El primer beso

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EL PRIMER BESO

Si sos mujer, si tenes más de cincuenta, si tenes una pareja estable de muchos años de convivencia, si son muy felices y crees que todo en tu mundo es perfecto, pues bien, te dejo mi historia, tal vez pueda abrirte los ojos.


Brenda es mi esposa, nos conocimos muy jóvenes, caminamos por la vida tomados de la mano, llegaron nuestros bebes, se hicieron niños, se hicieron hombres, los vimos partir con sus nuevos amores. Volvimos a la mutua soledad de esos días de noviazgo, tiempos de reinventarnos, de redescubrirnos como personas, como amantes.
Y nuestro amor está por sobre todo, lo más importante y honestamente, no sé qué haría yo si ella me faltara, ella es mi razón de vivir.
Más de treinta años de convivencia, superamos conflictos, crecimos con proyectos, tuvimos dificultades, vivimos felices, creo que Brenda y yo llegamos al punto de ser solo uno en cuerpo y mente, a conocernos demasiado, tal vez demasiado.

El tiempo había pasado, las cosas habían cambiado, ya no éramos los chiquillos rebeldes de otras épocas, perdí bastantes cabellos y los pocos que me quedan se han vuelto plateados, uso anteojos en forma permanente y estoy siempre peleando con mis problemas cardíacos y mi sobrepeso, Brenda, como toda mujer oculta el paso del tiempo con la tintura de sus cabellos, pero las arrugas de su rostro dicen demasiado de ella, también tiene sus cosas, como una lucha desenfrenada contra una incipiente diabetes que amenaza en transformase en un problema.

Para mi ella es hermosa como es, siempre será la más bonita en todo lo mundo, por más que pasen los años, y siempre voy a necesitar de su complicidad para que las cosas funcionen.
Y en este punto es justamente donde las cosas poco a poco fueron cambiando en nuestra relación, habían pasado eso días de juventud donde la palabra sexo era tan importante como respirar, porque Brenda y yo en la cama éramos dinamita pura.

Pero cuando pasó la barrera de los cincuenta años el fuego que ella tenía entre las piernas se fue apagando, poco a poco, estaba en el fin de sus días fértiles y con eso llegaron muchos cambios, demasiados. Brenda dejó de disfrutar de los juegos de seducción, ya no le parecieron atractivos, un poco por la edad, otro poco por asumir que yo solo tendría ojos para ella, era lógico que, si no le había sido infiel en mis mejores años, no lo haría ahora, ya viejos y gastados.
Yo soy hombre, siempre esperaré su cuota de seducción, de sentirme deseado, y aunque no lo quisiera su hielo poco a poco empezó a invadirme, cada noche iba a la cama con la idea de hacerle el amor, pero ella prefería leer un libro, o chatear con su celular, yo solo me acurrucaba a su lado hasta que el sueño me vencía, esperando que tal vez la noche siguiente tendría mejor suerte.


El primer beso


Es triste decirlo, lo hablamos muchas veces, pero las cosas nunca cambiaron, dejé de disfrutar de hacer el amor con mi mujer, porque llegué a sentir que ella ya solo lo hacía cada tanto para complacerme, por darme el gusto, porque ella hubiera preferido solo dormir, y esa no era mi idea de hacerle el amor, no, yo disfrutaba cuando ella disfrutaba.
Nos transformamos sin querer en compañeros de vida, compañeros de cama, enamorados hasta el final de nuestros días, pero en un amor casi carente de sexo, tal vez fuera así, tal vez fuera lo normal, tal vez el equivocado fuera yo, tal vez...

Brenda se había jubilado de sus días de docente de primaria, llenaba su tiempo en casa con clases particulares de apoyo para pequeños, por mi parte, como toda la vida, pasaba mis días encerrado en el local de ferretería.
Cada día era más de lo mismo, sin muchas novedades, sin mucho que contar.

Esa mañana, ella entró el negocio, dio unos rodeos en silencio, mirando por acá y por allá, una mujer que aparentaba ser más joven que yo, de piel blanca, cabellos prolijos, con un corte propio de su edad, a la nuca, en un rubio claro casi blanco, caídos hacia un lado, ojos claros, de mediana estatura, de contextura pesada, calculé unos setenta kilos mínimos, de anchas y marcadas caderas.
Vestía muy bien, con una camisa entallada con marcado escote y un chaleco en negro, muy fino, con unos pantalones en el mismo tono, ancho y suelto en las piernas y un tanto ajustado en la cola. No pude evitar notar que al darle la luz del sol que entraba por la puerta se traslucía demasiado, al punto de ver con claridad sus nalgas y un culote diminuto que se perdía en su intimidad. Vi también unas botas a medio taco que lucían desprolijas, seguro contaminadas por la suciedad de la acera.
Tenía unos aros grandes, sus manos llenas de anillos, un maquillaje muy prolijo y un perfume dulzón que había invadido el local

La miraba como un tonto, recordé a mi esposa y sentí mucha frustración en ese momento, la imagen de mujer audaz que ella vendía era todo lo que hubiera deseado que me vendiera Brenda, pero no, eso era imposible, Brenda juzgaba que todo estaba bien como estaba.

Buen día, puedo ayudarla? - dije en forma cortes

Ella tenía unas carpetas en mano, entonces sacó una identificación y me enteré que era de la parte de impuestos de la provincia y estaba haciendo auditorías al azar.
Me pidió la identificación del local, al tiempo que sacaba un extenso formulario impreso a completar, abrió la birome y mirando al papel dijo en voz alta mientras iba completando

Fecha...
Dirección...
Nombre del local...

Su nombre y apellido? - preguntó -
Adolfo, Adolfo Pereyra... - respondí tranquilamente -
Adolfo Pereyra? tenía un compañero en la primaria con ese nombre... - dijo ella meditando y levantando la mirada -
Vos estudiaste en 'Sagrado Corazón' por casualidad? - preguntó -
Si... pero... fuimos compañeros? no te recuerdo... - dije confundido -

Ella entonces se rio y dejó de lado la parte legal por la que había entrado al negocio, meneó la cabeza y dijo

Marcela Montalván, no te acordas de mí?

Diablos, casi me desmayo, Marcela Montalván! pero no, no podía ser cierto...
Marcela había sido mi primer e inocente amor, a quien le robe un primer beso en un recreo, solo un toque de labios, inocente, puro, curioso, ella había sido mi compañera de banco y mi imagen era de una niña delgadita de cabellos negros y pícaros ojitos claros, que sorpresa....
Marcela nos había acompañado hasta cuarto grado, recordé que temas laborales de familia la habían llevado a cambiar de colegio

Cuanto tiempo... - dije en tono reflexivo - pero como cambiaste!
Si... - dijo ella - estoy vieja...
No! - la corté de golpe - te ves espléndida! toda una mujer! y te mantenés muy bien! no puedo creer que ambos seamos clase 1960! soy un viejo a tu lado!
59 - respondió - yo soy del año 59, un poquitín más vieja.

Por alguna razón sentí mi corazón galopar, ese recuerdo de infancia se hizo muy vívido en un abrir y cerrar de ojos, ambos nos miramos, ambos nos reímos, recordamos ese primer beso, ella sacó el tema, no lo había olvidado

Que fue de tu vida? - preguntó
Nada especial, - respondí - acá me ves, en mi vida de ferretero, estoy casado, mi esposa está jubilada, tengo dos hijos hermosos, dos nueras y un nieto! y vos?
No... yo no tuve tanta suerte... me casé, me divorcié, me volví a casar con el mismo! podes creerlo? y luego enviudé, me volví a casar y poco después me volví a divorciar, y ya, hace diez años que vivo sola, basta de hombres! ja ja! mejor sola que mal acompañada
Hijos? tuviste hijos? - pregunté -
No... en algún momento de mi vida me enteraría que era estéril...
Lo siento... no quise...
Está bien! no te preocupes, es historia ya asumida


erotismo


Hablamos un poco más, me dijo que la osteoporosis la traía a mal traer, en verdad noté que cojeaba un poco por una cadera maltrecha, me dijo que jamás se había olvidado de mí y que jamás había pensado reencontrarnos de esa manera, ella miró su reloj, tenía que seguir trabajando, todo estaba bien, no habría inspección, solo me dejó una de esas tarjetas personales antes de irse, sugirió que la llamara así podríamos hablar más tranquilos. La vi alejarse y sentí ese impulso machista al ver moverse su generoso trasero invadido nuevamente por los rayos del sol.
Jugué por un rato con la tarjeta entre mis dedos y la guardé en uno de los cajones del escritorio del local.

Al llegar a casa le conté lo sucedido a mi mujer, como verán, no tenemos secretos, además, Brenda podría celarme por una veinteañera, joven, hermosa, pero jamás por alguien que había pasado los sesenta.
Escuchó mi historia con mucha atención, luego dimos vuelta la página y seguimos adelante con demás temas del día a día.

Pasaron los días, esa tarjeta siguió guardada en el cajón del escritorio, y la idea de llamarla rondaba por mi cabeza, y aunque tratara de olvidarla, cada vez que abría ese cajón por el motivo que fuera, esa tarjeta era lo primero que veían mis ojos. Yo sabía que era una tentación, Marcela estaba espectacular, demasiado para un hombre de mi edad.
Tenía que cortar con eso, solo rompí la tarjeta y la tiré en el cesto de basura.

Había pasado casi un mes, la imagen de Marcela se desdibujaba poco a poco en mi memoria y empezaba a archivarse en el cajón de los recuerdos, fue cuando ella apareció nuevamente por el negocio, esta vez con un conjunto de pollera y saquito en tono de gris con grandes cuadros, una camisa blanca, estaba muy elegante, por cierto, sus formas se conservaban demasiado bien para una mujer de más de sesenta y a mí me avergonzaba mi imagen, la panza desmedida que había criado en años, la calvicie, las canas, y hasta mi modesto vestir
La aparente visita fue por una supuesta inspección oficial del gobierno que se avecinaba, era para avisarme que tuviera los papeles en orden, pero en verdad eso era solo una excusa para volver a verme, y empezamos a hablar, me preguntó por qué no la había llamado, solo le dije que había perdido la tarjeta, una cosa llevó a otra y no sé cómo acepté una visita a su casa, los dos solos, y no le importó que yo fuera un hombre casado, y en ese momento, yo no tuve reparos en pensar en Brenda

Brenda, para Brenda esa nochecita sería una noche de amigos en el club donde solía ir a jugar a alas cartas y tomar algunas copas hasta entrada la madrugada, era parte de mi rutina y no sospecharía de nada, incluso le adelanté los muchachos que me cubrieran la espalda de ser necesario.

Y ahí partí como un tonto que no sabía que encontraría al otro lado de esa cita, yo estaba fuera de época, fuera de juego y nada, Marcela sería una caja de sorpresas.
Ella estaba radiante como siempre, con sus cabellos perfectos y esa mirada pícara en sus pequeños ojitos celestes, toda una señora.
Le advertí sobre Brenda, los horarios y todas esas cosas lógicas, ella me tomó la mano y me llevó a la mesa, había preparado pollo con papas y mientras lo servía yo destapaba el fino vino tinto que había comprado para la ocasión.
Fue una cena loca y divertida, entre recuerdos de nuestra infancia compartida en el colegio y conocer mutuamente la vida que a cada uno le había tocado en suerte y jugamos ese juego peligroso de la seducción, ese que no se dice pero que se respira en el ambiente.
En algún momento Marcela me preguntó si recordaba ese primer beso

Como no recordarlo, - le dije - estábamos de recreo, siempre me habías gustado, te tomé por sorpresa, por la espalda, volteaste y sin pensarlo solo apreté mis labios contra los tuyos, y esperé tu respuesta sin saber qué harías, y no hiciste nada, te apartaste, pareciste saborearlo, te pusiste colorada, disté la vuelta y saliste corriendo como si hubieras visto un fantasma

Me dio mucha vergüenza, y nunca más hablamos del tema - dijo ella - nunca supiste que pensaba...

Marcela dejó su lugar y vino sobre mí, se sentó en mis piernas, como cabalgándome, frente a frente y dijo

Es demasiado loca la vida, jamás pensé volver a verte, nos separamos muy pequeños, y te lo digo ahora, ese primer beso fue demasiado especial para mi

Ella entonces me besó con pasión, con locura, y me sentí vivo, extremadamente vivo

Me invitó pasar a su dormitorio, fui tras ella, sobre una mesa de luz había no menos de cinco juguetes con formas de vergas, en todos colores y tamaños, sin tapujos ella me dijo con una sonrisa marcada en sus labios

Te presento a mis amantes, no sabes que duro es vivir sola para una mujer de mi edad.

Avancé, la besé, caímos sobre su cama, nos enredamos en caricias y en pecados, poco a poco nuestras prendas fueron cayendo y disfruté de Marcela como se disfruta un vino añejo, con paciencia, con el paladar, su aroma, su sabor.
La pasión de esa mujer contrastaba con la rutina de mi compañera de ruta, de me hacía imposible no comparar con Brenda y solo estaba jugando el juego.

Entre arrumacos ella empezó a acariciarme la pija por sobre la ropa, me acariciaba las bolas y me rozaba el glande, era muy caliente, por mi parte besé sus generosos pechos, embebiendo sus pezones con mi lengua afilada, mis dedos inquietos fueron a su conchita y me resultó llamativo que estuviera completamente depilada, como una veinteañera, contrastando con el acostumbrado bosque frondoso que Brenda me ofrecía día a día.
Marcela era muy coqueta y se notaba en cada detalle de su piel.

Ella se fue escurriendo y llegó entre mis piernas, y empezó a lamerme las bolas, luego la base de mi verga, luego fue hacia la punta, usaba sus labios, su lengua, sus manos, era muy rico, diferente, original, me encantó y hubiera deseado que solo se quedara ahí por toda la eternidad.
Ella se mostraba engolosinada y sabía tocar a la perfección cada punto sensible de la sexualidad masculina.
La arranqué a la fuerza, la traje a mi lado casi arrastrándola, la besé profundamente y sus besos supieron exquisitos por el sabor a pija que tenía, era mi sabor y eso me enloqueció.

Ella tomó un lubricante y empezó a frotarlo en mi verga, obviamente por su edad su conchita saca necesita ayuda, y solo la dejé hacer, fue muy sexi la forma en que lo hizo
Se puso en cuatro, y fui por detrás, se la metí profundo y la cogí con ganas, su cuerpo era demasiado perfecto para tener más de sesenta, se sentía rico y Marcela gemía en cada embate que le daba, y más y más, ella me pedía que no parara, que siguiera, más fuerte y más fuerte y fue cuando mi edad me jugó una mala pasada.

Mi abdomen voluminoso me impedía ver cada detalle que deseaba ver, mi sobrepeso me pasó factura, me agité y me empezó a doler mi maltrecha y maldita rodilla derecha, que mierda, perdí la concentración y con eso sentí perder un poco mi erección, y como hombre, nada más humillante que en un encuentro soñado no pudiera complacer a esa mujer.
Me desplomé de lado, rendido, mirando al techo

Lo siento... - dije con mucha pena -
No te preocupes, está bien, es la edad, sabes? mi clítoris tampoco funciona... - respondió en forma cómplice -

Entonces se sentó sobre mi rostro para que la lamiera un rato, el lubricante tenía sabor mentolado, sus labios eran suaves, y Marcela era una mujer caliente, se la chupé con muchas ganas, muy rico, le tomaba los pechos desde abajo, se los acariciaba, suaves, increíbles perfectos, entramos en una espiral ascendente y sentí endurecerme poco a poco, más cuando ella tomó uno de los juguetes que tenía sobre la mesa de luz y empezó a chuparlo en grandes penetraciones orales que solo tenían por efecto que yo me calentara nuevamente.

Ella bajó nuevamente, era cómico y humillante para mí, ella parecía una gacela y yo un hipopótamo, Marcela volvió a lubricar mi pija y se la metió toda en su conchita, empezó a cabalgarme muy rico, con velocidad, y sentía muy dulce su cuevita, me llenaba las manos con sus nalgas, con su cintura, me llenaba la boca con sus tetas, con sus pezones, me llenaba la vista con su rostro, con sus facciones inundadas en placer.

Mis dedos inquietos fueron a su culito, y su esfínter lubricado cedió con facilidad a mi presión, ella tomó el juguete, me lo dio y me dijo

Quiero que juegues en la puertita...

Fue muy rica la propuesta, sin dejar de cogerla apoyé ese glande de silicona en su esfínter, en un juego muy loco, y presioné un poco, y un poco más, y sentí la resistencia natural y el resbalarse por el lubricante. Pero empezó a ceder y ella pareció reclamar

Basta, basta, ahí está bien, me duele un poco...

Pero sus palabras no sonaban convincentes, esas palabras que son por compromiso y no expresan sentimientos, y empujé otro poco y otro poco, y notaba con mis dedos como poco a poco su esfínter de iba dilatando, hasta ceder y permitir el ingreso del juguete casi a tope
Ella se estremeció, me lo dijo su cuerpo, me lo dijo su rostro y solo siguió cabalgándome y yo jugando por detrás en una doble penetración simulada, por cierto, muy pero muy placentera

Ella me apuraba a más, a seguir, entre gemidos y palabras sucias, me sentí venir y solo ya, eyaculé todo en su interior
Marcela cayó de lado, acurrucándose en mi pecho, acariciando mi barriga y la dejé hacer, meditando en lo que había sucedido.

Era tarde, estaba al límite de la sospecha para el regreso a mi hogar, me cambié en silencio, me lavé el rostro, me acomodé los cabellos, me aseguré que no quedaran evidencias en mí que me complicaran, ni maquillaje en mis ropas, mi perfumes dulzones, ni cabellos rubios que me delataran, ella me miraba en silencio, se había puesto una bata negra transparente muy sexi, había encendido un cigarro y se sintió todo muy melancólico, yo sabía que era suficiente, yo no podía siquiera imaginar una aventura con ella, yo no podía hacerle esto a Brenda y supe que ella era consciente de la situación, era una mujer madura, inteligente

Tu esposa es muy afortunada - me dijo mientras apagaba la colilla del cigarro en el cenicero - y deben ser muy felices, entiendo...

Fue una despedida triste, ambos sabíamos que sería definitiva, antes de salir, bajo el marco de la puerta ella se estiró en puntas de pies y me besó profundamente, me miró a los ojos y me dijo

Que loco no? el primer hombre que besó mis labios, seguramente será el último

Una lágrima rodó por su mejilla, la aparté con mi dedo, le regalé una última sonrisa y mientras cerraba la puerta tiró

Vuela, vuela paloma, hay una mujer enamorada que te está esperando.

No supe más de ella, no vino por el negocio y tampoco fui a su casa, Brenda sigue ajena a todo, sigue en su mundo, en su frío, en su hielo, a veces cuando la miro a los ojos veo los ojos cristalinos de Marcela en ella, y revivo mi hermoso pecado en silencio.

Mujer, si llegaste hasta acá recuerda esta historia, nunca des por seguro a un amor, nunca lo descuides, puedes perderlo en un abrir y cerrar de ojos



Si te gustó esta historia puedes escribirme con título 'EL PRIMER BESO' a dulces.placeres@live.com

4 comentarios - El primer beso

CerfsUy +1
Muy buen relato. Casi me sentí identificado.
Cuervo_5691 +1
Excelente relato....lo viví también...sólo que no llegue a concretar el encuentro...tal cual...tu comentario final.
carpo6691 +1
Te ayudo con ru compañera