Unos amigos van al cine 7

SABADO TARDE-NOCHE
Abandonamos los cuatro en el coche de Adriano el parque donde a mi madre y su amiga Carmen se las habían follado sin descanso, y yo había podido disfrutar del espectáculo, e incluso echar un par de buenos polvos, aunque desgraciadamente ninguno de ellos a mi madre pero confiaba tener la oportunidad de disfrutar de su conejito.
Mientras vamos en coche hacia la casa de Carmen para que mi madre pueda ducharse y vestirse antes de ir a nuestra casa, donde se supone que estará mi padre, aprovecho para fijarme en mis compañeros de viaje.
Adriano, actual pareja de Carmen, conduce su coche, después de que le interrumpieron mientras se follaba a mi madre.
Carmen va de copiloto, vistiendo solo minifalda y camiseta, ya que su tanga lo llevo en mi bolsillo después de guardarlo mientras veía como la violaban en el laberinto de los espejos.
Mi madre lleva solamente una camiseta que le quitó a un chaval que la violó. Su tanga lo llevo en el bolsillo ya que lo recogí del suelo en el laberinto. Su sostén se lo arrancaron también en el laberinto, donde dejamos de verlo, y su vestido se ha quedado en el parque donde se lo arrancaron al ir a violarla.
La camiseta que lleva mi madre apenas la cubre el conejo cuando está de pies, y ahora que está sentada en el coche, se le ha subido la camiseta lo suficiente para poder ver su conejo, pero sus manos están en su entrepierna obstaculizando mi visión. Confío que dentro de poco sean mis manos y mi cipote los que se encuentren allí, moviéndose frenéticamente.
Llegamos al edificio donde viven Carmen y Adriano y, después de aparcar el coche en el aparcamiento del edificio, subimos a su casa. Tengo que decir que pude disfrutar de la visión del culo de mi madre mientras salía del coche, y a punto estuve de manosearlo pero me contuve. Me juré a mí mismo, que, en cuanto pudiera, también disfrutaría de él.
En el ascensor, mientras mi madre y Carmen hablaban de lo cansadas que estaban y lo bien que las vendría darse una ducha ahora, la cara de Adriano mostraba la inquietud de un cazador en celo, y sus ojos no paraban de recorrer las curvas de mi madre. Se notaba que solo tenía una cosa en su mente, acabar lo que empezó, follársela.
Ya en la casa, las mujeres se fueron a coger ropa limpia y luego a ducharse, mientras yo salí solo a la terraza, que al ser un último piso era muy amplia y con una buena vista sin que ningún edificio nos molestara.
Al rato salió Adriano sin la camiseta de tirantes que llevaba antes, luciendo unos buenos músculos y unos abdominales marcados.
Después de un rato en silencio, Adriano salió de sus cavilaciones, y se fijó en que había alguien junto a él, en mí, y me dijo, con una voz de chuleta “colgao”:
Pero ¿tú quién eres, chaval?
Me pillo tan de sorpresa, que iba a decirle que era otro que se quería follar a Violeta, mi madre, pero opté por decirle que el hijo de Violeta.
Cuando estaba comenzando a responder, Adriano se adelantó y me cortó, sin escucharme lo más mínimo:
No te preocupes, chaval, que seguro que esta pillas.
Y comenzó a hablar sin parar, con rabia:
¡La que no se nos va a escapar es esa Viole, la amiga de Carmen! ¡La tengo unas ganas bestiales!
¡Pues no me la estaba yo tirando en el coche cuando viene Carmen y me jode la jodienda!, ¡la muy hija de puta!.
¡Ella también quiere follársela, la puta tortillera!
¿Sabes que las dos se conocieron haciendo películas porno?, ¡las muy putas!
¡Se las metieron por todas partes, un montón de nabos entrando y saliendo, rodeadas de un montón de gente que las veía y que las grababa para que un montón de putos salidos se hicieran pajas!
Se empezó a reír, pero enseguida se le pasó, y me dijo que le esperara mientras salía de la terraza.
Al rato volvió con un vaso de agua y dos pastillas que me dio, diciéndome:
No tengas miedo, chaval, tómatelas que dentro de un rato te van a entrar unas ganas increíbles de follar hasta al agujero del wáter.
Un par de carcajadas salvajes salieron de su garganta, y viendo cómo me las tomaba, continúo diciéndome:
Sabes, yo también trabaje como actor porno, pero no llegue a follarme a la Viole. No estuvimos en las mismas secuencias, como me hubiera gustado, pero lo he intentado varias veces fuera de las pelis, incluso alguna vez la he metido el rabo, pero nunca tanto como quisiera, siempre había algo que me interrumpía: su marido, la gente, yo que sé.
Y ella siempre me ha huido, con eso de que se casó con un auténtico gilipollas, de esos que van muy estirados con traje y corbata jodiendo a los demás pero que no se les levanta con su mujercita.
Y tiene que ser su mujercita la que se busque rabos para que se la metan, para que hagan lo que no hace el hijo de puta de su maridito.
Ya que estaba lanzado aproveché para preguntarle:
¿Sabes si Violeta hizo muchas películas? y ¿dónde puedo verlas?
A lo que responde:
¿No has visto ninguna de ellas, chaval?
Aquí tenemos al menos una que se la folla un negro con una polla kilométrica. Antes sale con Carmen en una escena bollera que se calientan las dos para que luego el negro se las folle a las dos, ¡el muy hijo de puta!.
La he visto varias veces, para calentar motores e incluso mientras me tiraba a Carmen.
¡Me voy a buscarla! ¡Tú espérame aquí, chaval!
 Y vuelve a marcharse de la terraza, dejándome solo.
Oigo voces, me acerco a una ventana y la oigo a ellas, a mi madre y a Carmen, hablando entre sí.
Es ahora mi madre la que habla:
Te juro que es la primera vez que Adriano me folla. Fue él que me atacó en el coche cuando se fue mi hijo y, antes de que me hiciera daño, preferí, digamos, colaborar.
Carmen la replica:
¡Joder!, pues bien que colaborabas, con tanto movimiento y gemidos parecías una puta perra en celo.
Pues te diré una cosa, tu hijo también me atacó y también yo colaboré.
Mientras tú te tirabas al Adriá, yo me lo montaba con el cabrón de tu hijito.
Mi madre se ríe y contesta:
¡Mi Pablito! No sabes cómo me alegra, que no salga como el aburrido de su padre, que mucho trabajar para malgastar su vida.
Las dos se ríen.
En ese momento Adriano vuelve a la terraza con un vídeo en la mano y se pone conmigo a escuchar en silencio.
Oímos a Carmen cambiando de tema:
También te han violado hoy varias veces, ¿no?
A lo que mi madre responde manteniendo la siguiente conversación:
Si, claro, y ¿a quién no?, con tanto hombre en celo por el parque.
A mí me ha violado un pedazo bestia dentro del laberinto y luego tres niñatos en el parque, sin contar a tu Pablito, que además disfrutó viendo cómo me violaban todas las veces, sin hacer nada. Bueno, sí que hizo algo, estrujarme las tetas como si estuviera ordeñando una vaca mientras me violaban los niñatos.
Se vuelven a reír, y Carmen vuelve a preguntarla:
¿Y a ti cuantas veces?
Dos que recuerde. El bestia del laberinto y otro bestia más joven que comenzó a violarme en el parque, pero le pegue una patada en la cabeza que le dejo fuera de combate. Eso sin contar a tu calentorro amiguito dentro del coche.
En ese momento, Adriano, al oír que le nombran, las grita:
¡El calentorro está esperando para acabar lo que no le dejaron, así que salid ya, antes de que explote y entre a follaros!.
El grito que ha lanzado, al lado de mi oído, no me lo esperaba y me ha hecho saltar asustado, pero no por ello he dejado de oír responder a Carmen.
¡Lo tienes clarinete, joputa!
Y se ríen mientras salen de la habitación.
Adriano y yo nos metemos dentro de la casa, aunque él se para en la cocina.
Están las dos en el salón, vestidas cada una con un albornoz corto, que las llega poco más debajo de sus glúteos, Carmen de color rosa y mi madre rojo.
Están estupendas, como para follárselas ahí mismo, sonriendo.
Se sientan despreocupadas en el sofá, o más bien se tumban, enseñando casi sus conejos, ante mi atenta mirada.
Mi madre me mira y me dice:
¡Descansamos un momento y nos vamos a casa, para que tu padre no espere!.
Carmen responde:
¡Pues que espere! ¡para lo que hace, el siempre tan soso y aburrido!
Se ríen las dos. Es la primera vez que oigo que alguien habla así sobre mi padre en presencia de mi madre.
En ese momento entra Adriano con dos bebidas frías en la mano, y se las da a Carmen y a mi madre, diciéndolas:
¡Para qué os refresquéis y estéis más cachondas que falta os hace!.
Se ríen las dos y Carmen le responde:
¡Lo único que nos pondría cachondas es que te tiraras por el balcón, joputa!.
Y se toman las bebidas, casi las vacían, se nota que tenían sed o que están deseando ponerse cachondas.
Adriano responde:
¡A vosotras es a lo que me voy a tirar! ¡Ya veréis como os ponéis cuando os meta el rabo por ese conejito tan jugoso que tenéis!
Continúa diciéndolas:
Sois como las hormiguitas, en cuanto os tapan el agujero os volvéis locas.
Y me comenta casi susurrando:
¡Ya está! ¡en un momento a follar!
Carmen le increpa:
Pero ¿qué dices al chaval de follar, joputa? ¿No sabes que se ha tirado a tu mujercita?.
Y se vuelven a reír las dos, se las nota calentitas.
Me empieza a doler un poco la cabeza, aunque tengo la polla dura y tiesa bajo el pantalón. ¿Será efecto de las pastillas que me he tomado?
Carmen le pregunta de forma irónica a Adriano sobre el vídeo que lleva.
¿Qué llevas ahí? ¿algo sobre la vida de las hormiguitas?
A lo que responde Adriano:
¡Ahora vereis lo que llevo!
Y lo pone en el aparato de vídeo, encendiendo la televisión que está frente al sofá.
Enseguida se oyen gemidos de mujer que salen del televisor, aún sin imagen.
Carmen le dice en tono mordaz:
¿No sabía que las hormiguitas gimieran como perras en celo?
Aparecen imágenes en el televisor, es un hombre negro de piel muy oscura, con el pelo largo, de cuerpo musculoso, que se está follando por detrás a una mujer muy blanca.
La polla del negro es enorme, como bien dijo Adriano, kilométrica y entra y sale una y otra vez del conejo depilado de una rubia que está a cuatro patas sobre una cama.
Los gemidos de la mujer inundan la habitación, así como el ruido del mete-saca, de la polla entrando y saliendo del conejo, y de las pelotas negras chocando contra el perineo de la mujer.
Toda la pantalla se llena con la imagen del culo y del conejo de la mujer donde aparece y desaparece el enorme rabo negro.
El contraste del negro sobre el blanco hace la imagen aún más atrayente.
La cámara enfoca la cara de la mujer, y ¡es mi madre! ¡con el pelo de color rubio platino! ¡se la están follando a cuatro patas!
Mi madre mira las imágenes con la boca abierta, sorprendida, mientras Carmen se ríe maliciosamente.
Carmen sabía lo que tenía Adriano en la mano y quería que lo viéramos todos.
Mi madre se ha dado cuenta de que vídeo se trata, qué video está viendo en compañía de su hijo, el de un negrazo que se la está follando.
De repente, Carmen se gira hacia mi madre y coloca su boca sobre la de ella, morreando, echándose encima lo que obliga a que mi madre se tumbe boca arriba sobre el sofá, abriéndose el albornoz de mi madre y exponiendo su conejo totalmente depilado a mi vista y a la de Adriano.
Mi madre lucha para levantarse, pero Carmen la inmoviliza debajo de su cuerpo.
El albornoz de Carmen también se ha abierto, lo que hace que coloque directamente sus tetazas sobre las tetazas de mi madre, y deja ver por detrás sus glúteos redondos y macizos.
Debajo de los glúteos de Carmen está el conejo de mi madre, abierto de par en par, y muy próximo el rabo enorme de Adriano, que ha salido de su calzón y que está creciendo cada vez más y más, aproximándose a la entrada del conejo de mi madre.
El cipote de Adriano me recordó por un momento a la nariz de Pinocho que crecía en cada mentira que decía. El pollón de Adriano, sin embargo, no crece por las mentiras, sino por la excitación que le provoca la proximidad de la presa, como cualquier buen cazador de conejos que se precie.
Adriano se ha colocado entre sus piernas, la sujeta por las caderas y poco a poco el cipote va entrando en el conejo de mi madre, que comienza a jadear y deja de luchar.
Carmen la descabalga, dejando las tetazas de mi madre al descubierto, pero se coloca al lado, sujetándola las manos y sobándola, chupándola y lamiéndola las tetazas.
Mi madre gime de placer y su gemido se confunde con el de ella misma en la televisión. Un negro y un blanco se la están follando en distintas dimensiones, y yo estoy allí para no perderme ningún detalle.
Las piernas de mi madre están ahora dobladas sobre el pecho de Adriano, que no para de follársela.
Entre tanto movimiento, me fijo que Carmen tiene su culo en pompa, y me atrae como un imán, por lo que coloco mis manos sobre sus nalgas, sobándoselas una y otra vez.
Mi cipote también ha crecido bajo el pantalón, por lo que procedo a liberarlo, dejándolo libre en todo su esplendor, erguido y tieso como un palo, y apuntando al culo de Carmen, se lo meto poco a poco, entre los gritos iniciales de Carmen y los gemidos de placer que luego la provoca.
Imito a Adriano y pongo una pierna sobre el sofá para arremeter con más fuerza, con más ganas, el culo en este caso de Carmen.
Las nalgas de Carmen se mueven en cada una de mis embestidas, lo mismo que las tetazas de mi madre por las embestidas de Adriano. ¡Adelante y atrás, adelante y atrás!
También imito a Adriano en los jadeos, resoplando en cada entrada y salida del cipote.
No hay nada como aprender de un buen maestro.
La habitación se ha convertido en un excitante salón de baile, entre jadeos y movimientos rítmicos.
Mi vista recorre el culo de Carmen, las tetas, el conejo y la cara de mi madre, en el sofá y en la televisión, así como las frenéticas entradas y salidas de los tres rabos en los lubricados agujeros.
De pronto, Adriano para y ruge como un tigre herido, ha tenido un orgasmo, por lo que la saca gritando “¡No, no!” y se marcha de la habitación.
La ansiedad de follársela le ha motivado a que embista a mi madre con demasiadas ganas y le provoque un orgasmo antes de lo que quería.
Mi madre se gira, dándome la espalda, y comienza a incorporarse lentamente, poniendo su culo en pompa.
Carmen me urge diciéndome:
¡Ahora tú! ¡Métesela ya! ¿A qué esperas? ¡Vamos, antes de que se levante!.
Rápidamente se la saco del culo de Carmen, pero mi madre está ya levantada.
Carmen agarra rápidamente a mi madre, y la empuja otra vez sobre el sofá, tirándose encima.
Mi madre está otra vez sobre el sofá, ahora boca abajo, intentando levantarse otra vez, con el culo en pompa, sujetada por Carmen que me grita:
¡Venga, gilipollas! ¿A qué esperas? ¡Métesela ya!
Mi madre grita débilmente:
¡No, no, mi hijo no!
Pero yo ya estoy lanzado, por lo que, imitando al negrazo que todavía continúa follándosela en la tele, coloco una pierna sobre el sofá, la sujeto con una mano por las caderas y con la otra ayudo a que entre poco a poco mi polla erguida en el conejo jugoso de mi madre.
Oigo a mi madre chillar.
¡Ya estoy dentro! ¡dentro del conejo de mi madre! ¡No me lo puedo creer! ¡Estoy totalmente emocionado!
¡Ahora soy yo el que se la folla, el que se folla a su madre, elquefolla!
Comienzo a bombear poco a poco, sintiendo en toda mi polla el contacto con las paredes del conejo de mi madre, entrando y saliendo cada vez más rápido, con más fuerza.
Carmen me ayuda, la sujeta para que no se mueva, para que pueda follármela a placer.
Mi madre ya no chilla, solo jadea y gime de placer en cada entrada y salida de su conejo.
Sus nalgas se mueven cada vez más rápido por mis embestidas.
La doy un azote que me suena a gloria, luego otro y otro, sin dejar de follármela, y en cada azote la oigo chillar, de placer.
Pero me falta algo.
La desmonto, ante la atónita de Carmen que me grita:
Pero ¡qué coño haces, gilipollas!, ¡fóllatela!.
Mi madre comienza a levantarse, pero yo me siento en el sofá y tiro de ella, obligándola a que se ponga sobre mis rodillas, boca abajo, con el culo en pompa, la sujeto bien y comienzo a darla de azotes, fuertes, sonoros. En cada azote mi madre chilla, se retuerce como queriendo escapar pero no la dejo, la sujeto con la ayuda de Carmen, mientras la doy un azote tras otro sin dejar de observar sus nalgas, cada vez más coloradas.
¡Tenía ya ganas de azotar ese culo macizo, respingón, que tanto deseo despierta a los que lo ven!.
Sus nalgas han adquirido un intenso color rojo por los azotes que la estoy dando.
Ya estoy satisfecho de los azotes y ahora me falta acabar de follármela, por lo que, otra vez con la ayuda de Carmen, la tumbo boca arriba sobre el sofá, con un cojín debajo de sus nalgas para levantar la entrada a su conejo, y poniéndome de rodillas entre sus piernas, la sujeto las caderas y se la vuelvo a meter poco a poco.
Carmen la sujeta los brazos que están estirados a lo largo de su cuerpo, realzando aún más, si es posible, sus tetazas.
Veo como mi cipote entra un poco dentro de su conejo, para volver a salir, y luego otra vez entrar y a salir, cada vez más dentro, hasta que desaparece dentro de él, para volver a salir.
Me fijo en las tetazas de mi madre, enormes, redondas, erguidas, con pezones rojizos como cerezas saliendo de aureolas casi negras.
Su cara está encendida de placer, con las mejillas coloradas, sus ojos semicerrados y sus gruesos y sonrosados labios entre abiertos, enseñando unos dientes blancos y regulares con una lengua sonrosada entre ellos.
La levanto las piernas y se las coloco sobre mis hombros.
Mis embestidas son cada vez más rápidas y enérgicas.
Sus tetazas se mueven cada vez más, adelante y atrás, adelante y atrás, se bambolean como flanes sin perder su redondez, su consistencia maciza.
Estiro un brazo y manoseo sus tetas, sobándolas, noto la suavidad de su piel y la dureza de sus carnes prietas.
Noto que me viene el orgasmo, pero no intento detenerme para atrasar el glorioso momento, sino que dejo que fluya con toda su intensidad, sin moverme, disfrutando del instante.
¡Grito de placer! ¡rugo! ¡del placer mayor que he tenido en mi vida!.
¡Me he follado a mi madre!
Con la polla todavía dentro, la miro, y está con los ojos cerrados, con una sonrisa en los labios y con unas tetazas enormes que parecen que me aplauden, que aplauden el polvazo que la he echado.
Saco poco a poco mi polla, con restos de esperma, seguramente mía y de Adriano, y me incorporo.
Carmen me aplaude a rabiar, gritando “¡Bravo, bravo!”.
Con una sonrisa de oreja a oreja y tambaleándome de placer, cojo mi ropa, y Carmen me indica que me vaya al baño a ducharme.
Así lo hago mientras observo que mi madre aún yace tumbada boca arriba sobre el sofá.
Estoy un rato bajo la ducha, sonriendo todo el tiempo y riéndome de la emoción de follarme a mi madre, a pesar del dolor persistente de cabeza que tengo.
Cuando salgo, mi madre también se ha duchado y se ha puesto un vestido corto de Carmen.
Nos esperan Adriano y Carmen para llevarnos en coche a nuestra casa.
Adriano no quiere que vaya Carmen, dice que no es necesario, pero Carmen se empeña, diciendo:
¡No me jodas, joputa! ¡Que ya sé que quieres volver a follártela! ¡Pero por hoy es suficiente, que tiene que verla su maridito inmaculada como si fuera la Virgen María recién aparecida de los cielos.
Nos dejan en el portal de nuestra casa, y subiendo en el ascensor, mi madre me dice:
¡Que cansada estoy! ¡estoy agotada! ¡vaya día tan intenso que hemos tenido hoy! ¡Y ahora no hagamos ruido, no vaya a ser que despertemos a tu padre que estará durmiendo, el pobrecito!.
Entramos en casa que está a oscuras, haciendo el mínimo ruido y encendiendo las luces mínimas para poder llegar a nuestros dormitorios sin despertar a mi padre que debe estar durmiendo en la cama.
Mi madre se mete de puntillas en su dormitorio, cerrando la puerta, y yo me voy al mío.
Ya dentro de mi habitación, me estoy cambiando en silencio cuando oigo en la calle el ruido del claxon de un coche y luego el ruido estridente de la alarma de un coche.
El claxon suena de forma intermitente, suena, deja de sonar, vuelve a sonar, y así durante un buen rato, hasta que se oye a alguien que grita:
¡Cabrones, iros a follar a vuestra puta casa, que aquí hay gente decente durmiendo!.
Salgo a la terraza y veo el coche de Adriano que continúa abajo donde nos dejó.
Es el claxon de su coche el que suena de forma intermitente y está pegado a un coche que tiene su alarma sonando.
¡El muy cabrón se está ahora follando a Carmen dentro del coche! ¡por eso suena así su claxon! ¡y con sus movimientos de mete-saca ha hecho que su coche dé al coche que está aparcado a su lado por lo que suena su alarma!
¡La que ha montado el muy cabrón!
El mirón del edificio de enfrente creo que también debe estar despierto, ya que tiene las luces de su vivienda encendidas.
Cojo los prismáticos y a oscuras miro hacia su vivienda, y así es, ahí está en su terraza mirando por su telescopio hacia los coches y hacia nuestra vivienda.
Oigo un coche de policía, que viene rápido por nuestra calle.
Ahora es el coche de Adriano el que se pone en movimiento, huyendo del coche de policía que le persigue, desapareciendo ambos en una calle más adelante.
¡No me lo puedo creer!
Pero lo peor es que ahora mi padre se ha debido despertar, y recrimina a gritos a mi madre por la hora a la que ha venido y la pregunta de dónde ha venido y con quien ha estado. Se ponen a discutir hasta que después de unos diez minutos parece que la cosa se calma y se callan.
Me acuesto y me duermo, pero al rato un ruido me despierta.
¡Oigo a una mujer gemir a gritos, gritos de placer!
¡Es mi madre! ¡Vienen de su dormitorio! ¡Nunca la había oído mientras follaba con mi padre!
¿Será la bebida que ha tomado? o ¿gime así para provocarme sexualmente?
Aunque todavía me duele la cabeza, estoy demasiado agotado para nada más, así que en un instante estoy dormido profundamente entre los gritos de placer de mi madre, sin dejar de pensar que debería grabar las escenas y que el mirón se debe estar poniendo las botas con el espectáculo.
¡Mañana será otro día, y espero que sea al menos tan excitante como el que dejamos!

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