Una tarde en la oficina

Vos estabas concentrada escuchando una reunión. Yo te miraba y en un momento me arrimo y acaricio el cuello del lado derecho, tus hombros y sin preguntar me acerco para besarlo. Mientras recorro de arriba hacia abajo besando esa piel suave sin dejar un centímetro por besar.
Con ojos cerrados puedo sentir como suspiras gemidos de un placar profundo.
Ya estabas terminando tu reunión, yo seguía sin parar y vos disfrutabas.
Desabrocho la camisa, ochentosa pero perfecta para ir tirando y abriendo como fuego sobre hierba seca.
Mis ojos se detienen en ese lunar y bajo a besarlo, luego tus pechos hermosos, ¡no me animé a morder ese peson!
Nuestros cuerpos se arrimaban y mis manos inquietas sobre tu cola hacen que te apriete hacia mi para que sientas como estaba mi verga.
Luego de encender el fuego, ardientes ambos debemos cortarlo, pero sabiendo que ahí no terminaba el tema. Teníamos que atender una llamada cada uno.
Terminamos de hablar y te fui a buscar, sentados continuamos exactamente como habíamos dejado. Esas llamas ardientes!
Mi boca no podía despegarse de tu cuello, hombros, pechos.
Estabas totalmente ida de placer, llevaste mi mano por debajo de tu pantalón y ahí pude sentír en mis dedos el calor de tus labios vaginales y como ya estaban húmedos. Mi cabeza explotaba de sensaciones.
Te sentaste sobre mí y de espaldas seguía masturbandote.
Yo sentía tu cola que se movía sobre mi verga que estaba a punto de estallar.
No podía dejar de tocarte, mientras mi otra mano jugaba con tu cuerpo, tus pechos, tus piernas.
Me dijiste "así es como lo había soñado", mi cabeza vuelve a estallar, estaba en las nubes me sentía vivo. Yo había imaginado algo similar, pero nunca tan bueno!
Nos levantamos y te llevo en brazos hasta donde vos te sentías con más tranquila y cómoda.
No paramos de besarnos y sentir esa adrenalina que nos daba hacerlo en la oficina.
Me dijiste, "sentate ahí y quiero verte".
Jamás pensé que iba a hacer una cosa así y fue increíble, comencé a tocarme mientras vos mirabas.
Te bajaste apenas el jean y se asoma un hermoso culote de Calvin Klein, no parabas de exitarme.
Ambos nos mirábamos y nos masturbamos, luego vos me bajaste el pantalón para agarrar mi venga. Yo bajé tu pantalón y ahí estabas semi desnuda, hermosa, suave y delicada... Así me lo había imaginado. Seguimos jugando con las manos de un lado del otro, por arriba, abajo.
Estábamos volando, se podía sentir ese placer que giraba sobre nosotros.
Te agarro por la espalda y dejo tus manos sobre la pared para apoyar mi verga sobre tu cola.
Nuestros corazones latían a mil por hora, estábamos haciendo algo prohibido, pero que ambos deseábamos hace tiempo.

0 comentarios - Una tarde en la oficina