Voyeur de pendeja trola (fotos)

Indudablemente, la pareja llegaba para coger. La sorpresa era que se trataba de Pamela, la tímida hija de mi vecina, de 18 años. Subió la pollerita y mostró una conchita preciosa.

Voyeur de pendeja trola (fotos)

La muchachita es bonita, rubia, tímida, de aspecto inocente, delgada y pequeña. Apenas llega a 1.50 de altura; con pequeños senos.


Culo

Ella, su acompañante y yo estábamos a más o menos cuatro kilómetros del barrio, en una derruída vivienda, a más de 200 metros del camino. En mi caso, me encontraba allí pues era el alejado lugar que había acondicionado para a descansar, tras mis diarias salidas de running. El oculto espacio estaba rodeado de árboles y arbustos. Yo me había apartado para hacer mis necesidades.
Por eso los escuché llegar. Podía verlos sin que me viesen. Dudé pues me pareció que mirar a una pareja cogiendo me convertía en un degenerado. Pero pensé: “Si la vecinita es putita, no tiene nada de malo que ella disfrute, y yo también, mirándola coger…”
Pamela tenía una remera ajustada y una corta pollera. Vestida así, con sus gestos y miradas desprendía aroma a sexo. Escuché que nombró al chico como Luciano. Y sin más palabras, se abrazaron y besaron fogosamente. Ella bajó un brazo para tocar la bragueta, y el chico rodeó con sus manos la firme colita de la nena, sobre la pollera. “¡Hijo de puta”, pensé. “¡Tremenda pendeja te vas a comer!” Y sentí crecer mi pene bajo el pantalón de gimnasia.


pendeja

El tomó las duritas nalgas, abriéndole los cachetes del culo, mientras ella le bajó el pantalón y agarró la dura pija. Del mismo modo estaba la mia.
Pamela dijo:
-Vamos a probarte… Te muestro mi conchita y vos tenés que demostrar si te gusta, dándome placer…


paja

Luciano respondió arrojándose a la maravillosa vulva.


concha

Agradecí cuando él le abrió las piernitas. Pude ver una suave vagina depilada, con gruesos labios. Luciano recorrió lentamente con su lengua alrededor, acariciando con sus manos los muslos. Con sus labios aprisionó el clítoris, succionándolo, rozando dientes y lengua.
Pamela comenzó a gemir y retorcerse. A los pocos minutos observé humedades mojando la cara de él y bajando por las piernas de ella. El muchacho aceleró el ritmo, tomó entre sus dedos el clítoris, increíblemente grande para una chiquita, alrededor de la mitad del pulgar de un hombre adulto. La nena fue una confusión de grititos, insultos, gemidos, aunque al luego comienza a repetir “¡si, si, acabo, acabo!
Entonces, imperiosa, se separó, arrodilló y abrió su boca para tragar la mitad de la pija. Su intención fue constatar que estuviese bien mojada, pues al minuto se incorporó, le dió la espalda, dobló la cintura y expuso sus hoyitos estupendos.
-¡Clavamela en la conchita! - ordenó.


putita

El muchacho, como autómata, como lo hubiese hecho del mismo modo, obedeció. Y aunque unas horas antes hubiera pensado que era imposible que la flaquita pudiese resistir tremendo pedazo, le entró en una sola estocada. Se veían sus labios vaginales succionando. “Pamelita, eso no se aprende en un dia… Debés llevar años culeando…”, pensé.
Como si me hubiese escuchado, Pamela se desprendió de la ensartada, pasó sus manitos por la concha empapada, las llevó al orto, tomó los cachetes del culo y los abrió. Mostró un convocante orificio marrón, palpitante, con un diámetro entre uno y tres centímetros.
-Me gusta por atrás, metela de a poquito… - indicó.


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Luciano se había convertido en pija. “Tomá putita!”, balbuceó. Al observar que faltaba nada para que la verga del afortunado esté adentro, con Pamela moviéndose rítmicamente de atrás adelante, en círculos, empecé a moverme la pija.


Culo

-¡Si, dale, ahora, dame duro, acabame toda la leche adentro! – exigió la adolescente.
Luciano hundió toda la chota, apretando el cuerpito de la pendeja contra el suyo. La cara de placer de ella y él, hicieron saltar mis chorros.


pendeja

Tanto él como yo, agotados, nos sentamos en cuclillas sobre el pasto. Pamela juntó los restos de los jugos y los saboreó. Luego se inclinó sobre la moribunda pija del muchacho, hasta dejarla limpia.
Ella recogió su ropa dispersa, se vistió rápidamente y le dijo:
-¡Apurate, tengo que estar en casa para el almuerzo!
-Pam, ¿cuándo nos vemos de nuevo? ¿Puede ser mañana? – pronunció Luciano, casi suplicando.
-¿Qué? ¡No! ¿Estás loco? Mañana es sábado, voy a estar con mi novio. Capaz que venimos para acá… Está lindo el lugar…
Al otro día, Pamela llegó al mismo sitio, con su novio. Y yo participé como voyeur. Excepto los domingos, la pendeja cogía con diferentes hombres. Los sábados, con el novio.


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