Sensualidad

Caminaba por la acera con paso rítmico, consciente delatractivo visual que provocaba su voluptuosidad al caminar; podía sentir comole acariciaban las miradas de los machos al girar la cabeza para admirarla,algunos se detenían para disfrutar el espectáculo de sus redondas nalgas,dibujadas en la delgada tela que se adhería como segunda piel a su redondez,levantando ligeramente el dobladillo al avanzar la pierna opuesta, por laelevación de la nalga alterna, incitando el deseo para que un viento cómplice revelaramás de su desnudez y de ser posible el surco divisorio de ambas nalgas. Lasmujeres veían recelosas su provocativo andar, sin ocultar un gesto deadmiración, así como de reproche a los partenaires, curiosos  observadores, que en ese momento lasacompañaban. La sensación de ser admirada le provocaba una ligera erección enlos pezones, los que se insinuaban empujando levemente la sedosa tela de lablusa verde jade que portaba, ante la ausencia de un sujetador innecesario,validado por la firmeza de los turgentes pechos que el generoso escote revelaba,y que se exhibían hasta la mitad de su redondez, casi al filo de la areola. Teníala sensación de que manos extrañas acariciaban suavemente sus redondeces sinpoder evitar que una suave humedad invadiera los pliegues rosa de su vaginaexcitada.


 Recurrentemente le invadía la fantasía de ser interceptada por unextraño, quien con mano firme la conducía a un espacio aislado y tras besarleel cuello suavemente, pasaba lascivamente sus manos entre sus nalgas,levantando la falda para sentir la suave piel que el hilo dental dejaba aldescubierto, estrujando la pulpa firme, provocándole un estremecimiento y unasensación placentera embriagadora que se incrementaba al sentir la invasión deun dedo inquisidor presionado entre sus nalgas y que rozando su esfíntersuavemente, presionándolo ligeramente como promesa de invasión posterior, leprovocaba un relajamiento inconsciente, el cual era interrumpido  por el retiro del dedo, al levantar el hilodental, a fin de acoplar plenamente la mano a la suavidad de su concha y explorarcon los dedos la reluciente vagina, recién lubricada por la incipiente humedad,colocando el dedo medio entre los labios, rozando suavemente el clítoris yoprimiendo con el índice y el anular los labios de la vagina, frotando en suavevaivén el  sensual envolvimiento paraluego sorpresivamente introducir el dedo medio, en su ajustado agujerito quegoloso, oprimía al invasor y se abría para permitir su introducción másprofunda, reculando instintivamente las nalgas, para sentir el antebrazo quelas separaba hasta rozar los pliegues de su sensible esfínter. Deseando mayorsensación, su mano buscaba ansiosa la bragueta del extraño, buscando la deseadaverga que calmara el salvaje deseo que la invadía y al encontrarla erecta, laestrujaba y acariciaba sintiendo la humedad que cubría la tersa cabeza y confrenesí la masajeaba para luego, por un impulso irresistible, acercarla a susnalgas abriéndose paso para frotar y rozar su culo tembloroso,  el que se abría y cerraba hambrientamente, intentandoatrapar aquella elusiva cabeza invasora y que tras provocarlo, de deslizabacomo serpiente hasta la vagina, en un movimiento de vaivén que excitada susramificaciones sensuales  hasta llegar alorigen de las mismas, el clítoris enhiesto, el cual frotaba en movimiento circularesy le acercaba el meato como si intentara arroparlo y succionarlo. Instintivamente,separaba las piernas y empujaba la nalgas, intentando engullir aquella duraverga que provocaba su lujuria incontrolable y que la impelía a introducirla lomás profundo en su interior. Su cuerpo se tensaba y buscaba enajenada serpenetrada. Sorpresivamente el extraño la inclina, separa el hilo dental yacercando la sedosa cabeza, introduce toda la verga sin miramientos y de golpe,hasta topar con los vellos púbicos las trémulas nalgas, invadiéndola toda y dejándoladentro para hacerle sentir la presión en el interior de su lasciva vagina y aella sin aliento, después de lanzar un suave gemido de satisfacción ante lainvasión tan anhelada, le separa las nalgas buscando llegar más adentro en suinterior y rozar con los ásperos vellos los pliegues del esfínter, sensaciónque multiplica el placer de la penetración; el extraño retira suavemente laverga, provocándole una placentera oleada de sensaciones, para luego reintroducirlasuavemente mientras le narra el avance de la invasión : “Entró la cabeza,quieres más?” – “Métemela toda cabrón” es tu respuesta y reculando te laintroduces hasta el tope para luego iniciar un mete y saca violento, que teproduce el increíble placer que venías buscando y surge desde  tu pared vaginal y pides más. Le pides que tetoque el culo mientras te separas con las manos las nalgas y facilitar laintroducción del  dedo; apenas  introduce el dedo medio,  aprietas y aflojas tu esfínter facilitando suintroducción sintiendo  una explosión de placer,que sacude tu tembloroso cuerpo, provocada por un intenso orgasmo que te sacudede pies a cabeza y que baña aquella ansiada verga con el abundante flujo de tuvenida, al sentir que te estás viniendo, el extraño redobla con más fuerza losvaivenes prolongando la intensidad de tu orgasmo y ante tu sorpresa, tan prontopasa la sensación agradable, deseas viciosa, continuar con la  penetración de esa reluctante gorda verga quete llena y produce tanto placer, buscando retribuirle la sensación, a más de sentirtu interior bañado con su copioso semen  y al sentir que está por eyacular, explotasotra vez en un apaciguador y relajante orgasmo que ahora sí, te afloja las piernasy hace que te derrumbes, siendo sostenida apenas por el extraño,  cuya verga se va poniendo flácida y sedesliza suavemente al exterior, lo cual no te agrada, pero que disfrutas alsentir el suave desalojo de tu vagina. Una cascada de semen y flujos vaginalesse desprende de tu entrepierna haciendo charco en el suelo. El extraño con supañuelo suavemente, seca los residuos de tu vagina y la besa. En reciprocidadvolteas y chupas suavemente la cabeza de su verga y saboreas el semen y elflujo de tu fantástica venida. El extraño guarda su verga y sin decir palabrase retira. Piensas que tu marido, bien podía haber disfrutado la realización desus fantasías latentes.
Salzino. 

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