La disciplina de mamá. Capítulo #5: Viaje a la ciudad

Mamá conducía el coche con una mano mientras con la otra jugaba con mi polla dura. Yo estaba sentado en el asiento del copiloto, con las manos atadas.

Mamá me había preparado la ropa aquella misma mañana. Yo vestía una camiseta que había guardado antes de tirar casi toda mi ropa dos días antes y unos pantalones cortos que ahora descansaban en mis pies totalmente bajados. Mamá también me había dado un tanguita de hilo rojo de mi hermana. Ahora lo había retirado un poco, liberando la polla que pajeaba. Yo estaba desesperado por correrme, pues mamá había estado provocándome toda la mañana sin dejarme descargar.

Habíamos salido pronto de casa para ir a la ciudad. Según me contó ella iríamos a algunos sitios de compras, comeríamos en algún restaurante bonito y haríamos tiempo para quedar con mi amiga Júlia. Antes de entrar en el coche mamá me había atado las manos y me había sentado en el coche poniéndome ella misma el cinturón de seguridad. Después me había bajado los pantalones hasta los tobillos, según ella para que no tuviera calor durante el viaje de un par de horas hasta la ciudad. Durante la conducción me manoseaba y pajeaba con una mano mientras se burlaba de mí. –Pobrecito mi niño que mami no le deja correrse.

Al llegar a la ciudad mamá aparcó en un lugar discreto, me desató y ordenó que me subiera los pantalones. La primera parada fue en un mercado donde se vendía ropa. Mamá compró un número considerable de ropa interior para mí. Cuando volvimos al coche yo cargaba un par de bolsas con tangas, bragas de todo tipo, sostenes y medias. También compró braguitas blancas con dibujos infantiles más apropiadas para una niña que para una mujer. Pero yo no era nada de esas dos cosas, yo era simplemente la zorrita de mamá.

El sitio donde habíamos aparcado estaba desierto y mamá me bajo los pantalones y el tanguita con un movimiento rápido y fluido. Me puso bocabajo contra el capó del coche y empezó a pajearme con fuerza. Recostó su cuerpo contra el mío y me susurró al oído.

-Ahora iremos a un sitio donde conocen a mami. Espero que te comportes como es debido. Si no te portas bien voy a azotarte con el cinturón y esta vez no serán solo cuatro golpes. ¿De acuerdo?

-Sí mami. –Acerté a decir yo.

-No hablarás a menos que te pregunten y mostraras el debido respeto. – Yo no imaginaba donde me llevaría pero no tenía otra opción que hacer todo lo que ella dijera. Paró la paja, otra vez sin dejarme descargar, me subió los pantalones y subimos al coche.

El trayecto duró unos minutos y mamá aparco enfrente de una tienda de artículos eróticos. En la puerta había un cartel que indicaba que aquel establecimiento se especializaba en artículos BDSM. Mamá entro y yo la seguí. La tienda era grande. Se trataba de un amplio espacio rectangular con varios pasillos donde había todo tipo de artículos. Con un rápido vistazo vi consoladores, consoladores de cinturón, esposas, látigos, varas, palas, películas,… en el fondo había un mostrador donde hablaban tranquilamente dos mujeres. La primera era una mujer bastante gorda, de unos treinta años. Sus orondas formas se insinuaban bajo una camiseta y pantalón negros. Llevaba el pelo en una larga, sedosa y bien peinada melena negra. De su cara resaltaban unos carnosos labios pintados con un estridente carmín rojo.

La segunda era una chica más joven. Llevaba el pelo teñido de color caoba, tenía el cuello y uno de los brazos tatuados y las orejas llenas de pendientes. Vestía un corto y ceñido vestido negro. En el momento que la vi pensé que estaba muy buena. Era delgada, con unas bonitas y torneadas piernas, y algo más alta que yo. El vestido dejaba entrever dos pechos no muy grandes pero bien formados. De cara era una autentica preciosidad, con unos finos labios que pedían besos, unos ojos claros, una nariz pequeña y bien formada,…

-María, cuanto tiempo sin verte. – La mujer gorda saludó a mi madre nada más verla y mientras me miraba a mi añadió. – Te hacía retirada.

-Ana, como me alegro de verte. – Se dieron dos besos. – Este es una zorrita a la que digamos que he adoptado. Me he convertido en su mami hace poco y ella me compensa siendo mi putita complaciente. Por eso he venido a verte, necesito material para educarlo correctamente.

-Ya sabes que aquí encontraras todo lo que necesites. Ven quiero presentarte a mi amiga Vicky.-Nos acercamos a la chica tatuada que ya había salido del mostrador. –Vicky, esta es la doctora María Gómez, te he hablado de ella.

-Es un placer conocerla Doctora. Soy una gran admiradora de su obra y una ferviente seguidora de sus teorías. Además, Ana me ha hablado maravillas de usted. – La chica mostraba autentico entusiasmo.

-Llámame María, por favor, hace años que no ejerzo. Eres muy amable de mencionar mis libros.

-Sus teorías sobre la dominación del hombre mediante una combinación de la administración de orgasmos, la humillación y el dolor son fascinantes. Hasta que Ana me habló de usted creía que todo eran teorías.

-¿Y el chico, tiene nombre?– Preguntó la mujer gorda llamada Ana interrumpiendo la conversación. Yo sentía curiosidad por los libros de mamá y me arrepentí de no haberme interesado por su vida y obra mucho antes.

-Podéis llamarlo zorrita virgen. – Respondió mamá apretando mi paquete por encima del pantalón. Yo solo pude bajar la cabeza, sumiso ante aquellas mujeres. Mamá había sido muy clara sobre cuál debía ser mi comportamiento.

-¿Es virgen? – Preguntó asombrada Vicky.

-Sí. Apenas hace un par de días que he empezado a adiestrarlo. Ni siquiera es capaz de controlarse y aún menos de controlar su pollita. Aunque le pone ganas aún le queda mucho para aprender sobre como comerse un coño como es debido. También he empezado a abrirle un poco el culito. Hasta que no esté mejor adiestrado no lo desvirgare. ¿Porque no les enseñas a las amigas de mami lo guapa que eres? – Miré a mamá sin comprender. Ella me dio dos fuertes bofetadas. – Quítate la camiseta y los pantalones. Vamos. –Me ordenó con su voz más autoritaria mientras me tendía la mano y yo me quitaba la ropa y se la daba. Me quedé delante de las tres mujeres solo con un tanga de hilo de rojo. Sin darme cuenta mi polla estaba dura y pugnaba por salir de aquella prisión. – Ahora si, como podéis ver, es un sumiso natural. Solo de desnudarse y mostrar a dos desconocidas como le gusta ir vestido se pone cachondísima. –Mamá frotó el bulto del tanguita mientras me daba un beso. Yo miraba a la puerta de reojo. Cualquier persona podía entrar en la tienda y verme así. Mamá disfrutaba con mi humillación y mientras me besaba me di cuenta que yo también. Ser mostrado y tratado de aquella manera despertaba en mi algo que no era capaz de controlar.

Mamá se separó y le pidió a Ana que le mostrara los collares de esclavo. La mujer gorda y la chica tatuada nos llevaron hasta uno de los pasillos donde habían colgados varios collares y sus respectivas correas. Mamá los sospesó, me probó algunos para ver como quedaban en mi piel y finalmente se decidió por uno. Era un collar de cuero que se ceñía perfectamente a mi cuello y me dejaba respirar perfectamente salvo que alguien le diera un tirón a la correa que llevaba a juego. Mamá lo puso en una cesta y siguió con la compra.

-Ana ¿Te importa cerrar un rato la tienda para nosotras? Obviamente pagaré por las pérdidas que eso te pueda ocasionar. Así podremos jugar tranquilas con mi zorrita.

-Por favor María, me enseñaste todo lo que se, te debo mi vida. - Ana fue lentamente hacía la puerta, dejó un cartelito de cerrado mirando para afuera y cerró el pestillo. Yo la observaba aterrado. Había algo en aquella mujer llena de grasa que me atemorizaba.

-Eres muy amable María. –Dijo Vicky.- Me estoy iniciando en este mundo y la verdad que ver a una leyenda como tú en vivo y que me dejé jugar con uno de sus sumisos es todo un honor.

-Eres un encanto. – Respondió mamá.

Mamá sacó de su bolsa un trozo de cuerda, me ató las manos detrás de la espalda y seguimos paseando por la tienda en busca de los artículos que quería para mi nueva educación, sabiendo que nadie nos molestaría. Yo estaba terriblemente nervioso y excitado. Ser mostrado y humillado de aquella manera mantenía mi polla en una extenuante lucha para liberarse de las braguitas. Por otra parte la incertidumbre de lo que pasaría con mi madre y aquellas dos desconocidas a las que me había ofrecido me mantenía tenso y expectante. Se plantó delante de las mordazas y cogió una. Era un trozo de cuero con una bola roja en el centro. Mamá me la puso y yo mordí aquella bola cuando me dio una fuerte cachetada.

-Esta también nos la quedaremos.

Mamá saco de su bolso una goma para el pelo y me hizo una coleta de caballo. – Por favor, serviros vosotras mismas. –Añadió mamá señalándome. – Pero tened en cuenta que aún es una zorrita virgen y que solo lleva un par de días de entrenamiento.

-Perfecto. – Dijo Ana y se acercó a mí agarrando del bulto del tanga. Pegó la enorme y grasosa mole que era su cuerpo al mío. Olía a sudor. - ¿Le gustan a la zorrita virgen las mujeres gordas? – Yo no podía responder por la mordaza. Ella lamió mis labios y la bola roja. Su aliento olía a cerveza y tabaco. Me escupió en la cara y me dio un bofetón. - ¿Te gusta que te traten como la zorrita que eres? – Yo afirmé temeroso. – Tu mamá –dijo entrando en lo que seguramente ella creía que era un juego de rol y no una realidad. – dice que estas aprendiendo a comer coños ¿Se lo enseñarás a la tita Ana? – Volví a afirmar con la cabeza. Ella me dio un apretón en los huevos y me pasó, de un empujón, enfrente de Vicky. Ella se acercó. Realmente era una chica guapísima. Me miró con curiosidad y cogiéndome de la coleta dio un fuerte tirón que me puso de rodillas.

-Saluda como es debido, zorrita. – Me señaló sus pies, que vestían unos zapatos de tacón negros. Yo los empecé a lamer y a besar. Ella movió un poco su cuerpo y me puso enfrente el tacón, que yo empecé a lamer y cuando ella levantó el pie empecé a mamar como si fuera un consolador. – Parece que lleva toda la vida siendo una zorra. –Le dijo Vicky a mi madre. Sacó el tacón de mi boca y con un nuevo tirón de pelo levanto mi cara y me escupió en ella con desdén.

Otro tirón de pelo y un empujón me tiraron de bruces al suelo y noté el pesó de Ana encima de mí. Me ahogó y la mordaza sofocó un grito. Pude ver a mamá como caminaba un poco por la tienda mientras cogía un cinturón del que colgaba una polla de plástico.

-¿Te gusta tu tita Ana? – Decía ella mientras me aplastaba con su peso. – María, si no te importa me llevo a tu zorrita a la trastienda, quiero comprobar que bien le come el coñito a su tita. Vicky te atenderá igual de bien de que yo.

-Ningún problema Ana. Disfrútalo. Te aviso que si no tienes cuidado se correrá en seguida, llevó toda la mañana calentándolo sin dejarlo descargar. – Yo miraba a mamá aterrado. – Ana me liberó de su peso y me puso de rodillas. Mamá se acercó a mí y acarició mi mejilla. –Pórtate bien con Ana y haz todo lo que te diga o el castigo del cinturón te parecerá una bendición. Puedes correrte si Ana te da permiso.

Ana empezó a arrástrame por el pelo hacia la trastienda sin dejar levantarme. Antes de entrar oí la voz de mi madre tranquilizando a Vicky. – Tranquila, no necesito muchas cosas y tendrás tiempo de jugar con él.

La trastienda era un cuartucho con un escritorio, un sofá viejo y destartalado y un colchón en el suelo. – No solemos traer aquí a nuestras zorritas, pero podemos hacer una excepción de vez en cuando y estamos preparadas. –Me arrojo sobre el colchón. Ana empezó a desnudarse. Se quitó la camiseta y vi que no llevaba nada más debajo. Dos inmensas tetas caídas e inmensas aparecieron delante de mi vista. Tenían unos enormes pezones y unas areolas aún más grandes. Se quitó el pantalón. Cubría su sexo con unas bragas blancas que a pesar de su tamaño parecían a punto de romperse por la tensión. Ana se acercó a mí con una sonrisa maliciosa y se sentó encima de mi polla. Empezó a moverse como si estuviéramos follando. Tenía las manos aplastadas contra la espalda y me dolían bastante. Ana se reía. Con una mano me liberó de la mordaza y la dejó descansando en mi cuello. Me abrió la boca con los dedos y los introdujo sin miramientos dentro. Se inclinó y puso su cara contra la mía. Un fuerte olor a sudor, cerveza y tabaco inundo mis fosas nasales. – Ella dejo caer un espeso salivajo en mi boca y yo engullí. A pesar del dolor y el asco que me producía aquella mujer yo iba muy caliente y agradecí aquel salivajo.

-Gracias tita Ana. – Ella sonrió y dejo caer otro espejo salivazo.

-Eres muy guarra zorrita. María ha tenido suerte. – Se levantó y yo me vi liberado de su peso. Sin moverse mucho se dio la vuelta y plantó su enorme trasero blanco en mi cara. Empezó a frotar su culo y coño con fuerza contra mi cara. Con sus manos apartó la tela del tanguita y liberó mi pene y testículos. Mi polla dura apuntó al cielo y ella empezó una lenta paja mientras me pellizcaba los huevos. Rápidamente noté como la tela blanca de sus bragas se humedecía. Su olor era mucho más fuerte que el de mamá. Se estuvo un rato así hasta que de nuevo me libero de su asfixiante culo y respiré hondo, aliviado pero mucho más excitado. De un fuerte tirón de pelo me volvió a poner de rodillas. Ana se bajó las bragas y pude ver una furiosa mata de pelo negro. Introdujo dos de sus dedos en su vagina y empezó a moverlos frenéticamente. Los saco y me los puso en la boca. – ¿Le gusta a mi niña el sabor de su tita? –Sí. -Respondí sin control alguno sobre mí mismo, en aquel momento yo solo podía pensar en comerme aquel coño peludo y apestoso. Ella me cogió con las dos manos de la cabeza y me llevo hasta su vagina. Yo empecé a lamer, chupar y tragar flujos vaginales y pelo. Ella soltaba roncos jadeos por la boca. De repente me separó de ella y me dio una fuerte bofetada en la mejilla para automáticamente volver a aplastarme contra su mata de pelo y reírse. Lo repito un par de veces antes de correrse y dejarme caer sobre el colchón.

-Muy bien zorrita. Tiene razón tu mamá, eres aún demasiado impetuoso y algo torpe, pero eso se curara con la experiencia. Aun así parece que hayas nacido para comer coños. – Mientras decía eso se abrió la puerta y entraron Vicky y Mamá.

-Veo que mi zorrita virgen se ha portado muy bien con su tita. - Miró mi cara de deseo y riéndose dijo.- Que mala ha sido la tita, aún no te has corrido. Se te quedarán los huevecitos morados.

Ana se inclinó sobre mí y apretó mis testículos. –Pobrecita zorra. – Me puso de rodillas con la cara sobre el colchón y me abrió las piernas. Me dio un fuerte tirón de pelo y me levantó, mirando hacía mamá y Vicky. –Veamos el culito de la zorrita.- Sin soltarme el pelo dejo caer un espeso salivajo en la raja del culo y sin más me penetro con dos dedos hasta el fondo. El grito de dolor que solté inundo el cuartucho y las bragas de mi boca cayeron en el suelo. Vicky se acercó riendo y se inclinó hasta poner su cara a pocos centímetros de la mía. Me acarició con suavidad y recogió con su dedo una lágrima que corría por mi mejilla.

-Pobrecita zorrita. Ana es una bestia ¿Verdad? Ha hecho llorar a la zorrita. – Ana aceleró el ritmo de la follada con sus dedos y más lágrimas cayeron de mis ojos. – No te preocupes zorrita. Vicky es mucho más buena que Ana y te tratará bien. – Abrió mi boca con sus dedos y escupió. -Agarró mi pene y lo pajeo suavemente. – Te gusto ¿Verdad? Tu mami me ha dicho que me has devorado con la mirada tal y como me has visto. ¿Crees que estoy buena?

-Sí. – Mi voz sonó débil.

-¿Te gustaría verme desnuda? –

-A mí sí. – Respondió por mi mamá, se acercó a ella y la separó de mí con suavidad. Me volvió a poner las bragas de Ana en la boca y besó con ternura los labios de Vicky. No sabía que a mamá también le gustaran las mujeres y no podía apartar la vista de aquel espectáculo. Mamá le quitó el vestido a Vicky y dejó entrever un conjunto de lencería sexy azul transparente que rápidamente también desapareció. Como ya había adivinado los pechos de Vicky eran pequeños pero perfectamente formados con dos deliciosos pezones que se mostraban ya erectos. Su coño estaba perfectamente depilado y mostraba un aspecto brillante. Además del tatuaje del cuello y el brazo tenía otro debajo del ombligo. Mamá le acarició la depilada vagina y le susurró algo al oído. Ambas me miraron con malicia mientras Ana seguía follándome con fuerza el culo con dos dedos mientras mantenía mí cabeza alta tirándome de la coleta del pelo. Vicky se tumbó delante de mí, con las piernas abiertas. Yo tenía una visión perfecta de su soberbio cuerpo. De sus piernas delgadas y suaves, de su piel tersa, de su firme vientre, de sus pechos, de sus preciosos ojos verdes y de su coñito depilado. Ella se empezó a hacer un dedo.

-Tu mami me ha prometido que cuando seas una zorrita bien adiestrada y ella té desvirge me dejará follar contigo. ¿Te gustaría? Pero antes tienes que ser una zorrita bien educada y hacer todo lo que te diga tu mami.

Mamá se situó al lado de Ana. Mientras agarraba mi pene y empezaba un frenético sube y baja me dijo. -Córrete zorrita, córrete para las amigas de mami. – No puedo decir que durara mucho. Una abundante corrida salió disparada hacia el cuerpo de Vicky manchándole los pechos, los muslos, la barriga, el cuello, la cara e incluso el pelo. Ella se apartó un poco sin levantarse mientras mamá me desataba y Ana dejaba de follarme el culo y me soltaba el pelo. Caí con las manos y me quede así, de rodillas, recuperando el aliento. Hubiera recuperado algo de cordura si no hubiera levantado la vista y hubiera visto la cara de Vicky. Supe que aún no había terminado tan pronto como la vi, manchada de mi semen mirándome con lujuria.

-Mira como me has puesto. Ahora tendrás de limpiarme. -Recogió unas gotas de mi semen de su pelo y se los pasó por los labios dejando una mancha blanquecina. Ella se señaló aquellos preciosos labios y miré a mamá. Ella asintió con una tierna sonrisa. Me acerque a ella gateando y puse mis labios sobre los suyos. Nos quedamos así un segundo hasta que ella introdujo su lengua en mi boca. Por detrás noté como alguien tiraba del hilo del tanga que yo aún vestía y lo soltaba sobre la raja indefensa de mi culo. Otra manó agarro mi pene, que apenas había empezado a perder dureza después del orgasmo y empezó una lenta paja. Vicky separó su boca de la mía y me sonrió con lujuria, señalándose otra mancha de semen en su mejilla. Allí me dirigí y bese su mejilla antes de succionar toda la suciedad que había dejado. Ella me fue señalando diferentes manchas en partes de su cuerpo. Bese y lamí su cuello, su barriga y sus muslos. Succione y bese sus pechos y pezones y su ombligo. Limpie todo su cuerpo de mi semen con la boca salvo una parte y cuando finalmente ella me señaló su vagina yo estaba casi tan excitado como antes de correrme. La paja, que por el rabillo del ojo vi que me estaba haciendo mamá, me tenía otra vez duro a pesar de que hacia solo unos minutos me había corrido. Empecé a comerme el depilado coño de Vicky con suavidad. Estaba casi tan bueno como el de mamá. Lo recorrí de arriba abajo con la lengua, la introduje dentro de su cueva, bese y lamí su clítoris hasta que con un suave gemido ella llegó al orgasmo. Cuando acabó me cogió la cara con suavidad e introdujo su lengua en mi boca con un sensual beso. Noté que la mano de mamá se retiraba de mi pene y vi con decepción como Vicky se levantaba y se ponía el tanga y el sostén azules.

-Tendríamos que irnos a comer. –Dijo mamá.

-Es una pena que os tengáis que ir tan pronto. – Vicky me miraba con lujuria.- Y aún no he podido catar su pollita virgen. – Se acercó a mí arrodillándose enfrente de mí. Me acarició la polla. – ¿Te gustaría que te la mamara zorrita?

-¿Porque no venís esta noche a nuestro hotel y jugamos un ratito más? –Dijo Mamá.

-Es una lástima pero yo no podré venir, tengo otro compromiso – Respondió Ana. Yo no tuve ninguna pena. –Pero deberías aprovechar la ocasión, por lo que veo te gusta esta zorrita.

-No la voy a desaprovechar.-Contestó Vicky y mirándome a los ojos y con un tono de voz que prometía una noche inolvidable dijo:

-Nos vemos esta noche, zorrita.

Continuara…

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