Deseo Prohibido: Capítulo lX:

“El divino culo de la hija del jefe”

Capítulo 1: http://www.poringa.net/posts/relatos/4420279/Deseo-Prohibido-Capitulo-l.html

Capítulo anterior: http://www.poringa.net/posts/relatos/4460155/Deseo-Prohibido-Capitulo-Vlll.html

Había pasado exactamente un mes desde la última vez que ambos estuvieron juntos, en ese cuarto de hotel, donde la joven lloró desconsoladamente y juro no volver a verlo. Eduardo confundido mira de pies a cabeza a Gabriela, que se le acercaba lentamente, haciendo retumbar sus tacones con el suelo. No se veía tan distinta a como era antes, de hecho estaba usando la misma blusa ajustada de ese sábado, cuando él salió de vacaciones y la misma faldita. 

Sin embargo, había algo que la hacía lucir distinta a los ojos de él, quizás era su actitud, ya no era la misma chica gentil y tímida, sino que se veía agresiva y coqueta. Quedándose al frente del hombre, apoya sus manos en los hombros de él y colocando su boca en la oreja, le susurra, –“¿Qué haces en mi despacho?”-, Eduardo ofuscado, le pregunta de qué estaba hablando, si esa era su oficina y no la de ella, la joven suelta una carcajada y lo agarra de su corbata. 

Gabriela: (Sonríe) ¿Cómo alguien que no trabaja aquí va a tener una oficina?

Eduardo: ¿De qué carajos hablas?

Gabriela: ¿No te lo dijeron? Estás despedido. 

Al oír esas palabras, las pupilas de él se dilataron.

Eduardo: ¿Qué? ¿Por qué? 

Gabriela: Quizás habrás oído que renuncie, ¿verdad?

Eduardo: Sí, eso me dijeron. 

Gabriela: Bueno, papá me pidió que vuelva y yo le dije que solo lo haría con una condición y esta era, que tú fueras despedido. 

Eduardo ya enojado con la actitud de la jovencita se aparta de ella y le dice que no quería más juegos, que había tenido suficiente con el mes ajetreado que le tocó, para que ahora ella por niñerías lo moleste en el trabajo. Gabriela vuelve a repetir que no eran juegos y que decía la verdad, si tenía tantas dudas, podía ir al despacho de Horacio a pedir explicaciones, aunque dudaba que su padre, prefiera a él, en vez de su querida hija. Aunque si él quería, ellos dos podrían llegar a un acuerdo. 

Eduardo: ¿Un acuerdo? 

Gabriela: Sí, uno que te devolvería tu trabajo e incluso tendrías un aumento de sueldo.  

Expresó la muchacha presumiendo su trasero, mientras caminaba hasta el escritorio. Sí su estrategia era cachondear a Eduardo, con ese tambaleó de su culo, la jugada le había salido perfecta, ya que el hombre tras ver a esa colita pasearse por sus ojos, se le había colocado como roca. Ella se sienta en la silla y se fija de ese bultillo que se formaba en la entrepierna de su compañero de trabajo, la joven sonríe y asegura, que el trato entre ellos dos iba a resultar muy beneficioso para ambas partes.

Eduardo: ¿Y cuál es?

Manifestó de manera ingenua, observando ese pequeño vistazo que la muchacha regalaba de sus tetitas.

Gabriela: ¿Lo dices en serio?

Eduardo: Sí.

Gabriela: (Ríe) Había olvidado lo lento que eras “hermano”.

Eduardo: ¿Hermano?

Gabriela: Oh Dios, sí que eres estúpido con las indirectas de las mujeres.

Eduardo: Sinceramente no sé de qué me hablas, me confundes a cada momento, ¿ok? Se clara y dime, ¿qué es lo que quieres?

La joven rubia suelta una risilla y ondulando un mechón de su cabello con su dedo índice, le dice, –“Quiero, que me des lo que me negaste en el hotel”-, el rostro de Eduardo cambio de uno nervioso a uno serio. –“¿Estás loca?”- expresa, apoyando sus manos en el escritorio.

Gabriela: Bueno, lo intenté. Ahí tienes la puerta y también una cajita donde guarde tus cositas.

Eduardo: No sé qué mierda te pasa, pero no eres la chica que conocí a los 12 años y vi crecer. 

Gabriela: (Mirando sus uñas) No, no lo soy, tú hiciste que cambiara, ya que solo me veías como una hermanita y me rompiste el corazón. 

Eduardo se daba cuenta que no tenía sentido discutir con ella, tenía razón todo había sido su culpa y el rencor que esa muchacha le guardaba era legítimo. Suspiro y quitó sus manos, dándose la vuelta camina hacia la puerta. Gabriela se pone de pies y va tras él, abrazándolo por la espalda, le pide disculpa por sus palabras, él nuevamente quedaba aturdido, ¿por qué el cambio de personalidad? Se preguntaba. La joven volvería a dejarlo confundido al declarar que de seguro esperaba esa reacción. 

Eduardo: ¿Qué? 

Gabriela: Siempre corría detrás de ti, intentando que me notadas y me conformaba con que me sonrieras. Sin embargo, me di cuenta que debo valorarme y no andar persiguiendo a un tonto cornudo.

Él se da vuelta y la mira detenidamente. 

Eduardo: Ok, lo siento. Perdón por no corresponderte y no aprovecharme de ti, jugar con tus sentimientos y luego reírme de tu inocencia. Aunque tienes toda la razón, con que es mejor que no hayas sido mi hermana, ya que sería una tragedia que lo fueras. 

Gabriela: ¿Por qué me deseas?

Eduardo: Sí, porque deseo tu maldito culo y esa foto que te tomaste con mi celular, aún no la he borrado y me he estado masturbando con ella, fantaseando que te la clavo hasta el fondo. ¿Eso querías oír? Ahora déjame ir.

Una sonrisa se le dibuja a la muchacha en su carita.  

Gabriela: La maestra tenía razón.

Murmuró, sin darle tiempo a Eduardo para que reaccione, zampa su boca con la de él y sus lenguas se entrelazan. El hombre intentaba separarse de ella, pero cada vez que lo intentaba, pareciera que más se le arrimaba, además, sus labios le fueron resultando fantásticos y adictivos. Rindiéndose, la apega a su cuerpo, interpelándose de dónde había aprendido esa chica a besar de manera tan voraz y deliciosa. Eduardo no tardó en bajar hasta ese culito, con el que había empezado a fantasear los últimos días. 

Desde que Romina lo encontró junto con Lorena, no había follado y luego de haber escuchado la voz jadeando de esa rubiecita culona, sus ganas por ella incrementaron, perturbándolo incluso en sus sueños. Con toda esa calentura acumulara, no resistió más, haciéndolo caer a esa lujuria que lo arrastro a cogerse a Romina y a Belén. Sus labios húmedos se apartaban, con hilanza de babas tras el fogoso beso que se habían dado.

Gabriela: Si quieres, la oferta todavía está sobre la mesa.

Eduardo: (Suspira) Joder, definitivamente la tomo.

Señaló, quitándose la chaqueta de su traje, dejándolo en la silla, la jovencita contenta por haber conseguido finalmente su objetivo, se sube al escritorio. Antes de que intentada desabrochar los botones de su blusa, Eduardo estaba encima de ella y de un tirón, hizo soltar todos los botones y de otro le quitó su sujetador. Apretándole sus senos, allega su boca y comienza a morder y a chupar esos pezones que estaban duritos, ella suelta un par de chillidos. 

Eduardo: Mmmhh, que ricas tetitas.

Gabriela: Aaahhg… Pensé que te gustan las tetas grandes.

Eduardo: Me encantan las tetonas, pero este parcito pequeño es el único que me gusta, así que siéntete privilegiada por tener unos limones tan sabrosos. 

Los suspiros de la muchacha comenzaban a ser más constantes, acariciando la nuca del hombre, recuerda a Tomás y su lengua atrevida. Eduardo suelta uno de esos senos y lleva su mano a ese húmedo coñito rubio. Acariciando con suavidad y sobre la tela de la tanguita que llevaba la muchacha, la hace soltar un jadeo más fuerte. Filtrando sus dedos dentro de ese género, los mueve en círculos, sobando esa lentejita que chorreaba juguitos y luego los introduce. 

Gabriela: Ooohh... Ahora entiendo porque la zorrita de Andrea disfrutaba tanto de tus dedos. 
El hombre quedó atónito al escuchar esas palabras.

Eduardo: Tú...

Gabriela: Sí, yo los vi... ¿O, acaso pensaste que nadie iba a escuchar esos gemidos?

Él no dijo nada, mientras que la joven se le acerca y comienza a besarlo.

Gabriela: Desde ese día he odiado a mi prima y no la he vuelto a invitar a un cumpleaños mío. Jamás le perdonaré que te haya engatusado y usado para sacarle celos a su ex. 

Eduardo oía lo que decía la joven y miraba como ella le desbrochaba el pantalón y le bajaba la cremallera.

Gabriela: Debo admitir que se fueron a un lugar muy apartado para hacer sus pervertidas cosas, pero hay ningún rincón de mi casa que yo no conociera. Al llegar a la habitación en donde le estaban me quedó paralizada, al ver cómo le metías tus dedos en su coño y la besabas, al mismo tiempo que ella sostenía tu hermosa verga en sus manos.

Murmuraba ella, tomando ese erecto tronco y acariciándolo. 

Gabriela: Me dolió apreciar cómo le rompiste el ojote a esa puta, ya que, a pesar de tener 15 años en ese entonces, yo ya te amaba. Te juró que traté de ignorar esos sentimientos y de sacarte de mi cabeza. Sin embargo, no lo logré y aun sabiendo que tú nunca ibas a ser mío, porque para ti, solo era una “hermanita”.
Eduardo estaba maravillado por cómo sobaban esas delgadas manos su pene y decide romper su silencio.

Eduardo: Te veía así, porque tus padres me acogieron en un momento muy delicado de mi vida, había perdido mi empleo por una estupidez y se me acababa el dinero, no quería regresar de rodillas donde mis padres y suplicarles que me perdonen por haberme ido de casa a los 18 y me ayuden, a cambio daba mi libertad. Aunque doy gracias de que no hayas sido mi hermana, porque no creo haberme resistido a este gordo culo tuyo.

Finalizó, agarrando esas nalgas, haciendo chillar a la jovencita. 

Gabriela: ¿Entonces me vas rellenar el culo como lo hiciste con Andrea?

Eduardo: Claro preciosa, te voy a destrozar ese lindo culito, pero antes, aclárame algo. 

Señaló, mordiéndole los labios e introduciendo uno de sus dedos dentro de su ano. 

Gabriela: Uuuggh… ¿Qu-qué cosa?

Consultó ella, gozando el desplazamiento de ese grueso y travieso dedo.

Eduardo: Hace una semana, cuando me enteré que habías renunciado, te estuve marcando y nunca cogiste una de mis llamadas. Pensé en rendirme y cuando intenté por última vez, finalmente me contestaste, sin embargo, no fue como yo esperaba, solo escuchaba unos gemidos y tu voz entre cortada, como si estuvieras teniendo sexo.

Gabriela: (Sonríe) Uuupps… No era mi intención que escucharas cómo mi psicólogo me daba una terapia especial. 

Eduardo: ¿Terapia especial? Te estaba partiendo el culo, ¿verdad? 

Gabriela: Aarrggh… No solo me partió el culo, sino también me destrozó el coño a pollazos. 

Eduardo: Joder, que puta eres, ¿hacerlo con un psicólogo? Estoy seguro que él solo se aprovechó de ti. 
La joven rubia suelta una corta risilla, a la vez que apretaba bien fuerte esa verga con una de sus manos y con la otra amasaba sus huevos.

Gabriela: ¿Celoso? 

Eduardo: Claro que sí, yo quería estrenar esta cola maravillosa. (Nalgueándola) 

Gabriela: Aah, tuviste tu oportunidad en el hotel, pero no la aprovechaste. La pasé muy mal y no quería volver a verte por eso renuncié, hasta que llegó ese hombre a las cabañas donde me estaba hospedando y me dio los mejores días de mi vida. 

Eduardo: (Sonríe) El de hoy te hará olvidar esos días, porque yo te haré disfrutar como nunca, porque dudo que ese bastardo, la tuviera como la mía. 

La muchacha volvía a soltar una breve risa, era increíble que todo lo que le había dicho April aquella mañana antes de que se fuera junto con su esposo e hijo, haya resultado a la perfección, incluso colocar celoso a Eduardo. En ese momento cuando ella le estaba hablando, se cuestionó si los consejos de la mujer en verdad iban a servir o por el contrario debía ignorarlos. –“Joder maestra, no sé cómo pagarle, todo lo que ha hecho por mí”- se dijo a ella misma. 

Eduardo: ¿De qué te ríes? 

Gabriela: De tus celos y tus palabras presumidas. 

Eduardo: ¿En serio crees que no soy capaz de satisfacerte mejor que ese tipejo? Solo mira bien mi polla, todas las que lo han tenido han quedado locas por ella.  

Gabriela: No seas fanfarrón, porque la de él no era tan pequeña como te la imaginas, al contrario era enorme como la tuya, de hecho era más gruesa. 

Eduardo: No te creo, solo estás diciendo eso para que me coloque más celoso, pero no lo vas a conseguir.
 
La joven deja de pajear ese tronco maduro y se separa de él, para buscar su celular que estaba en su cartera. Luego vuelve allegarse donde el hombre y le pasa su móvil.

Gabriela: Pues, si no me crees solo ve este vídeo. 

Antes que reprodujera el vídeo, él la detiene. 

Eduardo: Espera, ¿te grabaste teniendo sexo con ese tipo?

Gabriela: (Sonríe coquetamente) Sí, es un recuerdo para atesorar esos días que estuve con él. 

Eduardo se mosqueó al verla tan dichosa y más cuando comprueba que ella no mentía. En ese fragmento, se observaba claramente la enorme pija de Tomás entrando y saliendo del coñito de Gabriela y luego cómo perforaba esa cola divina, complaciéndola con cada estocada que le daba. Aunque lo que más le llamó la atención, fue que ella le llamaba, “papá”, al hombre que no se le enfocaba la cara y él le decía “hija” a la rubiecita, además de que una tercera persona los filmaba. 

Eduardo: ¿Papá? ¿Por qué llamabas padre a ese tipo y quién coño los grababa? 

Gabriela: Su esposa nos grababa. 

Eduardo: (Sorprendido) ¡¿Qué?! ¿Su esposa los grababa?

Gabriela: Sí, a ella le gusta ver a su esposo destrozar coñitos jóvenes y le decía papi, porque ella me pidió que simulara ser su hija y vaya que me cachondeó la idea. Si tú quieres, te puedo llamar hermano mayor, mientras me follas. 

Eduardo se quedaba perplejo, no podía creer que existiera una pareja así, pensaba que solo eran un mito de Internet. Sin embargo, no iba a dejar que eso le desconcentre de su objetivo en ese instante que era cogerse a la hija de su jefe y darle un polvazo con el cual pueda olvidar a ese hombre que le había arrebatado la oportunidad de estrenar ese culo precioso de Gabriela. 

Eduardo: Bien, creo que ya es hora de que seas una buena chica y me permitas demostrarte lo increíble que cojo.

Gabriela: No sabes cuánto tiempo estuve soñando por esta oportunidad, pensé que jamás lo iba a conseguir y al fin podré tener tu pollón dentro de mí, así que no me decepciones, ¿ok?

Expresó la muchacha, quitándose su faldita y preparándose para recibir esa verga con la que había fantaseado tantas noches. No obstante junto cuando el hombre iba a enterrar su miembro dentro de ese anito, golpean la puerta. Eduardo entra en pánico, Gabriela en cambio, reacciona con rapidez y bajando del escritorio, toma toda las prendas visibles y las ocultas debajo de esté. Agachándose, le dice al maduro que se siente, si no quiere que los atrapen.   

Él obedece, entretanto se abría con lentitud la puerta, Gabriela abre su boca y se acerca la polla del hombre, introduciendo gran parte de ella. Eduardo no pudo evitar soltar un gran gemido de placer. Ella se lo mamaba con muchas ganas, igual como lo hacía Romina. De hecho parecía una profesional, esa pareja la habían entrenado muy bien, él buscaba la manera de reprimir sus quejidos. Mientras disfrutaba de la boca de la joven rubia, Piero entra a la oficina, haciendo que Eduardo se ponga algo nervioso y a la vez más cachondo. 

Piero: Eduardo sé que es difícil para ti verme, pero necesitamos hablar. Solo dame 5 minutos de tu tiempo, por favor, después de eso si ya no quieres hablarme, lo voy a entender. 

Eduardo: Pi... Pie... Roooo... Hablamos, más tarde si quieres... Ahora no puedooo...

La muchachita también le excitaba aquella situación, estar al borde de ser descubiertos. Piero por su parte, estaba tan desesperado por poder hablar con su ex amigo que perdió por traicionarlo, que no se percataba de lo raro que estaba él y los suspiros que soltaba. Sin poder creer que lo había escuchado de los labios de Eduardo, le pregunta de forma ingenua.

Piero: ¿Hablas en serio, Eduardo?

Eduardo: Sí, sí... Pero ahora vete por favor, estoy muy ocupado. 

Piero: (Sonriendo) Ok, a la salida hablamos entonces. 

Piero se retira contento, Eduardo agitado mira a la jovencita, quien se retira el miembro de la boca y le da unos lengüetazos desde el tronco hasta la glande. 

Deseo Prohibido: Capítulo lX:


Gabriela: Dios... Es toda una delicia tu polla... Sabes algo, ve a colocar el seguro a la puerta, porque tu trabajo ahora va a hacer satisfacerme. 

Eduardo: (Sonriendo) Descuide Jefecita. Me encargare en hacer un buen trabajo y dejarla, más que satisfecha. Para poder recuperar mí empleo y ganarme su permiso para jugar con usted, todos los días.
 
Eduardo guardo su erecto pene dentro del pantalón, aunque lo tenía tan grande que no podía subirse la bragueta ni tampoco abrocharse el botón. "Click" fue el sonido que se escuchó, cuando él coloco el cerrojo en la puerta. Mirando hacia su escritorio, ve a Gabriela esperándolo, él empieza a desvestirse. Primero se quita la camisa y la corbata, luego el pantalón y el bóxer, quedando completamente desnudo y listo, para satisfacer a la jovencita. Su pene parecía mucho más grande e hinchado que antes, lo que producía ansiedad en la muchacha. 

Eduardo: Bien jefecita, ¿qué cosa quiere hacer primero?

Gabriela: (Suspira) Quiero mamártela un poco más. 

Eduardo: Lo que usted, ordene. 

El hombre se acerca a ella con una sonrisa picará, Gabriela se extendía en el escritorio, toma con sus manos esa polla que le hacía perder la razón. Abría nuevamente su boca y se la tragaba, Eduardo soltaba pequeños suspiros. Él miraba como la muchacha le devora el miembro, pero sus ojos se desviaban al pomposo culito de ella. La espera de poder cogerlo cada vez era menos y eso excitaba más al maduro. Ella se saca el pene de su boca y sonriendo le pregunta a Eduardo, si ya sabía por dónde empezar. 

Eduardo: ¿Por dónde empezar? ¿A qué te refieres con eso?

Gabriela: Se supone que tú me tienes que complacer, no yo a ti... Así que espero que estés listo y ya tengas decidido por dónde cogerme.

Eduardo: Vaya, eso significa que vas a dejar de ser mi jefecita y vas a pasar a ser mi cerdita.

Gabriela: (Confundida) ¿Cerdita?

Eduardo: Si yo voy a estar al mando, no puedo llamarte jefecita, así que te diré cerdita, porque se nota lo hambrienta y golosa que eres. 

Gabriela: Podrías llamarme por mi nombre simplemente.

Eduardo: Podría, pero tú ya no estas al mando y soy yo quien decide... Así que, te diré cerdita de ahora en adelante. 

Mirando nuevamente esa redondita cola, él lleva sus manos hacia las nalgas y las aprieta. 

Eduardo: Supongo que he sido muy claro por donde quiero comenzar a cogerte.

Gabriela: (Mordiéndose el labio inferior) Le tienes muchas ganas a mi culo, ¿verdad?

Eduardo: Tú me lo has estado presumiendo mucho, yo soy un simple ser humano, cómo quieres que me resista a tus encantos.

Gabriela: Bueno, hace un mes me decías que no debíamos hacerlo, que era inmoral. 

Eduardo: Estaba confundido y no pensaba con la cabeza correcta. (Ríe)

Gabriela: ¿Y ahora piensas con la cabeza correcta?

Eduardo: Yo creo que sí, porque lo que voy a hacer, va a valer la pena.

Eduardo da la vuelta, quedando detrás de la muchacha se agacha y con sus manos abre esas suaves nalgas. Acerca su boca a ese pequeño ano y comienza a jugar con él. –“Aaaaaahhhh... Mmmmmmhhh... Sííííí"- murmuraba la joven entre sus gemidos. El hombre estaba loco por ese trasero, así que no prolongo mucho la espera de poder penetrarlo. Tomando una de las sillas, la extiende y luego se recuesta en ella, pidiéndole a Gabriela que se suba encima de él y se meta su polla en el culito.

–“¿Cómo?”- consultó la muchacha algo confundida, él sonriente le dice que como ya no era virgen, iba a dejar que lo sorprenda al introducirse toda su verga en ese culito. Ella se acerca y hace lo que le pidió el maduro. Subiéndose encima de él, siente como ese tronco duro y caliente estaba entre sus nalgas. Ella se levantó e inclino un poco, mientras Eduardo perfilaba su miembro, Gabriela abre su trasero y siente como va introduciéndose poco a poco ese pene maduro. Sabía que no podía gritar, así que se lleva las manos a la boca. 

Eduardo: ¿Te encanta lo que sientes? 

La muchacha no respondía, pero su rostro decía que lo estaba disfrutando. Eduardo tomándole de la cintura, le clava de una estocada casi la mitad de su pija. Esto fue una sorpresa para la joven, que no esperaba aquello cuando iba descendiendo gradualmente sobre ese tronco. Aunque ella reprimía sus gritos y gemidos, aquel no pudo hacerlo ahogado completamente, ya que se escuchó ligeramente afuera de la oficina, específicamente por el pasillo. 

Eduardo: (Ríe) Voy hacer que goces esto cerdita y que me ruegues para que te siga follando. Haciéndote olvidar al cabrón de tu psicólogo.  

Gabriela dejo de tener sus manos en su boca y las apoyó en los hombros de él, volteo su cabeza, para apreciar, cómo la polla del hombre se metía en su ano.

relatos


Gabriela: Hhhmmm... Dios... Hhhhmmmm... Hhhhmmmm... Uuuuuhhmmmm... 

Eduardo: ¿Qué ocurre cerdita?

Gabriela: Aaaahhhh... Hhhhmmm... Tu polla... 

Eduardo: ¿Qué pasa con mi polla?

Gabriela: Aaaaahhh... Aaaahhh... Se siente tan bien, dentro de mi culitoooooo...

Eduardo: Y eso que aún no la tienes toda adentro.

La jovencita empieza a mover sus caderas, haciendo que esa tranca entrase más profundo dentro de ella, sorprendiendo al maduro, que veía a su pija desaparecer en ese culito.  

Gabriela: ¿Qué? ¿Acaso pensaste que no podría con tu verga? Uuufff… Tontito, si hasta te mostré un vídeo en donde tuve una más gruesa ensartada en el culo.

Eduardo: Que guarra eres cerdita, veo que te gusta que te den duro. 

Gabriela: Uuhhh... Así es, él me hizo desmayarme del placer, veremos ¿qué tal lo haces tú?

Eduardo: Deja de mencionar a ese idiota mientras te parto el culo.

Gabriela: Entonces, hazlo mejor, porque iniciaste bien pero ahora es decepcionaste tu cogida.

Eduardo odiaba las comparaciones, desde que era niño, así que se molestó cuando escucho de esa jovencita risueña, que su anterior amante fue mucho mejor que él. Comprendía que debía hacerlo, tal como follaba con Lorena o Vicky, y no tener compasión como con las otras dos muchachitas que no le dieron problemas, ya que una era virgen y la otra jamás había tenido una tan grande dentro de ella. 

En cambio Gabriela si lo había hecho y vaya manera que gozó con esa polla madura. Él comienza a penetrar más fuerte el culo de la muchacha, quien no puede controlar sus gemidos, que cada vez eran más fuertes y seguidos. 

Eduardo: ¿Esto es lo que te gusta, cerdita? ¿Qué te dé duro por el culo? 

Gabriela: Aaaaaahhhmmm... Hhhhhhmmmm... Hhhhhmmmm...

Gabriela sentía como su ano se estiraba cada vez más y ese pene entraba más profundo. Ella nuevamente lleva sus manos a la boca, para poder reprimir un gran gemido. Mientras experimentaba su primer orgasmo teniendo sexo con el hombre que amaba, la muchachita soltó una gran cantidad de sus jugos, sin embargo, Eduardo no dejo de taladrar.

Eduardo: Eres una cerdita hambrienta y desesperada... Yo solo quería ir lento, para que tu ano se acostumbre... 

Gabriela: Ooohhh... Hhhmgmmm... Hhhhmmmm... Hhhhmmmm....

Eduardo: Vamos cerdita, deja salir esos gemidos, que lo escuchen todos... Que lleguen hasta la oficina de tu papi... Y se dé cuenta la clase de hija que tiene... 

Gabriela: (Aún con sus manos en la boca) Hhhhhhmmmmm.... Hhhhhhmmmmmmmmmm...

Eduardo: ¿Qué diría tu padre, al verte así? Encima de mi polla y pidiendo que te la metan más adentro y duro. 

Ella no responde y solo jadea. 

Eduardo: De seguro se decepcionaría, saber que tiene una hija tan puta. Que es capaz de abrirle el culo a un desconocido, porque el hombre que ella ama lo rechazó, por no querer aprovecharse. 

Su pene entraba y salía con furia de ese estrecho hoyito, por fin veía que el rostro de esa chavala transmitía gozo. Dándole unas palmadas en sus nalgas, siguió con ese ritmo descomunal, ella ya no lo soportaba más y tuvo que soltar sus manos, para gemir del placer que recibía. El sonido de sus pelotas chocando contra la vulva empapada de Gabriela, era un réquiem muy cachondo, que a ella también le gustaba oír y sin poder resistirlo volvía a correrse. 

Gabriela: Jo-jo-jodeeeeeeerrrr… Nnnnnhhhggg…

Expresó acompañado de unos largos y profundos suspiros, esa frenética follada de culo estaba siendo sin duda una muy digna para recordar. Ella solo podía jadear y dejar que él arremetiera contra su cola y la azotada como si fuese una cualquiera. Eduardo ya sintiéndose satisfecho, decide bajar la intensidad de la cogida por unos minutos.

Eduardo: Espero que ahora no me digas que he sido una decepción. 

Gabriela: Aaaaaahhhh... Aaaahhh... Dioooosss... Me retracto… Sabes cómo partir un culo...  

Eduardo: Pues claro, cerdita... Si varios como el de tu prima... Pero el tuyo es el mejor que he cogido.

Una sonrisa floreció en Gabriela tras oír eso y comenzó a mover sus caderas de nuevo, para continuar con la cogida. Dejando a Eduardo gratamente sorprendido, quien pensaba que tras esas brutales estocadas que le había dado no iba a tener fuerzas para hacer aquello.

Eduardo: Eso es cerdita... Ahora te toca a ti demostrar cuanto quieres a mi pene.

Gabriela: Aaaahhhhmm... Mmmhhhhh... Hhhhmmmmm... Malooo... Tú sabes cuánto lo quiero... 

Mientras la muchacha brincaba sobre su polla, el hombre se decía así mismo –“No exagero ni miento, cuando dije que su culo era el mejor que he cogido... Solo se puede comparar al de Romina, pero el de Gabriela es una delicia única, tanto que creo que mi pene se va a enamorar de su culo"-, toma una vez más la cintura de la muchacha y vuelve a taladrar ese ano apretado. La jovencita no resistió mucho y volvió a correrse. Cansada se queda extendida en el cuerpo del hombre, quien no le daba descanso.

Eduardo: Ven acércate...

Gabriela: (Agitada) ¿Para qué?

Eduardo: Porque quiero probar tu dulce boca, otra vez.

Gabriela feliz, se allega a la boca del hombre y ambos se besan apasionadamente, mientras continuaban disfrutando del sexo que experimentaban. Eduardo no quería dejar de penetrar ese culo y Gabriela que la dejen de taladrar. Sin embargo, en ese momento alguien toca la puerta de la oficina. Era el padre de la muchacha, quien dice, –“Eduardo, sé que estás ahí, abre, necesito comunicarte algo”-, el hombre mira a la joven, la cual estaba sorprendida como él, pero no quería dejar de coger.

Poco a poco Eduardo comenzó a bajar el ritmo e intensidad de la cogida, no obstante, la muchacha no dejaba de brincar. Horacio nuevamente toca la puerta, pidiéndole a Eduardo que abra. El hombre mira a la joven, quien seguía gimiendo, aunque lo hacía en forma baja.   

Eduardo: Cerdita, debemos parar... 

Gabriela: ¿Por qué? Si esto se siente tan bien... Que papá espere y si es tan urgente lo que te tiene que decir, le abres la puerta, pero no me dejes de coger... 

Eduardo: ¿Estás loca? Se supone que estoy despedido, de seguro me mata si me ve teniendo sexo contigo.

Gabriela: Hhhhmmm... No lo hará, si aceptas ser mi novio y a casarte conmigo...

Afirmó sin dejar de cabalgar.

Eduardo: Gabriela, por favor paremos y continuemos después. 

Horacio: Eduardo, me escuchaste ¿verdad?

Eduardo: Sí jefe, deme unos minutos que estoy terminando algo, le abro enseguida. (Mira a la muchacha una vez más) Vamos cerdita, no hagas más complicado esto. 

Gabriela: (Suspira) Ok... Pero esto te va a costar algo a cambio. 

Eduardo: Lo que quieras. 

Gabriela retira de su culo de la polla de Eduardo que aún estaba erecta. Y se queda sentada en el asiento donde estaban cogiendo. El hombre se comienza a vestir rápidamente y le pasa a la muchacha su blusa y falda. Gabriela se los coloca, pero su rostro reflejaba que no estaba para nada contenta. Eduardo abre la puerta y Horacio paralelamente entraba a la oficina, le pregunta qué estaba haciendo para tardar tanto en abrir, en eso ve a su hija. 

Horacio: ¿Gabriela? ¿Tú qué haces aquí?

Manifestó intrigado, dejando a Eduardo con suspenso, pues Horacio no debería estar tan sorprendido de ver a su hija en esa oficina, después de todo era de ella, luego de haberlo despedido.   

Gabriela: (Molesta) Papá, decidí regresar. Como soy tu hija imagine que no debía informarte que cambie de opinión para que me dieras mi puesto de vuelta. Así que, solo vine y ya.  

Horacio: (Mirando a Eduardo) Y está, ¿por qué esta tan enojada?

Eduardo: Creo que no le gusto para nada que nos interrumpa.

Dijo el maduro, mirando a Gabriela, quien le hacía unas muecas de perdón, por haberle mentido de esa forma. 

Horacio: Vaya, perdón por interrumpirlos, sin embargo, necesito hablar contigo muchacho. (Mirando a su hija) En privado. 

Gabriela: (Suspira) Los dejo. 

La jovencita se retira del despacho, dejando a ambos hombres a solas, Horacio se percata que en el suelo había un líquido y se lo señaló a Eduardo, quien soltó una pequeña risita nerviosa. Él secando los jugos de esa rubiecita pervertida, le consulta a su jefe de qué quería hablarle.

Horacio: Sobre Gabriela, anda muy extraña, diría que desde que se fue al viaje de negocio. 

Eduardo: ¿En serio?

Excitándose al tocar esa toalla húmeda por los juguitos de la muchacha. 

Horacio: Sí, porque anduvo muy triste, desde entonces, por lo menos unas tres semanas. Ya que mis amigos me comunicaron que ella no salía de su cabaña y no hacía nada más que estar echada en su cama llorando. 

Eduardo al escuchar eso, se dio cuenta que en verdad le había roto el corazón aquel día en el hotel y no fue una mentira de esa chica traviesa. 

Horacio: Pero su actitud volvió a cambiar, según mis amigos, se debió a que su hija con su esposo, que son psicólogos compartieron con Gabriela, y debería estar feliz por lo que le habrán hecho a mi hija para hacerla sonreír de nuevo, sin embargo, temo que vuelva a estar como estuvo esas tres semanas anteriores.

Eduardo: Ya veo, si quiere mi opinión, yo la veo más segura y atrevida, así que no tema, jefe. 

Horacio: Sí, también lo noté recién que la vi, aun así no puedo dejar de preocuparme y me comuniqué con la hija de mis amigos, ella me recomendó, que le dé tiempo libre con su mejor amiga o amigo. Como ella no tiene ninguna amistad de su edad, pensé que podrías presentarle a la hija de tu amiga.  
  
El rostro de Eduardo cambio a uno melancólico, pues tanto Romina como Lorena, en ese preciso momento deberían estar tomando un avión de regreso a París y él no se despidió de ellas, después del problema que género. 

Eduardo: (Suspirando) Lo siento jefe, pero mi amiga y su hija regresaron a Francia hoy. 

Horacio: Oh, qué mal. Bueno, entonces podrías pasar tiempo tú con mi hija, si quieres, tomate esta semana libre y comparte junto a ella. 

Eduardo: ¿Qué? ¿Está hablando usted en serio jefe? 

Horacio: Sí, claro. Además esto te debería venir bien a ti también, para despejar tu mente tras lo que ocurrió con Victoria. 

Eduardo le sonríe y termina aceptando esa semana libre, tomando sus cosas, él camina junto con su jefe y salen de la oficina. La muchacha que estaba esperándolos afuera, se aproxima a ambos, –“¿Y tú por qué tienes tu maletín?, ¿acaso ya vas a almorzar?”- expresó extrañada. –“Eeh, no. Tu padre me acaba de despedir, Gabriela”- dijo Eduardo tomando venganza por la mentira que ella le había dicho, –“¡¿Qué?!”- exclamó espantada, mirando a su padre. 

–“Sí, hemos decidido que era lo mejor para la empresa y para él”- afirmó Horacio siguiéndole el juego a Eduardo. –“¿Estás loco papá?”- dijo colocándose al frente de él, –“No voy a permitir que lo despidas”- agregó con firmeza. Ellos al ver la reacción de la jovencita, no lograron contener sus risas, Gabriela confundida los mira sin aún captar lo que pasaba, Horacio entre risas le contesta, –“¿En serio te creíste que despediría a mi mejor empleado?”-   

La chavala comprende que todo era una broma, sonrojándose se distancia de ambos, soltando un gruñido. Eduardo se acerca a ella, aprovechando de que estaba de espalda la abraza, dejando su polla erecta entre esos dos bollos redonditos. –“Jefe lo siento, su hija me acaba de robar el corazón con esa actuación”- dijo él, todavía riendo y moviendo sutilmente su tranca en esas nalgas. Gabriela mordió sus labios al sentir ese tronco duro, cachondeándose porque su padre estaba a unos metros de distancia. 

Horacio allegándose donde ellos, le comunica a su hija que decidió darle a ambos una semana más de vacaciones, la cual esperaban que compartan juntos. Gabriela se dio vuelta sonriente y se colgó del cuello de su padre, diciéndole que era el mejor papá del mundo, él solo sonríe sin saber exactamente, por qué su hija estaba tan feliz. Eduardo y la hija de su jefe caminaron hasta llegar al parking, en donde él se abalanzó sobre ella sin medir las consecuencias de si alguien andaba por ahí y los veía. 

Comiéndole la boca con vehemencia, recorrer ese cuerpecito con sus manos y sin aguantarse más, agarra ese culito que ya había penetrado con locura, pero que no había acabado de follar. La muchacha que al principio se había visto sorprendida por el inesperado movimiento del maduro, volvía a comportarse de manera lasciva, acariciando esa tranca sobre la tela del pantalón. Separando sus labios del otro, se miran con mucho deseos. 

Eduardo: Joder, si no fueras la hija del jefe, te cogía aquí mismo. 

Gabriela: Vaya que eres guarro y aunque me calienta la idea, una señorita como yo, no lo puede hacer en un lugar como este. 

Afirma sonriente y rasgando con sus uñas esa pija que solo quería salir y ser consolado. 

Eduardo: Lo sé, por eso, vamos a ir a un motel. 

Gabriela: (Mordiendo su labio inferior) Me parece, pero antes llévame al centro comercial. 

Eduardo: ¿Para qué?

Gabriela: Para que me compre ropa, tontito y me saque fotos, así papá jamás va a sospechar lo que realmente hicimos. 

Eduardo: Joder, me encanta que seas tan suspicaz. 

Ambos entran al coche de él y toma rumbo al centro comercial. Durante el trayecto la jovencita aprovecharía para jugar con la mente del hombre, pues se masturbaría al lado de él. Haciendo que más de una vez, Eduardo volteara a verla y se distrajera por querer devorar ese coñito. Cuando por fin llegan y el hombre se aparca, ella se adelanta caminando de una manera tan sensual, que le resultaba imposible al maduro no quedar embobado con ese culo. 

culonas


Todo esto, se vuelve un tormento para Eduardo, ya que Gabriela le presumía su trasero cada vez que podía dentro de las tiendas que recorrían y además, comenzó a llamarlo “hermano”. Algo que no esperaba y que al principio le era extraño, no obstante a medida que pasaba el tiempo, se iba a acostumbrando y hasta le excitaba que le dijera así y que las personas piensen que ambos eran hermanos. Él a dudas penas aguantaba cuando veía esa colita moverse de un lado a otro y el morbo lo enloquecía al oír, –“¿Cómo me queda esto, hermano?”-  


Él solo quería que la jovencita terminara de una vez por todas de comprar y se vayan a un hotel o a su casa, a coger. Ya que en cualquier momento iba a perder la cabeza e iba arrimarse sobre esa culoncita rubia. Ella finalmente parecía apiadarse de él, al dejar de observa ropa y escoger unas prendas, sin embargo, en vez de ir a pagarla, para que se váyanse, ella entra a un cubículo para probarse cómo le quedaban, Eduardo la esperaba afuera bufando desesperado.  

La muchacha traviesa, quita el cerrojo del cubículo y dice, –“Hermano entra por favor, necesito tu ayuda”-, él trago saliva y sentía como su ritmo cardiaco había incrementado, mirando por todos lados, se fija que nadie lo esté observando en ese instante y entra. Al hacerlo queda alucinado, pues Gabriela estaba completamente desnuda, inclinada y con sus manos abría sus nalgas. –“Apresúrate hermano, cierra la puerta que alguien nos puede ver”- dijo la muchacha en un tono coqueto.  

Eduardo: Ga-Ga-Gabriela…

Tartamudeaba sin quitarle los ojos a esa cola divina y aún sin cerrar la puerta.

Gabriela: (Sonríe) Sé que te gusta el culo de tu hermanita, pero cierra antes de que nos metamos en problemas. 

Expresó sin dejar de presumir su maravilloso orto. 

Eduardo: Estás demente pero me encanta. 

Señaló cerrando la puerta y acariciando su pene que parecía que iba a escapar en cualquier momento de ese pantalón. 

Gabriela: Tú me tienes así de orate con esa hermosa verga que posees, así que si gustas puedes quitarte ese pantalón y ensartarle a tu hermanita tu enorme herramienta. 

El hombre no lo duda y se desbrocha el cinturón y al ir bajándose la bragueta ella agrega. 

Gabriela: Ah, solo puedes hacerlo si me llamas “hermana” y no “cerdita”, ¿entendido?
 
Eduardo: Claro. 

Contestó, bajándose el pantalón hasta la mitad y acercándose su erecta y pegajosa polla madura. Ella muerde sus labios moviendo su colita, hasta que siente las manos de él acariciándola y de una estocada le clava su tranca entera, haciéndola pegar un enorme chillido. 

Eduardo: ¿Te gusta tener la verga de tu hermano en tu culito hermanita? 

Le susurró, jalándole el cabello. 

Gabriela: Sí, sí, sí… 

Balbuceó ella, tratando de no gemir tan fuerte.

Gabriela: Es tan buena, como la de papi. 

Agregó, refiriéndose a Tomás. 

Eduardo: Así que aún piensas en él, maldita puerca. 

Afirmó, moviendo su pelvis de manera lenta aunque acelerando cada vez más y más. 

Gabriela: Oooohhh… Oooohhh… Oooohhh… Sí… Pe-perdóname hermanoooogg… No puedo sacarme a papi de la cabeza, con esas ricas folladas que me dio. 

Eduardo: Veo que te dejo muy adicta a su tranca, sin embargo, no voy a perder contra él, voy a demostrarte que tu hermano mayor es mucho mejor cogiéndote. 

Señaló tomando un ritmo desquiciado, su pene salía y entraba con una intensidad brutal que hacía dar brinquitos a la muchacha que tenía sus manos apoyadas en la pared y que a duras penas ahogaba sus jadeos. Nuevamente el choque de esas bolas con su vulva, transmitía un sonido obsceno y muy estimulante, esa cachondez incrementó, cuando una de las trabajadoras de la tienda, golpeó en la puerta preguntando si todo estaba bien, ahí adentro. 

Eduardo sabía que la joven no estaba en condiciones para responder, ya que si abría su boca, soltaría un coro de gemidos, que de seguro haría sospechar a esa trabajadora que ellos estaban follando. –“Sí, todo está bien aquí, espectacular diría yo”- comentó el hombre sin dejar embestir ese orto apretado y acogedor. –“Señor, disculpe, ¿pero qué hace usted ahí adentro?”- consultó la empleada sospechando que algo raro pasaba ahí, con los quejidos que también se escuchaban. 

–“Ah… Es que mi hermanita se cayó, por eso grito hace un momento, pero descuide no es nada grave. Ahora le ayudo a colocarse uno de sus vestidos que escogió, apenas termine salgo de inmediato”- afirmó con certeza. Gabriela estaba en un éxtasis de placer, recibiendo ese gran pene dentro de su culo, que recorría sus entrañas de una manera espectacular y la adrenalina de estar a nada de ser descubiertos, además del morbo del jueguito de rol que estaban teniendo. 

Gabriela no resiste más y se corre, para su fortuna la trabajadora ya se había marchado y no la escucha decir, –“Uuuhhh… Uuufff… Que rico pollón tienes hermano”-, él sin dejar de penetrar, allega sus labios a los de ella y se besan de manera ardiente. A Eduardo le comenzaban a tiritar las piernas, estaba cerca de llegar a su orgasmo, así que, murmurándole en la oreja, le pregunta a la hija de su jefe, –“¿Quieres que deposite mi leche en tu culito, hermanita?”- 

Gabriela: Joder… Sí, sí… Uuufff… Hhhhmm… Lléname el culo, tal como papi lo hizo. 

Eduardo ya no sabía si ella mencionaba a ese otro maduro de manera intencional para mosquearlo o en verdad estaba loca por esa tranca y no era capaz de olvidarla. 

Eduardo: Te dije que no lo menciones, cuando estés conmigo. 

Gabriela: Pe-pe-perdón… Perdóóóóónnnn… Aaaaahhhgg…

Exclamó ella, corriéndose otra vez, paralelamente el hombre le rellenaba el culo con su semen. Después de vaciar sus huevos, él retira su pija de ese agujerito fabuloso. Todavía teniéndola dura, se sienta en un banquillo que había en ese pequeño lugar, ella cayendo al suelo, recupera el aire y luego toma esa polla entre sus manos, dándole unos besitos y limpiándola. Luego ambos se visten y salen de ese cubículo, la muchacha caminaba algo coja, por la follada bestial que había recibido. 

Ella compra la ropa que había supuestamente probado en ese pequeño cuarto, Eduardo tomando las bolsas camina detrás de ella, mientras se iban del lugar, la empleada que había ido a ver lo que pasaba en el cubículo, le comentó a su colega, –“Vaya par de hermanos más raros”-, la otra sin quitarle los ojos menciona, –“Ni lo menciones, él no le quita la mirada de su culo y ella le gusta presumírselo”-, solo por curiosidad fueron al cubículo donde ellos dos estuvieron, encontrando algo húmero el suelo. 

Ya en el coche sin que nadie los viera, ellos se besan, la jovencita veía como se le colocaba dura de nuevo al maduro. Ella arañado ese tronco sobre el pantalón, le consulta si podría seguir divirtiéndose, –“Joder hermanita, sí que te gusta mi polla”- dice él entre risas. –“No es mi culpa que tú y papi tengan unas vergas tan deliciosas que quiera tenerlas siempre dentro de mí”- manifiesta jocosa, –“¿Qué te parece que vayamos a tu casa y ahora me revientes el coñito?”- agregó, sin dejar de sobar ese tronco. 

Eduardo: Uuuff, le tengo unas ganas enormes a tu coñito, que la respuesta es sí, hermanita. 

La muchacha sonríe y vuelve a besarlo, sin sospechar que en la casa del hombre, había otra joven esperando por esa tranca. 
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Gabriela finalmente logró su objetivo y Eduardo de tener una hermanita. Espero que haya sido de su agrado este relato y gracias por el apoyo que les dan.

1 comentario - Deseo Prohibido: Capítulo lX: