El hombre que cambió mi vida

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Como siempre, podes escribirnos a dulces.placeres@live.com, te leemos



EL HOMBRE QUE CAMBIO MI VIDA



Mi vida sencillamente no era de lo mejor, casi llegando a mis treinta años me encontraba presa de un fiasco de matrimonio, Christian mi marido, vivía solo para él, poco le importaban mis problemas y yo solo sufría en silencio mis pesares.

Mi sexualidad distaba de lo que alguna vez había imaginado, mi marido era de esos tipos que solo le importaba su propio placer, nunca había experimentado un orgasmo y lo mejor de mi sexualidad pasaba por interminables masturbaciones en soledad.

Mis deseos de ser madre para el siempre estuvieron en segundo plano y todo lo que yo decía o pensaba parecía ser irrelevante, sus prioridades eran su trabajo, salir a comer asados con sus amigos y sentarse en el sillón a ver partidos de fútbol por tv.

Lo peor de la situación es que mi autoestima estaba tan baja que me culpaba a mí misma por lo que pasaba, llorando en silencio y odiándome a cada instante, es que honestamente nunca me consideré bonita, y suelo llamarme ‘gorda fea’, mis curvas están lejos de lo que nuestra cultura dicta como patrones de belleza aceptados, mi único consuelo es tener hermosos ojos verdes, pero fuera de eso, no entendía porque Christian seguía a mi lado, solamente por lástima alguien se podría atar a una mujer como yo.

Toda esa mierda de vida cambió sin imaginarlo, como una jugada maestra del destino, dados arrojados al azar…

Trabajaba en un pequeño negocio de alimentos balanceados para animales, ganaba dos míseros pesos y era otra parte de mi vida en la que también me sentía una fracasada.

Fue cuando me llamó una tía mía que no veía mucho, ella se estaba jubilando después de toda una vida de secretaria y el patrón le había mencionado si no tenía alguien para recomendar, fue cuando mi nombre se le vino de repente, Carla, su sobrina.

Se trataba de una modesta empresa textil de una veintena de viejos operarios, con máquinas anticuadas típicas de un país pobre, no era el paraíso soñado, pero al menos era la posibilidad de emprender algo nuevo y lo más importante, la paga inicial era el doble de lo que ganaba en la tienda de alimentos balanceados.

A pesar de ser la única mujer en el taller, sabía que debería esforzarme, ‘mi belleza’ nunca sería un arma para sumar puntos y pronto los muchachotes me llamarían como ‘la gorda’

Julio, el dueño, tenía su gran oficina junto a la mía, donde también había una sala de reuniones, él tenía unos sesenta años en ese entonces, un flaco espigado de cabellos nevados por la edad, de nariz flaca y puntiaguda y ojos claros y tramposos, esos ojos en los que una mujer no debe confiar, con voz dulzona y embriagadora, siempre con una sonrisa compradora y además, de vestir impecable, usando lociones importadas que impregnaban todo el ambiente.

Y cada día el me ayudaba, rodeaba una y otra vez mi escritorio, viendo que hacía, como lo hacía, enseñando sobre mis defectos, aplaudiendo mis virtudes y saben qué? jamás me habían interesado viejos sexagenarios, pero este tipo era diferente, empecé a sentirme llena en su presencia, sin tan solo Christian hubiera tenido un poquito de la caballerosidad de mi jefe, tan solo un poquito…

Las cosas no sucedieron de un día para el otro, los engranajes se fueron hermanando, las piezas del rompecabezas se fueron acomodando, ya había pasado poco más de un año cuando una tarde Julio me llamó a su oficina, él estaba sentado en el sillón detrás del escritorio como acostumbraba estar, me pidió que echara llave a la puerta y con sus dedos entrecruzados, mirándome fijamente sentenció en tono reflexivo

Carla, sos muy buena en lo tuyo, estoy muy orgulloso de tu trabajo, pero sabes que? para llegar mas lejos… pues hay que esmerarse mas… me explico?

A todo esto, al tiempo que hablaba, se había reclinado hacia atrás y había llevado una mano entre sus piernas para refregarse el sexo, de manera que yo viera lo que hacía. Normalmente hubiera armado un escándalo, pero no, no con Julio, esto era diferente, él no me acosaba, esto era algo que se daba naturalmente y yo estaba deseando hacía tiempo, el veterano me despertaba demasiada curiosidad, avancé a su lado, en silencio y me arrodillé entre sus pernas, lo miré fijamente a los ojos, solté la hebilla de su cinto, luego el botón del pantalón, bajé el cierre, lo puse cómodo y busque su verga bajo el calzoncillo, solo la tomé con vehemencia en mi mano y empecé a masturbarlo.

Era evidente que mi jefe deseaba que se la chupara, pero decidí ser mala por un rato, solo lo masturbé sin dejarlo de ver a los ojos y leía en sellos su ruego porque lo lamiera, y yo me moría en deseo de hacerlo, pero necesitaba hacerle creer que yo tenía el control del jugo.

Al fin fui por todo, su pene era pequeño, de un blanco llamativo y un glande rosa y circunciso, curvado levemente hacia arriba, me lo metí completo en la boca y empecé a chupárselo con ganas, jugando con mi boca y con mis manos, estaba sabrosa y la pasaba de un lado a otro intercambiando cada tanto alguna mirada de puta y viciosa, y en esos minutos me sentí viva, me sentí feliz, le encontré sentido a mi vida, estaba chupándole la verga porque yo lo quería, porque yo lo deseaba, pasando mi húmeda lengua una y otra vez por la base del glande, llenándolo de placer.

Estaba concentrada en mi trabajo, en mi felicidad, me sorprendió, lo confieso, de pronto el típico sabor a semen llenó mi boca, ese jugo de hombre, su pene se contrajo en varias ocasiones, rítmicamente, y me apresuré a sacar hasta la última gota hasta quedar satisfecha, hasta ver que su pija perdía rigidez rápidamente, no habría más por esa tarde, solo unas palabras de su parte que alimentaron la perversidad de la situación

Sos tan buena como tu tía, debe ser cuestión de genes…

No pregunté, pero me dejó entrever que mi tía y el habían sido amantes, no solo había sido una situación de jefe y empleada, como ahora sucedía conmigo.

Esa noche, en la cama con mi marido, pasaría algo raro, él quería tener sexo y yo le dije que no, estaba cansada de ser su muñeca y estar disponible para cuando él tuviera ganas, Christian se molestó con ‘la gorda’, pero tuve las agallas para mandarlo al demonio.

Sin imaginarlo, el viejo Julio se transformaría en mi amante, en mi amo, el dueño de mis locuras, el que me haría mujer en el más amplio sentido de la palabra.

Días después me llamó nuevamente a su oficina, me tenía un regalo, me entregó una pequeña tanga blanca, casi hilo dental, quería que yo la usara a diario para él, y yo me largue a reir a carcajadas, mi cuerpo no era para esas cosas, esas tangas eran para doncellas de cabaret y yo me vería como una vaca con tanga, Julio se molestó conmigo, me tomó con fuerzas por las manos y me dijo más como padre que como amante, ya no quería sentirme hablar en forma despectiva de mí misma, que la belleza iba más allá de lo físico, y que no permitiría que volviera a faltarme el respeto a mí misma.

Baje la cabeza, más por no contradecir que por convicción, no quería ofuscarlo, además me pidió que en adelante depilara mi sexo, que le encantaban las conchitas depiladas.

Le hice caso, era una locura, pero le hice caso, me depilé para él, y saben lo gracioso? Esa noche mi marido lo notó, preguntó el motivo, porque me había depilado, y mi silencio fue la mejor respuesta, Christian por primera vez desde que nos habíamos conocido me daría sexo oral. Lo curioso es que yo estaba cambiando, algo que había deseado en tanto tiempo, ahora solo lo dejé hacer, como un pasatiempo, en mi cabeza rondaba el rostro de mi jefe y no había lugar para otros.

Esa mañana me aseguré un espacio en su agenda de cada día, fui a su oficina, esa vez fui yo quien echó llave a la puerta, sentía la pequeña tanga embebida en jugos, como hacía tiempo no mojaba mi ropa interior, dejé caer mis prendas sin pudor y quise que él me mirara con la tanga blanca perdida entre mis carnes, me sentí bonita para él, y él esbozó esa sonrisa perversa y peligrosa, con el dedo índice me indicó que me acercara a su lado, corrió las cosas que estaban sobre su escritorio a un lado y me hizo reposar las nalgas sobre él, me empujó levemente hacia atrás y me entregué por completo…

Apoyé cada pie en el apoyabrazos de su silla, en posición ginecológica, y dejé que el viejo enterrara su cabeza entre mis piernas, su lengua pronto hizo maravillas en mi sexo, en mis labios, en mi pubis, en mi clítoris y hasta en mi ano, no tardé en perderme y sentir que me derretía, perdí la cordura, solo veía sus blancos cabellos, y lo acaricié con fuerza, apretándolo más y más contra mi conchita, me tenía al borde del abismo, sentía mi orgasmo explotar en cualquier momento y el jugó un as que tenía en la manga, en el momento justo me enterró como una daga caliente sus dedos en mi conchita, me rasgó con premura, me contraje inconexa, exploté en su boca…

Aun jadeando, mientras recuperaba el control, empecé a reírme, es que la imagen de mi jefe distaba de la perfección que solía guardar, sus cabellos estaban todos desparramados, su boca embebida en mis jugos, su ropa desalineada, era tiempo de revancha, desnudé decidida mis tetas, el las tomó entre sus manos, pero ahora era mi turno, fui por su verga, me puse cómoda y la envolví entre mis pechos.

O bien su pija era pequeña o bien mis tetas eran demasiado grandes, pero a decir verdad su sexo naufragó entre mis bubis, solo lo apretuje con mis manos y empecé a masturbarlo con ellas, tan rico, tan sexi, fue el momento de Julio de perder la cordura, y me daba tanto placer ver sus facciones, su verga se sentía frágil entre mis pechos, y yo me sentía la dueña del mundo, no paré, no pensaba parar, en poco tiempo el líquido viscoso y tibio pareció lubricar nuestras pieles, había conseguido el objetivo, no me molestó quedar toda enchastrada por el semen del viejo, es más, mientras el se retiraba a reposar hacia atrás, solo se quedó observando como yo lamía con delicadeza lo que había quedado sobre mis pechos…

Y esos juegos siguieron, y mientras mejor congeniaba con Julio, mas me distanciaba de Christian, con mi esposo éramos extraños compartiendo una casa, casi no había diálogo, y en los pocos minutos que compartíamos el se la pasaba con su celular, chateando con sus tontas amantes, yo ya lo había adivinado, poco me importaba.


El hombre que cambió mi vida


Aún recuerdo la primera vez que me cogió, jamás lo olvidaré, como hacerlo…

Los juegos de la tanga, depilaciones y sexo oral no pasaban de eso, y esa mañana las cosas cambiarían, Julio llegó con retraso, estaba molesto, muy molesto, había discutido con su esposa y me tomó como a su psicóloga, me llamó a la oficina, me sentó frente a su escritorio y empezó a relatar como descargándose de la carga emocional que traía, yo solo me limité a escuchar sin decir palabra, no estaba en posición de opinar, aunque ciertamente podía ver que no compartía todo lo que decía.

Julio se ahogaba en palabras, como un torbellino largaba una tras otra sin esperar respuesta, casi sin esperar, en eso sonó su celular, su esposa lo llamaba, se levantó como si su asiento tuviera un resorte, fui espectadora involuntaria de una nueva discusión, a los gritos, el deambulaba en la oficina, de lado a lado, solo concentrado en esa charla que mantenía, sin importarle que yo estuviera presente, yo solo tragaba saliva, y era como una caldera a punto de explotar, entre insultos y más insultos estrelló el móvil contra la pared dando por terminada la discusión, el celular voló en pedazos por el impacto, mi jefe estaba desencajado, jamás lo había visto así, el me miró fijamente como recordando que yo estaba ahí, solo lo miré y dije tímidamente

Julio… usted es mi jefe, usted es mi amo… si quiere puede desquitarse conmigo…

Yo no sé por qué diablos dije lo que dije, solo siempre había fantaseado con un amo sádico, perverso, con alguien que me hiciera lo que quisiera, alguien que me hiciera su puta e imaginé que Julio encuadraba en ese personaje que había armado en mi mente.

El me tomó por el brazo, con fuerza, me hizo parar a su lado, en forma grosera me hizo girar sobre mi eje, quedé dándole la espalda, sentí su mano en mi espalda y me empujó hacia delante, mi pecho cayó pesadamente sobre el escritorio, con mis piernas apoyadas en el mismo, mi enorme culo quedó apuntándolo directamente, entonces levantó mi pollera dejando mis blancas carnes desnudas, la pequeña tanga no duraría mucho, me la arrancó de un tirón, y recibí una nalgada fuerte y sorda que me arrancó un gemido, y otra y otra más fuerte, la fuerza de los golpes que me impartía el viejo me hacía arder la piel, me hacía gemir y me encantaba lo que sucedía, era tan sexi, era mi más marcada fantasía, tomó una regla que descansaba sobre el escritorio y me empezó a nalguear con más fuerza todavía, me sentía desfallecer y los gemidos pasaron a quejidos de dolor, un dolor tan fuerte que me hacía brotar las lágrimas, pero también me hacían mojar toda, me moría en deseo.

Su verga me penetró de golpe, sin avisarme, profundo, sus manos aferraron mis glúteos y solo empujó y empujó, me tomé de los bordes del escritorio cuyas patas crujían en los movimientos y amenazaba con ceder en cualquier momento.

Julio no tardaría en venirse, en llenarme mi rajita de leche caliente, sentí que su orgasmo solo buscaba desahogar la furia contenida, era el fin de la tempestad, y así fue, se retiró agitado y fue sobre su sillón, la calma que seguía a la tempestad no dijo nada, no dije nada.

Comprobaría varias cosas, que el semen tibio chorreaba entre mis piernas y ya no tenía ropa interior, que no podría sentarme por el dolor de mis nalgas, y que esa molestia me acompañaría varios días, y que había tenido una de las mejores experiencias sexuales de mi vida.

También comprobaría realidades puertas adentro de mi hogar, Christian y yo nos habíamos convertido en perfectos extraños, el jamás notó las marcas en mis nalgas, y de haberlo notado dudo que le hubiera importado, yo también había cambiado, había aprendido a aceptarme a mí misma como era, sin mirar que opinara el mundo de mí, ya no regalaría lágrimas a nadie, ni a mi marido, ni a ningún hombre. Julio mi jefe, se había transformado en mi amo, yo hacía lo que él quería, cuando él quería, los castigos y dolores físicos que me infligía me daban tanto o más placer que el sexo en sí, me hice su puta, me hizo coger por quien quiso, y el solo disfrutaba mirando, me redescubrí a mí misma, su placer era mi placer…

Luego de tres años mi vida había pasado del infierno al paraíso, me había divorciado y era yo quien dominaba al mundo, pero ese paraíso no duraría demasiado tiempo, Julio sufría de depresión, el luchaba con sus propios demonios, como dije antes, la empresa se había quedado en el tiempo y no tenía larga vida en un mundo tan competitivo, mi amo vivía agobiado por problemas, yo nunca lo había notado, fui tan ingenua, el siempre me regalaba una tierna sonrisa.

Por eso cuando esa mañana cuando me enteré por los medios que se había suicidado sentí morirme, mi corazón se detuvo en ese momento, la morbosidad de la prensa amarilla se desesperaba por tener la primicia, Julio se había arrojado al vacío desde el piso catorce donde vivía y con el se había llevado todos sus fantasmas.

La ceremonia fue corta, triste y gris, en el velorio me crucé con su esposa, ella jamás imaginó que éramos amantes, para ella yo solo era su fiel secretaria, también me crucé con otra mujer que trataba de contener el llanto, una mujer que lo había amado en silencio, mi tía.

Nos miramos, nos abrazamos y sin decir palabra comprendimos que ambas sentíamos demasiado por ese hombre…

Solo seguí con mi vida, una nueva vida, sin ser el felpudo de nadie…

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