El templo de los dioses (relato gay)

Paso siempre por la puerta, me queda de paso cuando voy a la esquina, a la carnicería o al chino. Y los veo a los tres, a veces uno trabajando, el otro dándole charla y el tercero haciendo huevo en la oficina. El lubricentro está impecable, dos fosas azulejadas, los tambores brillantes en el medio, las paredes siempre perfectas, la oficina del fondo increíble. Y ellos también. Cada vez que paso por la vereda les clavo los ojos, y a veces alguno de ellos me mira.
Honestamente, se me nota un poquito, no es que sea una loca, ni que sea afeminado, pero un machote camionero, no soy. En la intimidad, es otra cosa. Apenas llego del trabajo me quito la biquini que me pongo siempre debajo del bóxer y me pongo mi vedettina y una de mis minis, arriba corpiñito y alguna remerita. ¿Que para qué corpiño si soy flaco y no tengo casi nada de tetas? Porque lo siento, porque lo necesito, porque me gusta, porque me encanta ver el bretel asomando en el cuello de la blusa. Además, no es cualquier corpi, fui a una modista, bien lejos de casa, hay que ser discreta, le dije lo que soy, así soy, le llevé mis bombachitas y me hizo unos corpiñitos divinos haciendo juego, casi sin tasa, un triangulito de encaje que me tapa el pezón y el alfajorcito de chocolate que tengo alrededor. A veces me pongo ese plug chiquito terminado en un corazoncito rojo y hago las cosas de la casa sintiendo los mimos que el plug le hace a mi colita. Soy muy ardiente, pero vivo solita, entonces a la noche necesito soñar con mi hombre, con un macho que me haga suya, buscos mis consoladores y siempre antes de dormir, desnudita o con mi ropita de cama, me cojo la colita hasta acabar. Me costó llegar, meses de práctica, pero ya ni toco mi clit, y llego a unos orgasmos tremendos. Al otro día a la mañana, nuevamente bikini-bóxer-pantalón-camisa-corbata-saco, de nuevo todo un joven ejecutivo del Banco X. No soy muy alto, no llego al metro setenta, pero bien puesto, de piel oscura, mezcla de chaqueña con polaco, pero salí a mi vieja, argento por donde me mires. Por el color me costó más llegar, no sólo las minas son segregadas, a los "cabezas", a los que parecemos "villeros" se nos mira de otra manera. Me tuve que romper el culo más que los "blanquitos" para progresar en el trabajo, pero al final reconocieron lo que valgo. ¿soy una sissy?, ¿soy una CD?, soy yoooooooooooo!!!!, los rótulos no me importan.
Bueno, pero volvamos al templo de los dioses, porque así llamo al lubricentro de la esquina, la testosterona casi podía olerse, cada vez que pasaba se me mojaba la bombachita. Llevaba meses sin que ningún hombre me hiciera suya, ¡en realidad tan pocas veces me hicieron la colita!, y para colmo la última vez el pelotudo me dijo "las tangas me la bajan", y yo estaba tan necesitada que con tal de comérmela me fui de nene y disimulando mis gestos. ¡Mejor no hubiera ido!, una pija no vale tanto.
Como ven soy una charlatana y me voy por las ramas. Me moría de ganas porque alguno de los tres dioses, o todos, ¿por qué no?, me tiraran arriba del capot de algún auto y me reventaran la cola, pero ¿cómo hacía? Soy muy discreta, ya sé que se me nota un poquitín, pero trato de no dar que hablar entre las chismosas del barrio, una viejas conchudas que creen que les voy a pervertir a los hijitos, jajaa. Más de uno me tiró onda, pero yo hago como que no me doy cuenta, prefiero seguir con mi juguete en la colita que meterme en líos con estas brujas. ¡¡Pero si me tenía que mostrar al fin, que fuera con esos dioses!!
Me da asco estropearme las manos con grasa, pero había que inventar algo, compré una jeringa, abrí la tapa del motor de mi auto y comencé a sacarle líquido de frenos de esa botellita sucia hasta que se encendió el testigo del freno, ¡lista la excusa! Ahora tiempo y vestuario. no podía irme de trola pero tenía que provocarlos. Decidí por el jean de tiro corto y abajo la tanga roja, si me agachaba se me veía, me acordé de la cumbia esa "Lauraa, cuando bailás se te ve la tangaaa", ¡qué horror!, pero lo iba a hacer, jajaa. Arriba una camisa desabotonada, corpi, por las dudas, no. ¿La hora?, viernes después de las 6:30, casi cerrando, la calle ya oscureciendo.
Muerta de nervios me subí al auto, llegué al lubri, respiré hondo y entré directo con el auto a la fosa. Antes de bajarme ya estaba ahí Matías, uno de los dioses, el más bajito, abrí la puerta y dedicándole la más sensual de mis sonrisas y mirándolo como para comérmelo, bien puta yo, bajé del auto.
-Estoy en rojo, ¿no me revisás a ver qué pasa? - Matías apenas sonrió, le devolví la sonrisa, lo miré a los ojos y me acaricié las nalgas, que con ese jean se me veían divinas.
Hizo su trabajo, vio el testigo del freno encendido, levantó el capot y sacó la tapa de esa botellita mugrienta. Yo aproveché para apoyarme en el guardabarros, sacando colita, le pregunté - ¿es muy grave, me lo vas a poder arreglar? - Mati, se incorporó, vi como sus ojos se clavaban en mi cola, seguro ya había visto mi tanga, y comiéndome con la mirada, yo ya sentía que me estaba desnudando con los ojos, me dijo - no, nada grave, falta líquido de freno, pero si querés te lo controlo bien a fondo -
-Ay, ¡sí!, por favor controlame bien todo, bien a fondo-, lo terminé de decir y me puse roja de vergüenza, me había salido demasiado marica, mal, pero la verdad, yo ya estaba mojada total, si Mati no me cogía no sabía que iba a hacer yo con mi concha esa noche.
Se llevó la mano al bulto y vio mi sonrisa y mi mirada clavadas en su bulto.
-Venite a las 8, si ves cerrado golpeá, estoy adentro-
- ¿Vas a estar adentro? -
-Seguro-, me dijo mirándome descaradamente la cola. Me sentía tan hembra en celo que casi salgo meneando las nalgas como hago frente al espejo de mi habitación, pero me contuve, no quería que ninguna vieja conchuda me viera.
Llegué a casa y preparé la perita con agua tibia, me llené la pancita de agua varias veces hasta asegurar que estuviera más limpia que quirófano. Busqué en el ropero qué ponerme, bueno, en realidad sólo una bombachita, el resto sería lo mismo, no quería parecer demasiado putita... aún, jeje. Elegí el hilo dental rojo. Me miré, estaba hermosa.
Esa hora fue la más larga de mi vida, me lavé los dientes dos veces, me perfumé los pezones, me puse unas gotitas de Kenzo alrededor de mi anito, uy cómo arde, y caminé como loca por mi cuarto esperando que fuera el tiempo de ir al templo.
Demasiado putita yo, a las 8 menos 5 ya estaba golpeando la cortina metálica del lubricentro. Matías me abrió al instante. Miré para todos lados.
- ¿Estás solo? -
-Si, mis socios ya se fueron a la casa, me quedé para atenderte-
-Ay, ¡gracias!, no sabés cómo me gusta sentir que me atienden bien-
Mi auto estaba aún en la fosa con el capot levantado. Me volví a apoyar en el paragolpes sacando bien mi cola
- ¿Encontraste el problema? - Matías se apoyó a mi lado, y de pronto sentí su mano acariciando mi nalguita izquierda.
-No, pero si querés te atiendo ahora y lo solucionamos-
-¿No va a venir nadie? -
-No, quedate tranquila, mis amigos ya saben que te voy a atender y me van a dejar trabajar tranqui - Matías ya me sobaba descaradamente la raya, -otro día si querés te atienden ellos también -
Creo que ya mi cola chorreaba, no podía creerlo, ¿me llegarían a coger los 3 dioses?
Mis labios se abrieron, YA quería besarlo, pero no me dio oportunidad. me bajó el jean de un tirón, escuché su primer "ahhhhh", sentí el ruido de sus pantalones caer al suelo, giré la cabeza, ¡era enorme! sentí la escupida ritual en su glande, a mi cola no le hacía falta, estaba completamente dilatada y recontra mojada por la calentura, sentí su glande gigante y caliente apoyarse en mi vulvita, ay!!, qué dolor, de una me mandó media pija adentro, grité, ojalá que nadie estuviera pasando por la vereda en ese momento.
- ¿Te duele putita? -, -la tenés gigante mi macho-, - te vas a tener que comer mis 25 cm de carne, putita, te dije que te iba a atender bien -, -ay, si rompeme el culo, es todo tuyo, ay! -, el resto de los 25 cm entraron en mi pobre conchita. Bueno, de pobre nada, yo estaba en la gloria.
-Dejala quietita un ratito por favor-, -sí, putita, tranqui -
-Cómo te llamás machote? -, -Matías, vos? -, - Claudio, pero llamame Carina -
-Tomá Cari putona -, sus 25 cm salieron casi enteros de mi concha y con una envión salvaje me los volvió a enterrar, ví las estrellas, pero, ¿qué importaba?, Matías me estaba rompiendo el culo como nunca me lo habían roto. Con cada nueva arremetida de la lanza de mi dios el dolor iba desapareciendo y su lugar era ocupado por un placer intenso, en mi concha, en mis inútiles huevos, en mi dormido clit. Era feliz como nunca, allí sacrificándome en el altar de mi dios de lanza de fuego, quemando los últimos fragmentos de mi masculinidad en honor al dios que me devoraba las entrañas.
De pronto, oh tristeza, sentí mi concha vacía. - Vení nena, vamos a un lugar más cómodo -
Los dos estábamos aún con los pantalones bajos, me desnudé completa en un santiamén, y no me pude resistir, me arrodillé y comencé a chupar la lanza de mi dios, con olor a mi colita, con sabor a preseminal, no pude engullirla toda pero cuando le lamía las bolas y la raíz de la lanza podía sentir el olor al Kenzo de mi culito y eso me ponía más feliz.
Él también se quitó la ropa y me llevó de la mano a la oficina, wow que emoción!, abrió una puerta que no se veía de la calle y zás, un cuartito pequeño con una cama de plaza y media, todo prolijito, todo limpito, me puso en 4 en la cama y se arrodilló detrás mío, su lengua tibia se adueño de mi culito, sus manos fuertes de mis nalguis, ahhh, qué placer inmenso sentir esa lengua tibia recorriendo mi anito, metiéndose juguetona en mi conchita mojada, la primer palmada, luego otra, nunca me habían dado, pero me gustaba! Y al fin la lanza volvió a clavarse de un solo golpe en mi concha abierta, me llevó a las nubes, me hizo volar, la tierra chiquita y sus miserias estaban allá abajo, lejos, esa pija me hacía pasear como la hembra que soy por ese Olimpo delicioso de placer, ya no era ese negrito villero que algunos miraban con recelo, ya no era ese cabeza vestido con corbata, ya no era ese tipo con aire amariconado, era la sacerdotisa de un dios poderoso que me llevaba a su Olimpo para que lo adorara y le sirviera.
Me dio vuelta y me puso patitas al hombro, abrí los ojos bien grandes, quería ver su lanza entrando en mí, ahhhh, ¡qué gozo supremo ver ese trozo de carne venoso, palpitante, entrando en mi concha!, ver su cara gozando, sentir sus manos fuertes apretando mis piernas, ver sus ojos llenos de fuego, de ese mismo fuego que me quemaba las entrañas y me hacía pertenecerle, servirle como la puta que soy y recibir el pago de ese placer inmenso que sólo el culito le puede dar a esos pocos elegidos de los dioses que pueden renunciar al sexo de su cuerpo y vivir el sexo de su alma.
Mi clit engordó un poquito, no mucho y mi semen comenzó a manar de él, no saltaba, sólo caía por mi palito y hacía un charco en mi pubis, mi cola se contraía espasmódicamente, su pija se engrosaba, del centro de mi pancita surgió un calorcito hermoso, mi dios me estaba premiando con su elixir sagrado, sus ojos cerrados al cielo, su cuerpo tenso, su "ahhhhh" inmenso. Y luego el silencio, sólo su respiración profunda y la mía, mi ojete lleno recordándome lo que era, Y paz, mucha paz, paz como la que ninguno de mis pocos hombres me había dado, claro, ¡eran sólo hombres!
Me la sacó despacito y embelesado pude ver salir su carne de mi interior. Me dijo "acostate", se acostó a mi lado y me abrazó. "Gracias", le dije
A las 10 de la noche me desperté, Matías roncaba a mi lado, su poronga, aún dormida, impresionaba
Busqué la ropa que había quedado desparramada en el taller. Al caminar mi culito, abiertísimo y mojado de semen, preseminal y todos los jugos del amor, me recordaba lo bien que lo había pasado. Me puse feliz la bombachita y el resto de la ropa, recogí la ropa de Mati, volví a su lado y le di un beso suave en los labios, con miedo a que no le gustara. Me regaló una sonrisa sin abrir los ojos.
Me arrodillé frente a su poronga dormida, la besé como a los labios de su dueño y me la fui poniendo en la boca, mi macho, mi dios viril, reaccionó de inmediato y en un par de minutos estaba de nuevo dura como piedra, era de nuevo la lanza de fuego que me había empalado. Su dueño se acomodó de espaldas, no había más que decir, me quité de nuevo el jean y la camisa, me subí a la cama, abrí mis nalgas, corrí el hilo dental de mi raya y apoyé mi vulva contra su glande. Mi concha seguía abierta, así que fue entrando casi sin dolor, en instantes sentí su pubis contra mis nalguis, maravillosa sensación. Mi dios solo me miraba, estaba en su altar esperando que su sacerdotisa efectuara el ritual de la cópula profunda que unía al dios con la simple mortal. Comencé a subir y bajar, cada vez que su lanza se movía dentro de mi la sensación era intensa, la droga perfecta que me inundaba de placer, ese placer que sólo los putos, y las putitas como yo, podemos disfrutar, porque nos animamos a hacer eso prohibido. Cabalgué en silencio, no sé cuánto tiempo, pero mucho, nuestros ojos hablaban, mi dios disfrutaba y yo disfrutaba con su disfrute, su pija se engrosaba, mi dios empezó a gemir, curiosamente, rara vez sucedía, mi clit comenzó a crecer, ya incomodaba dentro del conchero de la bombacha, me lo tuve que bajar, cuando el dios lo vio abrió los ojos, mi clit está muy desarrollado también, comenzó a darme pujazos con su cadera, aparecieron mis ayes, la sensación era demasiado intensa, al final me tomó de cadera y me dio la estocada certera. El fuego se expandió en mi interior y con el fuego eyaculé como nunca había eyaculado, mojé su cara, mojé su pecho, mojé su pancita, una y otra vez. Mati sonrió celestialmente, tomó un goterón de mi semen y se lo llevó a su boca. Lo miré extrañado, tomó otro y otro más, me inclinó hacia él y me dio un beso profundo, con sabor a semen de putita.
Me quedé ensartada en su pija hasta que se salió sola, un largo rato ya que yo trataba de apretarla con mi esfínter para que no se achicara. Cuando salió, junto con ella salió un chorrito del semen de mi macho, enseguida traté de cerrar el culito. Me dio un poco de vergüenza ensuciarlo con la leche, pero más me dio tristeza por no llevarme conmigo su elixir celestial
Nos abrazamos un ratito pero ya eran más de las 11.
-Wow, Mati, mirá la hora que es-
-Siii, mañana abrimos a las 8 -
-Me vas a abrir la cortina para sacar el auto? -, Mati se quedó pensando
-Lo necesitás mañana? -
-No, es sábado, estoy todo el día sola en casa -
-Entonces dejalo y mañana te lo revisamos los tres, ¿querés? -. Casi lloro de felicidad, pero no quería mostrarme tan puta
-Si vos querés, te obedezco -
-Bueno -, dijo Mati sonriendo sarcásticamente, -Mañana a la misma hora, ¿te parece? -
-Sí, mi rey -
Su auto estaba afuera, me acercó hasta casa, antes de bajar, miré para todos lados, nadie. Le di el beso más profundo que un hombre le puede dar a otro.
-Hasta mañana mi rey - Bajé y entré caminado a casa sintiendo la conchita mojada y abierta, feliz de ser la hembra que soy.

4 comentarios - El templo de los dioses (relato gay)

gonzaloud
maravillosa historia. me la puso dura
manbi33
Muy bueno tu relato! Quedé con la pija dura