Lucia Reynier: Un adolescente crossdresser II

Si leísteis mi primer relato, ya sabéis quién soy, y que cosas me gustan. Sabéis que adoro vestirme con ropa de chica y que, ayer, me pude poner mi primer conjunto de ropa completo, tras simular un error, y llevarme la bolsa de ropa de mi compañera de autobús Wendy, cuando volvíamos del colegio.
Un uniforme completo, con sus falda escocesa, su polo, su jersey y su ropa interior, que disfruté poniéndome como pocas cosas en mi vida.

Desde pequeñito he tenido el impulso de vestirme como una chica, pero muy rara vez he disfrutado de alguna oportunidad para dar rienda suelta a esa pulsión. Más bien al contrario, mi día a día consiste en ver y envidiar. En desear y no poder llevar a cabo.
Apenas un par de veces pude hacerlo. En concreto, visitando a mis primos de Madrid.
Se llaman Jose y Ana. Él tiene mi edad y ella es un par de años mayor que nosotros. Una vez, los tres jugamos a disfrazarnos y, obviamente, yo elegí vestirme de niña, para lo cual ella me dejaba alguna prenda vieja.

En su momento eso fue divertido y excitante para mi, a pesar de que apenas me ponía un vestido por encima de mi ropa de chico, lo que, en si mismo no es gran cosa, pero a mi me valía porque era la primera vez siquiera que hacía algo parecido.
Debíamos tener diez años cuando lo probamos, estuvimos un rato y luego lo dejamos para hacer otras cosas. Ya por la noche yo lo recordaría, mientras sufría mis primeras erecciones, a las cuales no podía dar salida, porque ni si quiera sabía bien que me ocurría. Tan solo entendía que pensar en la ropa de mi prima me ponía muy nervioso y hacía que me creciese una ansiedad que solo se repetiría más adelante, cuando empecé a fijarme también en las chicas de mi clase que, con el paso de los años, habían dejado de ser niñas para convertirse en adolescentes.

Mas adelante descubriría la masturbación, y aprendería como dar salida a aquellos subidones, pero en ese momento no era así.
La siguiente vez que pude ponerme la ropa de mi prima, fue estando ella fuera. Mi primo y yo competíamos a videojuegos. Hicimos una apuesta, según la cual, el que perdiese, se pondría un vestido suyo. Obviamente, la idea había sido mía, y me dejé ganar.
Fue algo similar a lo que pasó la primera vez. A mi me excitó, aunque tan solo me estaba poniendo algo de ropa, dejando mi ropa interior puesta. Algo más bien poco sexy, pero en mi situación, era suficiente para, esa noche si, masturbarme imaginándome con un conjunto de ropa femenina completo. Me habría encantado poder ponerme una braguitas de mi prima, y un sujetador, pero habría sido excesivo para que mi primo. no habría podido explicarselo sin descubrirme.

Así pues, ayer fue la primera vez en mi vida que pude disfrutar de ese placer cuando, al llegar a casa, pude ponerme la ropa que Wendy había guardado en su bolsa para ir a educación física. No volveré a recrearme en como fue la experiencia porque ya lo conté en el anterior texto, pero el caso es que hoy tocaba devolverla. La excusa de que me había equivocado al coger su bolsa en lugar de la mía cuando me bajaba del autobús, dependía de que hoy le se la devolviese como si tal cosa. Y aunque me deba muchísima pena, no tenía más remedio que hacerlo.

El caso es que la suerte parece que ha decidido aliarse conmigo porque Wendy hoy, no ha venido al colegio. Al parecer no se encontraba bien y ha decido quedarse en casa. Eso significa que puedo quedarme un día más con su ropa y, obviamente, cuando he llegado a casa, lo primero que hecho, sabiendo que mis padres llegan bastante tarde siempre, es volver a ponerme toda su ropa. He repetido la misma secuencia que ayer. Comenzando por las bragas, que son lo que más me excita, aunque solo sea porque nunca hasta ayer me había podido poner unas, hasta el sujetador, el polo y la faldita.
Reconozco que con esa falda tengo debilidad. Ya cuando se la veo a Wendy me pone nervioso. Es cortita, sin ser ordinaria. Y saber que ella la lleva a menudo, le añade un punto picante que hace que se me empalme la polla en cuanto la tengo puesta.
Cuando me miro en el espejo, me encanta como me queda y, como aún soy muy joven, mis facciones aún no están tan marcadas y puedo pasar por un chica sin ningún problema, gracias a que mis padres siempre me han dejado llevar el pelo largo.
Lo único que desentona un poco es el vello de las piernas. Aunque es poco abundante, me corta algo el rollo, así que, le he dado unas vueltas, y analizando los días de clase que me quedan hasta el fin de semana, y que solo tengo que cambiarme para la clase de deporte, que la puedo hacer con pantalón de chándal largo, he decidido hacer algo que nunca me había imaginado que haría.

Me he vuelto a desnudar, me he metido en la ducha con una cuchilla de afeitar, y me he depilado el cuerpo entero, especialmente las piernas.
La verdad es que, mientras lo hacía, estaba atacado de los nervios. Por una parte, la excitación era tan fuerte, que no podía resistirme a la tentación. Por otra, pensaba en lo que sería ir después por ahí con el cuerpo depilado, sin poder enseñárselo a nadie por miedo que se riesen de mi.
Posiblemente sea una tontería, pero siempre tengo la impresión de que la gente puede leerme la mente cuando pienso en cosas como estas, y eso hace que muchas veces me retraiga.
Ahora sin embargo, estaba tan excitado con la idea de depilar mis piernas, de conseguir que parezcan las de una chica, que no me entraba en la cabeza no hacerlo.

Cuando he terminado, tenía una sensación extraña. Como si me hubiesen lijado la piel, pero al pasar mi mano, he notado lo suave que estaba, y he deseado ponerme otra vez el uniforme de Wendy a toda prisa, lo que he hecho sin dilación, ya que mis padres aún tardarían en llegar, pero yo quería apurar todo lo posible.

Verme en el espejo, sentir la ropa, en especial la falda, sobre esas piernas suaves y delicadas que me han quedado, ha hecho que me excitase de nuevo como ayer, y que empezase a masturbarme cuando, por sorpresa, ha sonado el telefonillo del portero automático. No tenía ni idea de quién podría ser, así que lo he atendido normalmente, mientras maldecía mi mala suerte por tener que cambiarme de nuevo, interrumpiendo el momento de éxtasis que llevaba esperando todo el tiempo.

El caso es que se trataba de un empleado de la compañía del agua, que venía a revisar el contador. Le he abierto y, cuando me dirigía a mi habitación para quitarme la ropa, he tenido un momento de esos en los que la adrenalina y la excitación te hacen perder la cabeza, y terminas por pensar cosas raras que, de estar tranquilo, jamas en la vida te habrías tomado en serio.
¿Y si le abro vestido así? Él no me conoce y, con todo depilado, mi pelo largo y mis facciones un poco aniñadas, podría pasar perfectamente por una chica. ¿Por que no?

Cada vez que hago esa pregunta “¿Porque no?”, acabo haciendo cosas inauditas.
He estado unos segundo dudando, hasta que he escuchado el ascensor que llegaba a mi piso. En ese momento me he dado cuenta de que no había marcha atrás. Iba a abrirle, y le recibiría de esa guisa. Con un uniforme escolar, y una faldita que apenas me llegaba un poco por encima de la mitad del muslo.

Al abrir, instintivamente me he puesta detrás de la puerta. No lo he hecho aposta, pero el caso es que, de alguna forma, mi mente pugnaba entre dejarme ver abiertamente, y disfrutar de la idea de estar siendo observada por alguien que pensaba que era una chica, y esconderme y ponerme a salvo de la vergüenza que ello me daba.

El chico que ha entrado ha pasado delante de mi, mientras le indicaba, con un hilo de voz casi inaudible, que supongo que el atribuiría a la timidez, la dirección de la cocina, y le señalaba el armario donde está en contador. Como delante hay cacerolas, ha habido un momento donde por fuerza he tenido que pasar delante de él, para sacarlas e indicarle la localización exacta.
En ese momento, yo era consciente de que me estaba viendo. Alguien, un chico, más o menos joven, me estaba mirando mientras yo paseaba delante de él vestido como una chica. La sensación, una vez que estaba ya delante, era indescriptible. Nunca me habría imaginado que me atrevería a hacer algo como esto de verdad. Jamas. En mis fantasías lo pensaba, y me pajeaba imaginándolo, pero siempre había creído que era imposible que me atreviese a algo así.

Cuando he terminado de apartar las cacerolas que tapan el contador, y este ha quedado a la vista. Me he dado la vuelta para indicarle que ya podía examinarlo. En ese momento he visto como me miraba. No lo hacía con indiferencia. Le gustaba lo que veía. Casi podría jurarlo. Me estaba mirando el culo justo cuando me he vuelto y, al ver que le sorprendía, ha empezado a mover los ojos en todas direcciones, como si le diese vergüenza. Yo no he dicho nada. Estaba tan increíblemente excitado, que esto solo hacía que me pusiese aún más cachondo.
Luego ha pasado a mi lado, y se ha puesto con el contador. Apenas ha tardado unos segundos. Yo estaba en la gloria. Todo el miedo y la vergüenza se me habían pasado al ver como me miraba. Me sentía guapa y atractiva. Tenía la sensación de que me podría enrollar con él si me lo proponía. La verdad es que estaba deseando que se diese la vuelta e intentase algo conmigo. Le habría hecho lo que me hubiese pedido. Ardía en deseos de hacerlo.

El caso es que no ha pasado nada. Él ha terminado lo que tenía que hacer, le he acompañado a la puerta y me he despedido, esta vez sin ocultarme. Dejándole que me mirase justo antes de irse, de arriba a abajo. Como si no quisiese perderse ningún detalles. Yo sonreía mientras le despedía.

Cuando he cerrado la puerta, pensaba que me daría un infarto. era tal el morbo, y al mismo tiempo tenia una sensación de poder tan placentero, que no he tardado ni dos segundos en empezar a masturbarme, aunque esta vez, a diferencia de ayer, me he recreado un poco. En intentado alargarlo, mientras me imaginaba lo que me habría gustado hacer con él.
Le habría besado, abrazado y acariciado. Le habría dejado que me metiese mano. No estoy seguro de si sabía o no mi género real. Pero el caso es que en mi mente, le besaba y besaba su pecho, le desabrochaba el pantalón, y le hacía una mamada.

Creo que, aunque me gusta sentir que soy una chica, nunca me había planteado la idea de enrollarme con un hombre. Siempre me han gustado las chicas, y lo otro, no me lo había planteado. También es verdad que nunca había tenido la ocasión de sentirme como una chica hasta hoy y, cuando lo he hecho, lo único que pensaba es que me apetecía hacer cosas propias de una. Ser femenina y coqueta. Practicar sexo con un tío no me lo había planteado pero, ahora que lo hacía, sentía que eso era lo que mas me podía acercar a la idea de ser una tía. Me encantaba esa sensación, y adoraba la idea de hacerle una mamada a un tío, vestido con esta indumentaria.

Creo que es algo que me voy a tener que plantear, aunque no se como. Lo de hoy ha sido una casualidad. Un accidente casi. No se como encontrarme de nuevo en una situación como esta. Sobre todo y mañana Wendy vuelve, y tengo que devolverle el uniforme.
Supongo que ya veremos.

2 comentarios - Lucia Reynier: Un adolescente crossdresser II

CachorroDep
Uffff.... cómo me calentó tu relato, me puso a mil...
hernest1735
muy bueno me desperto un deseo de verte en falditas dormidita y yo a tu lado en elbus tocando apenas esa bombachita que insinua tu bultitony la rayita