Su mejor amiga. No sé porqué, pero si el cómo. III

Cruzó, apurando el paso directamente hacía mí. Esbocé una sonrisa, mordiendo mis labios, porque no hacia falta. 
- ¿Qué haces, Maca? – le hice montoncito con la mano, un gesto bastante típico en mí.
- Y, te debía el almuerzo. Además, tenía un rato al pedo y te lo pude alcanzar. – Abrió la bolsa.
- No hacía falta, no era nada. Encima comiste conmigo, así que debiste hacer un esfuerzo enorme, bancando al boludo este. – Sonreí, recordando la frase que hizo tiempo atrás.
- Un esfuerzo enorme, pero tolerable. – sonrió sarcásticamente, sacando un paquete de la bolsa. – Che, te traje ensaladita. Como me dijiste que estabas a dieta.- Río, alcanzandolo.
Se acordó de ese comentario, que era un chiste, claro está. 
- ¡Je! Gracias…- Lo agarré y estaba bastante pesado. De hecho, lo moví frunciendo el ceño porque me parecía demasiado. comencé a abrirlo.
- Te traje de tomate, lechuga, zanahoria… - y continuaba tirando verduras.
Al descubrirlo, había una milanesa con fritas. Impresionante, de las mejores. 
- Juancito, mira si voy atraerte una ensalada, después de ese sándwich de milanesa pobretónque comiste el otro dia. – Se reía, tomándome el brazo, como lo hacía ella.
- Che, que buena onda… pero ahora te debo yo. Gastaste una banda…-
- No es nada, estamos a mano… - nos quedamos mirandonos un segundo, incómodamente. – bueno, me voy…- se colocó la mano en un bolsillo y se dio media vuelta.
- ¿Es joda? Veni, dale. Acá se come mejor. – contesté y al escucharme volvió donde estaba. Subió las escaleras, con unos tacos bastante altos.
- Sólo porque el secretario es muy lindo. – 
Toque el timbre, riéndome. No, no confundamos las cosas. No es que haya cambiado mi pensamiento sobre ella. Simplemente estábamos siendo nosotros, sin Pauli en el medio. Quizás, siendo más chicos competimos por el amor de ella. No lo sé, no viene al caso porque aquello no tiene solución. Lo cierto, es que volvimos al mismo jardín, en la misma mesa, con un sol radiante y un viento que movía su pelo descontrolado. 
- ¡Che! Zarpada la milanesa está, ¿Vos qué te pediste? – 
- Ensalada César…- Gesticuló restándole ricura.
- Toma, proba esto. – Le corté un pedazo, bastante generoso.
- ¡No! ¿Estas loco?- me hablaba con la boca llena de lechuga, -Me tengo que cuidar – trataba de apartarlo con la mano, pero su mirada estaba ahí.
- ¡Dejate de joder! Si estás Bárbara…- contesté. Si, ya sé, ¡Estúpido subconsciente! Mi sonrisa se paralizó, al igual que mi insistencia. Fueron tres segundos de mirarnos sin saber que hacer. -… en el sentido… o sea… - movía la milanesa para todos lados. 
- En el sentido que lo estás diciendo de que gesticula con su cabeza y sus manos, igual que yo.
- ¡En ese sentido de que entrenas y que te podes dar un permitido!-
- ¡eso mismo!- Maca agarró la milanesa y abrió la boca, mostrando toda la dentadura Blanca y una línea perfecta hecha por el labial. De un solo bocado se la metió en la boca. - ¡Uh! Esta buenísima. – agitaba su mano, en tanto las servilletas volaban hacia atrás de ella. -¡Uy! ¡No! ¡Ja, ja! Se vuela todo. – trataba de atraparlas en el aire. 
Se levantó ágilmente y se agachó para agarrar algunas que seguían girando. Frente a mí, su culo. Frente a mí, dos hermosas y finas tiras rojas se subían por encima de su cadera. Un instante, que duró lo mismo que toda las repeticiones del VAR. Un segundo que me excitó lo suficiente para asumir que ese culo me hizo perder la mirada y que posiblemente, yo ya no fuese el mismo que hace unas semanas.
- ¿Estás bien? – me preguntó acomodándose el pelo 
- Si, si… - Me despabile, volviendo a concentrarme en las fritas y que la pija me deje de explotar en el jeans. 
- Che, perdón por lo del otro día. – Me habló un rato después. 
- Todo bien, no pasó nada, je. Ya está aclarado. –
- ¡Si! Me dijo Pauli ¡Felicitaciones! – Sonrió y me robó tres papas. – Para festejar, je. – Las comió pornográficamente, o por lo menos así lo pude ver.
No me malinterpreten. Ese culo venía entrenado, pero además le había agregado algo sorprendente que era ser agradable. Claro, conmigo, porque ella siempre fue copada con quien quería. De hecho, era bastante enamoradiza y salió mucho tiempo con un pibe del colegio, que la dejó y no pudo superarlo, o algo así me había dicho Pauli en aquel entonces. Hoy estaba soltera pero conociendo a alguien. Así me contó en ese almuerzo. No urgamos en el tema, porque honestamente, sabíamos que había una rispidez de años y sobre todo porque era muy raro.
- Che, Juan, me voy volando. – Miró su reloj y se dispuso a irse.
- Dale, si. Che, mil gracias por el almuerzo, te debo otro. – Concluí con un poco de compromiso, aunque estaba todo más que bien.
- ¿Te parece pagármelo el martes que viene? – Sonrió y se quedó mirándome fijo. – Era una jod…-
- Dale… - La interrumpí, - ¿a la misma hora? –
- Si, dale. Me copa, lo único, liviano. – movía su mano en la panza, - Ya cumplimos la cuota de permitidos por más que este Bárbara…- Retrucó, irónica, cómplice y llenándome de vergüenza.
Se dio media vuelta, y se fue. Abrió la puerta y me concentré en su culo y en deducir la forma exacta que debería tener esa tanga.
- Che… - volteó , Sorprendíendome- ¿Esto a Pauli…?-
- ¿Vos qué decís? – Dudé, temeroso.
Ambos sabíamos de que hablabamos, pero por algún motivo no lo queríamos nombrar.
- No sé… No estamos haciendo nada malo, pero que se yo… no…- titubeó.
- Muchas explicaciones que deberíamos dar y…-
- Y si… bah…-
- Bah… igual yo tengo una a mi favor…- Sonreí.
- Igual tenes una a tu favor…- repitió, riéndose, pero con la mirada fija en algún punto detrás de mí. – Entonces nada, Juancito. Nos vemos.- 
Se fue; Se fue por el pasillo y escuchaba sus tacos, mientras la puerta se cerraba detrás de ella. Se fue y en mi mente apareció lo pesado que es llevar una mentira. Inclusive, cuando no ejerce gravedad. Pero si no fuese grave, no existiría problema para mentir y si... Bue, en fin, me iba a explotar la cabeza de tanto pensar. Y si seguía por esa línea, explotarían las dos.

El día pasó volando. Reuniones, problemas y todo lo que lleva el trabajo. Estaba bastante activo, a pesar de todo. Llegué a casa, preparé la cena y me dispuse a esperarla a Pauli. Comimos y hablamos de nuestros respectivos día. Obviamente, jamás hablé de Macarena. Levanté la mesa y Pauli se quedó sentada ahí. Dejé los platos en la bachata y al girar, ella sacaba culo en la silla. Ahí recordé a su amiga. A su tanga, al color rojo y a los pelos que se perdían, cuando se agachó. La tomé de atrás y comencé a besar su cuello.
- Mmm… que lindo…- exclamó, retorciéndose en la silla.
Mis manos, en su cadera, fueron por debajo de su jeans que estaba medianamente suelto. Tomé su tanga, que no era tan fina como la de Macarena, y la levanté por arriba de su cintura. 
- Estas re caliente, amor.- Volvió a decirme, mientras mis labios comían firmemente su cuello.
- Vos me pones así.- Comencé a entangarla, con fuerza. 
- Despacito, me quedó doliendo, el culito, del otro día. – Me suplicaba.
Me alejé empujando su espalda hacia adelante. La imagen no era la misma, pero me encantaba verla así.
- ¿Te dolió mucho? – le pregunté tocándole las tetas y levantando las tetas.
- Si, amor…- comenzaba a poner la vocecita.
- Habría que curarla…-
- ¿Y cómo?- contestó, beboteandome.
Le estiré mi mano para que se pare, apagué la luz y la llevé hasta la puerta del balcón. La tomé de las caderas y coloqué sus pechos en el vidrio.
- ¿Y si nos ven?-
- A vos te van a ver.- Le respondí, levantando su remera y dejando sus pezones aplastados, al igual que su rostro, sobre el vidrio.
- ¿Y si me ven? – 
- Te vas a calentar mucho, me parece…- le respondía, bajando con besos por la espalda, hasta llegar a su pantalón que rápidamente desabroché y cayó.
- Van a creer que soy una putita…-
- ¿Y lo sos? – Mis manos bajaron la tanga y metí mi cara en su culo.
- ¡Ahg! Últimamente, si. – Sacaba culo para que mi lengua llegue hasta su agujero. – Curamelo , que tengo ganitas de volver a que juegues con él.- sonrío, entre gemidos
- ¿Si? – Juro qe jamás había estado así y no sé bien qué le sucedía, pero me encantaba.
Estuve unos minutos, chupándole el culo y jugando con mis dedos en su concha. 
- ¡ahg! Por… por favor, cogeme…- me suplicaba, entre suspiros. 
Mi pija estaba que explotaba y mi calentura era descomunal. Coloqué mi pija en su concha e ingresé despacio, viendo como su boca preparaba el gemido más placentero de la noche.
- ¡Ay cogeme con ganas! ¡Dale!- Me pedía, apoyando todo su pecho en la ventana que se movía en cada embestida.
- ¡¿Así?!- le decía, mientras le daba con fuerza agarrando su culo y viendo como rebotaba mi pelvis con sus cachetes.
- ¡Así! ¡Así, si! ¡Seguí! ¡Seguí y no acabes! – Gemía , se mordía los labios y mantenía los ojos cerrados. - ¡Te hablo! ¡Te digo lo que quieras, pero! ¡Ay! ¡Por favor, no acabes!-

Estaba fuera de estado, pero la calentura podía más. Estábamos pasando nuestro mejor momento, o por lo menos el mío. Mis piernas temblaban pero necesitaba seguir, quería seguir.
- Creo que te están mirando…- le hablé para intentar desconcentrarme.
- ¿Qué? – trató de girar su cabeza, pero no la deje. La tomé del pelo y la mantuve en su posición.
- Si… creo que hay un tipo mirándote-
- ¡Ay! ¡si! Jugame, jugame con eso.- Se mordía los labios y al ver que yo no estaba aguantando, ella empezó a moverse más fuerte.
- No es un juego, te está viendo…-
- ¿Y se está tocando?-
- Si, se está tocando…-
- ¿Es un señor?- Se tapaba los ojos y se mordía el antebrazo.
- Creo que sí…si…- Respondí, dudando.
- Seguro que es un señor... el viejo pajero de enfrente, que siempre me mira cuando salgo después de bañarme.-
Me detuve, sorprendido y ella lo notó.
- Seguí jugando que acabo ¡Dale! Me siento muy putita. Trae una silla.-
La solté y rápidamente me senté. Ella hizo lo mismo, pero en mi pija y comenzó a moverse, agarrando mis manos para que toque sus tetas.
- El viejo ese que me está viendo, se pajea siempre cuando me ve.- Me susurraba, cerca del oído.
- Estoy por acabar…- respondí entre suspiros.
- ¡Ahg! ¡Yo también! ¡¿te calienta saber que el viejo se pajea conmigo?!-
No supe que decir, continúe cogiendo sin hablar.
- ¡Contestame! ¡¿Te calienta?! ¡Ay! ¡Si! ¡Dale que acabo! ¡¿ Te calienta o no?!- Me insistía, desaforada.
- ¡Si, puta! ¡Me calienta!- La levanté y comencé a darle con fuerza contra el vidrio, que golpeaba furiosamente.
- ¡Acabo! ¡Acabo! ¡ Llename la concha! ¡acabo!-
Comencé a gemir con locura y apretar mi pija hasta donde más llegue en su interior y sentir como salía leche. Su último gemido fue acompañado de un temblequeo por ambos. Nos derrumbamoos en la silla, agitados, agotados. Minutos después, nos fuimos a dormir.
  Los días pasaron y en mi mente sólo pasaban dos cosas, esa situación morbosa, sin saber que había sido Real y que un juego. La otra, cuantos minutos faltaban para ir a comprar mi comida y la de Macarena.

4 comentarios - Su mejor amiga. No sé porqué, pero si el cómo. III

pepe3122 +1
Apura el relato que quiero escuchar con la otra
EFENEPE
¡Vamos a ver como sigue hoy!
franco0123456789 +1
que buen ritmo tiene esto
EFENEPE
¡Gracias! Hoy espero poder sacar, además de la cuarta, la quinta parte.