A escondidas, una traviesa

El sólo pensamiento de las sensaciones que estoy a punto de experimentar me produce una excitación mental que poco a poco comienza a reflejarse en mi cuerpo. Sin la necesidad si quiera de un roce que lo genere, mi pene comienza a ganar rigidez desperezándose entre mis piernas. En una búsqueda casi desesperante de privacidad, escapo llevando entre mis manos la razón de mi excitación. Tomada con delicadeza, una pequeña tanga de encaje en un color fucsia decorada en su frente por un corazón formado de strass se bambolea al ritmo de mis pasos. Me aseguro la nula posibilidad de ser descubierto con una vuelta de llave a la puerta de entrada, acomodo todo para una rápida respuesta a la hora de simular otra situación y me preparo para disfrutar de una ansiada transformación, aunque sólo me dure el tiempo que pueda llevarme capturar un par de fotos y hacerme una buena paja. Levanto una a una mis piernas, pasándolas por los elásticos de la diminuta tanga que cuidadosamente comienzo a subir. Deslizo la prenda por mi piel hasta que la tela por delante abraza mi pene erecto que lucha por salirse y por detrás se pierde entre mis nalgas llegando a rozar mi ano. Camino con delicadeza observándome en el espejo, arqueo la espalda sacando cola sintiendo la tanga perderse un poco más y libero por un costado de la prenda mi pene totalmente duro, babeante de excitación y con una erección que comienza a doler. Abro la aplicación de la cámara en mi teléfono celular, lo acomodo enfocando a la altura de mi cintura y dándole la espalda busco el mejor plano que pueda obtener. "Capturar", una sola palabra fue necesaria para escuchar el disparo que me dio la certeza de que quedaría inmortalizado semejante momento.
A escondidas, una traviesa

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