Le hice un “favor” a un amigo volteando a su mujer.

Mirta,  tenia 26 años,cabello largo castaño, rostro hermoso con nariz respingona, ojos color cielo,labios carnosos, tetas firmes de buen calibre, cuerpo armonioso, culo pimpante y dos soberbias piernas.
Los tres, ella, Carlos su esposo y yo fuimos amigos. Nosconocimos cuando estudiábamos juntos en la facultad. Con el tiempo nosdistanciamos.
Ellos se casaron y se radicaron en Buenos Aires.
Mirta volvió con sus dos hijitos, a su casa de soltera,ya que su marido había viajado a Europa, por trabajo (No con la complacencia desu esposa).
Cuando la encontré, en una reunión en casa de una amigacomún, Jimena, se me despertó la atracción que sentía por ella, en los tiemposde estudiantes. También la sospecha de que ella, la atracción, la habíacorrespondido.
 
Las reuniones, en casa de Jimena, recurrentes, me dieronocasión de alternar con Mirta.
Y, un día, aceptó tomar una tarde un café, a solas, conla excusa de hablar de nuestras vidas, después de la graduación universitaria,sin aburrir al resto de amigos y conocidos.
Llegó al bar, donde la esperaba, con aires de alegría, caminandoa paso firme, sobre tacos que realzaban, aún más, la distinción de sus piernas.Con sus senos, asomando en el  escote y exhibiendo,por las marcas en la tela de la blusa, sus pezones erectos.
Desde el primer momento, intuí  la posibilidad de concretar lo que tenía inmente. La notaba disponible, seductora. Con ganas. Recordé la simpáticacompañera de estudios, entradora, intrigante.
A lo largo de la charla, me deslumbró, no solo por lolinda que estaba, sino por lo divertida. Nos reímos mucho. No dejamos demirarnos. Me sentí muy bien y creo que ella también.
A excepción de cuando lo conversado, incluía a Carlos, su esposo. Por momentos, se le turbabala vista y se le notaba cierta mueca en la comisura de sus labios.
Deduje que él, no había viajado con la “bendición” deella.
Lo confirmó de modo indirecto.
El bar, que yo había propuesto para el cafecito a solas,  sin tener idea de que la desasosegaba, estabaen la esquina opuesta a una parroquia.
-¿No te jode si te pido que nos vayamos a dar una vueltapor la costanera? Me cansé de tener frente a mi esta iglesia. Allí es donde mecasé….., y…. ahora…. me toca lidiar sola con mis nenes …, se fue de viaje sinimportarle-
Pagué la cuenta y nos fuimos al auto.
Lo estacioné a la orilla del río.
 
Ahí la charla se puso más íntima. Hablamos de los díascompartidos en la facultad y fuera de ella.
De pronto, con toda la intención, le mencioné mis ganas,en ese tiempo,  de que fuéramos más queamigos.
Ella se sinceró que también las había tenido.
En sus ojos creí ver que me estaba incitando a queabriese el juego.
Y yo hice la primera movida, con mis ojos en sus ojos ymi mano la mejilla y le susurré:
-¡Estoy seguro que hubiese sido fantástico, tener algocontigo!-
Percibí un leve temblor en mi mano y, en sus ojos, queella estaba disfrutando el momento y que la excitaba.
Lentamente, fui bajando mi mano rozando su cuello y pechohasta rodear su teta derecha por sobre la blusa. Ahí reaccionó, simuló, rechazoy bravura:
-¡Juliooo! ¡Que yo sepa en este auto no hay solteros! Teestás pasando!- seudo-protestó, sin siquiera atinar a apartarme la mano de suseno y, en sus ojos, creí ver que deseaba que siguiera con el manoseo.
Decidíjugarme y  acerté
-Estábien, vamos de regreso- murmuré, retiré la mano invasora e hice arrancar elmotor.
En la carafue manifiesta su frustración. Veía desvanecer la expectativa de algo, o mucho,
más. Se tragó la desilusión en silencio.
Seguí un trecho por la costanera hasta entrar el auto en unacochera abierta techada.
-¿Por qué paraste acá? … ¿Qué es este lugar?- intrigada ysimulando enojo.
La respuesta, con origen en mis genitales, subió a la“sesera” que la tradujo en palabras y salió por mi boca:
-Es la cabaña de un amigo, tengo la llave. Paré porquevamos a entrar y te voy a dar para que tengas y guardes- le dije con mis ojosclavados a los ojos.
Me miró con cara de ofendida que, instantáneamente,cambió a contenta.
Le di el primer beso en los labios, de todas nuestrasvidas. Respondió con entusiasmo y ardor.
Bajamos del auto y, al subir delante de mi, la empinadaescalerita de acceso a la casa, su magnífico culo quedó a la altura de mivista.
Tuve que esforzarme para no levantarle la pollera y darleel primer “beso griego”.
 
Ya adentro, nos abrazamos, nos besamos buscándonos laslenguas, nos sobamos como dos adolescentes zarpados de calentura, por largosminutos, al cabo de los cuales, le levanté la pollera y metí manos en susnalgas y pubis, arrancándole gemidos y suspiros.
No dábamos más. Comenzamos a desvestirnos, yo a ella yella a mí. Cada prenda que caía al piso, nos besábamos con desesperación, conrevoltijo de lenguas. Con sólo bombacha y slip, urgido por “ponérsela” y urgidapara que se la “ponga”, con ella levantada por el culo, agarré para la cama.
 
Acostados comencé por sus pechos, me agaché para chupar ylamer sus pezones,  endurecidos yligeramente salados. Simultáneamente  mimano, dentro la bombacha, acariciaba y exploraba su concha, disfrutando comosus músculos se contraían alrededor de mis dedos. 
Fuera calzón y slip. Antes de acomodarme encima de ella,mi palma recorrió su culo. Se retorció y gimió, echó su cabeza hacia atrás, labesé en los labios y en el cuello. Subí, mi verga se abrió camino en su rajamojada, deliciosamente milímetro a milímetro. Su boca fue entreabriéndose, amedida que le entraba. Cuando nuestros pubis se juntaron, sus piernas seflexionaron y empujó hacia arriba con sus talones, como pretendiendointroducirme aún más profundamente en ella.
Con pistoneos ahora lentos, ahora pronunciados o descomedidos,disfruté a más no poder el placer de cogerla.
Yo le lleno de verga el sexo, ella mi mente con susgemidos y suspiros entrecortados, y con sus manos que acarician mi espalda opresionan en mis glúteos, procurando que la penetración sea lo más profundaposible.
Un descontrol de suspiros, gemidos y gritos y un torbellinode sensaciones coronaron mi orgasmo, exploté y escuché jadeos y disfruté susmovimientos y contracciones que exprimieron cada gota de mi semen.
Descansamos, transpirados, cabeza a cabeza en la almohada.
Mirta rompió el silencio:
-¡Sos un master en hacer el amor! … ¡Me extasiaste,cautivas los cinco sentidos, con tu pito adentro mío!-
-¿Y vos? ¡Sos una de las famosas deidades del sexo que,pensé que sólo eran mitológicas! ¡Es asombroso coger contigo!!!- repliqué
Y, sabiendo que no había más tiempo ese día (ella teníaque volver a casa, si o si), agregué:
-Ojo que esta fue sólo la primera cuota de la deuda queteníamos vos y yo, desde los días de la facultad. ¿Mañana va a ser la segunda cuotay con más tiempo para… “pagar”?-
Quedó convenido.
Nos recompusimos, veloz mente y, de regreso, la dejé aunos 100 metros de su casa.
 
Al día siguiente, los prolegómenos y la cogida inicial,en pose misionero, fueron versiones mejoradas de los de la tarde anterior.
Nos higienizamos, en el baño, después del primerdescanso. Yo primero. Cuando ella volvió de la ducha, se acostó a mi lado:
Conversamos brevemente pero lo suficiente, para reactivarmi libido, en particular cuando ella,  sindecir una palabra,  se puso bocaabajo. 
Fue un invitarme a encularla. Su culo era mi asignaturapendiente.
Pensé meter dedo en la concha y, con su humedad,lubricarle el asterisco anal.
Pero opté por, arrodillarme, a caballo de sus piernasestiradas, separarle las nalgas y meter labios y lengua, en el mismo. O sea“besos griegos” muy apreciados por Mirta.
Me encimé, luego, en su espalda, posicioné mi glande yempujé poco a poco, delicadamente,  conprudencia al sentirla estrecha y no querer dañarla. Para mi sorpresa, elcomportarme comedidamente, no era lo que ella esperaba,  giró su cabeza, previo  beso intenso y lascivo, se quejó:
-¡Pará de tanteos ….. culeame como Dios manda! -
Embestí sin miramientos, mi boca en su cuello, con ambasmanos le manoseaba las tetas y deleitándome con su respiración agitada, su ronroneo, sus gemidos,  sus gritos de placer.
Después de un mete y saca, prolongado y delicioso, susmanos estrujaban la sábana con una intensidad que evidenciaba la proximidad delorgasmo.
Esta vez la sinfonía final de suspiros, gemidos, jadeos ygritos la ejecutó ella. Yo volví a explotar con spray de semen en su trasero.
Antes de dejar la cabaña, hubo un segundo misionero.
Era miércoles, quedamos, repetir en la tarde del sábado, así podíamos volver (el jueves ella, elviernes yo)  a las reuniones de amigosdurante dos días y no llamar, tanto, la atención en nuestras ausenciassimultáneas.
 
El sábado, en lugar de sexo anal hubo sexo oral, previo ala primera, vehemente y gustosa,  cogidaconvencional.
Una vez desnudos y ella acostada, hundí  mi cabeza entre sus piernas y, con la lengua,los labios y los dientes, le lamí, chupé, froté y mordí  la entrada  y  loslabios de la concha y el clítoris.
Mirta gozó, suspiró, gimió, chilló y me acabó en la cara,más de una vez.
 
Me retribuyó:
Cambiamos de posición, yo acostado boca arriba, agarró laverga con su mano y comenzó  movimientosde masturbación  deslizando el prepuciohacia arriba y abajo, luego se metió el glande en la boca, con la lengua loacarició con movimientos circulares. Eso me excita muchísimo.
Mientras con una mano continuó masturbándome, con la otraacarició los huevos, de vez en cuando sacó la verga de la boca y pasó la lengua,hacia arriba, desde los huevos hasta el frenillo Esto también me excita allímite. También, de vez en cuando,  seentretuvo  lamiendo los huevos y se losmetió en la boca  (uno por vez).
Al fin me hizo eyacular, en su boca, aunque no se tragóel semen, lo escupió dejando de chupar el glande y apuntando la verga hacia lastetas para “aprovechar” los últimos chorros.
¡Una ídola para la mamada!!!
Completamos la tarde con otro soberbio misionero, y noscitamos para el martes de la semana siguiente.
¡Pero!!!
Carlos, el marido, previo aviso a la noche delsábado,  anticipó, de modo imprevisto, suregreso de Europa. Aterrizó en Ezeiza el domingo  y tomó un vuelo de cabotaje para reunirse, lamisma noche, con Mirta y sus hijitos.
Eso fue fatal para mi relación con ella.
Al volver a encontrarse con el esposo, sepultó elresentimiento de Mirtha y su amor por él, resucitó como “ave fénix”.
La frutilla del postre sucedió cuando volví a encontrarmecon Carlos, un par de meses despúes (cuando el matrimonio viajó a la ciudadpara un acontecimiento familiar).
En síntesis me dijo que su prolongado viaje había sidodoblemente ventajoso: para su carrera profesional  y, sobretodo, para su relación de pareja.
Su esposa, de haber manifestado su intención desepararse, antes y durante su viaje a Europa, al reencontrarse, había recuperado el entusiasmo y el ardor delos primeros años de matrimonio.
 
De ahí el título de mi relato.
 
PD: En la misma breve estadía del matrimonio en la ciudad,Mirta, a solas conmigo, se disculpó, dijo que nunca olvidaría los tres días depasión conmigo, pero que al reunirse con Carlos (que estuvo cariñoso, efusivo,intenso,…) tomó conciencia que es su único amor y que no volvería a serleinfiel. 

4 comentarios - Le hice un “favor” a un amigo volteando a su mujer.

DnIncubus
😁😁😁😄😄😄 dizque amor , eso no existe 😄😁 ficción capitán 👍👍
robby13
Muy Muy bueno!! De lo mejor...