Historia peluda

Como prueba de éxito personal algunos conservan trofeos deportivos; otros, títulos académicos; otros, menciones honoríficas; y yo, un calzón negro.

Estimado lector, ésta no es una historia de penes hercúleos ni conchas burrinas, es más bien una historia peluda. Quizá terminada la lectura usted sienta el importunio de un pelo en su paladar, el mismo síndrome capilar que experimentaba yo cuando mi sumisa milf mexicana me mostraba su panocha peluda.

Yo y la susodicha extranjera, adelantados al tiempo, inventamos las clases virtuales; usando el inolvidable Messenger, ella enfermera y yo su alumno, me brindaba cátedra en cuanto a la “anatomía concharil”. ¿Tomé nota de sus enseñanzas? Obviamente que no, tenía siempre ocupadas ambas manos. Qué visión gloriosa de esas vulvas negras y carnosas, el clítoris brilloso, y la entrada vaginal cubierta siempre por esa excesiva pelambre, hirsuta y oscura que le crecía desde el pubis hasta su ano siempre palpitante. Tanta era la fascinación que sentía por esa pelambre vaginal que a veces alucinaba ver un pelo en mi sopa –pelo de concha por supuesto- y comía con prisa y deleite toda la sopa.

Para mostrarme la extensión completa de su concha, ella arreglaba con las manos su hirsuta pelambre negruzca como si peinara la cabeza de un escolar, mientras de su concha se derramaba -como un shampo milagroso, panacea de calvos desahuciados- sus jugos vaginales que propiciaban, nutrían e intensificaban el crecimiento descomunal de su pelamen panochal.

“Regálame el calzón en el que te viniste”, le exigí cierta vez; “Estás loco, además vives en otro país”, me respondió, y claro que insistí.

Pasados algunos meses, un tipo con aires de Jaimito "el cartero" tocó mi puerta, tras unas firmas y un “recibí conforme”, me alcanzó un paquete.

 ¿Qué era? Un calzón negro y en cuyo fondo contrastaban unas manchas secas y blanquecinas conalgunos pelos pegados.
¿Qué hice? Pues lo que todo hombre caballeroso y agradecido hubiera hecho, chupe ansiosamente esos fluidos vaginales hasta que solo quedó el sabor a algodón y me quedarán algunos pelos pegados en la lengua.

Así estimado lector termina esta historia peluda, y para darcerteza a los hombres cuya fe es más pequeña que un grano de mostaza, dejo como prueba el paquete donde llegó -desde México, la tierra de Moctezuma- el calzón negro que es un trofeo personal.



Historia peluda

1 comentario - Historia peluda

Chryskyng
Pero no pusiste la foto del calzón. Mándalo por mp . PD. Soy de México saludos, van 10!