Mi esposa y su jefe en nuestra casa

Mi dulce Anita estaba de pie y recostada ligeramente contra el sillón doble en medio del salón comedor. El jefe de su estudio, arrodillado, tenía hundida la cabeza bajo la corta falda del vestido de Ana; mientras sus manos recorrían de arriba a abajo las piernas de mi esposa y terminaban de bajar esa diminuta tanga de seda negra…

Mientras yo preparaba las bebidas en la cocina, el jefe de mi esposa había iniciado una larga y dolorosa noche para mi. 
Ahora podía ver su cabeza bajo la falda de Ana; seguramente su lengua se había enredado dentro de los delicados labios vaginales de mi esposa.

Permanecí en silencio observando como ese tipo seguía con su cabeza escondida bajo esa breve falda; comiéndose el suave clítoris de Anita.

Mientras tanto, yo pensaba en el hecho que nos había llevado a semejante situación esa noche: ese desagradable hombre había tenido a mi esposa como su secretaria durante bastante tiempo en el estudio de abogados y ahora se había producido una vacante para ocupar un puesto más importante. Se lo había ofrecido a Anita, a cambio de una noche de sexo con ella, donde valdría todo… incluso el muy hijo de puta había exigido que yo estuviera presente para ver cómo él se cogía a mi esposa…

De repente el jefe se detuvo y se puso de pie, levantando la breve falda de mi esposa hasta la cintura. Pude ver su magnífico y firme trasero, con su estrecha entrada anal brillando a la luz; ya que ese tipo la había lubricado con su saliva…

El hombre se bajó los pantalones, sacando una verga erecta y bastante grande. Me la mostró sonriendo y yo cerré los ojos para no ver…

Luego se ubicó detrás de mi esposa y flexionó un poco las piernas; mientras tomaba con una mano su dura verga y con la otra abría las nalgas de mi delicada Ana.

Su verga se deslizó dentro de mi esposa con demasiada facilidad…
Ninguno de los dos dijo nada. Ana continuaba con los ojos cerrados sin omitir ningún sonido; solo su boca abierta mostrando una respiración algo agitada. Su jefe suspiraba y gemía, demostrando lo bien que se sentía tener esa verga hundida en la cálida concha de mi esposa…
Me di cuenta que ahora tenia que esperar a que esa pesadilla terminara; por lo tanto, decidí subir a nuestra habitación. Al hacerlo, pude ver que Ana abría sus ojos furtivamente y me pedía perdón por lo que estaba haciendo. Me pareció ver que su bello rostro mostraba algo de incomodidad por tener a ese hombre cogiéndola por detrás; pero ella tampoco podía ocultar el placer que sentía al tener esa gruesa verga entrando y saliendo de su cuerpo…

Me senté en nuestra cama, mientras los minutos parecían no terminar de pasar… Escuchar cuando ese tipo aullaba de placer era un tormento para mis oídos y pasaba por mi mente la imagen inicial de mi delicada esposa siendo penetrada por él.

Luego de la quinta derramada, junté coraje para regresar a la sala.
Anita estaba de rodillas sobre el sofá principal, con su torso apoyado en el respaldo. Yacía ahora completamente desnuda; los jirones de su vestido negro tirados por los rincones, mostrando que el tipo lo había desgarrado a manotazos de su cuerpo…

El hombre seguía penetrándola despacio, con largos y lentos embates.
Cuando yo aparecí en escena, el jefe sonrió y tomó a mi esposa por los cabellos con una mano, mientras la otra bajó a buscar el vientre de Anita. 
Con eso me dio a entender que estaba a punto de derramarse otra vez en ella. En efecto, bastaron solo unos segundos para que él aullara y gritara de la misma forma y con la misma energía como lo había hecho en las dos horas pasadas. 
Su grueso cuerpo se sacudió mientras mi esposa recibía nuevamente su viscoso regalo dentro de lo profundo de su vulva. Transcurrieron todavía unos segundos, hasta que él se aseguró de haberse vaciado totalmente dentro de Ana.

Pasé por detrás de ellos justo en el momento en que le sacaba la verga. Los labios vaginales estaban completamente irritados y enrojecidos, producto del frenesí con el que este hombre la había clavado todo el tiempo.
También la estrecha entrada del delicado ano de Ana estaba enrojecida y el orificio muy expandido. Una gran mancha de semen alrededor me dio a entender que su verga también había penetrado su delicioso culo y había recibido una carga de su semen en el fondo de su ano…

El jefe se puso de pie y se dirigió a la cocina. Me acerqué a Ana para ayudarla a levantarse del sofá. Le alcancé sus ropas destrozadas y ella me besó, para luego encerrarse en el baño.

Un rato después reapareció, vestida con un breve camisón transparente.

Su jefe la miró de arriba abajo, como si todavía no estuviese conforme con la tremenda cogida que le había pegado durante las dos últimas horas.
Ana se despidió con un beso en la mejilla y se dirigió hacia arriba, mientras el hombre clavaba su mirada en el movimiento de sus nalgas al caminar. 

Después de acompañar al hombre hasta la puerta, subí a ver a mi esposa. Sentía que por fin el tormento había finalizado.

Ana se acostó desnuda boca abajo y entonces pude ver que sus dos orificios habían recibido un tremendo castigo; ambos todavía dejaban escapar semen fresco de ese desagradable sujeto.

A la mañana siguiente bajé a preparar el desayuno y un rato después bajó Ana, con la expresión mucho más relajada. Llevaba una tanga roja que apenas cubría su cuerpo. Estaba espectacular… muy deseable.

Le dije que ardía de ganas por cogerla, pero entonces me pidió paciencia, agregando que le dolía todo el cuerpo; en especial la vagina, ardiendo después de semejante cogida que le había dado su jefe…

Pero entones sonrió con cierto cansancio y se arrodilló frente a mí, deslizando mi pijama hasta el suelo. Tomó mi verga entre sus suaves manos y se la llevó a su húmeda y cálida boca. Me dio una mamada infernal, hasta hacerme acabar entre sus labios rojos…

Apenas ella se había incorporado, cuando sonó el timbre de la puerta. Era su jefe otra vez, vestido de manera muy informal.

Le dijo a Ana que esa mañana al levantarse había tenido una tremenda erección pensando en ella y que, la única manera de poder calmarse, era disfrutando un poco más del culo de mi esposa…

Anita comenzó a protestar, espetándole que el trato hablado había sido por una noche solamente. Pero el hijo de puta sonrió, diciendo que todavía estaba a tiempo de pensar en alguna otra persona para el puesto.
Es decir, la estaba chantajeando, para poder sodomizarla otra vez…

Ana me miró y pidió que yo me quedara adentro de la casa, para no presenciar lo que su jefe iba a hacerle. Luego desató los nudos de su tanga, que cayó a sus pies y se dirigió hacia el jardín trasero, seguida por el tipo, que iba arrancándose la ropa mientras no dejaba de mirar el culo de Ana, que se contoneaba por delante de él…

Me asomé por la ventana de la cocina y pude ver que el jefe se acostaba en una reposera con su verga ligeramente erecta; esperando los labios de mi esposa para llegar a la erección plena.

Ana se arrodilló frente a él y zambulló su cabeza en la entrepierna del hombre. Pude ver que él con los ojos cerrados colocaba sus manos sobre la cabeza de Anita, quien se movía cadenciosamente sobre su abdomen dándome a entender que su verga estaba ya dentro de su boca. 

La boca de mi mujercita hizo un trabajo formidable ya que casi enseguida la verga del jefe explotó en la cara de ella, salpicándola con un chorro de semen.

Entonces Ana se puso de pie y guió a su jefe hasta una colchoneta sobre el césped. Allí ella se puso en cuatro, escondiendo su cara dentro de una toalla. El hombre se ubicó entre sus muslos invitantes, tomándola suavemente por las caderas.

Mi esposa colocó sus manos sobre sus nalgas, abriéndolas sutilmente para darle paso a la dura pija de su jefe, quien se la hundió brutalmente en un solo empujón, hasta el fondo. Enseguida comenzó a moverse con frenesí, entrando y saliendo del estrecho culo de mi mujercita…

Como ella había sido penetrada sin estimulación ni lubricación alguna, los gemidos del tipo se mezclaron con los gritos de dolor de Ana al sentir la brutal embestida que le taladraba el culo sin compasión alguna…

Bastaron apenas un par de minutos para que el espectacular culo de mi adorada esposa recibiera otra nueva descarga de semen expulsada por la enorme verga de su jefe…

Yo respiré aliviado cuando ese hombre se conformó con ese polvo rápido y se despidió de mi esposa, desapareciendo con rumbo a la calle. 

Pero por otra parte, estaba seguro de que ese hijo de puta, a partir de ese momento, iba a tener el poder de sodomizar a mi mujer cada vez que se le antojara

0 comentarios - Mi esposa y su jefe en nuestra casa