Tía y sobrino, feriado de semana santa en el pueblo

Mi nombre es Eli y tengo 45 años. Mido unos 1,78 cm y peso alrededor de unos casi 70 kg más o menos. Piel blanca y fui rubia desde que salí de mi madre. Esto para que me conozcan, claro.
Siempre fui solitaria; he tenido muchos romances y algunas que otras aventuras pero ninguna fue tan duradera como para plantearme con seriedad el ser concubina, eso no era para mi. Obvio que como mujer una tiene necesidades, tanto sexuales como de cariño, pero siempre me las arreglaba para no quedar ligada a nadie y así me manejé hasta el día de hoy.
Mi hermana Eva acababa de llamarme, con la voz algo preocupada. El motivo era su hijo, Juani, de 19 años. Al parecer mi sobrino no era lo que mi hermana esperaba, por lo menos ya con esa edad, al no tener trabajo ni las ganas para seguir estudiando.
Mi hermana junto con su marido y el hijo que procrearon vivían en la ciudad. En la "gran ciudad", así le decíamos nosotros los habitantes de un pueblito a unos 40 km de distancia. Ambas crecimos aquí y fuimos criadas por nuestras padres, pero mi hermana primerió a un comerciante que visitaba una vez el pueblo, enamorándose y allí partió para la ciudad.
Nos veíamos para las festividades, incluso algunas veces ni para eso. Las visitas se redujeron por distintos motivos/excusas. Ahora ya hacia casi 10 meses que no nos veíamos y teníamos poco contacto. Por eso cuando me pidió por favor que le diese alojamiento a mi sobrino me sorprendió, pero claro que acepté.
> Hola tia - me saluda Juani cabizbajo, con pocas ganas de estar acá.
< Hola mi cielo, cuanto hacia que no nos veíamos, mirá lo grande que estas - le decía yo
Entre besos y abrazos, nos despedimos del remisero que lo trajo desde la ciudad y nos adentramos en la casa. Donde vivo es una casa humilde, muy de pueblo, pero con mucho amor. Casa familiar común; dos habitaciones, un baño, cocina-comedor, living y un patio que prácticamente funciona como hectárea, al tener una mini granja de la cual obtenía casi mi alimentación entera. Esta era mi vida y por eso seguía viviendo acá.
> Así acá creció mi mamá, no tía? - Me pregunta mi sobrino intrigado
< Así es, ambas crecimos, es la casa de tus abuelos, que en paz descansen - suspiro
El resto del día transcurrió normal; hice los quehaceres de la casa, salí a regar un poco las plantas y alimentar un par de gallinas que tenia. Mi sobrino durmió la mayor parte del tiempo así que antes de que se vaya el sol propuse salir a dar un paseo por el pueblo, para que conozca y que saliera un poco a tomar aire. El accedió con poca voluntad pero en fin, así eran los adolescentes.
Caminamos un rato, charlando de todo un poco, a que me dedicaba yo, el contaba sobre los trabajos de sus padres y el poco tiempo que le dedicaban, sus amigos y las fiestas. Nos estábamos conociendo. El sabía poco de mi y yo de él.
> Tía, justo me mandó mi mamá, dice que quiere verte a ver como estas
< Bueno, y que venga a visitarme decile
> Dice que ya va a venir pronto, pero quiere verte ahora
< Ahora? Y bueno pasale una foto a ver pará que me acomodo un poco, así está bien? - y modelo un poco para que me retratara
> Mirá para el sol, así le muestro el paisaje donde estamos que le gusta el atardecer y todo eso
< Entonces me doy vuelta? Pero enfocá al sol, mucho a mi no, eh?
> Sisi, está genial tía, estas buenísima
< Perdón? - sorprendida le pregunto
> Este, eeee perdón tía, no, la foto quise decir, quedó buenísima claro, ahí se la envié y te manda cariños dice mi mamá
Solo lo miré con desconfianza y pegamos la vuelta. Necesitaba una ducha para sacarme la transpiración de la caminata pero Juani se me adelantó. "Perdón tía, quiero ir al baño" y pasó corriendo hacia allá. Yo me lo quedé mirando. Pasaron unos minutos y empecé a escuchar un murmureo. Di la vuelta, fui a donde estaba el lavadero del cual daba al ventiluz del baño. Puse un banquito de madera despacio, me ergui lentamente y con la mayor precaución del mundo pegué mis ojos al vidrio. Mi sobrino se estaba cascandola. O como en mis tiempos se decía, "dándose una puñeta".
El pito de Juani si que era algo que me sorprendió, más para su edad. Tenía el glande bien rosado, los huevos lisos sin pelos y un tronco que fácilmente andaría por los 17/18 cm sin dudas. Era una buena herramienta y yo estaba quedando embobada. La última verga que había visto fue hace 2 meses y medio, era la del muchacho que venía a arreglarme la televisión cada vez que la tormenta jodiera todo el cablerio. Cosas de pueblo. Bueno, en fin, en una de esas que necesitaba que reconectara los cables, una cosa llevó a la otra y el muy galán de unos 20 y largos me dejó plenamente satisfecha. Si que había sido un buen revolcon y me había dejado muy cogida. Por unos días me dolía el culo al sentarme de tanto franeleo que me había dado. Después de el hasta hoy solo mis dedos y un viejo consolador habían entrado por mis agujeros.
Juani seguía masturbandose viendo el celular, cuando para mi sorpresa se gira un poco y puedo notar que el motivo de esa paja era la foto que me había sacado a mi de espaldas. Y en esa foto ni se veía el supuesto sol ni atardecer que quería pasarle a mi hermana, era una foto mía y con mi culo como figura estelar. El muy sotreta se estaba masturbando viendo mi culo en una foto. Mi sobrino. El hijo de mi hermana. No lo podía creer. Seguí mirándolo hasta que acabó; las gotas de leche algunas salieron salpicadas hacia la pared y se quedó recobrando el aire, abrió la ducha y se quedó bajo el agua un rato. Yo me fui de mi ubicación.
"Juaniiii, estas en el baño todavia" gritaba desde la cocina. "No tía, me estoy cambiando en mi pieza" sonaba desde el otro lado de la casa. Entré al baño y lo primero que vi fue que el atrevido se había olvidado el celular. Para mi suerte, no tenía el bloqueo de pantalla activado, así que ni bien puse el dedo se abrió la imagen con la que se estaba masturbando y era yo. Mi culo, o lo que me quedaba de él, fue suficiente para que el jovencito se diera placer y eso despertó algo en mí. Hacía rato no me sentía deseada así de esa manera. Abrí la ducha pensando en la situación, el agua caliente me relajó demasiado.
Tía y sobrino, feriado de semana santa en el pueblo
Pensando en que acción seria la siguiente en acontecer, sin perder mucho más tiempo con temor a arrepentirme, le dejé la tanga negra que traía puesta. No sé porqué lo hice, pero lo hice. Salí temerosa lo más rápido que pude, dejando la trampa puesta y esperé.
Voyeur
< Juaniiii, te dejaste tu celular en el baño - le grité desde lo lejos como para que viera que tenia la pista libre
> Gracias tía, ahora lo busco - respondió
Volví al escondite secreto en el lavadero. Mi sobrino abrió la puerta, vio el celular y miró de vuelta unos segundos la foto de mi culo, al ya irse notó que mis prendas íntimas estaba sobre el suelo y ahí fue cuando el ratón vio el queso. Se acercó y levantó mi tanga, se la llevó a su nariz, oliendola e impregnandose de su aroma, de mi aroma, su tía. No dudó en bajarse el jogging y volver a masturbarse. Yo estaba inmersa en el morbo que producía la situación. No me conocía.
Mi concha me llamaba, ella sabia cuando algo la calentaba. Me saqué toda la ropa, estaba enferma de placer, necesitaba arrancarme la ropa si fuera posible. Me quedé en bolas literal. Solo una pared nos separaba a mi sobrino y a mi. Que tía puta que tenia, pobre Juani. Era puta. No podía negarlo. Lo había espiado pajeandose. Lo provoqué dejándole mi tanga usada. Ahora me pajeaba junto con el viendo todo eso. Era muy puta y lo disfrutaba.
El abrió la foto en su celular y lo apoyó sobre el armario, con una mano olía el aroma de mi concha que tenía la tanga y con la otra se pajeaba a un ritmo acelerado. Estaba de espaldas hacia el ventiluz donde yo lo veía, por suerte. Yo estaba desnuda total, sobre un banquito de madera y abierta de patas. Bajé un segundo del banco, traje la escoba, un poco de detergente que había en el lavadero y me la metí en el culo, así era de loca cuando me calentaba. Necesitaba llenar mis agujeros y lo primero que encontraba ahí iban a parar. Cuando no era un palo de escoba era un desodorante, o un cubierto, o una botella, o lo que tuviera forma de entrar y darme placer.
Con el palo metido en mi culo, volví a pararme sobre el banco y mi sobrino estaba en el último tramo de su paja. Ambos estábamos llegando a acabar, me apreté fuerte el clitoris mientras que con la otra mano me empujaba aún más adentro la escoba, la metía y sacaba y mi culo ya estaba amoldado sin problemas. Los dos acabamos a la vez, solo separados por la pared pero con el placer mutuo de pensar el uno en el otro. Todo el tiempo guardé los gritos ahogados que necesitaba soltar pero por temor no lo hice. Mis piernas dejaron de temblar y terminé rendida. El "flop" que desprendió la escoba al salir de mi culo hizo que no fuese nada comparado con el ruido al caer al piso. La escoba me había delatado, miro por el ventiluz para ver si lo había escuchado y ambos nos miramos fijamente. El me había visto, me había descubierto viéndolo masturbarse y yo sabía que mi misión había fracasado. Ahora que sería lo que vendría...

1 comentario - Tía y sobrino, feriado de semana santa en el pueblo

Elpuma30 +2
Buen relato espero continúe