Tensión sexual (Primer relato)

Hola, soy nuevo en Poringa y me creé esta página porque me gusta escribir relatos eróticos como hobbie y quería saber qué piensan. Trataré de ambientarlos (Un poquitito) y después voy a los bifes.


Tensión sexual


 La ansiedad del viajeme había producido un desgaste terrible, pero aún con todo el insomnio y eltrajín no me iba a perder semejante despedida.
 Hace un tiempo me fuide viaje hacia el norte. El día anterior me levanté de la cama temprano parahacer algunos quehaceres. Esa vez no necesitaba alarma para estar despierto, yaque no pegué un ojo en toda la noche. Así anduve todo el día, dando vueltas,preparando la valija, revisando los papeles, con la sensación insoportable deque algo podía faltar. Mi viaje salía a las siete de la mañana, en colectivo.
 A eso de las ocho dela tarde me habló una chica con quien quedamos en vernos. Entonces me surgió laduda ¿Sacrificaría una noche de sueño por alguien que aún no sé qué intencionestenía? Era un riesgo muy grande, pues ya no tengo la energía de un chico dequince años.
 Me encontré con ellaen un kiosco céntrico. Era una compañera de facultad que conocí por las redes.Se llamaba Marianela, y esa fue la segunda vez que nos reunimos. En la primerafui con cierta expectativa de poder besarla y quién sabe qué más, pero me dijoque aún estaba en una relación tambaleante de pocos meses. Sus comentarios medejaron con cierta intriga. Se la veía insegura y yo no quería opinar en unarelación que no conocía. Le di a entender que debía aclarar las cosas. En elfondo sabía que confieso que quería que se olvide de él para poder liberar todaesa tensión sexual que se respiraba en el aire.
 -No quiero nada…Todavía- mencionó cuando nos despedimos, y sus mejillas comenzaron a tomar uncolor rojo intenso. Marianela es una mujer de rizos dorados que se sonrojafácil y destila ternura.
 Eso hizo que aquélencuentro en el kiosco me diera muchas esperanzas. Comenzamos a conversar ytraernos noticias entre trago y trago. Al fin me contó que ya estaba soltera yse le notaba más relajada. Mientras hablábamos y nos emborrachábamos, lapicardía comenzaba a subir. Éramos dos y no pensábamos en nada más. Mehipnotizaba con sus labios carnosos, nunca había visto unos tan gruesos.
 Finalmente nos fuimospara su casa pedaleando. Intentaba coquetear en el viaje y le dije que yo sabíahacer acrobacias mientras andaba. Pensaba en decirle “¿Qué pasa si te besoandando en bicicleta”, pero ella se anticipó con la misma propuesta. Eso meencantó, ya que me hizo pensar que era muy espontánea. Nuestro primer beso casitermina en un accidente, pero por suerte funcionó.
 -No te veo muyconvencido- Insinuó
 -Y no, casi nosmatamos- Contesté- Ya vas a ver que sí estoy convencido.
 En ese momento seacabó la charla. Apenas cweeó la puerta me tomé la revancha con ese beso. Suslabios me provocaban muchas cosas por dentro. La calentura nos sobrecargó deenergía. La di vuelta y comencé a rozar con mi boca la nuca, el costado cuelloy los cachetes. Suspiraba con desenfreno mientras la aferraba con mis manos.Llevaba puesto un vestido veraniego tan fino que podía sentir toda su piel conmi tacto. Marianela apoyó sus brazos en la mesa y se dejó llevar. Me acompañabacon aquellos respiros tan expresivos. Comencé a acariciar sus pechossutilmente, y pude notar que eran más grandes de lo que creía, con unos pezonescolosales. Ella se inclinó hacia atrás con su cuerpo y ahí pudo sentir miexcitación. Yo aún tenía el jean puesto, pero mi pene estaba tan duro que nopodía esconderse. Ahí noté que vestía una ropa interior muy fina y su cuerpoera impresionante.
 -¿Viste que eracierto lo que te decía?- Mencioné orgulloso.
 -Sí, me encanta-Contestó
 No sé si ambosllevábamos mucha calentura acumulada o si nos gustábamos mucho, pero el juegoprevio era puro fuego. Finalmente decidimos ir a la habitación y dejamos sonara Barry White. Era un artista que nos unía por unas conversaciones previas alencuentro. Su voz grave era un estimulante que nos acompañaba rítmicamente a nuestrosroces.
 Nos quitamos lapoquita ropa que llevábamos lentamente. Nuestros cuerpos cada tanto se unían,sintiendo nuestros pechos en contacto, con besos y caricias. Mi mano comenzó adescender para estimularla. Sentía que ya había humedad y eso me ponía cada vezmás excitado. La recosté y ella comenzó a hacerme lo mismo, tomando mi pene consu derecha. Le dije que frenara porque sabía que yo acabaría primero.
 Ella comenzó atemblar y cada tanto soltaba un gemido ronco y fuerte, extraño, pero muygenuino. Me dolía un poco la mano y sentí que todavía le faltaba aún parallegar al orgasmo. Quería penetrarla en el momento exacto.
 Por eso me acostésobre ella y, como mi pene estaba duro y grueso, comencé masturbarla con mitronco. Así ella se excitaba más que yo. Marianela se aferró con sus manos enmi espalda y me tomaba con mucha fuerza. Entre suspiros y gemidos pudo soltarun “cogeme, cogeme”. Y yo no tardé en hacerlo.
 La tomé de laspiernas y se las flexioné. Yo estaba arriba y con mi excitación me preocupabapor no llegar al orgasmo primero. Por la inseguridad se me escapó un “¿Estáscerca?” y ella respondió que sí. Pero ese cerca podía ser poco o una eternidad.Hubo un silencio y ambos nos concentramos. Por arte de magia pudimos terminar casia la vez.
 Me recosté al lado deella, ambos estábamos completamente desnudos y satisfechos. Tenía una sonrisade oreja a oreja y comenzamos a hablar de experiencias anteriores. Diversascircunstancias hicieron que el encuentro sea muy explosivo. Ella había tenido relacionessexuales poco satisfactorias, y yo llevaba tiempo sin tenerlas.
 -Me tocaste suave,eso me gustó- Mencionó
 -Y vos me pusiste recaliente- Le respondí casi por inercia.
 -Me re gustabas, perono quería decírtelo el otro día.-Confesó
 -Eso pensé. Vostambién me re gustás. Sos muy espontánea. Creo que apenas te estoydescubriendo. Estuve pensando mucho en vos.
 -Yo ayer me puse apensar en vos. –Mencionó
 -¡¿Te tocaste?!-Pregunté curioso. Ella me respondió con su rubor intenso y no tardé en excitarme.-¿Qué sentiste?- Interrogué con curiosidad.
 Mis manos empezaron aacariciarla de vuelta y volvimos a empezar. Marianela jamás me respondió, perono hacía falta. Ambos estábamos excitados y podíamos tener una segunda ronda.Le pedí que se ponga de perrito y yo, con tanto ardor, sentía que iba aestallar. Sentí que esta segunda vez duraba más, mucho más, y estando de pie latensión postergaría el clímax.
 Ya no había BarryWhite, los gemidos de ambos comenzaron a percibirse más y de vez en cuando unoshalagos se cruzaban entre los suspiros. “Seguí, seguí” mencionó, y esta vez yano estaba tan preocupado por que ella pueda llegar al orgasmo. Marianela logróacabar una vez más, pero yo no. No sé si haya sido la cerveza o qué. Peroestaba muy excitado, y sentía que me faltaba bastante. Ella se sentó ycomenzamos a sentirnos un poco avergonzados. Yo estaba bien, pero me preocupabaque tuviera complejos con eso.
 -Voy a tener quehacerte una paja- Propuso y yo accedí con mucho gusto.
 Realmente hubierapreferido otro final, pero no puedo quejarme, la noche entera fue una explosiónde algidez y placer. El momento previo fue un frenesí y se lo recomiendo acualquiera.
 Volví a mi hogar,pedaleando. Eran las cuatro de la madrugada y dormí una hora. Tuve que salir muytemprano porque los colectivos de viaje son muy puntuales. Tenía un cansanciobrutal, pero una satisfacción gigante.

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