Una alumna especial

Hola a todos!

Pasó una eternidad desde mi última publicación, lo sé. Pero bueno, uno tiene una vida más allá de internet y a veces pasan cosas que lo sacan a uno de lo que podría ser una rutina ya establecida.

Esta historia la tenía guardada hace una bocha de tiempo, pero por un motivo u otro nunca terminé de pulirla hasta este momento.

No es una saga nueva, sino un one shot. Así que por el momento no se ilusionen con algo por el estilo. Estoy muy lejos de tener el tiempo o las ganas de dedicarle tiempo a una historia de varios capítulos, pero quizás en un futuro no muy lejano puedan encontrar historias cortas de una sola entrega como en este caso.

Espero que disfruten la lectura!

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Una alumna especial

Julián salió de su casa y caminó por debajo de la sombra de los árboles, como ya era habitual, esos metros que lo separaban del trabajo que lo iba a ocupar aquella tarde, buscando evitar el sol lo más posible.

Era un día caluroso, a pesar de que ya se encontraban a mediados de abril. Daba la impresión que el verano estaba portándose como un molesto familiar que se había quedado más tiempo del que uno quería.

A pesar de que realmente eran pocos metros los que tenía que caminar, para cuando llegó a su destino una gota de sudor ya bajaba por el costado de su cabeza, dejando un surco de humedad hasta llegar al cuello.

Agradecido de saber que estaba a punto de encontrarse con un ambiente mucho más fresco, gracias al aire acondicionado, tocó timbre y esperó en la vereda a que fueran a permitirle la entrada.

- ¡Hola! -Dijo una voz conocida apenas se abrió la puerta de la casa de su vecina.

- Hola, Abby…

Julián estaba a punto de abrazar a su alumna, como era la costumbre entre ellos, pero se había quedado anonadado al verla una vez que cruzó la puerta.

Era como si se tratara de otra persona. La joven que estaba delante de él era idéntica a la alumna a la cual llevaba dándole clases particulares desde finales del año anterior: el mismo cabello rubio que caía en ondas, los mismos ojos verdes brillantes y expresivos, el mismo cuerpo menudo y bajito.

Pero la forma en que se había vestido no podía ser más distinta: Abigail acostumbraba a vestirse de manera descuidada cuando él iba a darle clases, generalmente se la podía ver con algún pantalón de jogging suelto y una remera demasiado grande para ella, que básicamente no permitía apreciar nada de su cuerpo. Su cabello solía ir atado en una colita armada de forma apresurada, y casi nunca la había visto usando maquillaje.

Su alumna era sin dudas una linda joven, pero en ninguna de las ocasiones en las que había ido a darle clases ella había hecho el menor esfuerzo por mejorar su apariencia. Era como si intentara por todos los medios verse lo menos atractiva posible.

La chica que había abierto la puerta, en cambio, llevaba un vestido floreado que dejaba al descubierto sus esbeltas piernas, y al mismo tiempo se encontraba tan suelto a la altura del torso, que daba la impresión de que sus pequeños pechos quedarían expuestos al primer desliz. Parecía que lo único que lo mantenía en su lugar era el pequeño saco fucsia que llevaba arremangado y sin abotonar.

Incluso sus lentes eran distintos, ya que éstos eran de marco cuadrado en lugar de los ovalados que siempre le había visto usar.

A eso había que sumarle que su cabello se hallaba prolijamente peinado por debajo de una boina rosa brillante, formado dos largas colitas de pelo a los costados de su cabeza, al tiempo que su rostro se encontraba maquillado de manera sensual, con sus labios de un color fucsia brillante que hacía juego con el saco, y que tentaron a Julián como nunca lo habían hecho antes.

- Vos sos Julián, ¿no?

La pregunta lo sacó de sus pensamientos para volver a asombrarse. Simplemente no tenía sentido. ¿Cómo era que esa chica no sabía quién era él? Eso no tenía nada de sentido.

- ¿Cómo que quién soy? – Preguntó Julián, extrañado. - ¿Ahora no me reconocés, Abby? Y eso que el que se quedó sorprendido cuando te vio fui yo.

La chica empezó a reírse a carcajadas, lo cual descolocó aún más a Julián, ya que nunca había escuchado a Abigail reírse de esa forma. De hecho, no recordaba haberla escuchado reír nunca. Siempre se había mostrado bastante tímida y reservada delante suyo, y durante las horas que pasaban juntos en esa casa las conversaciones prácticamente no se desviaban de la clase del día y los desafíos que se le presentaban con las últimas clases de la universidad.

- ¿Me estás cargando? ¿De qué te reís, Abby?

- Que yo no soy Abigail. Soy Agustina, la hermana. – Dijo, con una sonrisa que era pura simpatía, al tiempo que me hacía una seña con la mano para que entrara en la casa. - Somos gemelas. -Añadió al ver la expresión de confusión y sorpresa que no abandonaba el rostro de Julián. - ¿Vas a entrar o no?

Al sentir el fresco que llegaba del interior de la vivienda, gracias al aire acondicionado que funcionaba a toda máquina, Julián se dejó llevar, agradecido de poder escapar de aquel calor infernal que dominaba la calle.

Mientras caminaba detrás de Agustina, Julián no pudo evitar analizarla, en busca de más diferencias y semejanzas entre aquella chica y su hermana.

¿Abby tendría piernas flaquitas, pero tan bien torneadas como las de aquella chica? Nunca la había visto llevar algo más que ropa bien suelta. En el mejor de los casos la habría visto con algún pantalón que le cubría hasta la mitad de las pantorrillas, pero jamás con un vestido que mostrara tanto como el que llevaba puesto.

Si bien su relación con Abby nunca había sido otra más que la de un profesor que intentaba ayudar a su alumna a mejorar en un aspecto académico, él alguna vez había pensado que, si ella lo quisiera, podría verse mucho más atractiva.

Pero teniendo a Agustina enfrente, era obvio que esa chica tímida y reservada también podría desprender aquel aire sexy, si es que se lo proponía.

- ¿Querés algo de tomar? – Preguntó Agustina, que ya se encontraba en la cocina.

- Sí, algo de agua fría, por favor. – Respondió Julián en el comedor, descolgando su mochila y colocándola en el sofá que se encontraba a un costado, donde siempre solía dejarla.

Se oyeron unos leves tintineos de vidrio entrechocándose y pocos segundos más tarde aparecía la joven con dos vasos de agua, los cuales apoyó en la mesa, para luego sentarse a su derecha.

- ¿Así que vos sos el profesor de Abby? – Preguntó, mientras apoyaba su brazo en la mesa para luego dejar caer su cabeza sobre la mano y clavar aquellos ojos verdes en Julián.

- Sí. – Julián se sentía algo intimidado por aquella joven, tan parecida, pero al mismo tiempo tan distinta a su alumna. - ¿Dónde está ella? ¿Y Romina? -Intentó averiguar, girando la cabeza en busca de alguna señal que le dijera la ubicación de su alumna o de su madre. - Vine para darle una clase.

- Ah, no está acá. – Replicó con una sonrisa casi traviesa. – Ni ella ni mamá. Se fueron al médico, Abby se hizo un cortecito en el dedo y mamá la llevó a la guardia. -Agregó, revoleando los ojos, como si se tratara de una reacción sumamente exagera de su madre ante algo tan sencillo de curar como un corte en el dedo.

- Uh, qué cagada…

Julián se quedó en silencio unos segundos. Estaba a punto de anunciar que ya se pensaba ir, cuando su lado más curioso se hizo presente.

- Che, perdona si te molesta la pregunta, pero… ¿por qué nunca Abby me habló de vos?

- ¿Nunca? Qué sorpresa… - Comentó Agustina, en un tono que indicaba que no se hallaba sorprendida para nada. – Digamos que no me llevo bien con Abby o con mamá. Ellas no me perdonan que me haya ido con papá en lugar de quedarme acá. Y Abby en particular tiene otros motivos, pero no importa.

- ¿Y entonces qué hacés acá? -Ante esa última frase, la curiosidad de Julián se despertó un poco más, pero el tono de la chica no le daba lugar a hacer preguntas al respecto. -No termino de entenderlo.

- Vine a verte a vos. – Anunció con una sonrisa casi diabólica.

- ¿Cómo? -Repreguntó, sintiendo que su garganta se secaba.

La respuesta había tomado completamente por sorpresa a Julián. ¿Qué se suponía que quería decir con eso?

-¡Ay, no seas tonto! -Exclamó entre risas Agustina, que al parecer disfrutaba mucho cada vez que lograba que Julián se pusiera algo nervioso. -Yo también necesito ayuda con matemáticas.

-Ah...

El aire había vuelto a los pulmones de Julián. Por fin podía encaminar la charla hacia un terreno que él podía manejar.

-Sí, el profesor nos está matando con el ritmo y encima explica cómo el culo. -Comentó ella, refunfuñando.

-Mirá vos... Algo igual me había comentado tu hermana.

-Seguro que sí... ¡si estamos en la misma clase!

Las sorpresas se seguían acumulando en la cabeza de Julián. Abigail jamás había mencionado que tenía una hermana, y mucho menos había hecho comentarios acerca de que cursara con ella en la misma universidad. Él sabía que podía haber una mala relación entre hermanas, pero que las cosas llegaran a un punto tal que su alumna directamente se negara a mencionar algo de tan importante le resultaba muy extraño.

-Ah... Abigail nunca me lo mencionó eso. -Comentó, tanteando el terreno un poco.

Agustina ni siquiera se dignó a decir algo por unos segundos, sólo resopló y puso una tremenda cara de orto.

Era impresionante cómo una chica podía tener una hermana tan distinta. Abigail seguramente habría agachado la cabeza, negándose a comentar nada de lo que podría haber estado pasando entre ellas, pero era obvio que aquella chica no tenía pelos en la lengua.

-Pendeja pelotuda y resentida... -Dejó escapar, todavía claramente enojada.

-Bueno... Tampoco para hablar así de tu her... -Empezó Julián, tratando de calmar la situación un poco.

-¡Es que es una tarada! -Explotó Agustina, antes que él pudiera hacer algo para evitarlo. -¡Nunca dice nada! ¡Se guarda todo! ¿Cómo voy a saber yo que el pibe que me cogí en el colegio era el que le gustaba a ella?

Julián casi se atraganta con el vaso de agua que había intentado tomar. Tuvieron que pasar unos segundos hasta que él pudo recuperar la compostura y normalizar su respiración.

El silencio se extendió durante varios segundos mientras Agustina volvía a mostrar una sonrisa de picardía al lograr que Julián se pusiera tan nervioso.

-¿Te parece si empezamos con la clase? -Preguntó su alumna, poniéndose de pie y caminando en dirección a la escalera.

-¿No vamos a hacerlo acá? -La voz de Julián a duras penas logró evitar un tartamudeo. Nunca había visitado otro rincón de la casa más que el lugar en el que daba las clases particulares.

-No. Vamos a la habitación de Abby.

-Pero... si con ella siempre hacemos las clases acá. -Dijo a modo de leve protesta, mientras señalaba la mesa del comedor, donde solía darle clases a su alumna.

-Bueno, pero para mí es mejor hacerlo en una habitación. No me gusta estudiar ahí. -Respondió, ya a punto de subir el primer escalón. - Así que vamos a la pieza de Abby.

Todavía con la cabeza llena de dudas, Julián tomó sus cosas y se dispuso a seguir a aquella chica tan distinta de su hermana.

Agustina no se movió de donde estaba hasta que el joven no llegó con ella, y recién ahí fue cuando se dio media vuelta y comenzó a subir la escalera dando pequeños saltitos.

Sin pensarlo, de manera más bien instintiva, los ojos de Julián subieron de a poco con la vista clavada en la espalda de su alumna. Pero, a medida que la chica seguía subiendo de aquella manera, él pudo apreciar cómo la falda del vestido se levantaba unos cuantos centímetros con cada saltito que daba Agustina.

Julián sabía que estaba mal, que era algo que no debía hacer, pero la tentación fue más fuerte: esperó un segundo más de lo debido al pie de la escalera y recién ahí fue cuando siguió a su alumna.

Ese segundo extra fue todo lo que necesitó para conseguir el ángulo necesario para obtener flashes de la ropa interior que la falda del vestido revelaba momentáneamente cada vez que Agustina subía los escalones.

Una vez más Julián tuvo que calmarse luego de la imagen que había llegado a sus retinas: esa chica apenas sí llevaba puesta una tanguita fucsia que hacía juego con su boina y con su saquito, pero que se le había metido tan adentro de sus pequeñas nalgas que apenas sí tapaba algo de su cola.

Luchando por mantener la compostura, terminó de subir los escalones y alcanzó la puerta de la habitación de su alumna.

-¡Epa! ¿Qué pasó que estás tan colorado? -Preguntó Agustina desde adentro, mientras mantenía la puerta abierta, invitando a pasar a su profesor. -¡No me digas que ya te cansaste sólo por subir unos escalones!

-No, bueno... -La cabeza de Julián era un desastre, y le costaba horrores pensar en una buena excusa para el color de su rostro... algo que no fuera “es que te vi la tanga bien metida en el culo”. -Es que... es la primera vez que entro en la habitación de Abigail.

“Ojalá con eso alcance, por favor...”, rogó el cerebro de Julián. No había sido capaz de inventar alguna otra cosa, y si aquella chica insistía o no se creía su mentira, no sabía si podría aguantar un interrogatorio.

-No seas tonto, es una habitación común y corriente nada más. -Replicó Agustina, sonriendo. -Tampoco es que Abby deje las tangas tiradas por el piso, ella es una chica muy ordenada siempre. -Agregó, convirtiendo su inocente sonrisa en una mucho más picante. -Dale, pasá sin miedo.

Sin darle tiempo a reaccionar, la chica lo agarró del brazo y prácticamente lo metió dentro de la habitación de un tirón.

Julián finalmente entró por primera vez en la habitación de su alumna.

Por algún extraño motivo, era algo que tranquilamente podría haber esperado de una chica con Abby: paredes blancas, unas cortinas multicolor en la ventana, muchas fotos tanto de bandas juveniles, como con familiares, y con las que parecían ser sus amigas, algunos peluches de animales por aquí y por allá, y una cama de plaza y media cubierta por una frazada de un color verde brillante, sobre la que se encontraban varios almohadones y algunos peluches más.

Agustina lo esperaba sentada en la cama, con el borde del vestido bastante más arriba, mostrando todo lo posible de sus piernas, que por suerte se hallaban bien cruzadas. Daba la impresión de que al primer centímetro que se separaran, Julián podría apreciar la parte delantera de aquella tanga fucsia.

- ¿Empezamos la clase? -Preguntó, con un brillo especial en sus ojos, enmarcados por aquellos lentes cuadrados.

- ¿No vamos a usar el escritorio? -Julián se encontraba cada vez más nervioso.

- A mí me gusta estudiar en la cama. Así que vení, que no muerdo. -Agregó la chica, dándole una palmadita a un lugar del colchón ubicado a su lado.

Resignado y muy nervioso, Julián se acercó a su nueva alumna con sus cosas en brazos y se dispuso a empezar una nueva clase particular.

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A pesar de lo incómodo de la situación, luego de unos minutos Julián empezó a sentirse mucho mejor. Agustina claramente era una chica tan capaz como su hermana, y los problemas que ella tenía se debían principalmente al desastre que ambas tenían como profesor en la universidad.

-Igual vos no te preocupes. -Dijo Julián en un momento en que Agustina no terminaba de entender un ejercicio. -Vas a ver que con algo de tiempo le vas a agarrar la mano bien.

-Ya veo cómo hizo la otra para mejorar tanto... -Replicó su alumna del momento. -Enseñás muy bien.

A Julián no le gustó mucho el tono que usó la joven para referirse a su gemela, pero no quería generar tensión nuevamente ahora que las cosas se habían calmado.

-Gracias. -Contestó con tono amable. -Vos también sos una chica muy capaz. Seguro que te va a ir mucho mejor ahora.

- ¿Sabías que Abby no me quería contar cómo había hecho para mejorar? -Preguntó de manera sorpresiva.

-No... no lo sabía.

-Sí... Ya me parecía raro cuando el año pasado logró aprobar matemática en la mesa de diciembre. Siempre le había costado mucho más que a mí, pero de repente era una luz y hasta los profesores la felicitaron por terminar el secundario con tan buen nivel de matemática. -Revoleó los ojos al decir eso, como si el recuerdo le molestara. -Ella se hacía la santita, como si hubiera mejorado por su propia cuenta. ¡Ja! Después del primer parcial que tuvimos en la universidad la encaré y le dije que más le valía decirme cómo había hecho para mejorar así. Ella no quería saber nada, pero al final la convencí y me dijo que había empezado a estudiar con vos desde las mesas de diciembre. -Un tono triunfal se apoderó de ella, como si se regodeara al haberle arrancado el secreto a Abby. -Era obvio eso. Estudiando ella sola, ni en pedo que mejoraba así.

Sorprendido por las declaraciones de Agustina, Julián sólo se limitó a mantener el silencio.

-Se ve que te quiere para ella sola. -Agregó, al ver que el profesor no decía nada.

- ¿Perdón? - Aquello lo había tomado completamente por sorpresa.

- Seguro que ella pensaba que si yo te tenía de profe particular también se lo iba a... robar como hice con el chico que a ella le gustaba.

El tono que usó le hizo entender a Julián que “robar” no era exactamente la palabra que pensaba usar aquella chica.

Algo se despertó en su interior al escuchar esa última frase. ¿Acaso le acababan de tirar una indirecta? No podía ser cierto. Resultaba bastante obvio que Agustina era una chica que no tenía nada de la timidez de su hermana, pero de ahí a darle a entender que ella podría tener sexo con él, era algo distinto.

No sólo eso, sino que encima le daba a entender que Abby sentía celos de que él le diera clases a su hermana. “Te quiere para ella sola”, era lo que había dicho Agustina. ¿Sería cierto que su alumna sentía atracción por él? Abby jamás había dado a entender eso, al menos no de una manera que él hubiera podido entender.

Pero esa chica era imposible de descifrar. Más allá de cierto cariño que sentía de parte de ella al abrazarlo cada vez que él entraba en la casa, durante las clases apenas sí comentaban cosas por fuera de los temas de matemáticas.

- ¿Me podés explicar esta parte? No termino de entenderlo todavía.

Agustina lo sacó de su trance y lo devolvió a la realidad. Él estaba ahí para darle clases de matemáticas, y para eso le pagaba su madre. Aunque en un rincón de su cabeza se empezó a preguntar si también podía llegar a darle clases de educación sexual...

Apartando con velocidad esa última idea de su cabeza, Julián intentó continuar con la clase.

Pero algo había cambiado luego de esa pequeña charla. Agustina se había acercado un poco más a él, y ahora tenía su cuerpo prácticamente pegado con el de ella.

-A ver... Esperá que me acomodo un poco. -Dijo en un momento la chica, al tiempo que colocaba su mano sobre el hombro de Julián. -Ah, ahí lo veo mejor.

Pero Agustina no sacaba su mano de ese lugar.

De repente Julián fue consciente de la presión que comenzaba a sentir en su pantalón, más precisamente a la altura de su entrepierna. No tardó más de un segundo en entender que empezaba a excitarse.

Algo nervioso, Julián hizo como que se acomodaba un poco y volvió a poner un par de centímetros de distancia entre ambos.

- ¿Me dejás ver la fotocopia un poco mejor? Desde acá no lo veo. -Preguntó la chica un minuto más tarde, al ver que el ejercicio estaba del otro lado del apunte y era imposible para ella ver una letra tan pequeña.

Estirándose un poco, Julián se colocó de manera tal que no le quedó otra opción que volver a pegarse a su alumna.

-Ah... ahí lo veo bien. Gracias. -Dijo Agustina con una nueva sonrisa.

Temeroso de un nuevo ataque por parte de las manos de su alumna, Julián intentaba concentrarse en el enunciado y las fórmulas necesarias para resolver el ejercicio, pero al bajar su mirada vio algo aún peor: la mano de Agustina ya no intentaba ir hacia su hombro, sino que ahora se ubicaba entre sus piernas, y por cómo se movía, parecía que él no era el único que se estaba excitando con esa situación.

-¿Q-Q-Qué estás haciendo?

-Nada, me estoy acomodando el vestido. -Dijo, sin el menor rastro de vergüenza, al tiempo que retiraba su mano y en el proceso levantaba la falda un centímetro de más, lo que le permitió a Julián poder ver un pequeño flash de color fucsia.

-Bueno, pero no parecía eso. -Replicó Julián sin poder contenerse.

- ¿Ah, no? ¿Y qué parecía, entonces? -Retrucó la chica sonriendo, como si desafiara a su profesor a responder esa pregunta.

-Parecía... Bueno... No parecía lo que vos dijiste.

Julián podía sentir que toda su sangre se dirigía directo a su cara, evidenciando su nerviosismo. Bueno, no toda su sangre. Una parte había decidido quedarse en su entrepierna, recordándole lo excitante de la situación.

- ¿Y qué parecía? -Repitió Agustina, con un tono y una mirada que reflejaban lo mucho que le divertía ponerlo nervioso.

El profesor tragó saliva, intentando encontrar las palabras. Los pensamientos se agolpaban en su cabeza y tiraban de él para todos lados al mismo tiempo.

Quería levantarse e irse de la habitación, evitar cualquier posible problema que representara hacer algo con esa chica en una casa ajena y en la mismísima habitación de la hermana de su alumna.

También quería ponerle los puntos a Agustina, ponerse firme y decirle que dejara de boludear con él de esa forma. Al fin y al cabo, si bien apenas tenía unos años más que ella, él merecía que la chica lo tratara con respeto.

Pero al mismo tiempo sentía una irresistible atracción hacia la boca de aquella chica, pintada con un labial fucsia que imitaba el resto de su vestuario. No podía negarlo, quería arrancarle el vestido con los dientes, ponerla en cuatro y meterle la verga de golpe hasta hacerla aullar de placer.

Que fuera tan igual a su alumna no hacía más que alimentar el morbo de la situación. El riesgo, el lugar, todo conspiraba para que en su mente esa idea fuera tomando cada vez más fuerza.

-Bueno, no importa. -Dijo Julián bruscamente. -Sigamos con la clase mejor. Y dejá tu vestido tranquilo. -Añadió, con tono tajante, intentando ocultar todo lo que pasaba por su mente.

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Lo que sucedió en los siguientes minutos fue una pesadilla para Julián.

Agustina le hizo caso con respecto a lo de dejar su vestido en paz. Pero en lugar de usar sus manos para resolver los ejercicios, la chica empezó a tocarlo cada vez más seguido.

Al principio sólo fue algo sutil, como un pequeño golpecito en el hombro para llamarle la atención y hacerle alguna pregunta, o tocarle la rodilla por una fracción de segundo al cambiar de posición.

Más adelante, sin embargo, empezó a ser cada vez más evidente que su alumna lo estaba buscando: en vez de usar sus propios apuntes para leer las consigas, se quedaba pegada a Julián y leían ambos de su juego de fotocopias.

Agustina se inclinaba cada vez más, y cada tanto llegaba al punto que dejaba su cabeza apoyada en el hombro de Julián mientras éste intentaba explicarle algún concepto.

Julián, mientras tanto, hacía todo lo posible por contenerse. Sabía muy bien que debería haber puesto el grito en el cielo muchísimo antes, que debería haberle dicho que no podía comportarse así, obligarla a salir de la habitación de su hermana, volver a la mesa de abajo y poner algo de distancia entre ambos.

Pero no lo hacía.

Agustina lo tentaba, le nublaba la mente, y la vocecita en su cabeza que le decía que todos los pensamientos lujuriosos que pasaban por allí estaban mal, bajaba su volumen cada vez más.

Su verga empezaba a dolerle de tenerla tan apretada en el pantalón, y las manos de Agustina no paraban de tocar sus muslos de vez en cuando. Daba la impresión de que en el instante menos pensando esas pequeñas manos subirían directo a su entrepierna, y él no estaba seguro de que fuera a frenar a su alumna si eso llegaba a suceder, por muy arriesgado que fuera todo.

-Entonces, ¿ves lo que te digo? -Preguntó Julián, señalando una línea del desarrollo de la solución del ejercicio. -Si pasás este término y lo agrupás con este otro, se simplifica todo, ¿lo ves ahora?

-A ver... -Dijo la joven, una vez más acomodándose para acercarse a su profesor y ver mejor lo que él le señalaba.

Y de repente la mano de Agustina se posó una vez más en su muslo, pero en esa ocasión no la retiró.

Julián podía sentir su propia respiración entrecortándose. Un sinfín de pensamientos parecían luchar por ser el que ocupara el lugar de honor en su cabeza, pero todos se parecían:

“La pendeja no saca la mano.”

“Te quiere tocar la pija.”

“¿Qué estás esperando? Comele la boca.”

“Dale, antes que llegue la hermana.”

“Seguro que se mueve re bien.”

“Partila al medio, dale.”

“Te está tirando todos los palos.”

“Seguro que tiene todas las ganas de chuparte la pija.”

- ¿Pasa algo? -Preguntó Agustina, sonriente, muy consciente de lo que estaba haciendo y de dónde estaba su mano.

El cerebro de Julián estaba trabado, y su instinto animal luchaba por tomar las riendas de la situación, pero a último momento logró contenerse y se puso de pie con brusquedad.

-Dame un minuto, tengo que ir al baño.

Ya más consciente del dolor que sentía en su entrepierna, Julián se dio media vuelta para ocultar su erección y salió por la puerta de la habitación caminando a toda máquina hasta entrar al baño de la planta baja.

Una vez allí, abrió la canilla del lavatorio y se arrojó agua fría sobre la cara en varias ocasiones.

-¿Qué carajo estás haciendo? Pedazo de pelotudo que sos... -Dijo con furia, mirando su propia imagen en el espejo. -Calmate o te van a matar. Te llega a encontrar la madre y...

Ni siquiera tuvo que terminar la frase en voz alta. Julián sabía que el poder del boca en boca era lo que lo había llevado a trabajar con varios alumnos, y que ese mismo poder podía destruir su reputación.

Si la madre de Agustina los encontraba con las manos en la masa, él ya podía despedirse de todos los alumnos con los que estaba trabajando, que de inmediato lo tildarían de abusador, de aprovecharse de la confianza de sus alumnas y quién sabe qué más.

Una vez que recuperó su compostura, desabrochó su pantalón y permitió que su verga saliera a tomar aire, dejando escapar un pequeño suspiro de alivio al sentir que desparecía la sensación de molestia en su entrepierna.

Se tomó un par de minutos para despejar su cabeza y hacer que bajara su erección, cosa que increíblemente pudo conseguir.

Ya más calmado, comprobó en el espejo que todo estuviera en su lugar y volvió a subir las escaleras, preparado para continuar la clase con normalidad.

Pero Agustina tenía otros planes en mente.

Apenas entró en la habitación, Julián maldijo con todas sus fuerzas el momento en que había decidido quedarse en esa casa en lugar de juntar sus cosas y volver a su hogar.

Esa pendeja atrevida había cambiado de posición, y ahora se encontraba sentada en la cama, descalza, cruzada de piernas y con su cuaderno en el medio.

La falda de su vestido estaba tan subida sobre sus muslos que Julián estaba convencido de que, en cuanto Agustina moviera aquel cuaderno tan sólo un centímetro, él tendría una vista excelente de la ropa interior de su alumna.

- ¿Qué hacés así sentada? -Preguntó todavía desde la puerta, temeroso de acercarse.

-Nada, así estoy más cómoda. -Respondió con serenidad, volviendo a bajar la vista hacia su cuaderno. -¿Podés venir? Acá hay algo que no entiendo de este ejercicio.

Tratando de mantenerse calmado, se acercó nuevamente a la cama, rogando con todas sus fuerzas a cualquier dios que pudiera oírlo, y que por favor le permitiera llegar al final de la clase sin problemas.

Agustina no volvió a hablar por un rato, cosa que tranquilizó a Julián, quien el cual se dedicó a revisar algunos ejercicios que debían resolver a continuación, una vez que la joven terminara con el que estaba haciendo en ese momento.

-Listo. -Anunció, mientras Julián había girado su cabeza en dirección opuesta a donde se encontraba ella. -Tomá. -Dijo luego, entregándole su cuaderno en la mano.

Distraído, Julián estiró el brazo para recibir el cuaderno de su alumna todavía mirando hacia otro lado, pero al no poder agarrarlo en un primer intento, se giró en dirección hacia Agustina.

Demasiado tarde se dio cuenta de su error.

Agustina le había hecho creer que no iba hacer ningún otro intento, pero sólo había sido una estrategia. Ahora que el cuaderno no estaba para ocultar nada, Julián podía observar en todo su esplendor aquel rincón que había entre las piernas de su alumna, sólo cubierto por aquella fina tela.

Durante un segundo que duró una eternidad, Julián quedó hipnotizado por aquella visión, que quedó grabada a fuego en su cerebro con todo detalle.

Cuando recobró la compostura, levantó la vista para encontrarse con una expresión triunfal en el rostro de Agustina. Ella no dijo nada, pero tan sólo con mirar aquellos ojos verdes, Julián sabía que ella lo había planeado todo y que sabía también que había funcionado a la perfección.

Julián, completamente avergonzado, se limitó a bajar la vista hacia el cuaderno de su alumna, pero a pesar de lo mucho que intentaba analizar la resolución del ejercicio, en su mente seguía presente todo lo que había visto en ese segundo infinito.

Y lo peor era saber lo que representaba el hecho de que el frente de la tanga de su alumna tuviera un tono más oscuro de fucsia.

- ¿Y? ¿Lo viste al final o no?

La voz de Agustina volvió a sacarlo de sus pensamientos. Julián levantó la vista de nuevo para encontrarse con aquel par de ojos verdes clavados en él, y en cambio él no pudo evitar volver a clavar su vista en la tanga de ella, la cual todavía seguía expuesta para él.

-Te veo muy distraído, profe. ¿Pasa algo?

-¿Cómo que si me pasa algo? ¿Vos me estás cargando?

Julián había llegado a su límite. Esa chica claramente lo venía provocando desde el instante en que pasó por la puerta de la casa. Ahora resultaba del todo claro. Y se decía de todo en su cabeza por haber sido tan estúpido de no haberlo visto antes.

-Sí. -Respondió ella, con una sonrisa que era en partes iguales inocente y diabólica. -Parece que algo te tiene nervioso. ¿Viste algo raro?

Ella bajó la vista hacia su entrepierna, y Julián la imitó antes que pudiera controlarse. La mancha parecía haberse vuelto más oscura.

-¿Te podés tapar de una vez? - Le costaba horrores no dejarse llevar por la tentación, pero por el momento lo estaba logrando.

-Claro, si fuera Abby no te estarías quejando... ¿no?

El comentario lo tomó desprevenido. Y lo peor de todo es que no tenía una respuesta para decirle. O quizás sí, pero no estaba seguro de que Agustina quisiera escucharla, o él mismo de querer expresarla en voz alta siquiera.

-No sé qué tiene que ver tu hermana con todo esto. La que está mostrando su ropa interior sos vos, y eso me parece completamente fuera de lugar. Ni hablar de toda esta situación. Vos y yo solos en la habitación de tu hermana... ¿Qué diría tu mamá si nos encuentra así?

-Mamá no está acá, ni Abby. Estoy yo. Con vos. Los dos solos. Y no sabés lo que me calienta eso. -Agustina estiró su mano antes de que Julián tuviera la opción de levantarse de la cama y la posó directamente sobre entrepierna, donde era imposible que ella no notara su erección. -Y a vos también te calienta, ¿no?

Julián no podía desmentirla, el contacto de la mano sobre su entrepierna hacía que su verga estuviera tan dura que no sabía cómo había hecho para que no atravesara el pantalón para enterrarse entre las piernas de su alumna.

-¿Por qué hacés esto? -Preguntó con un hilo de voz.

-Porque Abby te quiere para ella sola, pero antes te voy a tener yo. -Respondió, al tiempo que le aflojaba el cinturón.

-Sos una hija de puta.

-Una hija de puta que te va a coger ahora mismo.

Los papeles, apuntes, útiles, las fotocopias, todo terminó cayendo al piso mientras el profesor se abalanzaba sobre su alumna hasta dejarla de espaldas sobre la cama, él colocado por encima de ella, sus brazos a los costados, casi como si quisiera evitar que se escapara de ese lugar.

Pero la mirada de Agustina daba a entender que ese lugar era exactamente en el que ella quería estar.

Julián dudó una vez más. Su cara estaba a pocos centímetros de la de Agustina, y los ojos de su alumna lo llamaban en un grito silencioso para que le comiera la boca de una vez. Pero él seguía dudando.

-Tu mamá y tu hermana pueden llegar en cualquier momento.

-Cerré la puerta de entrada con llave. No van a poder entrar a menos que yo baje a abrirles. -Dijo Agustina con una mirada que reflejaba lo irritada que estaba porque Julián todavía resistiera. -Dejate de dar vueltas ya mismo.

Antes que pudiera decir más nada, la joven colocó sus manos en la nuca de su profesor y lo atrajo hacia ella.

Sus bocas se encontraron, y así fue como el último resquicio de autocontrol abandonó el cuerpo de Julián.

La lengua de Agustina de inmediato se abrió paso entre los labios de su profesor y lo obligó a luchar a muerte por un buen rato. Sus dedos se entrelazaron en la nuca de Julián, dándole a entender que ella no iba a permitir que se escabullera.

Todos esos pensamientos que habían permanecido durante tanto tiempo en lo más profundo de su mente con respecto a Abby se hacían presentes ahora. No era Abby, pero que fuera tan parecida a ella multiplicaba el morbo que sentía por mil.

El lado más primitivo que llevaba por dentro se apoderó de él y abandonó su boca para dirigirse directo a su entrepierna. Era como si el aroma de la excitación Agustina lo atrajera de manera irresistible.

Finalmente levantó la corta falda del vestido y, en el instante en que colocó las manos sobre la cintura de su alumna, ella levantó las piernas para facilitar la tarea de Julián.

Podría haber realizado algún comentario al respecto, pero lo único que había en su cabeza era enterrar la cara en aquel rincón que hasta unos segundos atrás había permanecido oculto, pero ahora brillaba gracias a los fluidos que emanaba.

Se quedó unos segundos admirando aquel paisaje tan hermoso, pero la lujuria no tenía tanta paciencia como para seguir perdiendo el tiempo.

Bajó hacia aquel rincón y su lengua salió de inmediato a recorrer aquel terreno que una parte de él (esa parte animal que reaccionaba igual con cualquier mujer que hallaba atractiva) había ansiado conocer desde el primer momento en que la había visto.

Era lo más rico que había probado en su vida. No tenía idea de cómo o por qué se había encontrado con ese sabor justo entre las piernas de Agustina, pero no tenía pensado tampoco quejarse.

-Ay, sí... así... me estás matando profe...

Cada palabra que pronunciaba ella era una señal para saber que está cumpliendo con su misión. Dejó que su lengua se paseara por fuera y por dentro, satisfecho de sentir cómo el cuerpo de su alumna se retorcía de placer y de escuchar cómo sus gemidos comenzaban a llenar la habitación.

Julián no era particularmente alguien que le encantara practicar sexo oral, sino más bien recibirlo, pero en ese momento su mente estaba decidida a provocarle tantos orgasmos como fuera posible.

Las piernas de ella cambiaron de posición, y pasaron a rodear su cabeza, dándole a entender al profesor que no tenía permiso todavía para abandonar su tarea.

Así estuvo varios minutos, y cada vez que notaba que el cuerpo de Agustina temblaba, se relamía, sabiendo que estaba por recibir una nueva ola de su néctar para ser saboreada únicamente por él.

El dolor en su verga le indicó a Julián que ésta necesitaba salir de esa cárcel de tela, que ya no podía aguantar el encierro, y que también quería explorar los rincones de aquella chica que era idéntica a su alumna.

Por fin las piernas de Agustina aflojaron en la presión y se separaron, liberando a Julián de aquella traba y permitiéndole levantarse.

Una vez que se incorporó, pudo ver el rostro de su alumna, sus ojos brillando con un fuego infernal.

-Ahora me toca a mí.

Antes de que pudiera reaccionar, Julián se encontró con que aquella chica tan menuda se las había ingeniado para dar vuelta las tablas. Ahora era él quien se hallaba de espaldas, mientras Agustina terminaba de desabrochar su cinturón, bajar el cierre, bajar su pantalón y también su ropa interior, haciendo que su verga escapara de su prisión.

La misma desesperación que lo había poseído a él un minuto antes parecía haberse mudado para tomar control de Agustina.

Sin rastro de dudas o miedos, y mucho menos de la timidez que caracterizaba a su hermana, la joven se abalanzó sobre su verga y la introdujo en su boca. Al instante Julián pudo sentir cómo aquellos labios abrazaban el tronco y subían y bajaban, ejerciendo una presión que nunca habría esperado de una chica tan menuda.

Parecía que aquella chica intentaba succionar su alma a través de su verga, y él no tenía pensado quejarse si lo lograba.

En su cabeza la línea que diferenciaba a Agustina de Abby se volvía cada vez más difusa, y en más de una ocasión casi se le escapa el nombre equivocado. ¿Acaso su mente tenía tantas ganas de que fuera Abby la que le estuviera chupando la pija? ¿Era por eso que finalmente se había dejado llevar por su calentura?

Pero las habilidades de Agustina no le dieron mucho tiempo para seguir reflexionando. ¡Lo bien que chupaba la pija esa pendeja! Con esa carita angelical que compartía con su hermana era difícil de creer que pudiera prenderse a su verga de esa forma, pero realmente esa chica sabía lo que estaba haciendo.

De repente esos labios se separaron de su verga y su boca se dirigió a sus pelotas, las cuales empezó a lamer mientras lo masturbaba con una de sus manos.

Julián se llevó las manos a su rostro, incapaz de comprender las sensaciones que invadían su mente y todo lo que provocaba Agustina en él.

Y ella demostraba que tenía una buena idea de lo que estaba provocando. Lo mantenía lo suficientemente excitado como para que su erección se mantuviera a tope, pero cada tanto interrumpiendo sus movimientos, sin permitirle llegar al orgasmo, lo cual lo volvía loco.

-¿Trajiste forros? -Preguntó de repente Agustina, mientras su mano derecha subía y bajaba por su verga, la cual brillaba cubierta de saliva.

Julián podía sentir cómo se le caía el alma al piso. Su alumna leyó con claridad la expresión que se había dibujado en su rostro y soltó su verga por un segundo, para dirigirse a la mesita de luz.

-Tengo que estar en todo yo... -Dijo con un dejo de superioridad, mientras Julián observaba cómo sacaba un preservativo de un cajón.

-¿Cómo sabías que...?

-Porque los puse ahí antes de que llegaras.

Una vez más, Julián volvió a caer en la cuenta de que nunca había tenido una chance contra esa chica. Había estado bailando en la palma de su mano desde el primer segundo.

Algo enojado por ese pensamiento, a la vez que excitado, terminó de desvestirse, prácticamente le arrancó el preservativo de las manos, retiró el envoltorio, se lo colocó con tanta prisa que casi se lastima, y miró cómo Agustina se colocaba nuevamente con su espalda contra el colchón, abriéndose de piernas en un claro gesto de invitación.

-¿Me vas a coger, profe?

Con una calma que realmente no sentía, Julián se acercó a su alumna en silencio, colocó la punta de su verga en la entrada que se hallaba entre sus piernas y, manteniendo la mirada clavada en su alumna, lentamente empezó a presionar.

Era increíble lo mojada y caliente que estaba por dentro. A pesar de que estaba bastante apretado, no tuvo que hacer mucho esfuerzo para terminar de ingresar en ella, lo cual evidenciaba que tenía tantas ganas como él de que eso sucediera.

Poco le costó entrar por completo, y apenas su cuerpo terminó de entrar en contacto con el de Agustina, ella se colgó de su cuello y atrajo su cabeza hacia la suya para volver a besarlo.

Sin dejar de disfrutar de la batalla que volvía a tener lugar dentro de sus bocas, Julián empezó a moverse. Cada vez que su verga termina de entrar en Agustina, podía sentir cómo su boca se llenaba con los suspiros que ella dejaba escapar.

Se sentía cada vez más excitado, si eso era posible, y su lado más salvaje decidió que era hora de tomar un poco el control.

Julián se incorporó y tomó a su alumna por la cintura para sostenerla con firmeza, para luego empezar a arremeter con más fuerza en cada penetración.

Ignorando por completo lo que podía decir Agustina, se concentró en acelerar sus movimientos cada vez más, con lo que la habitación empezó a llenarse con el ruido de su cuerpo chocando con el de ella.

No podría haber dicho cuánto tiempo pasó durante ese rato. Lo único que sabía era que su respiración se empezó a volver más trabajosa, gruñía en lugar de hablar, y en su cabeza la imagen de Agustina se convertía en la de Abby cada tanto. En un momento incluso llegó a estar a punto de decir ese nombre en voz alta, pero logró contenerse a tiempo.

Fue entonces cuando Julián recuperó algo de su cordura y frenó sus embistes contra la hermana de su alumna.

Había sido como si de repente todos sus sentidos hubieran vuelto a funcionar. Los sonidos volvieron a llegar a sus oídos: eran unos gimoteos que provenían de Agustina, que se había cubierto el rostro con las manos.

También fue consciente de lo mojada que estaba la cama y las sábanas, así como parte de su propio cuerpo. El olor le indicó que Agustina debía haber acabado en más de una ocasión, pero nunca se había dado cuenta de ello hasta ese instante.

-¿Estás bien? - Fue todo lo que Julián alcanzó a preguntar, mientras intentaba normalizar su respiración.

Esperó unos segundos mientras ella parecía recuperarse, y cuando por fin se destapó la cara, fue como si un fuego brillara en sus ojos aún con más fuerza que antes.

Sin demorar ni un segundo, Agustina se incorporó, se quitó el saco y el vestido, que fueron a parar al piso sin dudarlo ni un segundo, se acomodó los lentes y se lanzó sobre Julián, quedando ella por encima de él, ambos acostados nuevamente en la cama.

-No te dije que dejaras de cogerme.

Agustina se acomodó y volvió a dejarse penetrar por Julián, dejando escapar otro sonoro suspiro de placer cuando terminó de bajar.

-Así que ahora vamos a seguir cogiendo hasta que yo diga basta. -Dijo, mientras comenzaba a cabalgarlo.

Lo único que salvaba a Julián de acabar de manera instantánea era que se trataba de Agustina y no de Abby, pero con la forma de moverse que tenía esa chica, de todos modos, le costaba toda su fuerza de voluntad evitar que vaciara sus huevos en cualquier momento.

-Sos mío profe. -Decía Agustina mientras hacía que su cadera subiera y bajara con maestría, usando sus músculos vaginales para apretar con fuerza la verga de su profesor. -Sos mío y de nadie más, ¿me escuchaste? Esta verga es para mí.

Él no se animaba a responder nada, concentrado como estaba en no acabar, pero tranquilamente podría haber dicho que sí. El morbo que le despertaba esa chica era prácticamente incomparable.

-¿Ya vas a acabar profe? -Preguntó la joven, acelerando su movimiento. -Dámela en la boquita. Quiero toda tu lechita en mi boca.

-Dios... Ya casi. -Alcanzó a responder Julián entre dientes, ya sintiendo que no había forma de contenerse por más tiempo.

Agustina se bajó de la cama, se colocó de rodillas delante de su profesor, le retiró el preservativo y comenzó a masturbarlo de manera apresurada, como si estuviera desesperada por hacerlo acabar.

-Dame la lechita profe. Dámela toda. Dale, profe, dámela. ¿Me la vas a dar? Por favor, llename la boquita.

Era como echar nafta al fuego. No paraba ni un segundo de rogarle que acabara, que dejarla salir todo lo que tenía guardado adentro, y que lo descargara justo sobre ella.

Julián intentó resistir un segundo más, pero su alumna volvió a introducir su verga en la boca y ahí finalmente perdió la batalla.

Casi pudo sentir cómo el primer chorro que brotó de su pija iba a parar directo a la garganta de Agustina. El segundo salió con menos fuerza, pero fue igual de abundante. Hubo un tercer espasmo que recorrió el cuerpo de Julián, y luego de eso alguna que otra gota terminó de abandonar su cuerpo.

En ningún momento los labios de esa chica se separaron de su verga. Agustina cumplió con lo que pedía y lo recibió todo en su boca.

Finalmente pudo sentir que ella se despegaba de su pija, y con una sonrisa de oreja a oreja, tragó todo lo que Julián había descargado.

-Qué rica lechita, profe. -Dijo Agustina, una vez que dejó que todo el semen bajara por su garganta. -Me dieron ganas de tomar más.

-¿Qué cosa? -Preguntó Julián, sin terminar de creerse lo que acababa de oír.

-Te dije que íbamos a seguir hasta que yo dijera “basta”. -Respondió ella, con una mirada y un tono que no parecían dar lugar a discusiones. -Y yo no dije "basta” todavía.

Agustina daba la impresión de haberse convertido en una leona que estaba a punto de atacar a una presa completamente indefensa, cuando un ruido de golpes de puerta se escuchó proveniente de la planta baja.

Abby y su madre habían vuelto del hospital.

-¡La puta madre! -Exclamó Agustina en voz alta, mientras se incorporaba y salía en busca de su ropa. -¿Qué hacés ahí parado? ¡Dale, boludo! ¡Vestite!

En cualquier otro momento Julián habría reaccionado mal si una persona que recién conocía le hablaba de ese modo. Pero considerando todo lo que acababa de pasar, en su cabeza opinó que lo mejor era cerrar el culo y hacerle caso, porque estaban completamente entre la espada y la pared.

Los golpes en la puerta de entrada de la casa volvieron a hacerse escuchar en la habitación de Abby, mientras ambos hacían todo lo posible para vestirse y recoger todo lo que había ido a parar al piso.

Julián apenas había juntado las fotocopias y un cuaderno cuando vio que Agustina ya estaba terminando con todo lo demás.

La chica lo tomó de la remera y tironeó de él hasta que salieron de la habitación.

-¿Qué hacés? -Preguntó Julián, desconcertado. -¡Abby se va a dar cuenta de todo si entra en esa habitación!

-Yo me encargo. -Respondió ella, mientras lo empujaba por el pasillo en dirección a la escalera. -Yo ahora voy al baño, me arreglo un poco, y enseguida bajo. Hacete el boludo, abrí la puerta y no digas ni una palabra. Estuvimos estudiando en la pieza y nada más. ¿Entendiste?

-Sí, pero...

-Bajá y abrí, no digas una palabra. -Acto seguido la pasó la mano por la boca con un pañuelo de papel. -Te había quedado labial. Ahora sí, bajá.

Sin darle más tiempo, Agustina lo dejó cuando él estaba a punto de llegar a la escalera, dio media vuelta y se dirigió al baño.

Era una locura. ¿Cómo mierda se suponía que iban a escapar de esa situación? Abby iba a entrar con su madre, ella iba a subir a su habitación y no había forma de que ella no se diera cuenta de lo que acababa de pasar ahí adentro entre su hermana y él.

Estaba jugado, casi que podía verse siendo echado a las patadas por la madre de ambas, si es que no lo mataba Abby en el acto. Nunca se había sentido tan atraído por la idea de pegarse un tiro en ese preciso instante, pero, por suerte o desgracia, no tenía un arma a mano.

Resignado a su suerte, Julián se acercó a la puerta.

-¿Qué pasa que no abren?

La voz de la madre de Abby se escuchaba desde el otro, mientras una vez más volvía a golpear.

-Ahí voy yo. -Dijo Julián en voz alta, frenando los golpes.

-¡Al fin!

Con el terror de ser descubierto brotándole por los poros, Julián destrabó la puerta y se movió a un costado para permitir que Abby y su madre ingresaran en la casa.

-Hola Julián. -Saludó Romina, acercándose para darle un beso en la mejilla, como era costumbre entre ellos. -¿Cómo anduvo la clase? ¿No hubo problemas?

-Este... No, no... Todo bien.

“Más que bien”, pensó para sus adentros, pensando en lo que había estado sucediendo hasta hace unos minutos atrás.

-Bueno, mejor así. -Dijo ella, volviendo a salir por la puerta. -¿Me das una mano, por favor? -Preguntó desde afuera.

Julián salió al exterior y vio que la madre de Abby estaba descargando unas bolsas de supermercado del baúl de su auto, que había estacionado en la calle.

-Tomá. -Le ordenó, mientras le alcanzaba unas bolsas para que las llevara adentro de la casa. -Pensé que iba a volver antes, pero ahí adentro había un mundo de gente. Encima había pocas cajeras y se armó una cola tremenda en cada caja. Un desastre.

Nada de lo que acababa de decir la madre de Abby coincidía con lo que le había comentado Agustina. Y lo peor de todo, era que no había visto ni rastro de Abby.

¿Qué había pasado? ¿Dónde estaba su alumna? ¿No habían ido al hospital? ¿La había llevado a otro lado y después había pasado por el supermercado?

Las preguntas se agolpaban en la mente de Julián, cuando la voz de Romina volvió a hacerse oír.

-¡No te quedes ahí parada y danos una mano vos también! -Llamó, en dirección a alguien que se hallaba detrás de él.

-Ahí voy, ma. -Respondió Agustina.

De no haber sido por los lentes que llevaba puestos y la forma en que se hallaba peinada, Julián habría creído que se trataba de Abby, porque se había vestido de la misma forma en que solía hacerlo su hermana cuando él le daba las clases particulares.

El vestido había desaparecido y ahora ella llevaba puestos un pantalón de jogging gris oscuro algo gastado y una remera azul que le quedaba un par de talles demasiado grande.

Cuando terminaron de entrar todo, Romina se acercó a la cocina para servirse algo de tomar, mientras Agustina y Julián pasaban a sentarse en el comedor.

- ¿Te sirvo algo, Julián? -Preguntó ella.

-Sí, dale.

- ¿Viste cómo le quedan los lentes nuevos a Abby? ¿No son divinos? Ya le dije yo que los anteriores le iban mal, pero no había forma de convencerla.

Julián se quedó de piedra. Era una suerte que Romina todavía estuviera en la cocina, porque la cara que él había puesto habría despertado muchas sospechas. De haber tenido algo en las manos, habría ido a parar al piso sin dudas.

- ¿Abby? -Preguntó en voz baja, en dirección a quien hasta ese momento había dicho llamarse Agustina. - ¿Vos sos Abby?

Fue como si se hubiera quitado una máscara. De repente aquel rostro que rebosaba de seguridad y confianza en sí misma se había convertido en el de aquella joven que nunca le podía sostener la mirada por más de una fracción de segundo y que apenas le decía una palabra de vez en cuando durante las clases particulares.

-Perdón. -Dijo Abby, con un hilo de voz. -Pero no se me ocurrió otra forma.

- ¿Otra forma de qué? ¡Vos estás loca!

Julián todavía no terminaba de recuperarse de la sorpresa. Los pensamientos se revolvían en su cabeza y todas las palabras se peleaban por brotar al mismo tiempo, lo cual sólo servía para permanecer callado, con su cerebro en estado de shock.

- Ma, ¿al final pudiste pensar en lo que me propuso Julián?

La voz de Agustina... de Abigail, mejor dicho, se filtró por la tormenta que había en el cerebro del profesor y llegó de forma distante, como si hubiera una pared de por medio entre ambos bloqueando el sonido.

- Sí, me parece que no va a haber problema. - Dijo la madre de su alumna, volviendo al comedor con una bandeja cargada con vasos de agua fría con hielo. - Tenés razón, Julián. -Agregó la mujer, mirándolo. - Es mejor cuando uno puede estar en un lugar donde se siente más cómodo explicando.

- ¿Viste que iba a decir que sí? - Preguntó la joven, mirando a Julián con una sonrisa tímida. - ¡Ahora que voy a estudiar en tu casa vamos a tener más tiempo para ver los temas más complicados!

Ese había sido el golpe de knockout para el cerebro de Julián. Esa chica era una maestra manipuladora. Había quedado en una situación en la que no podía decir nada, excepto seguirle la corriente a Abigail, porque de otra forma se estaría mandando al frente.

Estaba caminando por el borde del precipicio, y no le quedaba otra opción más que aceptar el camino que le había marcado su alumna.

- Sí, no... - Julián ni siquiera estaba seguro de cómo seguir, pero exprimió su cerebro para encontrar las palabras justas. - Yo agradezco que los padres me permitan venir a dar clases acá, pero creo que siempre es mejor estar en un ambiente más cómodo, así podemos tener una clase sin ninguna interrupción. No digo que eso ocurra en esta casa, todo lo contrario, - Se apresuró a agregar, al notar una expresión en la cara de Romina- pero cuando uno está en casa ajena siempre está la posibilidad de que haya alguna interrupción indeseada. Entonces cuando uno puede reducir las chances de que eso pase, siempre es recomendable.

- Bueno, espero que veamos mejores resultados entonces. -Replicó la madre, con un tono que daba a entender que había un “o si no...” implícito.

- Ay, ma... - Intervino Abigail - ¡Ya vas a ver cómo mejoran las notas! Vamos a estudiar hasta que yo diga “basta”. ¿No, profe? - Agregó, con una sonrisa de oreja a oreja que Julián jamás había visto en ella hasta ese momento.

- Por supuesto. - Dijo Julián, casi con un hilo de voz.

Aunque tenía serias dudas de que fueran a tocar un libro de matemática en la próxima clase.

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Espero que hayan disfrutado la historia.

Para los que recién se encuentran con mi trabajo, quizás les interese la historia de Pedro. Sólo tienen que entrar a mi perfil para empezar a leerla.

Un saludo y nos leemos en el futuro.

4 comentarios - Una alumna especial

ruso201784
tremendo ya extrañaba tus relatos!!! aparte re da para que hagas una saga con este jajaja