El socorrista y mi madre

Comenzaré contándoles que mis abuelos maternos poseen un apartamento por la zona costera de Fuengirola, y que lo usamos toda la familia, es decir, cada vez que alguien quiere tiene el apartamento a su disposición. No es muy grande pero tiene una bonita piscina y queda a 2 minutos andando de la playa.


Pues bien, todo comienza un fin de semana en el que algunos de mis tios y tias y mi madre habían quedado en pasar en dicho apartamento, puesto que había quien descansaba ese fin de semana o le apetecía bastante una reunión familiar. A mí no es que me apeteciera mucho, pero no tenía ningún plan para ese finde y también quería tener un poco controlada a mi madre… así que decidí acompañarla.


Llegamos sobre las 16:00 horas, dejamos las maletas en el apartamento y observamos que algunos de mis tios y primos ya habían llegado pero no se encontraban allí. Supusimos que estarían en la piscina o en la playa. Y efectivamente, se encontraban todos en la piscina, a los que nos unimos allí para pasar la tarde.


La piscina estaba más bien vacía, tres o cuatro familias y un par de grupos de gente de mi edad o poco mayores. Llegamos, saludamos a los familiares y al poco rato me fui a darme un baño. Ni que decir tiene que nada más llegar, el sector masculino de las cercanías fijó la vista sobre mi madre. A pesar de sus 47 años, conserva una figura de escándalo, con un trasero diría que perfecto, debido a sus cuidados y al gimnasio, como ya conté en el anterior relato. Para más énfasis llevaba un bikini ajustado de color blanco y rayas verdes, que resaltaba su moreno. Incluso noté como uno de mis primos mayores la miraba lascivamente.


Como decía, tarde poco en irme al agua, y ahí pude observar que habían contratado a un socorrista nuevo este año. El chico era bastante alto, de unos 25 o 26 años y se notaba que iba al gimnasio asiduamente. Estaba sentado en una silla de plástico, de cara a la piscina. Junto a él se encontraban un par de chicas de no más de 22 años, que hablaban con él y reían. Se les caía la baba con el socorrista.


Fue entonces cuando mi madre y algunos miembros más de mi familia decidieron meterse en la piscina. Estábamos unas 5 personas en el agua hablando, y me di cuenta de que el socorrista no le quitaba el ojo a mi madre, aunque seguía hablando con las chicas. Mi madre no se daba cuenta o eso parecía… Yo hablaba con mi tio Roberto sobre futbol, tema que no interesaban a mi madre, mi tía y mi prima, que estaban junto a nosotros en el agua. Ellas decidieron abrir su propia conversación, y tras un rato oílo siguiente:


- Oye, ¿y habéis visto al nuevo socorrista? Dijo mi prima con una sonrisa
- Si, sí que lo he visto, jeje, dijo mi tía.



En este momento mi madre volteó su mirada hacia el socorrista, que por supuesto no perdia detalle de lo que hacía mi madre. El muy cabrón le dedicó una sonrisa, mi madre sonrió y miró hacia otro lado. Nadie salvo yo, se percató de esto. Yo no le di mas importancia, puesto que la mayoría de los hombres allí se comían a mi madre con la vista, y esto era algo a lo que me empezaba a acostumbrar. 


Tras un rato, decidí salir y tomar el sol un poco. Mi madre y los demás siguieron un rato más en la piscina. Me situé al secarme bajo un árbol pequeño y me quedé dormido, pues allí se estaba en la gloria. Me despertó al poco rato un alboroto alrededor, y pregunte a mi primo que qué sucedía.

- Nada, Javi, es que a tu madre ha pisado por lo visto un tabarro y le ha picado, me contestó. No te preocupes, es que esta gente se alarma por nada. Acaban de ir con el socorrista a untarle un poco de crema. Mi alarma se disparó.

- ¿A dónde la han llevado? Pregunte una vez más.
- A los vestuarios de ahí detrás, me dijo. Mi madre ha ido con ellos. Pero no te preocupes que no es nada, ya mismo vuelven ya verás.
- Ok, voy a ver cómo está de todos modos. Ya vengo, le dije.
- Vale! Contestó mi primo.

Me dirigí hacia los vestuarios que había a unos 20 metros de la piscina. Recuerdo haberme duchado alguna vez allí de pequeño, y que el socorrista siempre tenía allí una especia de cuartillo, donde guardaba salvavidas, cuerdas, cremas, etc. Supuse que allí habrían ido. El hecho de que mi tía les acompañara me aliviaba, pues no me gustaba un pelo como miraba aquel chico a mi madre, y mi madre ya sabía que no era tan santa como creía. Mi tía me sorprendió por el camino, venía en dirección hacia mí.

- Tía, ¿y mi madre?, ¿dónde está?
- No te preocupes javi, es que le ha picado un tabarro. El socorrista le va a dar un poco de crema para la hinchazón. Vamos a las toallas que ya mismo viene, me sugirió.
- Ah, bueno, pues nada. En realidad me dirigía a los vestuarios, tengo que ir al baño. En seguida vuelvo, le dije. Así me deshice de mi tía.

Me dirigí al cuartillo del socorrista. No se oía nada. Esperé un minuto a ver si oía algo pero nada. Quizá ya le habría dado la crema y ya se fuesen ido los dos. Pensé que tenía ganas de orinar y ya que estaba ahí, orinaría en los vestuarios, que solían estar más limpios que los baños cercanos a la piscina. 

Entré y no había nadie. Cuando terminé, me disponía a irme cuando escuché a alguien hablar. Me quedé en silencio y distinguí la voz de mi madre. Su voz venía del otro vestuario, el del lado izquierdo, y yo me encontraba en el derecho. Sin más dilación, me dirigí al otro vestuario y ver qué hacía allí.

Entré a hurtadillas y me escondí en uno de los bater, que quedaban justo antes del vestuario, que precedía a donde estaban ubicadas las duchas. Desde ahí podía oír todo con claridad y si me asomaba con cuidado, no me descubrirían. Los escuchaba hablar, pero de nada importante. Me asomé con cuidado y vi que estaban sentados en un banco. El socorrista tenía sobre su regazo un pie de mi madre. Parecía estar untándole la crema para la picadura.

 -Hay que ver, para un día que vienes, te pica un jodido tabarro, le dijo el socorrista.
- Jaja, pues la verdad es que sí. Suerte que haya un socorrista tan majo, dijo mi madre y sonrió.
- Aquí me tienes para lo que necesites, dijo él y correspondió la sonrisa.


Mi madre pegó una ligera carcajada.
- ¿Sabes? Pregunto el socorrista. Tienes unas piernas preciosas ahora que me fijo… Él ya había comenzado a masajearle el pie, pues la crema ya llevaba bastante puesta.
- Ah, ¿sí? Preguntó mi madre en tono jocoso.
- En realidad no, dijo el socorrista. Mi madre se quedó mirándolo unos segundo sin saber que decir..
- Digo que en realidad no me fijo ahora, la verdad es que me fijé nada mas entraste al recinto, jeje.
- Jajaja, reía mi madre, bueno, me gusta cuidarme. Gracias por el piropo, se nota que tu también te cuidas, ¿eh?
- Pues sí, me gusta mucho cuidar mi cuerpo, decía él entre risas.
- Sin la camiseta podría corroborarlo mejor… dijo la muy zorra. Estaba invitando a ese capullo a que luciera sus abdominales delante de ella.


El socorrista no se hizo esperar y se quitó su camiseta blanca y dejo a la luz un cuerpo bastante definido y bonito. Con lo que no contaba era que al ponerse de pie, se evidenció un gran bulto en su bañador, que hizo que mi madre soltara otra carcajada. A él le dio un poco de vergüenza y trato de sentarse otra vez, pero mi madre se lo impidió. Se puso junto a él, y riendo comenzó a tocar su pecho. 

El socorrista no lo dudo y cogió a mi madre por la cintura y la propinó un beso en la boca, que ésta correspondió. Comenzó a besar el cuello de mi madre y sacó sus tetas del bikini. Besaba y pellizcaba los pezones a mi madre y ella se retorcía de placer mientras acariciaba el bulto del socorrista por encima del bañador. Era lo que me temía… si les dejaba sólos… Ya no había marcha atrás. En éstas, mi madre hace que pare el magreo, y le insta a que se siente en el banco. El socorrista así lo hace no sin antes bajarse el bañador y dejar a la vista su miembro, completamente erecto.

- Vamos, chúpamela. Le dijo el socorrista a mi madre.
Dicho y hecho. Mi madre se metió aquella polla en la boca y comenzó a hacerle una mamada de escándalo.
- Ooohh, sigue así zorra. Sabía desde que te vi que tenías ganas de esto. Toda para ti! Le decía a mi madre.
Mi madre subía y bajaba con sus labios por aquel falo y saboreaba el glande.
- Mmmm, ahgggll , glooup… Eso era todo el sonido que mi madre producía. La verdad es que la mamaba bastante bien la muy golfa. El socorrista estaba encantado.
Así siguieron un buen rato, hasta que mi madre al parecer volvió en sí y dijo:
- Creo que nos estamos demorando demasiado Juan. Así se llamaba aquel cabrón que estaba dándole de mamar a la zorra de mi madre. Deberíamos volver ya.
- ¡Ni hablar! Dijo con autoridad el tal Juan. De aquí no te vas tú ahora. A mí no me dejas así, dijo mientras mi madre le pajeaba con una mano y escuchaba.
- Tío, van a sospechar como tardemos. Mi hijo está ahí y se preocupará…
- Pues acabemos entonces rápido, dijo el socorrista, incorporándose y cogiéndola del brazo.


Juan guió a mi madre hacia la zona de las duchas. Los dos entraron en la última. Yo no sabía si moverme, por miedo a ser descubierto, así que esperé a que se acomodaran y estuvieran liados en el tema para desplazarme y escuchar y lograr ver algo si podía.
Estaban un poco lejos de mi posición. Sólo escuchaba que estaban hablando pero no lograba oírles bien. De repente oigo como mi madre pega un pequeño grito ahogado, señal de que el amigo Juan había comenzado a penetrarla. Tras unos segundos ambos comenzaban a emitir sonidos, con lo cual estaban ya en plena penetración.


Fue ahí cuando decidí acercarme y intentar ver y oír algo mejor. Me acerqué y logre colarme sin ser descubierto en una de las duchas de la fila de enfrente. Asomándome un poco podía ver un poco lo que estaba pasando, y oía todo perfectamente. Mi madre estaba de pie de cara a la pared, un poco agachada, y Juan el socorrista estaba detrás de ella, follándola al ritmo que él gustaba. 


Ambos gemían, sobre todo mi madre que le pedía que la follara más, y el sonido característico del coito, de la pelvis de Juan contra el culo de mi madre, se oía perfectamente. Yo en estos momentos ya estaba muy excitado, totalmente empalmado una vez más gracias a las aventuras sexuales de una bestia sexual como era mi madre.


- Ahhh, más. ¡Follame fuerte cabrón! Pedía mi madre.
- Joooder, vaya coño tienes zorra. Estas chorreando. Ohhh, ¡que gustooo!
Juan daba a mi madre unas embestidas tremendas, y a un ritmo brutal, que hacía que mi madre se estremeciera de placer. Se la sacaba por completo y se la volvía a meter. Era su putita. De repente, Juan paró en seco la follada.
- ¿Qué pasa? Pregunto la golfa de mi madre.
- Date la vuelta, te voy a follar a pulso.

Mi madre obedeció. El socorrista se echó una pierna a cada brazo y puso a mi madre contra la pared. Mi madre guió aquel miembro a la entrada de su vagina, que lo recibió con gusto. Juan ensartó a mi madre fácilmente y lo introdujo hasta el fondo.
- Ughh. Joder, me vas a reventar así, Juan.
- Prepárate Carmen. Te voy a follar como no te ha follado nadie, zorra.
- ¡Siiii! Decía mi madre. Fóllame como quieras, soy tu zorra.


Juan comenzó a embestir con fuerza a mi madre. Mi madre gritaba de dolor o placer, ya no sabía ni de qué. Si hubiese alguien cerca del vestuario, tuvo que oírlos sin remedio. Las embestidas que el socorrista le daba a mi madre iban a hacer que ésta no tardara en llegar al orgasmo. Y así fue…


- ¡¡¡¡Aaaaaaahhhhhhh!!!! Siiiii, Juaaaan!!! Me encantaaa, sigueee!!!! Gritaba mi madre poseída.
- Te gusta, ¿eh guarra? ¿quieres que pare, eh? ¿quieres que pare? El muy hijo de puta quería que mi madre le rogara que no parara de follársela, le ponía aun más.
- Noooo, no pares. ¡¡¡Sigue asi!! ¡aaaah!! ¡¡¡Me voy a correr Juaaaan!!! ¡¡¡Me corro!! Me corroooooo!!!!!!!
Mi madre tuvo un orgasmo bestial mientras aquel musculitos se la follaba a su antojo.


Juan no tardó ni un minuto en venirse tras esto.
- ¡¡¡Carmen, me corrooo!!! Dijo el socorrista.
- Noooo, no te corras dentrooo. Mi madre se bajo de los brazos de Juan, y se arrodilló ante él. Siguió pajeándolo con la lengua bajo su glande.
- ¡¡¡OOOOGHHH, OOOGHHH!!! Juan se corrió en la cara de mi madre, llenándole la boca, mejilla y parte de su melena de sémen. Mi madre volvió a meterse aquella polla en la boca y la dejó bien limpia.
- Joder, mira que eres puta, jajajaja, reia Juan. Ha sido una pasada. ¡Eres la hostia Carmen!
- Jajajaja, muchas gracias cielo. A mí también me ha gustado, pero deberíamos volver ya o van a sospechar, dijo mi madre.
- Tienes razón, volvamos cuanto antes.


Los dos se vistieron apresuradamente, mi madre se limpió un poco la cara y se marcharon sin decir una palabra.
Yo espere unos 4 o 5 minutos antes de marcharme, donde me casque una tremenda paja en la misma ducha donde minutos antes habían estado echando un tremendo polvazo, mi madre y el socorrista de la piscina. En esa ducha el aire olía a sexo.

Cuando llegue a la zona de las toallas, solo estaban mi madre y mi tía.
- Hombre Javi, ¿dónde estabas? Pensabamos que te habías subido al apartamento a dormir, me dijo mi tía.
- Sí, he subido a comer algo y me he entretenido un poco, le dije. ¿Qué tal la picadura, mamá?, pregunté dirigiéndome ahora a mi madre.
- Pues bien, cariño. Tengo una mala suerte… me dijo con una sonrisa. Se me había hinchado mucho y estaba preocupada pero el socorrista tan majo me ha dado crema para la picadura y un masaje en el pie, y parece que está mejor, me dijo mi madre.


El masaje puede que se lo diera en el pie, pero la crema se la había dado en otro lugar más bien. Eso quise decir pero me contuve.
- Me alegro que esté mejor, le dije.
- Gracias hijo.


Mi madre se tumbó bocarriba para tomar el sol y yo me situé a su lado. Examiné su cara y me di cuenta que aunque se habría limpiado bien la cara, aun tenía algún resto de sémen en la parte izquierda de su cabello. Seguramente no se habría dado cuenta la muy golfa. Voltee mi mirada hacia el socorrista, que miraba hacia nosotros, con sus gafas de sol puestas y un semblante serio. Seguramente estaría rememorando la follada que le acababa de dar a aquella madura sedienta de sexo, y seguramente deseaba repetirlo.




2 comentarios - El socorrista y mi madre

DnIncubus
Waooo tremenda tu mami jajajajaja