Aislado Entre Mujeres [53].

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Aislado Entre Mujeres [53].



Capítulo 53.

La Jugada de Nahuel.

Los últimos dos días la situación en mi casa estuvo tensa… pero ya estamos acostumbrados a vivir con tensión. Tuvimos que hacer una tregua para que Ayelén pudiera poner un pie fuera del cuarto de mi madre. Fijamos un horario en el que ella podía salir a comer algo o incluso a tomar sol al patio. En el instante en que mi prima salía del cuarto, todas mis hermanas se refugiaban en sus dormitorios, Brenda y Alicia se les unían. Las únicas personas con las que Ayelén podía socializar eran su mamá, la abuela Fernanda y yo. 
A ver… que yo también tenía ganas de matarla; pero me aguanté e hice el papel del nieto bueno frente a mi abuela. Incluso la hice reír contándole algunas anécdotas divertidas de mi vida. 
Me reclamó varias veces que nunca fuera a visitarla y que le hubiera gustado pasar más tiempo conmigo. Le prometí que en el futuro le prestaría más atención.
Por suerte Cristela se encargó de que no se hablara del tema que nos tenía consternados a todos. La abuela hizo un par de comentarios como “Alicia nunca mencionó que tuviera problemas económicos” o “Hacer una cosa así… teniendo hijas…”. Sin embargo en cada una de estas ocasiones Cristela desvió el tema de conversación en cuestión de segundos.  
Durante unas de estas salidas de Ayelén a tomar sol en el patio, mi abuela aprovechó para darse una ducha en el baño del cuarto de mi madre, y yo no podía dejar pasar esa insuperable oportunidad. 
Sin siquiera avisarle, me metí al baño unos minutos después que ella. 
―Nahuel! ¿Qué hacés acá? ―Preguntó mi abuela. Intentó cubrir su desnudez con las manos pero no le fue posible. 
Debo reconocer que su piel se mantiene mucho más tersa y suave de lo que había imaginado. Apenas puedo notar unas sutiles diferencias con el cuerpo de mi madre… o el de la tía Cristela. Las tres parecen haber salido del mismo molde: Tetas exhuberantes, cinturas estrechas, y caderas anchas.
―Dijiste que podía usar este baño…
―Pero… ahora estoy yo. 
―No importa, a mí no me molesta bañarme con otra persona.  
Me desnudé con total naturalidad. Me acostumbré tanto a que me vean desnudo que sinceramente no me molesta que mi abuela me vea así. Además… me vio cogiendo con Brenda… y con Tefi, aunque esta segunda parte no la sabe.   
―No me parece apropiado…
―Abuela, me dijiste que querías pasar más tiempo conmigo, para conocerme mejor… bueno, acá estoy. 
Bajé mi calzoncillo y ella se quedó mirando fijamente mi verga flácida. La tenía justo donde quería. 
Entré en la bañera y me paré tan cerca de mi abuela como pude. Rocé el costado de su cuerpo cuando estiré la mano para tomar el jabón, ella se estremeció y al hacerlo bajó las manos. Sus tetas quedaron al desnudo frente a mis ojos, aunque una de sus mano seguía tapándole la concha.
―¿Tanto te molesta que te vea desnuda? ―Le pregunté. 
―Y sí… lógico… ¿no te parece? ¿a vos no te incomoda ver a tu abuela desnuda? ¿o que yo te vea así?
―Me da igual ―dije, encogiéndome de hombros―. No es la primera vez que me ducho con otra mujer.
―Como lo hiciste con Tefi…
―Ajá… 
―¿Y con quién más?
―Em… con mi mamá. Ella sabe perfectamente el problema que tenemos con los baños, y a veces me deja usar este. Y bueno… un día entré cuando ella estaba en la ducha y me dijo que podíamos bañarnos juntos.
―¿Y vos lo hiciste así sin más?
―Claro… si es mi mamá. ¿Qué problema hay? ―Comencé a enjabonar todo mi cuerpo―. Al principio ella se ponía nerviosa, como vos ahora…
―Y no es para menos…
―Pero con el tiempo entendió que avergonzarse de que tu hijo te vea desnuda es una forma indirecta de tratarlo de degenerado. Si ella se baña con sus hijas, ¿por qué no iba a hacerlo conmigo?
―Porque sos hombre, Nahuel…
―¿Y eso qué tiene que ver? Somos familia… y tenemos que compartir una casa muy grande.
―Me imagino que habrás visto muchas veces a tus hermanas desnudas ―noté cierta curiosidad en su tono de voz.
―Sí, claro. Muchas veces. Con la pandemia entendieron que no tiene mucho sentido estar tapándose todo el tiempo frente a todas las personas que habitan en la casa. Somos muchos y siempre se dan situaciones donde alguna sale desnuda de la pieza, o del baño… cosas así. Ya estoy acostumbrado a ver mujeres desnudas. Es algo normal para mí. Y lo mismo puedo decir con vos, abuela… no me molesta verte desnuda. De hecho, me incomoda que te tapes tanto, como si yo fuera un degenerado. 
―Todo esto me resulta muy extraño, Nahuel. Vamos a tener que hablar…
―Hablemos todo lo que quieras, yo no tengo apuro ―dije, pasándome el jabón por la verga. Los ojos de mi abuela se clavaron en esa acción―. Pero con una condición.
―¿Cuál? 
―Que te relajes un poco… soy tu nieto, no un desconocido de la calle. 
―Mmmm… está bien… pero hago esto solo para demostrarte que no te veo como un degenerado.
Cristela me dio una pauta muy importante cuando le pedí un consejo sobre cómo tratar con su madre. Me dijo: “La cabeza de la abuela Fernanda funciona de forma muy parecida a la de Alicia”. Y tiene razón, porque una vez usé la misma estrategia con mi mamá y funcionó igual de bien.
―Tenés linda concha ―le dije.
―¡Ay, Nahuel! ¡Que soy tu abuela! Me pone incómoda que digas esas cosas.
―Ah, perdón… no intentaba incomodarte. Es que… mi mamá me enseñó que no hay nada de malo en reconocer la belleza de otra persona. Quizás a esa persona le hace bien escuchar un halago, si hay confianza…  
―¿Aunque sea hablando de los genitales de la otra persona?
―Sí, ¿por qué no? También es parte del cuerpo… a mis hermanas también les digo lo mismo.
―¿En serio? ―Noté una chispa de curiosidad en sus ojos―. ¿Y cuál te parece que tiene la más linda?
―Em… una vez me pidieron que decida cuál tiene el culo más lindo… en mi opinión, ese sería el de Gisela… aunque ahora que te veo sin ropa, creo que podrías competirle.
―Ay, no digas boludeces ―soltó una risita―. Si yo ya estoy vieja, no puedo competir con la cola de una chica de veintipico. 
―Yo tomo en cuenta esos factores… y me imagino que a la edad de Gisela habrás tenido un culazo que llamaba la atención de todo el mundo.
―Mm… puede ser…
―Y lo que me habías preguntado de las conchas… em… no se lo digas a nadie, porque mis hermanas se van a poner celosas; pero creo que la concha más linda la tiene mi mamá. 
―¿Tu mamá? ¿Y en qué te basás para decir eso?
―Bueno, en varias cosas… por ejemplo, esto de acá ―acaricié el pubis de mi abuela y lo noté muy suave, lo que me llevó a sospechar que se lo había depilado recientemente. Fernanda retrocedió un paso y se dio las canillas de la ducha contra la espalda, eso la hizo volver a donde estaba―. Perdón, me olvidé que vos te tomás a mal estas cosas… 
―Ay… es que no estoy acostumbrada a que me toquen de esa manera… y mucho menos mi nieto. Esto es muy incómodo.
―Sí, lo es al principio; pero una vez que te acostumbrás, ya pasa a ser algo normal. La primera vez que acaricié así a mi mamá me puse super nervioso. Ahora ya no me pasa eso. Ah y noté una cosa, las dos tienen esta parte muy suave… e hinchada.
―Eso es el Monte de Venus. Suele tener esa forma.
―Sí, eso mismo. Aunque hay algunos más… abultados, y otros menos. Me gusta cómo lo tenés vos. ¿Te sigo explicando por qué me parece que la concha de mi mamá es más linda o te pone muy incómoda hablar de estos temas?
―Emmm… prefiero que me cuentes. Necesito saber qué tipo de confianza tenés con tu madre. Todo esto es muy extraño. 
No pude evitar sonreír. Mi objetivo de bajar su guardia tanto como fuera posible marcha sobre rieles. 
―Bueno, yo me fijé que mi mamá tiene un clítoris que sobresale un poquito ―bajé mis dedos y acaricié el botoncito de mi abuela, ella se estremeció y tuvo que hacer un esfuerzo para no retroceder―. El tuyo es muy parecido… aunque un poquito más grande. Pero sin duda lo que más me gusta de la concha de mi mamá son sus labios… los tiene bastante pronunciados, como los tuyos ―acaricié los labios vaginales de mi abuela y ella suspiró. Me miró fijamente como si no pudiera creer lo que estaba ocurriendo. 
Aparté la mano y ella dijo:
―¿A tu mamá también la tocaste de esa manera?
―Em… un poquito, a ella no le molestó ―dije, como quitándole importancia al asunto―. Date vuelta.
―¿Para qué?
―Y… si nos vamos a bañar juntos, me pareció un buen gesto ayudarte con la espalda.
―Mmm… bueno, está bien ―dijo ella, sin mucha convicción.
En cuanto dio media vuelta yo tomé el jabón y comencé a frotarlo por toda su espalda, también aproveché para poner mi pene flácido justo entre sus nalgas.
―Mi mamá me dijo que soy bueno en esto…
―¿Y ella no se queja de que tu miembro quede tan cerca?
―No, para nada. Porque entiende que no me puedo sacar la verga para bañarme y colocármela después… además en esta bañera no hay mucho lugar. Pero se ve que a vos te molesta todo…
―Perdón, no fue mi intención, es solo que… hace mucho que no estoy tan cerca de un hombre desnudo, y se siente raro de que se trate de mi propio nieto.
―Quizás por eso tenés tantos tabúes con la desnudez. Yo ya lo veo como algo natural.
―Puede ser… epa!!...
Su exclamación se produjo cuando agarré sus tetas y comencé a masajearlas, con las manos llenas de jabón. También froté un poco más la verga contra sus nalgas. Luego le di suaves pellizcos a sus pezones, los cuales ya se estaban poniendo duros.
―Mi mamá me enseñó a hacer esto bien… espero que no te duela. Si te duele, avisame.
―Em… no duele… lo estás haciendo bien, aunque… no sé cómo Alicia permitió que le toques los pechos de esta manera.
―Bueno, eso quizás se lo tendrías que preguntar a ella. Yo solo te estoy mostrando lo que suelo hacer cuando me baño con mi mamá… porque vos querías saberlo. Si te resulta muy incómodo, podemos dejarlo acá…
―No, está bien ―su curiosidad es su peor enemiga y yo pienso aprovecharme de eso tanto como pueda―. ¿Qué más hacés con tu mamá cuando se bañan juntos?
―Mmm… esto…
Bajé una de mis manos hasta su concha y comencé a masturbarla, primero froté su clítoris y luego metí un dedo dentro de su aguejero.
―Ay, Nahuel… esto es muchísimo, es como si… me estuvieras masturbando.
―¿Y te molesta?
―Claro que me molesta… soy tu abuela, carajo. ¿Cómo es que Alicia te permite hacer esto? Auch… ah…
―Al principio no quería ―le comenté―, ni siquiera admitía que ella también se masturbaba. Pero con el tiempo lo reconoció, se volvió más flexible y se relajó mucho con estos temas. Vos deberías hacer lo mismo. Seamos sinceros, abuela… pasaste muchos días sola en tu casa, sin ningún tipo de interacción sexual… te habrás hecho la paja un montón de veces. ―Mis dedos comenzaron un rápido movimiento pajeril, entrando y saliendo de su agujero―. Y no me vengas con “Ay, no digas esas cosas, Nahuel”. Porque estoy seguro de que es así. Estarías mintiendo si dijeras lo contrario.
El agua tibia caía sobre nuestras cabezas, creo que esto la ayudó mucho a relajarse.
―Sí, lo admito… estaba sola… ¿qué más podía hacer todo el día? A veces me tocaba por puro aburrimiento.
―¿Y no te gusta tener a alguien que te ayude con eso? Y olvidate de que soy tu nieto por un instante…
―Mmm… uf… es que… ay… bueno, si dejamos de lado ese detalle… es un gran alivio tener a alguien que me de una mano con esto… apa! Eso que tengo entre las nalgas se está poniendo duro, cuidadito, Nahuel… no quiero que pase algo malo. No te olvides que soy tu abuela y que además soy mujer… yo tengo un agujero ahí abajo por donde podría entrar esa cosa. ¿Tu mamá permite que hagas esto mientras tenés una erección?
―Claro, porque sabe que es completamente normal.                    
Seguí tocándola durante un par de minutos, ella no se movió de allí y no protestó cuando mi verga comenzó a frotarse contra sus labios vaginales. Aunque siempre mantuve mi glande lejos de la entrada. Fue un roce superficial. 
Podría haber seguido, la estaba pasando bien, y sé que hubiéramos llegado más lejos si yo mantenía ese ritmo de masturbación; sin embargo recordé una vez más las palabras de Macarena. A veces es mejor esperar… o dejar esperando a la otra persona. Y eso era exactamente lo que quería hacer con mi abuela. Quería dejarla con las ganas. Por eso me aparté de ella y salí de la bañera, tomé un toallón y comencé a secarme. 
―¿Ya te vas? ―Preguntó ella, parecía aturdida.  
―Sí, no quiero molestarte más. Me gustó bañarme con vos ―le dije con una sonrisa―. Si querés que lo hagamos de vuelta, solo tenés que avisarme.
―No creo que eso ocurra. Esto no se debería volver una costumbre.
―Puede ser, pero no creo que se vuelva costumbre, porque vos solo estás de paso en casa. Aunque… si te soy sincero, me gustaría que te quedes mucho tiempo. 
―¿Ah si? Creí que te molestaba mi presencia.
―Bueno, a veces sos un poquito controladora; pero ya estoy acostumbrado a eso, mi mamá es igual… o peor. Sin embargo, yo quiero mucho a mi mamá… y a vos también, abuela.
Esta vez la que sonrió fue ella. 

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Le comenté a Gisela que la primera parte de mi plan había sido un éxito, le di detalles de lo que había ocurrido en el baño y en recompensa me dio una buena chupada de pija acompañada de Brenda. Hasta me permitieron acabarles en la boca. Después ellas se pusieron a coger. Yo me fui a hacer otra cosa porque me di cuenta de que no me necesitaban. 
Antes de salir de su pieza, Gisela me dijo:
―Tenés que seguir insistiendo con la abuela, y cuando consigas dejarla con la guardia totalmente baja, avisame. Ahí voy a intervenir yo.
―Muy bien, yo te aviso.
Después pasé por el cuarto de Macarena. Por supuesto que ella estaba completamente desnuda, a veces incluso se daba el lujo de salir así, para buscar un vaso de agua o algo para picar, solo con la intención de provocar a mi abuela. Cada vez que Fernanda la veía decía algo como: “Nena, debería darte vergüenza andar así por la casa. Y es una falta de respeto para los demás”. Palabras que Macarena fingía no escuchar, y esto alteraba aún más a mi abuela.
―¿Pudiste hablar con mamá? ―Le pregunté a Maca.
―Sí, un poquito… 
―¿Y cómo se está tomando el asunto?
―Mal. Muy mal. Le avergüenza muchísimo hablar del tema. En especial con su madre.
―¿Haría bien en hablar con ella?
―Yo sugiero que no, Nahuel. A mí me costó horrores sacarle dos oraciones seguidas. Creo que ahora lo mejor para ella es distraerse y pensar en otra cosa. 
―Muy bien. Gise me dijo que ella iba a intervenir cuando yo consiga bajar la guardia de la abuela.
―Así es. Con Gise trazamos un plan… es bastante arriesgado, pero confío en que va a funcionar. En especial si vos y Gise cumplen con su parte. ¿Cómo dirías que vas con la abuela?
―Muy bien. De momento todo marcha fantástico.
―Pero imagino que todavía estamos lejos del punto adecuado.
―Eso depende de cuál consideres vos “el punto adecuado”. 
―Lo vas a saber cuando lo veas. Vos solito te vas a dar cuenta que la abuela ya está lista para que pasemos a la acción.
―Ok, cuando haya novedades, te aviso. 

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Pasé unos diez minutos sentado en el sofá del living con Brenda en mi regazo. Nos besamos todo el tiempo y yo me puse muy cariñoso con sus nalgas. Ella solo vestía una remera fucsia sin mangas y una pequeña tanga negra. Y yo, que debajo solo tenía mi bóxer, estaba con una potente erección. Cada movimiento de Brenda me excitaba más, porque su concha se rozaba todo el tiempo con la cabeza de mi verga.
De reojo pude ver a mi abuela observándonos y le susurré a Brenda en el oído:
―Es ahora… vamos.
Los dos nos levantamos como si no la hubiéramos visto y nos dirigimos hacia la pieza de Tefi. Allí dentro mi hermana nos esperaba completamente desnuda.
―Ay, ya era hora… ―dijo, mientras se acariciaba la concha―. Ya no doy más de la calentura.
Brenda y yo nos desnudamos y ella se puso en cuatro patas sobre la cama, lista para que yo la penetrara. Al mismo tiempo se lanzó sobre la concha de Tefi y comenzó a chuparla. A pesar de que todo esto había sido hablado previamente y se trataba de una simple actuación, la chupada de Brenda fue completamente en serio y lo noté principalmente en la forma en que Tefi gimió y se estremeció cuando comenzaron las lamidas.
Habíamos dejado la puerta entreabierta a propósito, para que mi abuela se asomara. Cuando escuché el chirrido de las bisagras, giré la cabeza y miré a mi abuela sin dejar de moverme. Mi verga ya estaba bien adentro de la concha de Brenda y no hacía más que hundirse… 
―¿Pero qué es esto? ―Preguntó Fernanda, sorprendida.
―Ay, abuela… estamos cogiendo. ―Protestó Tefi―. No vengas a joder. 
―Pero… ¿los tres?
―Sí, los tres… ―respondió Tefi.
―No puedo creer que tengas sexo con tu hermano…
―En realidad él está cogiendo con su novia ―dijo Estefanía―. Y ella me está chupando la concha a mi. Técnicamente no estoy teniendo sexo con mi hermano. 
―Claro, abuela… es muy diferente. Sé lo que vas a decir… que en tus tiempos esto sería visto como una locura; pero hoy en día es muy común compartir la pareja. 
―Además ―acotó Tefi―, Brenda solo me la chupa a mí, porque a ella le gusta. A mí eso de chupar conchas no me va.
―Ay… bueno, me alegra escucharlo ―dijo Fernanda―. Ya estaba empezando a sospechar que esta casa está llena de lesbianas. Aunque… si no te gustan las mujeres, no deberías hacer eso.
―No te ofendas, abuela; pero no pedí tu opinión. Yo hago de mi vida lo que quiero. Ya soy grande. Y si no tenés nada más que agregar, podés retirarte. Cerrá bien la puerta al salir. ―Mi abuela no se movió―. Pero si querés… te podés quedar a mirar. A nosotros no nos molesta.
Sin decir una palabra, nuestra abuela se acercó a la cama y se sentó a mi lado. No sé qué estaba pasando por su cabeza. No sé si la motivaba el morbo, la curiosidad, o las ganas de seguir jodiendo. Lo importante es que cayó en nuestra trampa y se quedó mirando fijamente mi verga. 
Tefi le dio unos segundos de tregua y luego dijo:
―Si te vas a quedar mirando, tenés que sacarte la ropa. 
―¿Qué? ¿Yo? ¿Por qué?
―Porque esta es mi pieza y son mis reglas. Sin ropa o nada. Y no te preocupes, nadie tiene intenciones de tocarte ―Fernanda miró cómo la lengua de Brenda se movía hábilmente por toda la concha de Tefi―. Si te quedás vestida es incómodo para nosotros, que estamos desnudos y en pleno acto sexual. Igualdad de condiciones. Sino… ahí tenés la puerta.
Fernanda se puso de pie y caminó hacia la puerta, por un momento pensé que la habíamos ahuyentado, que le pedimos demasiado. Sin embargo, ella cerró la puerta y se tomó la libertad de ponerle tranca, luego comenzó a desnudarse. Tefi mostró una sonrisa de triunfo. Todo estaba marchando a la perfección.        
Una vez que mi abuela estuvo desnuda, se tendió en la cama junto a Tefi, desde allí podía ver cómo Brenda le comía la concha a su nieta, pero ya no veía la penetración. Por eso le sugerí a Brenda que se colocara boca arriba. Ella se puso en esta posición, yo tomé sus piernas y ella dejó los tobillos sobre mis hombros. Tefi se colocó de rodillas sobre la cara de Brenda y así las lamidas continuaron. Ahora mi abuela podía ver toda la escena a la perfección. Tefi volvió a sonreír. A pesar de que todo esto era una treta para bajar la guardia de Fernanda, realmente estaba disfrutando mucho de este momento con mi hermana y con mi novia de fantasía. Me pregunté si momentos como éste se repetirían en el futuro.
Brenda comenzó a gemir, no sé si lo hizo para mejorar la performance o porque de verdad lo estaba disfrutando. Espero que sea por lo segundo. Esto me motivó a metérsela más fuerte y Tefi por su parte comenzó a menear la cadera.
―Qué frígida que sos, abuela ―dijo Estefanía.
―Ey, ¿por qué me decís eso? No me gusta que me hablen así.
―Porque estás viendo a tres personas cogiendo y ni siquiera te estás tocando. 
―No se toca porque le da vergüenza hacerlo frente a otras personas ―dije―. A mí me confesó que es muy pajera. Durante los días que pasó sola en pandemia se hacía la paja todo el tiempo.
―Nahuel! Eso te lo conté en confidencia…
―Ay, abuela, no te preocupes… todos nos hacemos la paja, en especial ahora que estamos en cuarentena. ¿Cómo creés que empezó esto? ―Señaló a Brenda―. Mucha abstinencia sexual, mucha paja… y bueno, un día la novia de Nahuel se ofreció a chuparme la concha, como yo lo necesitaba un montón, accedí. Y no me arrepiento de nada. Prefiero mil veces que me chupen la concha antes que seguir recurriendo solamente a la paja. A mí me gusta pajearme, pero hacer solo eso… aburre.
―Puede ser, sí… aunque no comparto todo lo demás. Esto que está ocurriendo no me parece apropiado. Tener sexo en la misma cama que tu hermano es… perverso. Aunque no estén haciendo nada de forma directa.
―Abuela, ¿por qué no te relajás un poco? Así solo vas a lograr que te echemos de la pieza ―le dije mientras le daba unos potentes pijazos a Brenda.
Si Fernanda se parece a Alicia, entonces jamás toleraría quedarse afuera de esto, porque ella necesita saber lo que está ocurriendo. Necesita verlo. 
―Eso, abuela… tocate un poquito, así nos demostrás que no sos tan rígida ―dijo Tefi.
Fernanda dudó durante unos segundos, sus dedos se movieron como si ella no los estuviera controlando y las primeras caricias sobre su vagina fueron suaves, tímidas. Obviamente se moría de vergüenza por dentro. Para ella esto debía ser un acto muy humillante. De todas maneras, quiero creer que si aceptó hacerlo fue porque la calentura ya la estaba desbordando. Mi abuela debió pasar años de abstinencia sexual (a pesar de que es una mujer muy atractiva) y ahora debe estar recordando los viejos tiempos, en los que ella incluso era capaz de someterse al sexo anal. Y justamente ese era nuestro siguiente tema de conversación.
―Pasame el lubricante ―le pedí a mi hermana. Ella agarró el pote que estaba en su mesita de luz y antes de dármelo, dijo:
―Abuela, acercá la mano… ―Ella obedeció y entendió que la intención de su nieta era ponerle un poco de lubricante en los dedos, para facilitarle la masturbación. Me sorprendió que accediera sin hacer ningún comentario, luego volvió a tocarse la concha―. ¿Le vas a dar por el culo a Brenda?
―Esa es la idea ―dije, agarrando el lubricante. Puse una buena cantidad en mi verga y también en la entrada del culo de mi falsa novia. 
―Despacito, Nahuel ―me pidió mi abuela, ví como ella se introducía dos dedos en la concha―. La tenés muy grande y podés lastimarla.
―Él sabe cómo hacerlo ―aseguró Tefi―. Brenda nunca se quejó… y eso que siempre le da por el culo.
―Pobre chica…
―Ay, abuela ―Tefi se rió―. A esta putita le encanta que le den por el orto. ¿No es cierto, Brenda?
―Muy cierto ―dijo ella―. Tanto como me gusta comer conchas.
―¿Y a vos abuela? ¿Te gusta mucho?
―Emm… no es lo que más me fascina, tuve pocas experiencias con eso. Las mujeres no me provocan demasiado.
―¡Ay, abuela! ¿Comiste conchas también? Yo te preguntaba por el sexo anal… que ya sabía que lo habías hecho. No puedo creer que se la hayas chupado a una mujer… qué tortillera!
―¡Ey! No me digas así… ―ninguno se esperaba que mi abuela admitiera que tuvo experiencias lésbicas, Tefi tuvo que improvisar, y lo hizo de forma brillante, poniéndola en una situación incómoda―. Entendí mal la pregunta, creí que hablabas de chupar… vaginas. Y sí, lo hice… pero no fue algo que yo buscara. Simplemente se dio, por las circunstancias… y no quiero hablar sobre eso.
―Entonces hablanos del sexo anal. ―dijo Tefi―. Ya sabemos que te dieron por el culo, lo cual me sorprende un montón. Pero te re entiendo si te gusta. A mí también me encantó cuando me metieron una verga por el orto… y me da morbo ver cómo Nahuel se la mete a Brenda. Por suerte ellos me dejan mirar cuando lo hacen. 
Mi verga estaba entrando en el culo de Brenda lentamente, pero sin detenerse. Su dilatación era cada vez mejor. 
―¿A vos también te la metieron por el culo? ―Los dedos de mi abuela se movieron más rápido al entrar y salir de su concha―. 
―Sí, claro. No creo que en esta casa haya una mujer a la que no le hayan dado por el culo alguna vez, así que podés hablar tranquila sobre eso. Nadie te va a juzgar. ¿Cómo te gusta que te la metan? ¿Así boca arriba, como le están dando a Brenda… o en cuatro patas?
―Ay… no sé, nena… me da vergüenza hablar de estos temas, y más con mis nietos. 
―No seas tan rígida, abuela ―le dije―. Pensá que si te soltás un poquito con nosotros, nos vamos a entender muy bien. Te vamos a contar todo lo que quieras saber sobre nosotros sin miedo.
―Mmm… bueno, está bien… ―ella se tomó unos segundos para pajearse en silencio mientras miraba cómo mi verga adquiría buen ritmo en la penetración anal―. No tuve tantas experiencias con el sexo anal como se imaginan. No crean que soy una mujer que hace eso como una costumbre. Fue algo que ocurrió en ocasiones muy especiales.
―¡Ay, abuela! ―protestó Tefi―. No hace falta que des tantas vueltas. ¿Te gustó que te dieran por el orto? Sí o no. 
―Sí.
―¿Y cómo te gusta más?
―En cuatro… y fuerte. Me gusta sentirla entrando fuerte… aunque me duela un poco ―los dedos se estaban moviendo cada vez más rápido en su concha, al igual que mi pija al penetrar a Brenda.
―¿Te metieron una pija grande como la de Nahuel?
―Sí… ―ya la había escuchado confesar algo parecido; pero era necesario que lo hiciera otra vez, en especial en una situación como esta.
―Y decí la verdad ―insistió mi hermana―. ¿Te gustó esa pija?
―Fue la más linda que probé en mi vida. Aunque no puedo decir lo mismo del dueño de esa verga… él no me caía tan bien… y me avergoncé mucho al sentirme sometida por un sujeto tan desagradable; pero… dios… cómo cogía. Me hizo ver las estrellas a puro sexo anal… él me dijo: “Te voy a hacer acabar sólo con pijazos en el culo”, yo no creí que eso fuera posible… ese día descubrí que estaba equivocada. Cumplió su promesa… me hizo acabar como nunca en mi vida, y solo me dio por el culo… y me dio duro, casi sin parar, durante… no sé… como una hora. 
―Uf… te debió dejar el culo roto, abuela ―dijo Tefi, con una risita.
―Sí, se podría decir que sí. Al otro día no podía ni sentarme.
―¿Te acabó dentro del culo?
―No. Para humillarme más, me acabó en la boca… me hizo tomar todo su semen.
―¿Y eso te molestó?
―Debería haberme molestado ―dijo la abuela, mientras se pajeaba a toda velocidad―, sin embargo en ese momento de calentura extrema, lo disfruté muchísimo. Ese día también tuve que reconocer que, a pesar de que lo considero una vulgaridad, me excita muchísimo tragar semen… en especial si es en grandes cantidades… y a este tipo le saltó leche como para ahogarme… no sé cómo hice para tragarla toda.
―Uf… qué rico, a mí también me gusta tomarme la lechita ―reconoció Tefi―. Ahora me caés mejor, abuela… ya no te veo tan rígida como antes… y no somos tan distintas. Nos gustan las mismas cosas… aunque a vos te gustan las conchas y a mí no.
―Nunca dije que me gustaran…
―Bueno, pero chupaste alguna, eso es más de lo que yo hice. ¿Hace mucho que no te dan por el culo?
―Em… sí… bastante.
―¿Y te gustaría repetirlo?
―Admito que alguna vez me gustaría repetirlo.    
Nos mantuvimos en silencio durante unos minutos mientras yo seguía penetrando a Brenda. Fernanda nunca apartó los ojos de la escena, veía la pija entrando en el culo y la lengua jugando con la concha de Tefi, sus ojos saltaban de un lado a otro como si fuera un partido de tenis, y en todo momento sus dedos se mantuvieron acariciando y penetrando su propia vagina.   
―Uf… no doy más ―dijo Brenda―. Nahuel… ¿podés parar un poquito? Ya me duele la cola.
―Sí, claro ―me detuve de inmediato y saqué la verga. Tefi se apartó y quedó sentada a un lado de Brenda.
―Pobrecita ―dijo mi hermana―. Que te den todo el día con esa pija debe doler un montón.
―Sí, ya no doy más. Estoy agotada. Amor, ¿no te molesta si me voy a descansar a la pieza? Es que ya no puedo más.
Toda esta escena había sido ensayada previamente. Brenda puede resistir mi verga durante mucho más tiempo; pero nuestro plan requería que ella abandonara la habitación. Lo comprendió perfectamente y estaba dispuesta a hacer lo que fuera necesario para ayudarnos… incluso quedarse con las ganas de coger. 
―Pero yo todavía no acabé ―le dije―. Yo quiero seguir…
No soy tan imbécil. Esto también era parte del guión de nuestra pequeña obra de teatro.
―Andá a descansar, Brenda ―dijo mi hermana―. Y vos, Nahuel… no deberías insistirle si ella no quiere más.
―Ufa… está bien.
Antes de salir de la habitación, Brenda me dio un rico beso en los labios. 
―Hasta luego. Te espero en la cama, cuando quieras ir a dormir ―pasó sus suaves dedos por toda mi verga y me hizo estremecer. 
―Y ahora qué hago? ―Pregunté.
―Nos hacemos una paja en conjunto ―dijo Tefi, con una radiante sonrisa―. La abuela ya empezó.
Fernanda estaba con los ojos cerrados dándose rápidos dedazos en la concha. La tenía bien lubricada y dilatada. Se notaba que lo estaba disfrutando y eso significaba que ya no opondría tanta resistencia a las locuras que hiciéramos. Debíamos aprovecharnos de su calentura.
―Pero yo no tengo ganas de hacerme una paja… ―protesté.
―Yo te ayudo, para hacerla más interesante ―se ofreció Tefi.
Ella se colocó en la misma posición que había mantenido Brenda: boca arriba con los tobillos sobre mis hombros. Ahí fue cuando mi abuela abrió los ojos como platos.
―Ey! ¿Qué van a hacer?
No le respondimos. Puse mi verga sobre la concha de Tefi, pero sin penetrarla, luego comencé a menear mi cadera. La idea era frotar todo mi falo erecto sobre la vagina de mi hermana, mientras ella se masturba y, ocasionalmente, pasaba los dedos por mi glande.
―Esto está mucho mejor ―aseguré.
―No hagan eso, che… que son hermanos ―dijo mi abuela, sin dejar de masturbarse.
―No tiene nada de malo, la verga no va a entrar ―dijo Tefi―. No te preocupes, sabemos lo que hacemos.
―¿Eso significa que ya habían hecho esto antes?
―Y bueno, abuela… ―Tefi soltó una risita picarona―, de alguna forma teníamos que matar la calentura durante el aislamiento…
―¿Te molesta que lo hagamos? ―Le pregunté.
Fernanda estaba muy caliente, eso podía notarlo en el brillo de sus ojos. Estoy seguro de que ella estaba disfrutando mucho de la vista. 
―Emm… está bien, háganlo… pero tengan mucho cuidado de que no entre.  
Miró fijamente el movimiento de mi verga, de momento mantuve el glande lejos del orificio de entrada a la vagina y no me apresuré demasiado.
―Abuela ¿podés ponerme un poquito de lubricante? ―Pidió Tefi, entre jadeos. 
Fernanda tomó el pomo y dejó caer una buena cantidad de lubricante sobre mi miembro, esto me permitió hacer un movimiento más rápido y fluído. Realmente parecía que estábamos cogiendo, con la única diferencia de que no había penetración. Luego mi abuela acarició la concha de Tefi, supuse que su intención era distribuir mejor el lubricante, pero sus dedos se movieron principalmente por la zona de los labios y el clítoris, me tuve que apartar un poco para permitirle hacer esto. Después de unos segundos, la mano se cerró en torno a mi verga y la presionó con fuerza. Sin que yo lo pidiera, comenzó el clásico movimiento masturbatorio y con la punta de sus dedos acarició mi glande. Me di cuenta que, lentamente, fue acercando su cara hasta que quedó a poco menos de cinco centímetros de mi verga. 
―Movete con cuidado ―me pidió Fernanda―. No queremos que haya un accidente.
―Mmm… a veces pasan esos “accidentes” ―dijo Tefi. 
―¿Ah sí? ¿De qué tipo de accidentes estamos hablando?
―Mostrale, Nahuel.
Moví rápidamente mi verga a lo largo de la concha y de a poquito fui apuntando la cabeza más hacia la entrada… hasta que mi glande se perdió dentro del agujero, lo saqué, volví a meterlo y luego lo dejé fuera otra vez. Continué con el movimiento normal…
―Deberías tener más cuidado, Nahuel… es tu hermana.
―No pasa nada, abuela ―dijo Tefi―. Estoy tan caliente que esos pequeños accidentes no me molestan para nada… al contrario, me alegra que haya alguno de vez en cuando. Se siente rico…
―Ya veo que a ustedes les gusta jugar muy al límite. 
Esta vez fue mi abuela la que apuntó mi verga hacia la concha de Tefi, la penetración fue un poco más profunda, pero yo la saqué de inmediato. Mi hermana suspiró de placer. Seguí rozándola por fuera y ocasionalmente Fernanda apuntó la pija para que hubiera una corta penetración. 
Como vi que ella no se estaba pajeando y que su concha estaba al alcance de mi mano, comencé a dedearla.  
Estuvimos así durante largos segundos hasta que mi verga explotó. Admito que llevaba un rato buscando que esto ocurriera y pasó en el mejor momento, cuando mi verga se acercó hacia la cara de mi abuela. Los lechazos la impactaron directamente.
―Ay… por favor! ―Exclamó Fernanda, sin embargo no se apartó.
Los chorros siguieron saltando cubriendo de semen toda su cara y el pubis de Tefi.
―Aprovechá abuela… a vos te gusta tomar la leche ―dijo mi hermana.
―Pero… pero…
―Aprovechá te digo, no seas boluda.
Creo que en ese momento los prejuicios y tabúes de mi abuela se tomaron unas vacaciones. Ella comenzó a lamer la zona púbica de Tefi, recolectando con su lengua todo el semen. También dio un par de chupones a mi glande. Más semen saltó, esta vez directamente dentro de su boca. Lo tragó todo. 
―Al final sos bastante putita, abuela ―dijo Tefi, con una risita. 
Ahí fue cuando Fernanda recobró la cordura. 
―Ay, perdón… me dejé llevar. No sé qué me pasó. Em… mejor me voy.
Salió corriendo, completamente desnuda. Ni siquiera se tomó la molestia de juntar su ropa del suelo. Me pregunto si en el trayecto de regreso a la pieza de Alicia alguien la vio con la cara llena de leche.
―Me parece que la asustamos ―dije.
―Sí, puede ser. Todo salió mejor de lo que esperábamos ―aseguró Tefi―. No creí que se animara a tragar la leche. 
―Yo tampoco… creo que ni siquiera ella se imaginaba haciéndolo. Tampoco esperaba que se mostrara tan abierta a la hora de contar sus experiencias con el sexo anal. Ahora sé cuáles son sus puntos débiles. 
―Y espero que sepas usarlos a tu favor ―dijo Tefi―. Ahora meteme la pija de una buena vez, que no doy más. Necesito que me cojas bien fuerte…
Y eso fue exactamente lo que hice. Pasé otra noche de sexo intenso con Tefi, y supo a pura gloria. Fue nuestra forma de celebrar la misión cumplida.  




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4 comentarios - Aislado Entre Mujeres [53].

sleepmaster +2
Genial... me muero por leer la venganza con Ayelén!!! tenés que hacerla épica!!!
garcheskikpo
esa abuela debe tener un largo prontuario de su juventud seguro