¡Me dejé follar por él para salvarlo!

¡Me dejé follar por él para salvarlo!



Un día mi hijo me sorprendió, pues yo siempre tenía unas dos horas y media para almorzar, ya que mi jornada laboral era partida. Solía comer y luego me daba tiempo a dar un buen paseo. Así que, aquel día me llamó y me dijo que se venía a comer conmigo. Me llevé una grata sorpresa la verdad, pues en absoluto me lo esperaba.
Cada tarde, yo preparaba la comida de ambos y la metía en tapers en el frigo para el día siguiente, pues no me gustaba cocinar sólo para mí. Así que ese día vino a mi trabajo y nos fuimos a un parque cercano, donde almorzamos sentados en el césped. Él compró unas cervezas en un bar, y nos las tomamos sentados al sol, como si fuésemos dos universitarios entreteniéndose entre clases.
Me sentí muy feliz por su visita y creo que llegué a abrazarlo y a besarlo cuando nos encontramos, y eso que yo no soy muy besucona. Luego paseó conmigo hasta que llegó la hora de entrar de nuevo a mi trabajo.
Una noche, creo que por esos días hizo mucho calor. Recuerdo que yo estaba sudando en la cama y él también. Así que salí a ducharme y él, que sin duda estaba despierto al igual que yo, me siguió.
Cuando entró al cuarto de baño yo ya estaba en la ducha y con el ruido del agua no me di cuenta, por lo que cuando lo vi entre las cortinillas de plástico, me sobresalté. Además del pudor que me dio, pues yo estaba desnuda en ese momento y seguramente él me viera al entrar.
Entró en calzoncillos y me dijo que se moría de calor, que quería también ducharse cuando terminase yo. Por lo que me apresuré a terminar y le pedí que me acercara la toalla. Asegurándome de cerrar bien las cortinas, saque mi mano a media altura entre ellas y me la entregó. Me sequé en la bañera y salí con ella liada a mi cuerpo.
Impaciente entró y sin cerrar completamente las cortinas se bajó los calzoncillos para comenzar a ducharse y los tiró al suelo del baño. Yo no pude evitar espiarlo, me fijé en su culo, en sus espaldas definidas, adiviné sus partes íntimas colgando entre sus piernas musculosas. La verdad es que me gustó ver su cuerpo, ¡tan joven y tan fuerte!
Salí a ponerme un camisón y unas braguitas limpias y volví a esperarlo. También aproveché para traerle a él una muda limpia y cuando hubo terminado, lo invité a irnos al balcón a sentarnos un rato, ya que en él corría algo de brisa y estaríamos mejor que en la cama.
Salió de la ducha con su torso desnudo, lleno aún de gotitas de agua, con el pelo enredado y mojado, yo me quedé mirándolo y él me sonrió. Luego hice como que me giraba para que se pusiera los calzoncillos, pero lo seguí espiando con el rabillo del ojo. Vi cómo se los ponía mientras con disimulo se abría la toalla para subírselos. Entonces fue cuando apareció su pene, flácido entre sus muslos, pero me gustó verlo así, me pareció algo de lo más sensual y hasta gracioso, pues acostumbrada a verlo de pequeño, ¡cómo había cambiado!
Yo me había puesto sólo el camisón, por lo que mis pechos seguramente se podían entrever a través de la fina y gastada tela. Sin duda se me veían las aureolas de mis pezones y la forma y distribución de mis pechos quedaría verdaderamente patente bajo la fina tela. Me excitaba pensando que él me miraría como yo hacía con él.
Nos sentamos en el balcón. Afuera la ciudad dormía y sólo el canto de las chicharras y los grillos daban muestra del intenso calor y rompían el silencio reinante. También recuerdo que oímos un maullido, en los bloques de en frente, sin duda algún minino también se refrescaba en el balcón de sus dueños y tal vez nos oyera salir al fresquito como él. Realmente se estaba bastante mejor fuera que dentro.
De pronto oímos un trueno, y un destello lejos en el horizonte. Una tormenta se había formado tras el intenso calor del día y parecía acercarse. Al minino también le sorprendió y con un maullido desesperado huyó por el ventanal abierto guareciéndose en su hogar. Pensé en que la lluvia lo refrescaría todo pero cabía la posibilidad de que pasase de largo, con lo que al calor se uniría una sofocante humedad.
Mamá, no tienes calor con tanta ropa —me dijo mi Isaac.
Bueno si, pero este camisón es el más fresco que tengo —le confesé yo.
Si parece ligero, ¡de echo se te trasparenta un montón! —me confesó en plan bribón, se veía que en el baño se había puesto las botas—¿Para eso puedes quitártelo, a mi no me importa, de verdad?
¿Claro pillín? Pero a lo mejor a mi si, ¿no lo has pensado? —contesté yo burlona.
No se, eso depende de ti —se rió él—. De todas formas en la oscuridad del balcón no ten vería nada.
De modo que, en un ataque locuaz me lo saqué por la cabeza, y en la penumbra, seguí sentada frente a él en nuestras sillas de plástico.
Mejor, ¿verdad? —me preguntó.
¡Uf sí, qué gustito sentir el aire refrescándome! —exclamé yo sonriente.
Oye mamá, ¿recuerdas la semana pasada en el parador?
Si, claro —afirme yo ufana.
Pues, ¡te confieso que en el jacuzzi me masturbé! —afirmó con tono intrépido.
¿En serio? —le pregunté mostrándome incrédula.
¡Sí! —afirmó con rotundidad—, ¡no pude evitarlo, te vi con los ojos cerrados y lo hice! ¡Me corrí entre las burbujas! —fanfarroneó.
¡Vaya bribón que estás hecho, ya te lo dije! Estuvo bien, ¿eh?
Oh si, ¡fue fantástico!
¿Y si te dijera que tu madre también, mientras tenía los ojos cerrados, se alivió bajo el agua?
¡Cómo, tú también! —se extrañó él. Ahora la que reía burlona era yo y él, el sorprendido.
¡Qué querías hijo, allí se estaba tan bien que fue inevitable!
Isaac se puso de pie y se asomó por el balcón, justo delante mío. Yo vi su torso y su culito tan cerca que casi tuve ganas de darle una palmada.
¿Serías capaz de asomarte ahora por el balcón? —me retó en tono irónico.
Si estuviese sola lo haría sin pensar, pero contigo mirando, obviamente no —repuse yo.
Es lo mismo que me dijiste en el jacuzzi, siempre puedo no mirar —sonrió él.
Vale, lo haré, pero tienes que ponerte detrás de mí, así no me verás y te demostraré que soy capaz de hacerlo.
Está bien, buena idea —admitió él.
Entonces lo hice, me puse con las tetas por fuera del balcón, apoyada sobre la barandilla y estas sobre mis brazos.
Oye mamá, ahora si alguien pasa por la calle y te ve con tus domingas ahí asomada, puede que hasta le alegres la noche —se mofó Isaac.
¡Sin duda tu madre tiene buen par de tetas! —exclamé yo.
Sin duda mamá, estás bien dotada en ese aspecto...
Entonces todo fue muy rápido, él se pegó a mi culo, con sus bóxer y sus manos se agarraron a mi desde atrás, cogiéndome efectivamente por las tetas con sus largos dedos, apretándolas contra mi pecho y su pelvis contra mi culo.
¡Oh mamá, tienes unos pechos preciosos! En el hotel mientras te daban el masaje te veía tumbada y me imaginaba tocándotelas así —exclamó Isaac mientras me las sobaba.
Llegué a sentir hasta su polla... bueno su pene —se corrigió Leonor avergonzada—, duro detrás de mí culo. En esos momentos me imaginé girándome y chupándosela, chupándosela a mi propio hijo, pero entonces la sola idea me produjo rechazo. Me revolví y me zafé de su abrazo.
¡Pero, qué haces Isaac! ¡Que soy tu madre! —grité mostrándome enfadada y lo aparté de mi con un empujón.
Si, lo sé, pero es que estamos tan solos que pensé que tal vez podríamos…
¡Podríamos qué, eso ni se te ocurra, me oyes! —le advertí severamente.
El caso es que ahora estábamos enfrentados y mis pechos eran bien visibles, él no dejaba de mirarlos y yo lo sabía.
Entonces intentó cogerlos, pero yo aparté sus manos con las mías, contrariado me empujó y caí en la silla a mi espalda sorprendida. Acto seguido se arrodilló ante mí y separándome las piernas me mordió las bragas y por ende mi sexo. Sentí escalofríos al verlo hacer esto, dudé entre dejármelo comer por él o empujarlo y apartarlo de mí.
Hice esto último, pero para entonces su lengua ya se había clavado en mi raja, pues previamente me había apartado las bragas a un lado. Lo empujé con todas mis fuerzas y este cayó de culo en el suelo de la terraza.
¡Isaac! —le grité en voz baja—. ¡Te has vuelto loco, no sigas! —le espeté señalándolo con el dedo.
Entonces él se abrazó a mí y comenzó a chuparme los pechos ansiosamente. Yo forcejeé con él y durante unos instantes dudé en la fuerza a emplear en la pelea, pues él era físicamente muy superior a mí.
Así que decidí pararlo en seco y le solté una gran bofetada. Al hacerlo él retrocedió poniéndose su mano en la mejilla con gesto de dolor, realmente le arreé bien fuerte. En ese momento, sentí pena por dentro, ¡pero tenía que mantenerme firme!
¡Basta ya Isaac, nunca más dormirás conmigo, nunca! ¡Lo has fastidiado todo! ¡Me oyes! —entonces una sucesión de truenos retumbó por todas partes, el sonido rebotó en cada edificio y este nos llegó con múltiples ecos.
No paraba de gritarle, de amenazarle, hasta que me sorprendió su mano lanzada con furia a mi cara, me devolvió el golpe y con intereses. Caí al suelo y me apoyé con ambas manos para no darme de bruces contra él.
Entonces Isaac aprovechó para cogerme por la cintura y así como estaba tirarme de las bragas y descubrir mi culo desnudo. Yo luché por separarme de él, pero como le dije antes, él era más fuerte y consiguió meterme su polla hasta el fondo, violentamente provocó en mí un alarido de dolor, apagado por los truenos que volvían a lanzar su furia a los cuatro vientos.
Sujetada con fuerza por él, sentí como frenéticamente me follaba, y desesperada me levanté y lancé mi codo con furia inusitada contra su costado y un nuevo bofetón contra su cara.
Él se revolvió herido, con furia inusitada, pero entonces le amenacé.
¡Ya basta! ¡Para esto de una vez! —dije señalándolo con mi dedo índice.
De modo que se quedó inmóvil y yo también. Un relámpago de la tormenta que se avecinaba nos iluminó, entonces me vi desnuda y lo vi también a él.
Me arrepentí profundamente de verme en aquella situación y caí de rodillas, lloré amargamente mientras él permanecía delante mío.
Un nuevo destello iluminó su cara y entonces vi que él también lloraba, me levanté y quise abrazarlo pero ahora fue él el que se zafó de mi abrazo y salió huyendo.
Lo seguí a oscuras en la casa y cuando vi que se dirigía hacia la puerta me alarmé. Salí corriendo tras él y al verlo perderse escaleras arriba el corazón se me aceleró. Pensé en coger algo para ponerme, pues me sentí desnuda, pero mi alarma pudo más y salí tras él como mi madre me trajo al mundo.
Oí el crujir del cerrojo que da a la azotea y cuando salí lo había perdido de vista. Muy nerviosa, como una loca lo busqué y entonces un relámpago lo iluminó todo como si fuese de día. Tras él descargaron múltiples truenos y en la claridad descubrí donde estaba —Leonor comenzó a llorar desconsoladamente.
Se había subido a un muro de la pared que daba a la calle, grité como una loca: ¡No Isaac! Y salí tras él.
Entonces pareció como si el cielo se nos cayese encima, una cortina de agua espesa nos cubrió, caía con tremenda fuerza, con unos goterones que casi hacían daño a la piel.
¡Me aferré a sus rodillas gritándole que bajara! Pero él se negó a hacerlo. Miraba a la ciudad, estaba como enajenado, pues apenas me prestaba atención a pesar de mis tirones a sus manos desde abajo. Pero él se zafaba de mis dedos, una y otra vez resbalaban en los suyos y seguía allí de pie, a un paso del vacío.
Me miraba y yo lloraba desesperada, luego miraba al vacío y fue entonces cuando perdí los nervios,
Tras un relámpago vi su pene brillar mojado por la lluvia. ¡Se lo agarré y me lo tragué! ¡Comencé a chupárselo! No lo tenía erecto, pero casi al momento su erección me llegó hasta la garganta.
¡Qué podía hacer, él estaba allí arriba amenazando con lanzarse por lo ocurrido y yo ahora sólo pensaba en darle lo que quería, en hacer lo que fuese para hacerlo bajar de allí! ¡Se la chupé con todas mis fuerzas, me aferré a su culo, le chupé los huevos y seguí hasta que vi que me miraba y hacía por bajarse!
Entonces cogí mis tetas y se las puse en las manos, lo agarré por la cabeza y se la hundí en ellas, sentí como me lamía, como me chupaba el agua que corría por ellas.
¡Esto es lo que quieres! ¡Esto es! —le grité separándome de él y entonces lo abofeteé otra vez con todas mis fuerzas.
¡Muy bien pues tómame! ¡Adelante fóllame! —le espeté encolerizada a la cara. Me giré, puse mi culo desnudo frente a él y me di palmadas furiosas en los cachetes.
No paraba de gritar obscenidades, mientras me golpeaba el culo y le mostraba mi coño obscenamente, incitándolo, arengándolo a que cumpliese sus deseos. No paraba de llover, los truenos y los relámpagos nos seguían iluminando en aquella terraza, ahogando también mis gritos desesperados.
Entonces Isaac reaccionó. Me cogió con gran fuerza por la cintura y me empujó contra el muro que daba a la calle. Sentí su verga hurgar en mi culo hasta que encontró el camino hacia mi interior y de un ardiente empujón me penetró de nuevo.
¡Mi almeja se abrió y la alojó como pudo, esta vez no sentí dolor al penetrarme, sentí desesperación mientras él me follaba con tremendos empellones! ¡Apreté los dientes y aguanté el tirón! No tardó en correrse dentro de mí, sus últimas arremetidas fueron tan enérgicas que me hizo daño al chocarme yo contra la pared.
Luego se paró, siguió abrazado a mí, con su verga dentro, fue como si toda su ira se aflojara de repente. Me quedé quieta, y entonces fui consciente de que lloraba profusamente, aunque con lo que llovía mis lágrimas se diluían en la lluvia confundiéndose con ella.
Sentí su verga moverse de nuevo en mi coño, ahora se estaba recreando en mí, el muy cerdo siguió haciéndolo unos segundos más hasta que de repente se retiró. Y antes de que me girase salió huyendo de nuevo, aunque esta vez ya no lo perseguí.
Me quedé allí, caí de nuevo de rodillas al suelo de la terraza y seguí llorando amargamente. La lluvia no paraba de caer sobre mi cuerpo desnudo, terminé tiritando de frío, pues el ambiente ya se había refrescado con la tormenta.
Finalmente, haciendo acopio de las pocas fuerzas que me quedaban, me levanté y anduve hasta la puerta que bajaba al bloque. Las escaleras estaban encharcadas debido a que había permanecido abierta mientras llovía torrencialmente.
Bajé desnuda por los pasillos, con la tenue claridad de las lucecitas de emergencia que iluminaban débilmente todo.
Al entrar y cerrar todo era silencio, pensé que mi hijo podía no estar allí pero mi instinto femenino me decía que si, que había vuelto.
Fui al baño y sin encender la luz me sequé el pelo. No quería ni mirarme al espejo, me sentía fatal y para colmo, ¡comencé a notar cómo de mi sexo caían algunos restos de semen de la corrida de mi hijo!
Me senté en el bidé y me aseé, ya no me importaba nada, ya pasaba de todo. ¡Me había dejado follar por él! Pero, ¡lo había hecho para salvarlo! Y sobre lo otro, bueno, había conseguido mi objetivo, ¡lo había salvado!
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Este es un fragmento de La terapia, una obra donde, como se cuenta en este capítulo, una madre hace todo lo posible por salvar a su hijo...

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