Cacería y Perversión Vol.2

—Shhhh no hagas ruido y podrás conservar tu vida... —Mary temblaba con descontrol, era incapaz de apartar la vista sobre aquel fresco cadáver que hacía segundos tenía su miembro dentro de ella. Su corazón latía tan rápido que estaba casi segura que pronto caería desmayada.

El silencio fue tomando partido en la situación lo que lentamente hizo al captor soltar la mano de los labios manchados de semen de Mary. —Esta bien, no voy a hacerte daño. Vete de aquí este no es un lugar seguro. —Esa fue la primera vez que la chica pelirroja escuchó la voz de su captor, era tan acogedora y fuerte que por un segundo olvidó lo que estaba pasando. —¡Ahí está! —Gritó el hombre de repente soltando a Mary y marchándose hecho una furia al divisar una figura envuelta en la oscuridad de la noche. Por su parte, Mary cayó de culo al suelo lista para a llorar luego de asimilar todo lo que acaba de presenciar: acababa de ser testigo de un asesinato y sí alguien llegaba a verla en ese lugar junto al fresco cadáver sería inculpada. Después de todo, ¿Qué abogado defendería a una prostituta? Con toda la sangre fría que puso juntar, se acercó a gatas hasta el cuerpo; sus nalgas aún chorreaban el semen de su cliente y el pene de este extrañamente aún se encontraba duro. Mary no le tomó más importancia a esto y solo tomó la billetera del hombre dispuesta a marcharse y olvidar esa noche con la mala fortuna de que su gabardina marrón que era su única prenda además del babydoll se encontraba atorada debajo del cadáver. —Y ahora que hago?

Con pasos silenciosos y discretos, la jóven prostituta caminaba entre los callejones de Londres donde las luces de la ciudad eran incapaces de llegar. Por su falta de fuerza al no poder mover el cuerpo de su cliente, tuvo que regresar a casa usando solo la lencería amarilla gastada y llena de agujeros. El frío entraba por las zonas prohibidas de su cuerpo incluso sacudiendo un poco el escaso vello que su sexo escondía solo podía seguir avanzando mientras se cuidaba de no ser vista aunque en una ciudad tan grande y a ese hora fue imposible no toparse con uno que otro sujeto alcoholizado que se acercaba a la prostituta intentando contratarla y ante la negativa de esta entonces solo era manoseada con brusquedad hasta que conseguía escapar. Ya no podía avanzar más, en uno de sus varios escapes de los abusadores de la ciudad corriendo por las empedradas calles su tacón se rompió haciéndole caer y rasgando aún más su erótica ropa. Ahora se encontraba sucia y todavía con la vagina chorreante de semen. No sabía que hacer para combatir el frío pues si no hacía algo era seguro que pescaria una hipotermia y así una bizarra idea la acogió.

Mary, la prostituta rojiza como sus amigas la llamaba, reposó sus nalgas sobre un viejo banquillo subiendo las piernas y empezando a masturbarse para subir el calor de su cuerpo en un intento de calentarse. Tres de sus dedos entraban tan profundo dentro de su húmeda y sucia vagina que tenía que apretar con fuerza la boca para no gemir demasiado fuerte. Dichos dedos salían de su sexo bañados en sus propios fluidos sexuales y en el semen que aún quedaban dentro de ella. El frío estaba desapareciendo pero hacia falta más así que cambió de posición para volver a introducir ahora cuatro dedos en su floja vagina cada vez más rápido mientras con su otra mano jugueteaba con sus tetas y pellizcando sus ahora durísimos pezones. —Ahhh debo apresurarme y terminar, si alguien me descubre así estaré en problemas... Ahhhhh que rico.

En medio de su auto placer, un sonido de golpes y pelea interrumpió su actuar haciéndola entrar en pánico y terminar de golpe su sesión para caminar a gatas hasta el callejón opuesto y mirar. Y entonces lo vió, el captor de guantes blancos batallaba con una misteriosa figura negra o más bien estaba siendo analizado por este pues "guante blanco" cayó derrotado a suelo a la espera de que la figura misteriosa tomara su vida con una navaja que escurría sangre fresca.

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