Una noche con el veneco (final)

Después de echarnos un polvo espectacular, de esos que te dejan al borde del desmayo, nos quedamos dormidos, abrazados, de cucharita, cómo tanto lo había deseado desde la primera vez que cojimos.  Tener un momento de pareja, sin la urgencia de lo clandestino.
Me despierto al sentir su erección frotándose contra mis nalgas. Aunque está dormido, el calor de mi cuerpo lo sigue excitando.
Se la agarro y lo pajeo suavecito, sintiendo como, aún teniéndola parada, le crece más todavía. Me doy la vuelta y me sumerjo entre sus piernas. Resulta gracioso ver cómo se va despertando de a poco, y al abrir los ojos me encuentra debajo suyo, chupándosela.
Estira los brazos, entrecruza las manos por debajo de la cabeza y con una sonrisa de feliz cumpleaños se dispone a disfrutar de la mamada.
-¡Mmmmhhhh... que rica pinga tienes... me encanta chupártela...!- le digo entre chupadas y lamidas.
Me deslizo con la lengua por los huevos, por el tronco duro y erguido, por la cabeza, llenándome el paladar con ese sabor que me resulta tan estimulante.
Se la suelto, y relamiéndome los labios avanzo como una gatita en celo, rozándole las tetas por todo el cuerpo. Me acomodo encima suyo, y besándolo en la boca, me pongo la pinga en la concha, dejándome atravesar hasta que hace tope y queda bien clavada en mí.
-¡Ahhhhhhhhhhhh...!- un suspiro largo y emotivo sale expulsado de mi garganta cuándo lo tengo todo adentro.
Me empiezo a mover despacio, retumbando contra sus piernas, sintiendo en lo más profundo esos golpes con que me hace gozar sin límite ni descanso.
-¡Ahhhhh... Ahhhhhhh... Ahhhhhhh... Ahhhhhhhhhhhh...!- mis gemidos aumentan a medida que la montada se vuelve más intensa y acelerada.
Me atrae contra su cuerpo y me chupetea las tetas. Me las muerde, me las besa, dejándome en la piel las marcas de los chupones.
En ese momento me agarra como una sensación de vértigo y urgencia en el vientre. Me levanto y expulso uno, dos, hasta tres chorros de flujo. Me vuelvo a clavar todo el pincho, subo, bajo y de nuevo, otro torrente que sale expulsado con una violencia que le moja las piernas, los huevos y hasta las sábanas.
El Veneco se entusiasma con ése desfogue, así que ahora es él quién me la empieza a meter y sacar, haciendo que mi eyaculación se haga cada vez más abundante. Entonces me empuja a un lado, sin ninguna delicadeza debo decir, y así como caigo, de costado, me abre de piernas, y me vuelve a cachar con violencia y agresividad, apretándome los pechos como si fueran globos y quisiera hacerlos estallar.
El ruido de nuestros cuerpos chocando y los gemidos de uno y otro parecen sacudir las paredes de la habitación.
-¡Ahhhhhhh... Siiiiiiiiii... Asiiiiiiiiiii... Ahhhhhhhh... Cachame fuerte... Siiiiiiiiii... Con todo... Más... Siiiiiiiiii... Rompeme... Rompeme toda...!- le grito, retorciendo las sábanas, golpeando el colchón con las manos.
Es demasiado. Los orgasmos se suceden uno tras otro, encadenados, tanto que parece que fuera uno largo, sin fin, que se diluye hacia el infinito.
De nuevo nos quedamos dormidos, los miembros de uno enlazados con los miembros del otro, empapados en sudor, con esa satisfacción que solo un buen polvo puede garantizar.
Cuándo me despierto por segunda vez, las primeras luces de la mañana ya están entrando por la ventana. Estoy sola en la cama. Escucho el agua del water, y enseguida lo veo viniendo hacia la cama, desnudo, el pincho colgando pesado entre sus muslos. 
No puede ser tan churro, me digo.
-Ya tenemos que irnos- me dice.
Consulto la hora y le respondo:
-Todavía nos quedan unos minutos-
Separo las piernas y me acaricio la concha, que sigue jugosa y caliente. Sonríe lascivo. Me levanto, me siento al borde de la cama, y con un gesto le digo que se acerque. Le agarro la pinga, que le sigue colgando tentadora, se la levanto y le paso la lengua desde los huevos hasta la punta.
¡Mmmmhhhh...! Puro deleite.
Me la meto en la boca y se la chupo, poniéndosela dura con tan solo unas pocas mamadas.
Me jala con fuerza, y empujándome contra la pared, me embiste desde atrás. 
¡Que manera de culearme! Hasta me parece sentirlo todavía partiéndome el culo a puro pingazo, arrebatado, imponente.
Sin dejar de clavármela, me estruja las tetas, me las aprieta, me retuerce, me pellizca los pezones.
Está fuera de sí, enajenado, pasado de revoluciones, una bestia en celo cuyo único propósito es someter, destruir a su hembra. Y eso es lo que hace conmigo, me destruye, sometiéndome a un bombeo brutal y salvaje.
Me acaba en el culo a torrentazos, llenándome el agujero de pura savia natural masculina. 
Antes de salir del hotel, me tomé un par de botellitas de licor del frigobar, ya que debía llegar a casa aún con resaca. Resaca de alcohol, no de sexo 
Llegué a eso de las nueve, mi marido todavía dormía. Suerte que ese día tenía una pichanga, por lo que no se interesó por un mañanero, sino no sé cómo hubiera hecho para justificar todas las marcas que el Veneco me dejó en el cuerpo.
Me levanté pasado el mediodía, aún sintiendo en mi interior, la efervescencia de sus acabadas.











2 comentarios - Una noche con el veneco (final)

ZurdoPeru
Siempre me termino pajeando con tus relatos, lástima que no respondas los mensajes privados para conversar mejor, sería rico conversar con tan buena relatora 🔥