¡Follada por error! Parte 1

Cuidar del perro de mi amiga no era mala idea, menos cuando el favor incluye quedarme en su casa durante las dos semanas de vacaciones en la que viajaba a otro país. Tiene una casa bastante bonita, el refrigerador lleno y me queda relativamente cerca de todo. Acepté con gusto.
Sabía de la historia de Beto, su ex pareja que resultó ser un verdadero problema, cuando se separaron él siguió molestándola y acosándola hasta el punto de meterle una denuncia, fue un año a prisión y tiene una orden de alejamiento. No me imaginé nunca que Beto desconocía que Beatriz viajaba y que pensaba violar la orden del juez, menos me podría imaginar que también pensaba violar otras cosas.
Esa noche todo estaba perfecto, era sábado de tormenta, perfecto para tomar dos copas de vino, ver películas y no preocuparme por despertar temprano al día siguiente. Cancelé todas las reuniones y avisé a todo el mundo que no iba a salir. No había forma de que me quiten un domingo de la cama.
Me bañé, me masturbé en la ducha y fuí directo a la cama. Dormí al instante. 
Me sacudió un sueño bastante extraño y movido, me moví en sueños pero estaba inmovilizaba, de esos sueños en los que no puedes moverte. Abrí mucho más los ojos, todo estaba en penumbra, no estaba durmiendo. Moví los brazos pero los tenía a ambos lados de la cabeza y por alguna extraña razón estaban atados por la muñeca a la cama. Toqué mis ataduras, parecía que me las juntaron con cinta adhesiva. Parpadeé, no, no estaba durmiendo y mucho menos soñando. Me asusté y mis labios no pudieron abrirse, también tenía cinta sobre la boca. Me entró el pánico y me sacudí. Las piernas también las tenía sujetas con cinta, pero éstas estaban atadas una a cada extremo de la cama, como me acosté a dormir en pelotas estaba abierta totalmente, desnuda, la sábana había desaparecido. 
Estaba lo suficientemente oscuro para apenas distinguir cosas, escuchaba la lluvia y mi pánico seguía en aumento. Me zarandeé con fuerza y sentí mucho más miedo. Sentí que algo estaba en mi entrepierna, no sobre ella, sino dentro y no solo eso, sino que había algo mucho más grande conmigo dentro de la cama. Entonces escuché su voz.
- Hola Beatriz, nos volvemos a ver. Uno comienza a extrañarte cuando te alejas. Tus decisiones estúpidas - remarcó la palabra con los movimientos de, ahora sabía, sus dedos dentro mío - nos han separado. ¿No te sientes como una idiota?
¿Beatriz? ¡¿Que demonios estaba pasando?! ¡Yo no era Beatriz! Me habían confundido, aunque ella sea más alta y más delgada, aparte de que yo tenga mejores tetas, con aquella oscuridad un cuerpo era un cuerpo, no se veía el rojo de mi cabello, el blanco de mi piel y yo estaba en su casa donde Beatriz vive sola. Pero ¿Qué estaba pasando? ¿Cómo podía salir de eso? Miles de cosas pasaban por mi mente mientras los dedos salían y entraban de mi vagina, lo recorrían y frotaban mi clítoris. Estaba muy mojada, quién sabe el tiempo que había pasado para que pudiera atarme y cuánto desde que había empezado a tocarme. El vino me ocasionó un sueño muy pesado.
El sujeto se movió y sentí su peso a un costado. Mis pezones recibieron el contacto de su boca, los chupó y comenzó a morderlos. Me dolían y no podía moverme.
Las respuestas llegaron a mi mente como relámpagos de luz. Beto. Ex pareja y ex convicto. Beatriz.
Beto había entrado a la cada de Beatriz no con buenas intenciones, pero ella no estaba y se había confundido, pensaba que yo era ella y efectivamente había tomado su lugar.
- ¿Tu no me extrañas Bea? Eres una estúpida - pausó para seguir mordiendo uno de mis pechos - no sabes lo que me haces sufrir. Yo te extraño. Me obligas a hacer esto y no aguanto. Tanto no soporto estar sin ti - pasó al otro pecho y también lo mordió - que no me importa ir a la cárcel después de esto. Voy a hacerte mía tantas veces hasta alguien venga a llevarme de aquí.
Intentaba gritar pero la cinta lo impedía. Gritarle, suplicarle, explicarle que yo era Eli y no Bea y al menos así safarme de lo que pensaba hacer. Pero no podía hablar. No podía moverme y el hombre encima mío me comía las tetas y me dedeba cada vez con más ímpetu. Estaba condenada. Me iba a violar.
Y eso hizo.
Me masturbó por tanto tiempo que perdí la noción temporal. Me dolían las tetas porque me las mordía, me las apretaba y las movía como sus ganas dictaban. Y dictabas muchas cosas. Me metía todos los dedos y si hubiese tenido la vagina un poco más flexible me metía la mano completa. Mis ojos echaban lágrimas y mi vagina también echaba sus fluidos. 
- No sabes cómo te voy a disfrutar. - dijo Beto antes de bajar y meter su cabeza entre mis piernas. Nada de lo poco que podía moverme y gemir sirvió de algo. Su lengua recorrió toda ni vulva e invirtió otro interminable momento en devorarme la concha. Esta vez no pude atajarme y un orgasmo, medio evitado y corto me sacudió en la cama.
Ya estaba empezando a resignarme. Le quería decir que aceptaba de todo a cambio de que no me cause dolor, pero ni siquiera eso podía decir. Beto no tenía intenciones de escuchar a su supuesta Beatriz. Seguía hablándole a quien pensaba era su Bea, entre ofensas y alabanzas. Mientras seguía abusando de mí.
Cuando acabó de comerme mi cuerpo estaba rendido. Sus dedos volvieron a entrar en mí. No dejaba pasar un segundo sin hacerme algo.
- ¿Te gusta esto? Aún sé lo que te gusta. Deberías agradecerme. Eres una ingrata amor.
Sus frases eran acusatorias. Sus caricias eran constantes, mezcladas con contacto rudo, golpes, pinchazos, mordiscos. Se lanzó sobre mí y me mordió el cuello. Me lamió la cara y las orejas. Me acarició la cintura y las piernas. Y me penetró.
Sentí su pene entrar. No paso ni tres segundos y Beto empezó a moverse y follarme. Yo gemía debajo de la cinta. Mi vagina estaba llena de su pene, que entraba y salía.
Después de unos minutos empezó a soltarme las piernas. Me sujetó de los tobillos y me abrió de par en par. ¿Era mi oportunidad? Pero ¿qué iba a hacer? Era más grande que yo. Si lo pateaba no ganaba nada. Aún seguía atada de manos y encima podía enfurecerlo. Ya me mostró que daño si podía hacerme.
Dejé que manejara mis piernas sin oponer resistencia.
Su pene aún estaba dentro. Así que siguió follando. Me separó tanto las piernas que me dolía la posición. Aunque después cambio de lugar mis piernas, las cruzó, se las echó al hombro, las juntó, no dejó de forzar al máximo cada posición y me penetraba con tanta fuerza que no estaba cómoda de ninguna forma. Aguanté estoicamente.
Finalmente soltó mis piernas y lentamente quitó su verga. Sentí que me quedaba vacía, recién en ese momento pude sentir la magnitud de lo que me había estado entrando. Su pene era grande y largo. Beatriz estuvo disfrutando de un buen pene mientras estaba con él.
Como para comprobar lo que pensaba Beto dejó caer su pene sobre mi vientre. Casi alcanzaba mi ombligo, yo diría mínimo diecisiete centímetros, era seguro que medía más que eso. O quizá me lo parecía. Nada era seguro. Estaba oscuro y me había dado tanto placer como miedo que desconfiaba de mis sentidos.
- ¿Extrañas la pija que te hacía gritar Bea? - me sujetó del pelo al preguntarme - ¡¿Extrañas que te coja?!
Me estaba gritando. De nuevo me entró el terror. Me daba jalones del pelo mientras me relataba todo lo que hacía con Bea y todo lo que ella debía de extrañar. Yo afirmaba con la cabeza suplicando en silencio para que no se enfade más.
Me penetró un par de veces más para enfatizar ciertas preguntas. Me follaba por instantes y paraba para volver a hablar
- ¡¿por qué antes no querías que hagas esto?! - pretuntaba mientras con el pene bien clavado en mí sujetaba mi tobillo derecho y lamía mi pie. Pasaba su lengua entre mis dedos y los chupaba uno a uno.
- ¡¿Dejabas a otro que te haga esto?! - decía mientras se subía sobre mí, doblándome en dos hasta que mis pies tocaban la cabecera y me follaba a máxima profundidad posible.
- ¡¿Otro te follaba sin condón por eso me dejaste?! - recriminaba al oído mientras estaba encima y me follaba lentamente y con pasión.
Yo estaba delirando con todas las cosas que mi cuerpo sentía. Mi vagina abrazaba su pene y todo mi cuerpo sentía sus caricias y sus castigos. No hubo lugar que no haya mordido o tocado. Lamió desde mis axilas hasta mis pies. Nada dejó lugar sin cubrir. Perdí la razón varias veces.
- ¿Pero sabes que es lo que nunca me diste? Ahora no me importa. Te voy a hacer totalmente mía.
-Oh no Beatriz - pensé - no será que fuiste una tonta caprichosa y ahora yo voy a tener que pagar por eso.
Siguiendo todos mis miedos Beto me giró en la cama, poniéndome boca abajo. Por el amor de Dios. Mi corazón salía del pecho. Lloré más que en toda la noche. No había forma de pararlo.
Beto separó mis nalgas y sentí como apoyaba su pene contra mi ano.
- No, no, no, no... Beatriz de mierda - mis pensamientos pasaron a mucha velocidad - voy a recibir una follada por detrás porque no quisiste entregar el culo antes.
Aunque no era su culpa. Yo lo sabía, solo que en ese instante tenía que culpar a la mayor cantidad de personas. Y maldecir. Mi esfínter no aguantó y yo cedí para no sentir tanto dolor. Tanto.
Su pene entró y perdí la compostura. Me moví, intenté cerrar las piernas y girar. Beto no me permitió hacer nada de eso y pacientemente, con su pene dentro de mi culo, gastó todos mis intentos hasta que quedé quieta. Fue como decirle "bueno, vale, tu ganas". Él lo entendió exactamente de ese modo.
Empezó a moverse sacando y metiendo la verga. Al principio lentamente y después, cuando mi ano ya lo recibía con más amabilidad, con más rapidez y fuerza. También con más profundidad.
- ¿Perdiste la virginidad de tu culo? ¿O soy el primero amor?
Loco de mierda. Pensé. Pero afirme con la cabeza para darle el gusto.
Y si que le gustó. Separaba mis nalgas para ver como entraba su pene, si es que era capaz de ver algo en esa oscuridad. Cuando el ritmo ya era frenético se echó sobre mí y me abrazó con fuerza. Mi cuerpo ya no respondía, mis piernas semi abiertas, mis manos atadas, mis ojos fijos en la oscuridad. Sientía como me abría. El pene tocaba rincones más allá de mi recto. Mi ano ardía. No estaba en este mundo. Gemía debajo de la cinta y tenía la impresión de que si no estaba pegada ahí iba a estar babeando.
La velocidad y profundidad aumentó. Prácticamente saltaba sobre mí. Pensé que su pene iba a explotar ahí mismo y ya imagina sentir como si semen me llenaba las entrañas, casi lo deseaba. Pero Beto se detuvo.
Con ansias volvió a girarme, me abrió las piernas y me metió la verga por la vagina. Vi flores en la oscuridad al sentir su pene cambiar de orificio y Beto empezó a follarme. Con pasión y frenesí.
- Abrázame con tus piernas amor - me susurró mientras me abrazaba y yo, disfrutando de una cogida con tanta pasión rodeé solicita su cintura con mis piernas. Se movía tan bien que no podía creerlo. Cerré los ojos y me dediqué a sentir ese cuerpo sobre mí y ese pene moviéndose dentro.
En ese instante Beto debió sentir que cedía y me despegó la cinta de mi boca. No pude reaccionar. Me plantó un beso tan profundo que no me dió otra alternativa que responderle. Nos besamos. Luego, Beto recordó toda la situación y antes de que se me ocurriese gritar por ayuda volvió a colocar la cinta en su lugar.
- Bea, amor, me voy a venir - Yo no bajaba las piernas y él no dejaba de cogerme.- voy a terminar... Dentro de ti, amor.
No es que pudiera decir que no. Me apreté a él. Ya iba a terminar de modo que aproveché lo que quedaba para apurar el orgasmo que me negaba a sentir. No tardó nada en llegar.
- ... voy a terminar en vos. Bien dentro amor. - seguía hablándole Beto a su amor ausente - Nunca me dejaste hacerlo. Ahora voy a terminar. Te voy a embarazar - aunque yo no podía quedar embarazada iba a ser algo cómico que embarace a otra por error - ahora... Voy a..
Sus últimas palabras no salieron. Su cuerpo de movía sobre mí. Su pene vibraba duro dentro. Quedó bien quieto. Todo lo profundo que podía estar y eyaculó ahí mismo. El semen caliente inundó mi vagina. Sentí varios de los espamos y también sentí los chorros de su esperma al chocar contra mis cavidades.
Era mucho semen. Me derretí ante la sensación y me hundí en oleadas de placer. Bajé mis pernas que rodeaban su cintura. Me quedé bien abierta con él encima. Si su pene no fuera tan grueso estaba segura de que el semen ya iba a estar fluyendo hacia afuera.
¿Qué iba a hacer? Un cierto temor me asaltó. ¿Que iba a pasar ahora? Beto me había violado, era un hecho. ¿Iba a encender las luces y que luego? Sorpresa. No sabía de que más era capaz. ¿Iba a irse y yo llamaría a la policía? ¿Me golpearía enojado porque no era su Beatriz? ¿Me iba a hacer guardar silencio para siempre enterrándome en el jardín?
Temía y pensaba todas esas cosas mientras Beto seguía sobre mí. Su pene estaba bien dentro de mi vagina. Lo estaba dejando ahí. Aún lo sentía grande, quizás no tan duro, pero lo sentía ahí.
Escuché una especie de gruñido. ¿Sería el dichoso perro de Beatriz que por fin se dignó en defender la casa de intrusos? Afiné mi audición y lo volví a escuchar.
El sonido venía de Beto. Estaba roncando débilmente. Así que esa era la respuesta a mis inquietudes. Mi abusador de agraciado pene se durmió después de eyacular en mí vagina. Dormido con el pene aún dentro mío. Se durmió después de abusar, según él, a su amada y odiada Bea. Se durmió encima mío.
¿Qué me deparaba el día siguiente?
¡Follada por error! Parte 1

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