Mi mejor amigo, mi padrastro

Apenas empezaba todo la locura del Covid hace un año. Llegué como cualquier otro día a trabajar a la fábrica. Nos regresaron a todos a casa. Dios, se sintió tan bien cuando supe que me pagarían mínimo 2 semanas sin ir a trabajar. Eran las 9 de la noche, normalmente entraba a las 7 y salía a las 7 de la mañana. Un turno de 12 horas. Llegué a mi casa, muy silencioso. Mi madre seguramente había llegado ya del gym, no quería despertarla. Subí a mi habitación... y en el proceso, vi una playera de hombre tirada junto a unos zapatos en el pasillo.
La puerta de mi madre estaba abierta y la luz prendida. Pude escuchar voces viniendo de ahí. Mi mente instantáneamente se movió a pensar en que, quizá, alguien del gym la había acompañado a casa y ahora estaban compartiendo cama. Mi pene durísimo, pensar en mi madre siempre me hacía sentir excitado... 7 años soltera, una mujer con un cuerpo tan hermoso. Era lógico que tenía sexo, debía tener sexo seguido, pero nunca pensé que lo hiciera en la casa. Tenía que verla, tenía que ver esa diminuta cintura, ese tonificado abdomen, su culo enorme y sus hermosas tetas. Parecía que mi pene iba a romper la mezclilla de mi pantalón y de sólo pensarlo sentí cómo el líquido preseminal cubría mi glande.
Me asomé al interior y la vi. Sus piernas abiertas, ella tocando sus hinchados y rojos labios vaginales. Vi sus ojos grandes y hermosos ojos verdes mirando hacia el lado izquierdo de la cama, sus blancas mejillas ruborizadas y sus pezones duros con las areolas coloradas. Me moví un poco más para ver a la persona que estaba observando. Parado junto a la cama, viéndola y masturbando su enorme pene con ambas manos, estaba mi mejor amigo. Caleb estaba completamente desnudo, al igual que ella.
-Dime que hoy es el día -Le dijo Caleb a mi madre, su cuerpo moreno estaba más definido de lo que pensaba. Su abdomen muy marcado mientras le daba jalones a su vergota. Dios qué pene tan grande, pensé en cuanto lo vi. Hoy sé que mide 22 centímetros de largo y tiene un ancho parecido al de una lata. Lo envidé mucho, pero no puedo negar que me excité aún más al saber que era él. Era algo doloroso a la vez que excitante. Mi propio amigo y mi mamá...
Misma edad que yo en aquel entonces. 21 años. Mi madre nos había cuidado mucho a ambos durante nuestra infancia. Ella sabe cómo le gustan sus huevos, las quesadillas, qué ponerle y qué no ponerle a sus sándwiches, qué comida hacer cuando viene a visitarnos. Por la forma en la que nos criamos, con Caleb regularmente en nuestra casa mientras su mamá trabajaba, era como un hermano para mí... y pensaba que como un hijo para mi madre.
-Sabes que no podemos hacer eso, bebé -Mi madre le respondió mientras seguía masturbándose viendo directo al pene de Caleb.
-No es justo -Caleb empezó a apretar sus huevos con fuerza.
-Puedo mamártela si quieres.
-Quiero sentirte, Annie... déjame penetrarte hoy. Llevas muchos añitos sin dejar a un hombre dentro.
Caleb se acercó a la cama y gateó hasta estar encima de mi madre.
-No traes ni condón puesto -Le respondió mi madre, cubriendo su vagina con una mano sin dejar de masturbarse.
Caleb le puso un brazo en el hombro y acercó su pene a la mano que cubría la vagina de mi madre. Empezó a besarle el cuello, bajó después a sus pechos y beso con suavidad una de las firmes y hermosas tetas de mi mami, acercándose poco a poco al pezón. Cuando empezó a mamar pezón, mi madre empezó a gemir como no lo había hecho hasta ese momento. Sus ojos cerrados y la mano desocupada en el cabello negro de Caleb, acariciando su cabeza con cariño.
-¿No crees que ya me lo he ganado, amor? -Preguntó Caleb, dejando el pezón y subiendo a darle un apasionado beso en la boca a mi madre.
Dios... se veían perfectos juntos. Creo que es momento de describirlos a más detalle a ambos.
Mi madre mide 1.65 centímetros de altura. Es de piel blanca y cabello castaño claro un poco por debajo de los hombros. No podría describirla de otra forma que no sea hermosa. Ojos verdes, nariz delgada y respingada, una boca chiquita con labios delgados, pero con una forma muy hermosa, sus orejas son un poco grandes y sobresalen de entre su cabello a veces. Bra 32f naturales, llegué a comprar varios bracieres para ella antes de todo esto. La última vez que la ayudé a medirse tenía 106 de cintura y 62 de cintura. Un culo digno de ser alabado. Un lunar justo en medio de su nalga izquierda. Su cuerpo es atlético, su abdomen está definido y sus piernas también, aunque sus brazos son un poco más flácidos, la verdad.
Caleb mide 1.75 de altura. Su cuerpo es atlético y asiste al mismo gimnasio que mi mamá. En lo que a mí respecto, creo que es un hombre atractivo. Su cuerpo está muy definido, tiene nalgas grandes y una mandíbula bien marcada. De los dos, diría que su cuerpo es el más trabajado, aunque es cierto que yo tengo los hombros más anchos y mi complexión es más musculosa que la de él. Tiene ojos marrones, su piel es morena y tenía el cabello corto en aquel entonces.
Mi madre disfrutó el beso y cuando se separaron sus labios, ella le robó uno más, aunque rápido.
-Mmmm... no podemos...
-Soy un buen hombre -Caleb empezó a hablar en un tono más serio-. Siempre cuidé a José Manuel en la escuela, intentaba ayudarlos a los dos siempre que podía... a él con sus tareas y a ti en la casa. Recuerdo cuando te dejó tu pendejo esposo, Anna. ¿Te acuerdas que lloraste horas y horas conmigo? Me dijiste que ni tu familia quería verte... y José estaba enojado contigo. Y te dormiste llorando a mi lado en ese sillón.
-¿Y crees que eso te da derecho a cogerme o qué? -Mi madre respondió enojada y se arrastró fuera del alcance de Caleb, que se quedó arrodillado en la cama.
-No es eso, Annie... sólo digo que he hecho todo eso porque de verdad me importas... llevas toda mi vida importándome.
Se puso de pie en la cama. Su pene realmente era grande, pude verlo claramente ahora y parecía más grande que cuando sus manos o las piernas de mi madre lo cubrían. Caminó hasta mi mamá y ella, sin responder nada, lo metió en su boca.
-Y me gusta mucho que seamos más cercanos ahora... pero... -se le salió un gemido- quiero que me aceptes de verdad.
La empujó y la hizo caer de espaldas en la cama.
-Te amo, Anna. Amo estar contigo... amo a tu hijo y quiero...
-Yo también, Caleb, yo también... pero no creo poder... no sé, yo te vi crecer.
-Y por eso mismo te amo más de lo que jamás amaré a otra mujer.
Mi madre guardó silencio, simplemente se quedó tirada en la cama, desviando la mirada. Caleb se colocó nuevamente encima de ella y, cuando acercó su pene a los labios, rápidamente ella se cubrió con una mano.
-Cada que cogía con Karolina... pensaba en ti -Karolina era la ex de Caleb-. Pensaba en ti cada vez que me masturbaba conforme iba creciendo. Pensaba en ti cada vez que veía algo romántico, en cómo reaccionarías si yo pudiera hacer algo así por ti.
-Oh, Caleb -Mi mamá le pasó un brazo por encima del cuello- No creo estar lista para esto nunca.
-Déjate llevar. Tú me dijiste que desde que Alex te dejó no habías tenido a un hombre dentro... ¿Para qué buscar en otro lado si puedes tener a alguien que te ama? Déjame hacerte feliz.
Mi madre retiró la mano que cubría su vagina.
-Alex lo tenía chico... así que hazlo lento, por favor -Le dijo a Caleb, desviando la mirada.
De verdad lo iba a dejar hacerlo... No pude ver cómo el pene entraba, pero pude escucharlo. Un grito ahogada y después varios bufidos.
-Tranquila, amor, tranquila, ya vamos por la mitad -Dijo Caleb mientras sus caderas se hundían entre las piernas de mi madre.
-Oh Dios, de verdad estás muy grande... ¿cuándo creciste tanto? -Preguntó mientras empezaban a besarse.
Podía escuchar pequeños lamentos entre beso y beso. Le dolía, la estaba lastimando, pero la forma en la que recorría el cuerpo de Caleb con las manos, los gemidos, los besos y por cómo movía las caderas, supe que mi madre estaba gozando del pene de mi mejor amigo, de alguien a quien consideraba mi hermano. Eyaculé. Ni siquiera toqué mi pene, no lo había sacado de mi pantalón, simplemente sentí cómo la viscosidad, el calor y la humedad se acumulaban en mi ropa interior. Saqué mi pene y, frustrado, furioso, llorando y envidiando a Caleb, empecé a masturbarme con fuerza. Pesadas gotas de mi esperma caían en el suelo. Lo odiaba. Estaba cumpliendo mi sueño. Se suponía que era mi mejor amigo y aun así, se estaba follando a mi madre. Y a pesar de eso, nunca dejé de verlos. Nunca dejé de gozar la forma en la que sus caderas se movían, metiendo y sacando su vergota de los interiores temblorosos de mi madre.
Ella gritaba, gemía, lloraba y se reía, lo besaba, sudaba, se quedaba callada y lo veía, todo en su forma de comportarse denotaba placer y amor hacia Caleb.
-Oh Dios santo -Dijo mi mamá- oh Dios bendito... nunca -las palabras se le cortaban- creo que me voy a venir.
Caleb lo sacó en cuanto dijo eso y, jalándola bruscamente, la obligó a arrodillarse en la cama y, tomándola desde atrás, la penetró sin piedad.
-Así vas a sentirlo más rico.
La tomó de los brazos, se los puso tras la espalda y empezó a moverse más rápido. Parecía que mi madre se estaba volviendo loca. Sus caderas se movían furiosas, como queriéndose alejar de Caleb, pero él siempre la mantenía firme de los brazos, manteniéndola en la misma posición mientras hacía tronar sus nalgas a cada movimiento. El "Clap, clap, clap" era acompañado por un sonido húmedo, sucio. Ambos sudorosos, sus cuerpos reflejando la luz del foco que tan bien iluminaba la habitación.
-¡Ay, ay, ay, no mames, no mames!
Mi madre empezó a gritar y a soltar sus caderas sin dejar de contorsionarse a la vez que su rostro dibujaba una sonrisa y un lamento a la vez. Sus cejas indicaban que le dolía, pero sus labios curvados que le gustaba y, antes de que sus brazos tocaran el colchón cuando Caleb la soltó, pude ver cómo una cascada de corrida caía sobre el forro negro de la cama y ella se arrastraba lejos de Caleb, su pene palpitante mientras ella se colocaba en el otro lado de la cama.
-Oye... qué rico te mueves -Le dijo mi madre Caleb, su vagina aun soltando gruesos chorros de fluidos.
Caleb no dijo nada, pero se acercó rápida y bruscamente e insertó un dedo en la vagina de mi madre y, haciendo suaves movimientos, nada rápidos, alargó aún más el orgasmo que recién le había dado.
-Sácalo, hermosa, dámelo todo.
Mi madre hizo eso. Sus caderas se contraían al son de su mano y más y más chorros salían de su coño, bañando el brazo de Caleb y dejando una cada vez más grande mancha de humedad en la cama.
-Mételo, mételo -Le dijo a Caleb, agarrando su miembro del glande.
Él le hizo caso al instante y de entre los labios y su pene, salían cascadas de corrida. La estaba follando a la vez que la hacía correr.
-Ya casi, Anna. Ya casi me vengo, preciosa.
-No lo saques, hazlo dentro.
-Oh, mi amor -Caleb la beso y la rodeó con los brazos. Ahora ella soportaba el peso de ambos y sus cuerpos estaban más juntos que nunca. Pude ver las piernas abiertas de mi madre, su vagina recibiendo el ancho y venoso monstruo de Caleb y cómo éste se movía arriba y abajo, haciéndola gritar a cada embestida hasta que, inevitablemente, ambos dejaron de moverse y él, con su pene tan dentro de ella que sus testículos tapaban mi visión de su vagina, empezó a eyacular dentro.
Los huevos se le contrajeron mucho y, después de estar un rato así, se le quitó de encima a mi madre y, con su verga aún semi erecta, la jaló y la puso encima de él. Podía ver el ano de mi mamá, rojito, chiquito, hermoso... y cómo gruesos hilos de esperma de deslizaban fuera de su vagina mientras masturbaba con rapidez el pene palpitante con una mano, su prepucio cubriendo parcialmente el casi morado glande a cada jalón. No dijeron nada. Beso, caricia, jalón y chupón, eso fue lo único que hicieron durante uno o dos minutos en los que Caleb volvió a eyacular antes de perder la rigidez en su pene.
-Perdón - Se disculpó, intentando recuperar la erección apretando la base de su pene.
-¿Por qué perdón? -Mi madre apoyó ambas manos y la cabeza en su pecho, una hermosa sonrisa en su cara-. Ese ha sido el mejor sexo que he tenido en mi vida.
-¿De verdad?
-Te lo juro.
Se besaron durante un par de minutos. Su respiración acelerada.
-Creciste mucho -Le dijo mi mamá a Caleb, sosteniendo su flácido pene y haciéndolo "bailar".
-¿Te gusta que haya crecido? -Preguntó dándole un fuerte pellizco en un pezón.
Ella respondió retorciéndole las bolas. Ambos rieron.
-¿Puedo quedarme a dormir? -Preguntó Caleb.
Ella lo volteó a ver, le acarició la cara y tomó el celular de la mesita de noche.
-Voy a poner la alarma a las 6:30, para que nos dé tiempo de desayunar antes de que te vayas.
-¿A qué horas sale José Manuel de la fábrica?
-No hablemos de mi hijo... pero a las 7.
Caleb la nalgueó mientras ella configuraba la alarma.
-Nuestro hijo... o mi hijastro.
Ella le dio una fuerte palmada en la verga y después otra en el pecho.
-No me estés toreando, Caleb...
Parecía que le había hecho enojar de verdad.
-Mira a quién despertaste.
El pene de Caleb empezaba a palpitar... iba a ponerse duro otra vez. El suelo y la pared frente a mí estaban bañadas en las corridas más grandes que había soltado en toda mi vida. Mi pene dolía... y ellos iban a hacerlo otra vez. Mi madre dejó el celular en la mesita otra vez y esta vez, ella montó a Caleb. Los vi tener sexo otra hora y media hasta las 11... Vi cómo una y otra vez ella lo cubría con fluidos, cómo de su vagina se escapaban las corridas con las que Caleb la llenaba. Una y otra vez ese pene monstruoso se ponía flácido sólo para recuperar la dureza a los pocos minutos, momentos durante los cuales escuchaba palabras dulces de ambos lados. Declaraciones de amor, alabanzas a un cuerpo a otro, halagos mutuos...
Cuando por fin apagaron la luz, me quedé ahí, junto a la puerta y cuando mis ojos se adaptaron a la oscuridad vi a Caleb acostado con mi madre dormida sobre su pecho. Lo envidié tanto. Caminé hasta la cocina y, usando desinfectante y servilletas, limpié todo el esperma seco del suelo y la pared. Ellos siguieron dormidos. Caminé fuera de mi casa y me masturbé varias veces en el patio. Lloré mucho, lloré porque mi hermosa madre no había tenido sexo en años, porque yo pensaba que de vez en cuando quizá ella... y me dolía pensar que, después de mi padre, Caleb era el que lo había logrado y no yo. Eyaculé una y otra vez mientras pensaba esto. Y, cuando me di cuenta que eran las 2 de la mañana, me subí el pantalón, caminé hasta un parque cercano y pasé la noche viendo vídeos, pensando en lo que había pasado.
No quería hacerlo, pero mi mente me llevaba a ello.
Cuando llegó la mañana, dejé que pasaran las horas y llegué a casa hasta las 8. Mi madre me recibió con un beso en la mejilla, pensé en que aquel asqueroso pene recién había estado en su boca, pero no lo evité, no quería que sospechara. Olía a perfume y se veía contenta. La ropa de cama en la lavadora y como si nada hubiera pasado.
Me eché en mi cama y dormí.
Esa noche pasaron dos cosas: mis medias hermanas habían sido concebidas... y Caleb y mi madre habían formado un lazo que terminaría en matrimonio. Sin saberlo, esto me llevaría a cumplir mi sueño y poder estar con ella, aunque fuese solo en ano y sin el amor que había imaginado en mis fantasías adolescentes.

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