La casa en la playa parte 3

7.- Insomnio
Los chicos se preparaban para dormir. Matías en el medio, Jony a su derecha le apoyaba el culo en el costado y Eze a su izquierda, le apoyaba el misil en el otro costado y lo rodeaba con su brazo sobre el vientre. A los 5 minutos, izquierda y derecha estaban roncando suavemente. Matías no podía dormir, tenía que asimilar lo que había vivido. Al fin su primo se le había entregado y, por lo que se vio, no sería la única vez. Y Eze!, que bueno que se había animado a hablarle esa tarde y ahora era ya una parte indeleble de su vida de puto! Sin él, todo hubiera sido más difícil. Y que buenísima la idea de venir a San Clemente!!!, una casa para ellos solos, donde coger como coge la gente, en una cama, donde poder coger sin miedo a ser descubierto, sin tener que prestar atención a los ruidos y mirando de reojo la ropa por si tenían que salir rajando, donde poder gritar de placer sin miedo a que alguien escuche, pero sobre todo, un lugar donde, entre cuatro paredes, poder ser él mismo, sin tapar nada. Afuera el rumor lejano del mar, el cielo tan estrellado y tan negro de San Clemente, adentro tres chicos desnudos descansando luego de haber practicado el oscuro rito del sexo entre hombres, oscuro para el mundo pero tan bello como ese cielo estrellado para ellos.
De a poco el silencio, la tibieza que lo rodeaba y la suave respiración de sus amigos, lo fue llevando al sueño. Cuando despertó la mañana aún estaba lejos, no se veía la menor claridad en el cielo, pero no tenía un reloj cerca para ver la hora. No podía moverse mucho sin despertar a sus amigos, así que optó por quedarse quieto y tratar de volver a dormirse pero, por más que intentaba, no podía, ya su cabeza se había puesto a funcionar y había puesto también a funcionar su deseo, empezó a manosearse la pija como hacía cuando estaba solo en su pieza de Avellaneda y enseguida su amiga se puso durita, comenzó a masturbarse despacito con la zurda, mientras con la derecha acariciaba las nalguitas de su primo. A medida que se excitaba, aumentaba su audacia, entonces se mojó un dedo y comenzó a explorarle despacio el agujerito, con caricias de su yema sobre el esfínter pero, a medida que se calentaba, pasó a meterle la puntita del dedo y luego un poquito más, y otro poquito, hasta que con cuidado empezó a hacerle un mete y saca cortito con el dedo, mientras su mano izquierda seguía en esa pajita suave. Por lógica su primo abrió los ojos y lo miró extrañado.
-Qué hacés Mati?
-Estoy muy caliente Jony, no puedo dormir de la calentura, me dejás?
-Qué?
-Te la quiero meter, dale
Jonathan estaba menos caliente que estufa descompuesta, apenas despierto, pero total, luego de cómo le habían dado esa noche, qué más daba? Mientras lo dejara dormir, que se la metiera.
-Dale
Mati lo acomodó boca abajo, lo lubricó y se la puso de una, provocando apenas un leve quejido en su primo, que seguía con los ojos cerrados y los brazos cruzados bajo la cabeza.
Mati, "para no molestar", apoyó sobre sus manos sobre el colchón, con los brazos estirados, de manera que el único contacto entre su cuerpo y el de Jonathan era la pija de uno y el culito del otro. Empezó a subir y bajar, y le gustaba, pero no era lo mismo. Entendió que para gozar hacen falta dos que desean y ahora su primo no participaba, su esfínter no estaba tibio, sus nalgas no vibraban, sólo su agujero se la comía, o mejor dicho, dejaba entrar y salir su pija. Notó que estos pensamientos le estaban haciendo dormir la pija, así que se puso a pensar en la culeada que Eze le había pegado en la costa de Sarandí y esto lo excitó lo suficiente como para que en pocos minutos de entra y sale pudiera sacarse la leche. De su primo, apenas leves quejidos. Se la sacó y se volvió a acostar. Su primo ya volvía a roncar.
Mati sentía los huevos más tranquilos, pero no tenía sueño, le seguía faltando algo. Cansado de mirar el techo se puso de costado, tratando de buscar una posición cómoda para ver si el sueño aparecía. Pero lo que encontró en esa posición fue la pija dormida de Ezequiel apoyada en sus nalgas. Mmm, sería eso lo que necesitaba? Comenzó a menear la cola para acomodarse mejor con la vergota de su amigo y sentirla más, luego abrió sus nalgas y colocó la pija como pudo en su rajita, qué rico se sentía aunque estuviera dormida! Necesitaba pija, no cabía duda, esa belleza dormida allí a su alcance era más de lo que podía soportar y como, parafraseando a Oscar Wilde, Mati podía resistirlo todo, menos la tentación... de la pija de Eze, se dio vuelta y tomando la pija con las dos manos comenzó primero a besarla despacito, en la punta, en la raíz, pasó su
lengua por la uretra, desde el fondo a la cabeza y luego de mirarla unos segundos con amor, abrió sus labios para tragar el glande, era grande, de un rojo oscuro y con un hoyito que decía de los ríos de leche que podían salir de allí, cómo era posible que con semejante pija, Eze fuera puto? Se divirtió un rato chupando despacito el glande por todos sus rincones y luego comenzó a meterse el palito más adentro. La pija comenzaba a reaccionar, pero su dueño aún no daba señales de vida. Mati iba progresando en su mamada, sabía que no podría tragarla toda, pero quería aprender a dominar su garganta por lo que llevaba su chupada al extremo, cambiando de posición para ver cómo podía hacer para superar la barrera de su campanilla sin que le provocara una arcada. Estaba absorto en su trabajo cuando comenzó a sentir que la mano de Eze le acariciaba las nalgas. Quiso demostrarle su progreso a su amigo y haciendo un nuevo esfuerzo tragó un pedazo más. Había como 18 cm de pija gruesa dentro de su boca, podía sentir el roce de la pija cuando pasaba a través el arco de su garganta sin arcadas mientras sus labios aferraban el tibio tronco, pensar en tragarla toda, imposible, pero ya podía sentirse poseedor de una verdadera "garganta profunda".
Sacó su preciada carne de la boca para casi suplicarle a Eze:
-Me la dás?
Eze, apenas despierto, le replicó:
-Subite
Apurado Matías lubricó lo mejor que pudo y luego de masturbar un poquito a su amigo, se acomodó y tomando con la mano la pija de burro que se iba a comer, se la llevó al anito y comenzó a sentarse. El dolor no era joda, las muecas de su cara lo denotaban claramente, pero lo tenía que lograr, fue sentándose de a empujoncitos, cada empujoncito era una punzada de dolor, pero lo estaba logrando. Ya los últimos 5 cm entraron de una y pudo sentir feliz sus nalgas descansando en el pubis de Ezequiel. Eze lo miraba curioso, sabía que no iba a ser fácil y su pija, no del todo dura, tampoco ayudaba, pero... pedirle a él hacer de activo y más a esta hora, no era algo sensato, pero mientras el culo de Mati y su pija se arreglaran solos, todo bien.
Suavecito Matías arrancó el sube y baja, cortito primero y un poco más largo después. El esfuerzo había valido la pena porque ahora su culito estaba llenándolo de sensaciones, de electricidad que le inundaba sus bolas, su pija, su pancita, que le subía por la espalda y le hacía cerrar los ojos y gemir (despacito para no despertar a Jony). Luego de un lindo rato gimiendo, subiendo y bajando y sintiendo indecibles placeres en su agujerito lleno de carne, y con su pija tan dormida que era apenas un manicito, comenzó a sentir algo raro, su esfínter se calentaba, hervía, y además de hervir, se contraía no una sino varias veces, sin que él lo pudiera controlar, hasta que una gran relajación lo invadió de pies a cabeza, y su ano se dilató aún mas mientras algo tibio le salía. No pudo más, se detuvo y miró extrañado a Ezequiel que lo miraba con cara de yo no fui. La pija de Eze, que se mantenía bastante parada por la presión del esfinter de Mati, se fue aflojando y, aprovechando que Mati se inclinó para besarlo, se la sacó, estaba empapada de ese moquito espeso que sale de un ano que goza.
Ya nada le faltaba a Mati para conciliar el sueño. Junto con un suave beso le dio las gracias a Ezequiel, se acostó a su lado y en medio minuto estaba roncando.


8.- Sábado
Cuando Mati se despertó por la claridad que entraba por la ventana, sería entre las 8 y las 9, notó que estaba solo en la cama con Jony, que seguía roncando plácidamente. Instintivamente buscó su slip y se lo puso. Se arrimó a la puerta y pudo ver en la cocina a Ezequiel sentado a la mesa tomando mate, con su slip y un buzo, Adidas por supuesto. El también se puso un buzo y fue al encuentro de su amigo. Se saludaron como si nada hubiera pasado, se sentó a la mesa e inmediatamente Eze le dio un mate bien amargo, para machos, jeje. Sobre la mesa un pan de manteca, dulce de leche y las flautitas que sobraron del día anterior. Hablaron del tiempo, de lo que habían hecho el día anterior en el jardín y de lo que harían ese día, comentarios de lo de la noche, nada. Al rato ven aparecer a Jonathan, completamente en bolas y frotándose los brazos con las manos por el frío.
Pregunta boluda 1: -Ya se levantaron?
Pregunta boluda 2: -No tienen frio?
Jonathan decidió bañarse y después sentarse a cagar, lo que era su eterna rutina matinal, Eze le recordó que no se asustara porque su culito se iba a comportar distinto, a lo que Jony sonriendo le respondió que ya lo sabía y que con cada paso que daba sentía que lo de atrás estaba más abierto que boca de hipopótamo bostezando.
Siguieron mateando tranquilos, total su primo nunca tardaba menos de una hora en sus quehaceres matinales. Ya el agua estaba medio fría y la cebadura lavada.
-Che, Eze, calentá el agua y cambiá el mate, esto ya es una lavativa.
- Mejor te doy otro mate, esperá, -le dijo Eze sonriendo. Se paró y por debajo del buzo largo que lo tapaba como pollera, comenzó a maniobrar por delante y por detrás. Matías miraba curioso, pensando que luego Eze iba a ir a la cocina a calentar la pava, pero no era precisamente eso lo que pensaba Ezequiel. Unos segundos después le dijo -éste es el mate que tengo para vos, me ponés la bombilla amorcito?
Ezequiel se había puesto de espaldas a Matías y, subiéndose de a poco el buzo iba poniendo al descubierto su culito enfundado en una tanguita que le dejaba las nalgas casi al aire y que era en realidad el slip que había enrollado por arriba para que se le metiera en la raya y le quedara como tanga. Mati no se hizo esperar, se puso detrás de Eze y mientras su pija se paraba al calor de la rayita de ese bello culito en tanga, comenzó a besarle el cuello.
Rápidamente lo acomodó para que Eze apoyara sus manos en la mesa y doblara su cintura. No había tiempo ni deseo para lubricante. Un poco de saliva y tomando a Eze de la cadera, comenzó a metérsela en el culito seco, algo doloroso para ambos pero el deseo debía ser satisfecho ya, sino perdía el encanto.
Con cada empujada, Eze cerraba los ojos y se quejaba.
-Te duele Eze, querés que te la saque?
-No, amorcito, por favor seguí, a veces es rico sentir un poco de dolor.
Pero Mati tenía otras ideas, se la sacó y tomando el pan de manteca, cortó un trocito y con las manos fabricó una especie de supositorio mientras le decía a Eze: - acordate de Último Tango en París-, Eze, sonriendo dejó hacer y se acomodó para recibir el supositorio de manteca que su anito engulló (y derritió) de inmediato. Matías enmantecó también su pija que esta vez entró suavecito y hasta el fondo sin dolor.
Ahora Eze estaba suave y el mete y saca resultaba riquísimo, pero igual seguía cerradito y a Eze aún le dolía un poquito. Mati empezó a combinar el mete y saca con movimientos circulares tratando de abrirle el culo a la fuerza a Eze, pero era aun muy temprano para un polvo y lo único que consiguió fue venirse rápido en un culito cerrado.
El polvo fue recibido por Eze con felicidad, para él era el gracias a su regalo y esa leche de su amigo la consideraba especial. Mati se la sacó despacito, enderezó a Ezequiel y lo besó en el cuello mientras lo rodeaba con los brazos. Eze se dio vuelta y lo abrazó fuerte, los ojos húmedos, le tomó la cara entre las manos, y lo besó delicadamente en los labios.
Desde el baño se escuchaba el silbido de Jonathan que se estaba secando y apareció con la toalla enroscada en la cintura. Se sentía nuevo, con una sensación de bienestar general de los pies a la cabeza, por debajo del ombligo una relajación como nunca había sentido, estaba feliz, jovial. Era claro que la cogida feroz que le habían propinado a la noche no sólo le había dado vuelta la cabeza sino que lo había liberado de tensiones de una manera increíble.
-Mmm, cochinos!, ya empezaron con su porquerías?, degeneraditos!, jajaaa-, no menos podía decir Jonathan cuando los vio aún abrazados, la pija brillante de manteca, y lo mismo la raya de Ezequiel. -Váyanse a bañar putos de mierda!!!
Entraron de la mano al baño, el agua tibia corría por sus bellos cuerpos, se jabonaron mutuamente, primero el pecho, mirándose a los ojos, luego bajando a esos abdómenes que de sólo tocarlos excitaban, luego más abajo, a la pija, qué sensación tan particular tener en la mano la pija de un hombre!, acariciarla, pelarla para disfrutar de la vista viril del glande, bajar a los huevos, sopesarlos, imaginarlos llenos de leche, de dulce y deseado semen, el beso era casi una obligación, acariciarse mutuamente las pijas y no besarse sería un desprecio casi. Luego darse vuelta, y sentir las caricias cremosas en la espalda, sentir cómo la mano baja y llega a las nalgas, ya con eso el esfínter cosquillea, luego las caricias en las nalgas, mmmm, delicioso, sentir la mano abriendo los glúteos, mojando, y luego buscando descaradamente el agujerito, sentir ese dedo, esos dedos entrando y mojando el esfínter, girando en uno con la suavidad de la espuma, mientras unos labios mojados besan el cuello. Toda la ducha fue hermosa, antes del enjuague, Mati quiso probar la punta de Eze. Lo acomodó de espaldas a la pared y mientras el agua de la ducha le daba en la cara, fue empujando hacia atrás para clavarse la pija enjabonada. Con dolor se comió unos 10 cm, lo suficiente, para que su amigo rodeara su cuerpo con sus brazos lo besara y comenzara a decirle cosas dulces al oído, mientras él le acariciaba la cabeza. No se movían, no había mete y saca, sólo había comunicación entre dos, iniciada abajo, pero seguida desde el medio del pecho.
No hubo orgasmo, se separaron cuando ya el agua comenzaba a enfriarse y eso los bajó a la tierra. Se secaron mutuamente y fueron a cambiarse al dormitorio.
De nuevo en la cocina, se prendieron a la ronda de mate que había renovado Jonathan y organizaron el día. Había mucho por hacer, pero querían terminar sí o sí ese día, así el domingo lo dedicaban 100% a la playa. Reparar con asfalto las rajaduras de la losa, rasquetear y pintar las manchas de humedad, cambiar cueritos resecados, encolar la silla enclenque, sacudir frazadas, darle una mano de cal al frente de la casa y a las baranditas de la vereda y reparar en fin todas esas cositas que se rompen en una casa marina que está cerrada por un año casi. Los tres trabajaban con entusiasmo, ayudándose, cantando mientras trabajaban, jodiéndose cada vez que podían, no hubo almuerzo, apenas unos sánguches y una coca a las apuradas y luego unos mates que cebó Eze cerca de las 5. Para la cena ya habían decidido salir, buscar una pizzería y comerse una buena pizza con cerveza en esa noche de sábado en el centro de San Clemente.
Terminaron a eso de las 7, extenuados se sentaron en la cocina y una segunda ronda de mate sirvió para distender y descansar. Había que bañarse nuevamente y buscar la pilcha adecuada para sábado a la noche, aún no habían caído que eso era del tiempo en que se preparaban para levantar minas, lo que en ellos ya era cosa del pasado, o sería que ahora se ponían lindos para "ellos"?
A eso de las 9 ya estaban listos para salir, los 3 de jeans, los 3 Levis, camisa a cuadros y sweater para Jonathan, camisa y campera de jean para Matías y buzo Adidas cortito, que apenas le tapaba el cinturón para Ezequiel que, sumado a que su jean era bastante ajustado, resaltaba su bello potito, aunque a decir verdad no era algo como para señalarlo con el dedo sino sólo un detalle sugestivo. Cuando estaban ya a punto de abrir la puerta, Eze se paró delante de sus amigos y con vos enérgica les dijo "ojo, esta noche la putita soy yo, nada de darle siempre a Jony, ok?", los demás no tuvieron problemas en asentir, pero Mati acotó que lo justo era un día cada uno y que entonces la noche del domingo era para él.


9.- El mozo
Caminaron rápido porque la noche estaba fría. El centro de San Clemente, en esa noche de primavera temprana, estaba desolado. Sin calor y sin turistas, San Clemente era un lugar muerto. Sólo faltaban los rollos de pasto rodando por la calle. Al fin, a una cuadra de la playa encontraron una pizzería abierta, que debía ser la única pizzería abierta en todo el pueblo esa noche. Un local inmenso en una esquina, preparado para servir a cientos de familias hambrientas cada noche, luego de un día de playa, con niños gritones y revoltosos, mujeres en soleros, de narices rojas y peladas por el sol y hombres de gruesas panzas rebalsándose del cinturón que sólo gracias al bulto del culo podía mantener el bermuda oscuro en su lugar. La típica pizzería sesentista, con grandes ventanales de madera de los que se abren hacia arriba , mesas de fórmica para 4, sin mantel, y como único adorno, estantes con botellas de vino. Esa noche, sólo Jonathan, Ezequiel y Matías serían los clientes.
Entraron, un solo mozo, joven y con aspecto amable, de pantalón negro ajustado, tiro corto, chaqueta corta blanca y repasador negro usado a modo de delantal sobre la cintura. En la caja el dueño, con cara de gallego, bostezando, en la cocina el infaltable paraguayo de piel trigueña y facciones guaraníes con los brazos apoyados sobre el pasa platos. Al fondo, un horno de ladrillos mostraba sus holgazanas llamas de quebracho.
Los tres chicos se quedaron parados en la puerta frente al salón desierto, decidiendo donde se iban a sentar. Eze se acariciaba despacio las nalgas mirando para todos lados hasta que decidió una mesa contra la ventana, de las que daban sobre la calle principal.
El mozo seguía sus movimientos sin perder detalle y una vez que estuvieron acomodados se arrimó a ellos con una sonrisa que delataba unos dientes bellos y perfectos.
-Qué tal chicos, cómo les va, soy Lucas, en que puedo ayudarlos?
-Che, que vamos a comer, pedimos la carta?,- preguntó Matías
-Mmm, con lo vacío que está esto, mejor preguntamos, que nos recomendás?-, acotó Ezequiel, mirando fijamente al mozo.
- A ver, si están en San Clemente y no comen pescado, es como si no hubieran venido. Si les parece, -comentó el mozo sin dejar de sonreír, mirando a todos pero poniendo especial interés en Eze-, les puedo hacer salir unos cornalitos que el jefe sacó esta mañana con el medio mundo, así que más frescos imposibles, les sumo unos calamaretes que pueden comer tranquilos porque llegaron ayer de Mar del Plata, unas rabitas que salen siempre bien, y si les gusta combinar, un amigo me trajo unos salamines y unos quesos caseros de un campo de Madariaga. Después, si se quedan con hambre, les hago marchar una pizza. Les va?
Imposible resistirse ante tan pantagruélica oferta. Pero no terminó allí. Lucas los hizo olvidar también de la cerveza y les recomendó un torrontés riojano o un Orfila rosado, ambos de buen precio, pero no pudieron elegir porque de inmediato Jony dijo "traé los dos".
Lucas no dejó de sonreir y de mirar fijamente a todos los chicos, tomó nota del pedido y dedicándole una úlitma sonrisa a Ezequiel dio media vuelta y se fue al mostrador. Los seis ojos porteños por supuesto se clavaron en el culito del mozo que, con el apretado pantalón negro se veía paradito, generoso y de bella forma.
-Che, que esta noche me toca a mí, no se olviden-, se apuró a acotar Ezequiel.
-Vos crees que es?, preguntó Matías?
-Ahora ustedes ven putos por todos lados. Porque el tipo es amable nada más ya quiere decir que se la come?, replicó medio amoscado Jonathan.
En instantes apareció el típico pan y manteca, con mantecas de más, por supuesto, dejadas con la misma sonrisa y la misma mirada especial para Ezequiel. Dos baldes con hielo para las botellas, detalle especial también ya que cuando se trata de vino barato, no es costumbre poner la frappera.
En 10 minutos más llegó la picada de mar y campo. Impresionante en cantidad y presentación. Lucas solamente acotó un "que lo disfruten" y se fue a apoyar a la barra nuevamente. Cada tanto venía a llenarles los vasos y aprovechaba para conversar, de dónde eran, que habían venido a hacer, cuándo se iban y las cosas habituales que se preguntan en un balneario a gente de fuera en invierno. Siempre amable, siempre mirando
fijo, a veces distraídamente se llevaba la mano al bulto, pero la retiraba casi de inmediato, lo suficiente para que Ezequiel se diera cuenta del mensaje.
La pregunta que faltaba dentro del repertorio habitual mozo de playa en invierno y cliente era si habían ido a la playa, a lo que los chicos respondieron que aún no pero que mañana pensaban pasarse todo el día en la playa. Lucas se puso serio un instante y les preguntó si conocían las lagunitas.
-Que es eso?, preguntó Matías
- Saliendo del pueblo un par de kilómetros al sur, por la playa, hay una zona de dunas peladas, casi como un desierto, en el medio se forman unas lagunitas de agua de lluvia, bajitas, no llegan al metro de profundidad, totalmente transparentes y tibias, el lugar es muy lindo para bañarse y tomar sol, al fondo hay un bosquecito de tamariscos y una playita, todo rodeado de dunas altas , lejos del mundo. Mañana es mi día libre, si quieren los llevo, podemos hacer unos chori y pasar el día. Y a la tarde si tienen ganas de mar volvemos a la playa, que en esa zona es más limpia que en el centro.
Los 3 porteños se miraron sonriendo, el "si" general se notaba. En sucesivas idas y vueltas de Lucas, con la excusa de los vasos, o trayendo más pan u otra coca, quedó todo acordado, al otro día a las 9 Lucas los pasaba a buscar por la casa, como él vivía en el centro, se encargaba de comprar lo necesario y después dividían los gastos.
Terminada la cena, pagaron y dejaron una buena propina a Lucas que los saludó con un hasta mañana y unos últimos consejos. Eze se levantó primero de la silla y se acarició las nalgas mirando a los ojos a Lucas, que con una sonrisa hizo acuse de recibo.
La noche estaba cada vez más fría por lo que los 3 chicos caminaban apurados y con las manos en los bolsillos, ya haciendo planes sobre el día siguiente y comentando la buena suerte de haber conocido a Lucas. Surgieron algunos resquemores, era un desconocido, pero, que les podía pasar?, que los secuestraran?, no eran de familias bacanas, no tenía sentido, que los afanaran?, no tenían dos mangos juntos, no tenía sentido, que los violaran?, más roto no podían tener el culo, así que una violación en la playa, no sería algo tan tremendo, y hasta bromeaban que tal vez terminarían cogiéndose a los violadores. Además, los hijos de puta estaban todos en Buenos Aires, en San Clemente la gente era distinta...
Llegaron a la casa, prendieron el horno de la cocina para calentar un poco la casa y se pusieron cómodos, ya quedando preparados para la fiesta del dormitorio, los tres en slip y ojotas, se lavaron los dientes, prepararon café y de nuevo la botella de Tres Plumas sobre la mesa. Eze en seguida les recordó que esa noche él era la estrella y era el que debía llevarse las mayores dosis de leche.
-Si, dale ya lo sabemos, quedate tranquilo, hoy sos la putita-, le dijo medio amoscado Matías, algo celoso de que Eze esa noche se la comiera doble. Pero bueno, el domingo le tocaba a él.
Jonathan, mientras miraba la borra de su taza de café se le ocurrió preguntar. - Eze, siempre parece que en cosas de sexo vos sabés mucho más que nosotros, donde aprendiste todo lo que sabés?-
Ezequiel agachó la cabeza y se puso serio. Se quedó un rato en silencio y sin mirarlos les preguntó: -puedo confiar que si les cuento algo muy muy personal y prohibido, ustedes se van a llevar el secreto a la tumba?- Jonathan y Matías se miraron intrigados, pero juraron los dos por lo más querido que nadie jamás se enteraría por ellos.
(continuará)

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