El perico y la fantasía

Taquero, perico. Así era Manuel. Me apoyaba con firmeza, sentía cómo explotaba su cremallera. Hacia presión.
Mis pezones se endurecían, rítmicos.
Faltaba poco para que me la meta, dulce el frulero, mi durazno sangrante a la espera de la embestida.
Tenía un colchón en el piso, y en el proyector se mezclaban el ciudadano kane con la coca Sarli. Podía verla reflejada en su torso trabajado.
Por qué me buscaba tanto a mí que apenas si me dividía entre el trabajo en la fotocopiadora y largas jornadas de exploración con todo tipo de drogas.
El me ofreció una línea, que fueron dos, que fueron seis. El siempre tomaba el doble.
Podría haberle cobrado, más allá de los souvenirs en forma de flores fumables y algún que otro gesto que lo convertían en mi preferido.
Para esa época yo estaba obsesionada con el trabajo sexual. Leia libros, escuchaba testimonios s, me apasionaba imaginarme de taco aguja y lencería cara.
Scort, puta, trola, putita, triángulo de las bermudas.
Cómo siempre me perdía en mis pensamientos, y las pocas veces que estuve cerca, no me animé.
Cagona de mierda.
Vuelvo a él. Se ponía un anillito que le apretaba la verga. Toda la sangre ahí y perpetuamente parada.
Siempre me gustó que me la den en cuatro. Y él encantado. Me acababa en la espalda, en las tetas, en la cara, en la boca.
Nos juntabamos cada vez más. Siempre para lo mismo. Empezamos a ver porno en la pantalla. Siempre tríos de mujeres. Clítoris, penetración, desborde.
Me gustaba bastante, mi fantasía es que me la meta llenandome de billetes.
Me la cumplis?

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