Una clase distinta | Ashely

Ser docente nunca fue una opción real para mi, ni el tiempo ni las ganas para esa tarea, sin embargo, cuando una amiga me invitó a dar clases nunca pensé que las cosas terminarían así. 


Comencé con un nivel universitario, me volví un docente estricto por naturaleza, exigente y muy respetado tanto por mis compañeros como por mis alumnos. Después de esta situación, empezaron a mandarme a los salones más conflictivos, imponía la disciplina, aumentaba el rendimiento por grupo y mejoraba mi reputación.

En ese entonces, me designaron como docente de bachillerato, de la misma casa universitaria.
Para ellos, era un premio, para mi, era un castigo, me molestaba atender adolescentes, ruidosos y demás.

Era un grupo de nuevo ingreso, la idea era poner orden desde su comienzo, a lo que, de mala gana, acepté.

Era el grupo de 1 D, una gran cantidad de alumnos, los típicos ruidosos, inquietos y desastrosos, pero a la primer semana entendieron y se pusieron en orden.

Dentro de todo el salón, destacaban dos chicas, Ashely y Mariana, ambas eran las más extrovertidas, inquietaban a todos los compañeros por ser tan coquetas y sin dudas, intentaban ganarse mi favor. No funciona mucho conmigo ese tipo de cosas, siempre pintaba mi raya.

Un día, llegando a mi oficina la veo esperándome afuera, le pregunto qué es lo que sucede a lo que me respondió que si podría atenderla dentro.

Yo: Adelante, pase, tome asiento ¿qué puedo hacer por usted joven?
Ashley: Profe, la verdad es que me esta yendo muy mal en su materia
Yo: Si, si puedo recordar pero dígame ¿en qué puedo ayudarla?
Ashley: No quiero un trabajo extra o algo así, la verdad quiero esforzarme por mi calificación...
Yo: Okey, tiene mi atención ¿cómo quiere mejorar su rendimiento?
Ashley: Me gustaría saber cuanto cobra por asesorías en las tardes
Yo: Tengo disponibilidad de 5 a 6 de la tarde porque a las 6 tengo clase con universidad y sobre el costo, nunca he cobrado una asesoría, es un gusto para mi compartir lo que se.
Ashley: Muy bien, le tomaré la palabra, claro que si ¿nos vemos el lunes?
Yo: Claro, tenga buen fin de semana y nos vemos.

A partir de la siguiente semana empezaron las asesorías, al comienzo no pasaba nada, la cité en la biblioteca de la escuela para sentirme seguro que no se mal interpretará la situación pero era evidente que intentaba coquetear más pero el lugar no lo permitía... justo en ese momento algo despertó en mi ¿curiosidad? tal vez ¿morbo? probablemente, pero nada era correcto... ¿me importó? no, solo quería ver hasta donde llegaría.

Yo: Ashley ¿le importa si nos cambiamos la ubicación a el cuarto piso?
Ashley: No para nada ¿nos vamos de una vez?
Yo: Si, claro, ya deberíamos ir subiendo.

Cuando subimos por el elevador, iba viendo que solo era el elevador el único acceso al piso por lo que me daba confianza de ver a qué lugar llevaría esta curiosidad.

Pasó una semana, dejé de hablarle de usted y empezamos a hablarnos de nombre, la veía en clase, me veía y fruncía el ceño y entre pasillos me hacía muecas. Se volvió todo un juego de coqueteo un tanto peligroso.

Pasando unos días, empezaba a abrazarme, me hacía cosquillas y en una de esas, yo llegué por detrás, de forma de abrazo para hacerle cosquillas, ella se hacía para atrás, se repegaba hacía mi, sin poder evitarlo, empecé a tener una erección y ella se dio cuenta.
Se detuvo al sentirlo y jaló mis manos hacia su cadera y empezó a moverse rítmicamente a lo que respondí de igual manera...

Ahí tenía a mi alumna, con su falda a cuadros, blusa blanca de botones y cabello en coleta, podía oler ese perfume dulce, fresco... su calor invadía ese frío y vacío salón. Nos fundimos en un beso y mis manos se escurrían por debajo de su falda, abrí los ojos de par en par con gran sorpresa, ella me miró y sonrió, se mordió el labio y siguió besándome

Fue una sorpresa para mi el darme cuenta que no usaba nada debajo de la falda... Yo pasé directamente a su cuello, ella gemía, me jalaba el cabello, estaba empapada de lo excitada y sin duda yo estaba tan sorprendido como excitado.

La levanté y la subí a mi escritorio, le abrí las piernas y por fin pude ver esa rica panochita, depilada, jugosa, babeante... La miré directamente a los ojos y empecé a acercarme lentamente a su entrepierna sin perder ese contacto visual. Empecé a lamer de manera delicada, suave y lenta, sus gemidos eran fuertes, sentí que podrían escucharnos pero no me interesaba, yo seguía lamiendo, introduje un dedo... me ganaba la excitación e introduje dos, sentía como se abrían paso en su interior, de un momento a otro, sentí como cerró las piernas de manera espontanea, sentí como sus muslos oprimían mi cabeza con fuerza, sus manos jalaban mi cabello y soltó un fuerte grito de excitación.

Su arqueada espalda se relajaba sobre la mesa, sus piernas cedían para liberarme, se notaba su respiración agitada y reía, estaba tan encantada que me sentí muy orgulloso...

Sinceramente pensé que ahí terminaría todo, que se iría satisfecha, pero en ese momento se baja del escritorio, coloca el seguro de la puerta y se abre la blusa. Se saca las tetas para mi deleite, se inca frente a mi y empieza a desabrocharme el pantalón, me baja el pantalón con todo y boxer, saca mi pene, estaba empapado de liquido preseminal, goteaba y brillaba, lo observó por un segundo, me miró y me devolvió el favor, mientras no me quitaba la mirada de encima, se metió primero mi glande y continuó hasta llegar al fondo, veía sus arcadas que le hacía tener mi pene.

Sonreía, se sacaba todo el pene y los hilos de saliva caían escurrían de su boca y caían en sus medianos pechos, esos encantadores pechos blancos con unos encantadores pequeños pezones rosados, bajó a mis huevos y me masturbaba, continuó con su trabajo.

La tomé de su coleta, empecé a jalarla hacía mi y gemía de igual manera que ella en su momento, estaba en el éxtasis de mi momento y me vine en su boca, llené esa boca, por sus labios escurrías trazos de mi leche, iba a levantarse a escupir pero la mantuve hincada, le cerré la boca y le sonreí... abrió la boca mirándome directamente a los ojos, sonreía y me la enseña, movía mi leche con su lengua y cerró... tragó y abrió de nuevo como muestra de su tarea bien hecha.

Le sonreí, le puse mi verga de nueva cuenta en su boca para que la limpiara, la dejó reluciente y sonreíamos de una manera pervertida.

Habían pasado cerca de 45 minutos, en todo ese momento no habíamos cruzado palabra, ninguna, solo hablamos con el cuerpo...

Abrí la puerta y deje que el lugar se ventilara, quedamos para el miércoles y se fue muy contenta. Mi compañero docente iba subiendo mientras ella iba bajando, arreglándose la coleta y aún limpiando esa sensación de leche en su boca con la lengua... se encontraron ambos con la mirada, me vio de lleno mi amigo y me hizo una mueca de sorprendido, respondí con una mueca de no saber de que hablaba y pasé a mi salón a esperar a mis alumnos.

Así terminó ese increíble día con ella, mi alumna favorita se volvió una relación curiosa y muy sexual

0 comentarios - Una clase distinta | Ashely