onírico mundo. Seducido por esos labios de tonalidad rosa fascia, se allega a la joven y sin darle un previo aviso, engulle su lengua en ella. Esa melosa boquita, todavía estaba empapada con el amarguillo de su semen, la mezcla terminaba siendo un afrodisiaco para ambos, que no separaban sus bocas. Él embriagado por la lujuria, bajó una de sus manos hasta la entrepierna de la chica y con sus dedos la toqueteaba. 

El beso se prolongó tanto, que el semáforo ya había cambiado y los conductores detrás de ellos, tocaban sus claxon, para que avanzaran. Separándose de esa engatusadora lengua, Tomás retomó el trayecto, Chloe por su parte, fijó su mirada en el bulto que destacaba en el pantalón de su tío. Juguetona, pasó con sus uñas a raspar esa manguera que la había llenado la boca de ese líquido blanco y viscoso. –“Tío, ¿quieres que te la mame de nuevo?”- propuso, relamiéndose.   

–“Me encantaría, pero no voy más hacer excepciones. No va haber más mamadas, besos, ni acaricias, hasta mañana, cuando me muestre que aprobaste con la mejor nota”- sentenció el hombre con firmeza. Lo que quedaba de día, Chloe lo aprovechó en estudiar, hacía mucho que no estaba tan motivada y concentrada para un examen, la última vez, fue cuando su madre le permitió tatuarse por primera vez. Para aquello, también tuvo que destacar en los estudios. 

No era la única que estaba tan encaprichada con su tío, pues sus dos hermanitas, también lo estaban. Mar desde que tuvo esa charla nocturna con su tío, se sentía agobiada, por haber perdido un combate contra él. Lo peor es que no comprendía del porqué su corazón se aceleraba tanto al tenerlo cerca o cuando la miraba. Luna exasperada por no tener la atención de su tío, comenzaba a abrumarse, en sus pensamientos se decía a sí misma, que ese hombre la había embrujado, porque en solo tres días, no era posible que se sienta así por alguien.

Tomás como una de sus últimas actividades de la noche, fue a caminar junto a Camila. Él sin olvidar del problema de ella, le preguntó sin tapujos, si experimentó un ataque sexual, alguna vez en su vida. A lo que la joven le dijo que no, por lo menos ella no recordaba uno, Tomás sabía que ella decía la verdad, aunque no podía descartar eso como una de las posibilidades del origen de la fobia, porque era factible que haya borrado ese episodio de su cabeza, por lo amargo que le era. 

Si bien él no sería su terapeuta, ya que prefería que April o alguien que su misma esposa recomendara, se hiciera a cargo por tener más conocimiento en ese ámbito. Quería facilitarle el trabajo, para que se centren desde un inicio en donde debía indagar y qué tipos de terapia serían necesarias. Fue una caminata normal, una de las que no tenía hace tiempo, las que más recordaba eran las que había dado con April, pero en su memoria también había una con Isidora, la cual parecía ser especial.  

De regreso a casa, las cosas se tornarían nuevamente candente para el psicólogo, pues lo primero que sus ojos observaron al entrar, fue la apetitosa figura de Mar. La jovencita con dos coletas –una a cada lado-, se paseaba en el primer piso con solo su ropa interior. Aquella imagen dulce que transmitía con su sensual cuerpo, hacía que Tomás se perdiera en ella. El maduro no sabía qué pensar de su sobrina, si hacía aquello por inocencia o maldad pura. 

Camila ignorando que su hermano tenía sus ojos clavados en Mar y la desnudaba en cada parpadeo. Lo dejo solo, haciendo que la tentación se hiciera más grande. Tomás tragó saliva al ver cómo la muchacha se volteó por unos segundos y le regaló un vistazo de cerca de sus macizos glúteos. No podía desviar la mirada a otro lado, por más que quisiera, ya que el meneo de ese culito parecía hipnótico. Una sonrisa traviesa se le trazó a la joven en el rostro, pero que ocultó muy bien al girarse y mirar con inocencia a su tío. 

Tomás era consciente que esa chica no era para nada pura, sin embargo, esa tierna mirada y carita de incrédula, hacían que él dudara, al igual que el saber que era acosada, aunque esto último, no había podido corroborar. –“¿Tío me ayudas?”- expresó ella melosamente y con una mirada afable, mientras se tocaba los labios con su dedo índice. –“En… ¿En qué?”- balbuceó el maduro con la mandíbula temblando. A la muchacha le fue difícil no sonreír, pero resistió lo más que pudo. 

–“Me torcí el pie y no creo que pueda subir las escaleras, ¿me llevas a mi cuarto cargada?”- afirmó, apegando su pequeño cuerpo al de su tío y con su dedo delineaba en su pecho. Tomás sabía que aquello era una mentira, ella se había paseado todo ese rato con suma normalidad, no la vio coger o chillar de dolor en ningún momento. A pesar de saber que estaba cayendo en una artimaña, la sola idea de poder tocar esa sedosa piel y emborracharse con la dulce fragancia de esa chica, hizo que aceptada. 

Tenerla entre sus brazos, hizo que Tomás se diera cuenta que Mar era más ligera de lo que pensaba. Ella feliz porque le estaban cumpliendo su capricho, se acurrucaba y apegó su nariz al cuello del hombre. Con cada escalón que subía, el sudor era mayor, ver tan cerca ese voluptuoso y pequeño cuerpo, hacía que su corazón se aceleré más, al igual que sentir su aliento impregnándose en su piel. No sabía si iba a ser capaz de llegar a la habitación de ella, cuerdo y no intentar algo indebido. 

Mar comenzó a bisbisear, lo amable que era su tío, que nadie la había tratado de esa forma tan bondadosa y que se disculpaba por haber sido tan distante de él. Esas declaraciones debieron calmar al psicólogo y hacer que pensara con claridad, no obstante, ella había dicho todo aquello, mientras con su mano izquierda sobaba la verga del hombre. Al llegar al destino, Tomás no quería bajarla pero se vio obligado hacerlo. –“Gracias tío, eres el mejor”- aseveró, al estar frente de su cuarto, –“Te mereces un premio”- agregó rodeando el cuello de él con sus manos.     

Dado a la diferencia de porte, Mar se colocó en puntillas, para poder alcanzar la oreja de su tío, la cual mordió con suavidad. Tomás ya no resistió más y cuando esa chica dejó de morderlo, la besó. Lo hizo con tanta pasión que Mar se sorprendió, pero al mismo tiempo sus manos empujaban la cabeza del maduro hacía ella. Ninguno tenía miedo de que fueran atrapados, sin embargo, la muchacha al notar las manos del hombre magreando sus nalgas, hizo que lo empujara. 

Cambiando su semblante a uno avergonzado y atemorizado, abofetea a su tío, cerrando la puerta, antes de que este pudiera hablar. El psicólogo era consciente de su error, pero aun así, no dejaba de saborearse la boca. Ya en su cuarto, Tomás se desvistió y se colocó su pantalón de pijama, al pasar a sobar su tranca, esta instantáneamente reaccionó, pero no por sus sobrinas, sino al pensar en Adara.

Desde que le había escrito por primera vez, el contacto con ella había incrementado, se podría decir que se había hecho “amigos”. Aun cuando desconocía su verdadero nombre y rostro, hablaban de sus vidas, problemas y calenturas. Tomás le daba morbo y se cachondeaba mucho cada vez que le enviaba fotos de su polla empalmada, mientras hablaba con ella y miraba sus fotos o vídeos. Si bien esos días en la casa de su hermana, muy poco habían charlado, la obsesión de él por ella no había desaparecido, más al saber que vivía en esa ciudad.  

Acostado mira su celular, precisamente las fotos de esa morochita para luego pasar a la que le había enviado Chloe aquel lunes. –“Joder… Ya quiero que sea mañana, para tener a esta pendeja en mis brazos y hacerla mía”- murmuró, acariciando su empinada verga. Mientras tanto en el umbral de la puerta del dormitorio, una sombra se asomaba. –“T… Tío… Ya no lo soportó más”- escuchó, levantando su mirada y apreciando a través de la luz de la luna, un cuerpecito mozo que se aproximaba.    

Dejando su móvil de lado, él traga saliva, sin saber qué hacer al respeto, más cuando esa muchacha había subido a la cama y la distancia era mínima. Las manos de ella mimaron con suavidad esa tranca venosa, débil por la tentación que había estado soportando desde que llegó a esa casa, Tomás abrió la boca, al sentir la de ella cerca. Al día siguiente, el sol brillaba en la capital, pese a que el viento era escaso resultaba refrescante, más para Isidora que llevaba un vestido. 

La madre de Bruno, había ido donde su psiquiatra, desde que su hijo se había marchado no despertaba del letargo de la soledad. El dolor de tener que aceptar su derrota y el distanciamiento con su hijo ante la tajante decisión de Tomás, le era similar a beber un vaso con vidrio molido. Lo peor para ella es que no podía odiar al hombre, por más que se empeñaba, su corazón seguía latiendo por él, incluso más que por Bruno. Al ir llegando a su casa, ve como afuera de ella, un jovencito estaba parado. 

–“Vaya. Hasta que por fin llegas”- dijo el chaval, acercándose a la mujer, –“Be… Be… Be-Benjamín, ¿qué haces aquí?”- consultó perpleja. –“Sé que apenas nos conocemos hace una semana, pero ¿por qué no me dijiste que eras la mamá de Bruno?, si me viste hablar con él incluso”- interrogó el muchacho, que por primera vez observaba con otros ojos a esa madura desaliñada. 
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