Soy el premio de la ruleta

Hoy les quiero compartir una experiencia única, una de las que más disfruté y que pasó hace algunos días donde nuevamente me sentí plena en el sexo.

Era un viernes aburrido en mi vida normal, mi trabajo desde casa solo hacía cansarme más porque ni siquiera tenía una distracción, tan solo el deseo de que llegue de una vez el fin de semana.

Nada particular pasaba, no tuve urgencias ni tampoco me apuré en nada, no fue ni una mañana distinta, el sol estaba igual que siempre, no había mucho que destacar ni que rompa la monotonía, hasta que cayó un mensaje de mi novio (quienes hayan leído mis relatos anteriores saben que practicamos el cuckholding con él) que decía "Amor, te dejé un regalo en el placard, esperáme a las 20 horas solo con eso".

No sabía qué esperar, conociéndolo, me imaginaba que la propuesta venía por el lado sexual, aunque no solía darme ese tipo de sorpresas, pero bienvenida sea porque eso ya levantaba mis ganas de coger.

Me dirigí al placard mientras pensaba en lo que podía ser. Ya habíamos usado juguetes, incluso lo había humillado con una cinturonga, así que no creo que sea, debía tener algo que no hayamos tenido antes. Seguía pensando en lencería, o quizás algún disfraz, ya no sabía con qué podía encontrarme.

Apenas llegué a la habitación, abrí las puertas dobles y había una bolsa negra. La abrí y encontré lencería negra, muy sexy, con portaligas, un tapa ojos todo negro, una mordaza y unas esposas de metal con una llave que tenía una cadena como para ponérsela en el cuello. No había nada más, por lo que supe al instante que esa noche iba a ser la sumisa ante un macho que iba a hacer de mí lo que quería.

Miré el reloj y solo faltaban unos minutos, así que rápido me vestí con lo poco que había, procuré que todo esté en orden en casa, me puse las esposas y me tiré en la cama panza abajo, esperando que llegue mi novio.

Al poco rato escucho la puerta y risas. Había olvidado que era viernes y que Fer, mi novio, se junta esos días en un bar de la zona con los amigos para distender la semana. Escuché varios pasos, pero en seguida hubo un chitido y silencio total.

Escuché abrirse la puerta. Al segundo de fondo algunas risas escondidas y un "ufff pero mira que trola" y un beso en la mejilla me sorprendió, con la frase al oído de Fer: "¿Estas lista para jugar un ratito putita?"

Se me erizó toda la piel. No pude responder pero ya me había calentado. Sentí que entre 2 o 3 me levantaron y me llevaron hasta la habitación que uso como oficina. Escuché correrse algunos muebles y me pusieron de rodillas en la silla de computadora, con el pecho apuntando en el respaldo. Una voz firme y muy seductora que no era la de mi novio me ordenó que levante un poco las manos, y complementándolo con las esposas me las ató al respaldo de la silla, al igual que las rodillas me las ataron al asiento.

- Bueno muchachos, ¿preparados para el juego de esta noche? Vamos a cerrar el año con todo - dijo Fer y escuché aplaudir a no menos de 10 personas.

Me sacaron la mordaza y me dijeron que no grite, que las putas como yo tenían esa función y que ya era en vano resistirse. Entendí que se trataba de algún juego y que me iban a coger todos. No me asusté porque ya había tenido sexo con varias personas, pero me calentaba mucho saber qué me esperaba.

- ¿Qué es esto? ¿Qué me van a hacer? - pregunté al aire para ver si alguien me respondía, aún con los ojos tapados.
- Hoy vamos a jugar a la ruleta, y la ruleta vas a ser vos, al igual que el premio - me respondieron.

En seguida me sacaron la venda y vi en la posición en la que estaba. Había 14 hombres, mi novio incluido, rodeándome sin ropa. Algunos me miraban y se masturbaban lentamente con una risita socarrona, preparándome para lo que venía. Inmediatamente Fer les pidió que no se toquen y que se preparen porque iba a explicar las reglas:

- El juego es así. Todos nos ponemos en círculo uno al lado del otro rodeando la silla. Giraremos la silla y donde se detenga saldrán 2 personas. La primera será la que esté delante de la puta, es decir, donde apunte su cabeza apenas termine de girar, esa persona inmediatamente tendrá 4 minutos para recibir sexo oral e intentar acabar en la boca de la puta, de lo contrario volverá a la ronda.
El segundo seleccionado será quien esté en la cola, y podrá penetrarla por 4 minutos hasta acabar, de no acabar volverá a la ronda y se girará nuevamente a la puta. Ah, el juego finaliza cuando todos acaben, la desventaja es que no podrán usar preservativo y deberán, en el caso que otro haya acabado antes, continuar a pesar del semen que tenga.

Todos asintieron, yo estaba impaciente porque los amigos de Fer siempre me habían parecido muy lindos y ese viernes iba a ser enfiestada por todos ellos.

Sentí una cachetada en la cola que dio por iniciado el juego. Me giraron en la silla y hasta que no me detuve no quería ni mirar. Rápidamente sentí un escupitajo en la cara y una cachetada en la cola. Abrí los ojos y supe que el juego había comenzado.

Evidentemente no pude ver quién me cogía, pero sí a quien tenía que chupársela. Un morocho muy lindo, Joaquin, compañero de oficina de mi novio me agarraba la nuca y me hundía su pene bien profundo en mi garganta para intentar acabar. Mientras tanto sentía fuertes embestidas de atrás, una cogida suave, pero que no me generaba tanto ya que su verga no parecía tan grande.

Sonó el temporizador y ninguno de ellos acabó. Ví a Joaquin agarrarse la cabeza lamentándose y no pude dejar de recordar cuando invitaba a comer a su novia Paula, una de mis mejores amigas, que si se enterara de que esa noche su pareja iba a depositar su leche adentro mio, no me hablaría nunca más.

Vino el segundo giro y el que me tocó para comerle la pija fue Pablo, el jefe de departamento de Fer. Sabía que estaba casado y que no solían atenderlo muy bien, así que puse todo mi empeño, procuré usar mucha saliva y en menos de 3 minutos sentí cómo la leche de Pablo ya estaba en mis cachetes. En ese momento, quien me estaba cogiendo (creo que Manuel, otro amigo de Fer con quien yo ya había tenido relaciones mientras mi novio miraba) me agarró del cuello y preguntó a todos los presentes:

- Creo que una buena puta tiene que tomar toda la leche, ¿no les parece?

Ante la afirmativa de todos no me quedó otra que tomar toda la carga de Pablo, y mientras lo hacía sentí cómo la leche de Manuel me calentaba por dentro, señal de que había ganado y que había acabado en menos de esos 4 minutos.

Así fueron pasando uno a otro. Conocía a todos menos a uno medio rubiecito que ni me molesté en saberme su nombre, pero que acabó en mi concha después de cogerme.

Una vez los 14 incluido Fer me acabaron yo ya estaba muerta. Acabé 2 veces en lo que fue esa noche y tras el juego me soltaron y me desplomé en el sillón. Solté la tensión del placer y de todo lo que me habían dado, pero aún tenían algo para mi.

- ¿Muchachos, qué les parece si coronamos la noche como se debe? - preguntó uno de ellos.

Afirmaron todos y me levantaron a upa y me empezaron a coger de a dos. No podía parar de gritar. Ya el aire acondicionado no me refrescaba y estaba toda transpirada mientras me embatían uno a otro, mientras los que esperaban en fila se pajeaban. Cuando estaban por acabar alguno gritaba "bajala que le tiro todo a la puta", me arrodillaban y me acababan en la cara llenándome de leche.

Uno tras otro me cogió, hasta que el último que quedó era Joaquin. Yo notaba que no podía terminar, que le costaba, el resto ya se estaba cambiando y decidí calentarlo un poco:

- ¿Pauli sabe que me la estas poniendo? ¿ Sabe lo cornuda que es? Siempre supe que me tuviste ganas, ahora sentí la leche del resto y acabame toda dale papito

Gritó, ni siquiera llegó a decirme que me arrodille, soltó todo adentro mio mientras se aliviaba y de a poco se desprendía. Con la mirada tímida caminó hacia atrás y se fue a vestir.

El juego y la noche había terminado. Los chicos se fueron al living a jugar al poker en la mesa que tenemos y yo a bañar, después de todo la gran ganadora de la ruleta ese viernes habia sido yo.

No hablé con Fer de lo que pasó ni con sus amigos, pasó muy poco tiempo, pero cada vez que los veo me gusta sonreirles y ver cómo esconden esa sonrisa de vuelta. Me hicieron suya, y aliviaron un viernes que iba a ser un espanto.

La lencería de esa noche la perdí, quizá alguno de esos pervertidos se la llevó, o se rompió con las primeras cogidas, pero lo que me quedaron fueron las esposas que desde ese día siempre que salgo las llevo a todos lados, una nunca sabe dónde puede encontrarse un macho de verdad.


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