Marido cornudo

Cuando me case con mis esposo pensé que iba hacer como cuando éramos novios , pero lo contrario era todo diferente a lo que era solo me mostraba como trofeo .y además Estaba bien que mi esposo fuera el dueño, de la finca, pero desde mi punto de vista, eso no le daba permiso de faltarle el respeto al pobre peón.
Por lo que traté de razonar con mi esposo, pero era algo completamente inútil, hasta el punto de que me di por vencida, pero entonces cambié mi manera de actuar, así que, en lugar de tratar de convencer a él, pensé que me sería mucho más fácil el orientar al viejo peon, para que no se dejase pisotear por mi esposo.
Así que en la primera ocasión que se me presentó, comencé a decirle, lo mucho que él como persona valía, y que no era justo, que mi esposo por ser el dueño, le faltase el respeto.
A todas estas, cada vez que yo lo abordaba para hablarle, dejaba lo que estuviera haciendo, me ponía mucha atención, pero luego seguía actuando como de costumbre, lo que también me molestaba, y bastante.
Un día le pregunté al peón que haría si mi marido, le decía o le ordenaba que le trajera a su mujer para acostarse con ella.
Él se murió de la risa, y me dijo, que eso era imposible, no porque mi esposo no se le pudiera ocurrir tal cosa, sino porque él no tenía mujer.
Yo para tratar de convencerlo, le dije. “Imagínate que yo soy tu mujer, y viene el patrón a decirte que me lleves a su casa para acostarse conmigo.”
Nuevamente la idea que yo le planteaba le hizo mucha gracia al viejo, y cuando le pregunté de que se reía, me dijo. “Si usted fuera mi mujer, de seguro sería usted la que no quisiera acostarse con el patrón.”
Yo me quedé como bruta, al no entender que era lo que él me quiso decir con eso, por lo que se lo pregunté directamente, el algo avergonzado, me dijo. “Hay señora es que, si usted fuera mi mujer, y se acostase conmigo, quizás yo exagere un poco, pero de seguro, que voluntariamente no se acostaría con ningún otro hombre.”
En esos momentos, me le quedé viendo, y pensando para mis adentros. “Ahora sí, resulta que el viejo no es para nada modesto, y para colmo, como que se cree el hombre mejor dotado del mundo.”
Él simplemente me dio la espalda y siguió trabajando, cuando yo algo indignada, y tratando inútilmente de hacerlo reaccionar le dije. “Mire, es muy feo ser una persona arrogante, vanidosa, y sobre todo con falta de modestia.”
Yo iba a seguir diciéndole un sinfín de cosas más, cuando él me interrumpió diciéndome. “Señora lo mío no es falta de modestia, ni nada de esas cosas que me dijo, tan feas de mí. Lo mío es de verdad, y usted perdone que se lo diga así, pero si usted se llegase acostar conmigo, lo pensaría mucho para volverse acostar con su esposo.”
Y tras decir eso recogió sus herramientas de labranza, y se encaminó rumbo al almacén donde dormía.
Por el resto de la semana sus palabras retumbaban en mi mente, y lo único que yo atinaba a pensar, que se habrá creído el pedazo de peón ese.
Justo esa semana mi esposo debió a salir a buscar un ganado al otro lado del país, por lo que salió de casa por varios días, llevándose a casi todos los peones, para que lo ayudasen en la faena, menos al viejo.
Yo en parte estaba indignada por su respuesta, pero a la vez muy llena de curiosidad, así que después de asegurarme que no corría ningún riesgo, esa misma noche, me puse un pequeño pantalón y una ajustada camiseta, y tras darme un fuerte trago de ron me dirigí al almacén donde dormía el viejo peón.
Lo fui a buscar con la excusa de que me prestase un encendedor o unos fósforos para encender un cigarrillo.
Apenas llegué a su puerta, me di cuenta de inmediato que lo había impresionado, por la manera en que sus ojos parecían salirse de sus orbitas.
Después de encender el cigarrillo, le dije. “La verdadera razón de mi presencia es seguir charlando sobre lo que ya le había dicho.”
Fue cuando él me interrumpió y me dijo. “Señora usted se llegó hasta aquí, solo para comprobar que si lo que yo le digo es cierto.
Lo cierto era que él había descubierto mi juego, y me sentí algo avergonzada, y muy molesta por eso, pero antes de que yo le respondiera, me continuó diciendo. “Todavía está a tiempo de echarse pa tras, y regresar a su casa. Pero si quiere verdaderamente comprobar que lo que yo le digo es cierto, quítese la ropa.”
La manera tan autoritaria en que me habló fue como si yo hubiera recibido una orden suya, diciéndome, desnúdate.
Yo sencillamente dejé caer mi ropa, y al quedar completamente desnuda ante el peón, él se levantó de la silla donde se encontraba sentado, me tomó de la mano, y me condujo hasta el pajar.
Fue cuando me tomó entre sus fuertes brazos, y apretándose contra su cuerpo comenzó a besarme toda, lo cierto es que mi esposo hacía años que no me besaba de esa forma o manera, con tanta energía.
Cuando sentí sus labios sobre los mío, y su lengua penetrando mi boca, supe que ya no podía echarme para atrás, casi de inmediato sus manos siguieron acariciando todo mi cuerpo, haciendo que cada fibra saltara excitada por lo que me estaba sucediendo.
No podía creer que el humilde peón, al que yo pensaba proteger de mi marido estuviera a punto de convertirme es su mujer, por lo menos en esos momentos.
Yo me abandoné entre sus brazos, ambos caímos sobre el pajar que había en el almacén, en la que él siguió besándome y acariciando mi cuerpo por todas partes.
Su boca la sentí por mi nuca, mi cuello, mis orejas, mis senos, y hasta por mis muslos, a cada beso que me daba, a cada apretón de sus manos, ya no yo, sino mi cuerpo respondía con un placentero, y profundo gemido.
Él continuó explorando con sus manos, y boca toda mi piel, arrancándome inexplicables gemidos de placer, al entrar en contacto con partes de mi propio cuerpo, que yo desconocía que fueran a reaccionar de esa manera.
Era toda una locura, la que yo estaba llevando a cabo con él, y aunque pensé en cierto momento pedirle que se detuviera, esas palabras se negaron a salir de mi boca.
Era tanta y tanta la felicidad que me estaba provocando, que al parecer mi propio cuerpo se negaba a obedecerme.
Lenta y suavemente fui sintiendo como su boca, fue bajando hasta que se posó sobre mi depilado coño, y si hasta esos momentos yo había perdido mi fuerza de voluntad, cuando comencé a sentir sus labios, chupando como nunca nadie lo había hecho mi clítoris, y los labios de mi vulva.
Desistí por completo en tan solo pensar en que se detuviera, a medida que continuó pasando su sabrosa lengua por entre mis muslos, y chupando con su boca todos los espacios de mi vagina, comencé a desear como loca, que me hiciera suya lo más pronto posible.
Mi esposo en su vida no me había ni tan siquiera querido besar mi coño, aunque siempre me ha exigido que le mame su verga, cosa que yo sin importar el estado de ánimo en que yo me encuentre, terminaba por hacer, aun en contra de mi voluntad.
Pero a medida que él continuó dándome placer, yo disfruté de un sin número de múltiples orgasmos, como nunca antes los había disfrutado.
Luego de manera tierna, separó mis piernas, y fue cuando al verlo completamente desnudo observé su largo, grueso, y venoso miembro, que de inmediato, aunque sin quererlo hacer, lo comparé con el de mi marido, y fue como tratar de comparar el dedo meñique, contra el dedo medio, siendo representado mi marido por el meñique por supuesto.
A medida que fui sintiendo como el viejo me fue penetrando, ya no eran gemido, sino gritos de placer los que salían de mis labios, cuando no era silenciados por su boca, y su lengua.
Por un largo rato sentí el viril miembro de aquel humilde, y sencillo peón, como me producía una de las más grandes satisfacciones de mi vida.
Así estuvimos por un largo rato, yo nuevamente había disfrutado de otro sin número de orgasmos, mientras que él continuaba enterrando toda su sabrosa verga dentro de todo mi coño.
Cuando sus fuertes brazos comenzaron a apretar con más fuerza, supe que se estaba viniendo dentro de mí, y quizás después de otro buen rato, finalmente nos separamos.
Estoy completamente agotada, pero extremadamente satisfecha, feliz, como nunca antes me había sentido.
Después de otro buen rato, finalmente me pude poner de pie, y comencé a caminar luego de recoger mi ropa, tal y como me encontraba.
Fue cuando él se incorporó y me dijo. “Ahora que veo tus hermosas nalgas, sabes me han provocado comérselas. Así que regresa, que aún no hemos terminado.”
Yo no lo podía creer, no tan solo que me hablase de esa manera tan arrogante, sino que yo no me detuviera a discutir con él, ya que apenas me lo dijo, regresé. Y no es que mi esposo, nunca me haya dado por el culo, es más eso como que le encanta, pero de la manera en que el viejo peón me lo hizo, jamás ni nunca mi pobre esposo, le llegará ni por los tobillos.
Ya que al tiempo en que me penetró suavemente por mi apretado esfínter, después de habérmelo lamido un buen rato, Eliodoro al mismo tiempo que me lo enterró por el culo, con una de sus fuertes manos, agarró mi coño, apretando de forma y manera tal, que hizo que dentro de mí estallaron todos los placeres.
Bueno tal y como me lo dijo, el volver a meterme a la cama con mi marido, la verdad es que me pareció una pérdida de tiempo.
No me separé de mi esposo, porque él es quien paga las cuentas, y me da el dinero suficiente, para que mi amante y yo vivamos cómoda y felizmente .y embarazadísima del peón pero bueno ambos sabemos quién será su padre de él y lo que puedan venir

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