Que no se entere tu madre . . .

Que no se entere tu madre . . .

 
 
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polvo
filial
 
 
 
 
 
Que no se entere tu madre . . .


Andrea tenía 18 años cuandoStella y yo nos fuimos a vivir juntos en una casa de un barrio cerrado por lasafueras de Buenos Aires. Estaba terminando el colegio y pensaba estudiarmedicina, como yo. Stella no es médica, pero trabaja como recepcionista en unaclínica. Ahí nos conocimos hace diez años y hace seis que vivimos juntos.


Andrea ahora tiene 22 años y le falta uno para recibirse yempezar con la residencia. Hizo una carrera ejemplar, con un promedio de 9 yuna dedicación envidiable. Ni yo, que era bastante estudioso, le había dedicadotanto tiempo a los libros. Era muchísimo más alta que Stella, medía 1.75, teníalas piernas largas y unos muslos torneados perfectos, como de revisa de moda.Tenía los pómulos ampulosos y una boca carnosa que cuando se pintaba los labiosla convertían en una fruta prohibida.


Andrea era delgada pero tenía una espalda y unos hombrosesbeltos que terminaban en un cuello fino. Desde chica le había gustado usar elpelo corto, se vestía con jeans y remeritas cortas y su ombligo era apenas unpunto en un abdomen plano. Tenía unas tetas chicas pero que le caían con graciaporque casi nunca usaba corpiño. Yo casi estaba convencido de que le gustabanlas mujeres y no los hombres porque no la había visto salir con ninguno en loscasi seis años que nos conocíamos.


En todo ese tiempo, salvo algún comentariode alguna película que veíamos en familia, con Andrea casi nunca habíamostenido demasiado diálogo. Se fue haciendo más frecuente cuando llegó el momentode la especialización y de los consejos para las residencias.


¿Es verdad que las guardias son un descontrol, que se pasancogiendo entre todos?, me preguntó una vez a quemarropa después de tomarse unpar de cervezas con un bikini infernal. Tenía un culo durito, bien parado queinstantáneamente me hizo endurecer la pija. Me dio un poco de pudor, pero nuncajamás le dije nada fuera de lugar. “Lo que pasa en la guardia, queda en laguardia”, le respondí con una sonrisa cómplice que fue correspondida por ella.Desde ese día el nivel de picante de algunos comentarios de Andrea empezó aexcitarme y en mi cabeza se instaló la idea de cogérmela, aunque fuera la hijade mi mujer.


La idea se convirtió casi en una obsesión la noche que llegué deuna urgencia a las tres de la mañana y escuché los gemidos de Andrea desde elpasillo porque tenía la puerta abierta y prendida la luz del baño. El espejo medaba un espectáculo magnífico. Andrea estaba en cuatro patas, con el culolevantado y la cara contra las sábanas. Con una mano se metía y se sacaba unjuguete de buen tamaño en la vagina y con la otra se frotaba el culo y se metíauno o dos dedos.


Por el espejo pude advertir cómo mordía la almohada cuando llegóal orgasmo. Era una perra caliente. Quedó exhausta y tardó varios segundos enrecuperarse. Yo me fui en silencio y tuve que masturbarme. Tenía ganas demorderle las tetas, pasarle la lengua por el agujero del culo hasta que mepidiera por favor que la penetrara. Hacía tiempo que no disfrutaba tanto de unapaja y todo gracias a Andrea, mi nuevo objetivo para la cama.


Desde esa noche empecé a ver a Andrea con otros ojos y a tratarde evitar situaciones embarazosas como quedarnos solos en la pileta o verpelículas de Netlfix en el mismo sofá como habíamos hecho infinidad de veces,con ella y su madre. Los domingos empecé a desayunar un poco más tempranoporque solía bajar en corpiño y bombacha a buscarse un café para volver a lacama. Pero lo que yo pensé que era evitable se tornó inevitable.


Ese sábado Andrea estaba feliz porque había aprobado Pediatría,que parecía iba a ser su especialidad, con un 10 y todos los honores. “Podemosver una peli esta noche que hace un montón que no miramos”, nos dijo mientrascenábamos. Yo me iba a excusar, pero Stella me primerió: “vean ustedes sitienen ganas, yo me voy a dormir porque estoy destruida”.


Mientras cenábamos también advertí que se había tomado una deesas pastillas para dormir que la planchaban y no la despertaba nada hasta elotro día. “Dale, no seas malo, veamos una peli para festejar la materia”, meimploró con voz de bebota y las manos juntas como cuando uno pide. Asentí conla cabeza y me fui a servir un whisky. Andrea subió hasta su cuarto y bajó conun pijama de esos que vienen con pantalón y saco. Me pareció que no tenía ropacorpiño y la tanga era un triángulo con una cinta diminuta que le dejaba muchomás paradito el culo. La pija se me hinchó al instante.  Tuve que cruzarlas piernas para que no se notara y le pegué otro sorbo al whisky paradistenderme.


Andrea se sentó al lado mío con las piernas cruzadas en posiciónde yoga. La rajita de su concha se marcaba en el pantalón de algodón del pijamay en su tanguita diminuta. Por sus piernas largas, sus muslos hacían contactocon los míos. Sentí un calor intenso en el lugar que sus piernas se cruzabancon las mías. Esta nena estaba hirviendo.


 “Me convidás un poco de whisky, nunca tomé y me gustaríaprobarlo”. Me dijo apoyándome sus tetitas en la espalda. Sus pezones estabanduros, los sentía a través de mi remera. Le serví un vaso con una buena medidade uno de los escoceses más ricos que tenía. Le puse dos hielos y le dije queintentara saborearlo. “Que no se entere tu madre”, le dije en broma. Y ella merespondió: “lo que pasa en el whisky queda en el whisky”, me dijo guiñándome unojo.


Con el correr de los tragos Andrea se fue aflojando. Me contóque había debutado en el viaje de egresados y que había tenido variasexperiencias no tan positivas con los hombres. “Soy muy fea papi”, me preguntóponiendo los labios como para dar un beso y tuve que contenerme para no comerleesa boca carnosa.


Le dije que no fuera tonta que ella sabía que era una mujerhermosa y que ya iba a encontrar el indicado. Mientras podía le iba sirviendotraguitos de whisky y yo tomando a la par. Me recosté en el sofá y ella seacostó con cabeza en mis muslos. Casi instintivamente empecé a acariciarle elpelo y pude notar que le gustaba por los pequeños suspiros y la piel degallina. El culito le brillaba, tenía unos muslos perfectos y unas piernaslargas y finas. Una muñeca, casi en bolas, mirando una película conmigo los dosborrachos. Nada podía terminar mal….


Mi pija había quedado a centímetros de su cara. Ella tenía sumano entre su cachete y mi muslo y sus dedos a milímetros de mi pene. Con laotra mano me acariciaba las pantorrillas. Noté que sus dedos iban ganandoterreno, centímetro a centímetro fue acercándose hasta la cabeza de mi pija queestaba hinchada y caliente. A punto de explotar dentro de la bermuda.


Por instinto bajé con una de mis manos acariciando su espaldahasta llegar a su culo. Ella aprovechó ese movimiento para hacer contacto conmi pija y en el momento que lo hizo le apreté una nalga, con fuerza. Andrealargó un suspiro y metió su mano por debajo de la bermuda para agarrarlo. “Estácaliente, late”, me dijo y con su mano suavemente empezó a masturbarme.


A esa altura mi mano ya estaba dentro de su pantalón y pudesentir su vagina estaba empapada, chorreando un flujo tibio. Empecé a jugar conmis dedos por arriba de la bombacha, siguiendo la línea de sus labios abiertos.Ella empezó a frotar con más intensidad mi pene y a gemir con el movimiento delos dedos. Corrió la bermuda para arriba y la cabeza de mi miembro quedó aldescubierto. Andrea le dio un piquito y me dijo.


- “Me la puedo comer? Me dejarías probarla? Tenés una hermosapija papi”. Y se metió toda la cabeza en su boca y empezó a jugar con sulengua. “ Vos me podrías ayudar?” Me preguntó y suavemente me desabrochó lasbermudas. Levanté el culo para que cayeran hasta los tobillos y quede sentadocon Andrea observando mi miembro casi con ojo médico que me la hizo poner másdura todavía. Estaba hinchada, se le marcaban todas las venas de la calentura.Había tomado tanto whisky que estaba dispuesto a llegar hasta el final.


Andrea se prendió a mi pija y empezó a chuparla como unaexperta. La recorría de arriba abajo con su lengua y cuando llegaba se la metíahasta la garganta. Le pedí a ella se recostara en el sofá para poder jugar conmis dedos. Sabía que eso la calentaba y estaba a punto de llenarle la boca deleche.


“Qué rica, la quiero toda hasta la garganta, quiero sentir cómome llenás la boca. Es mucho más suave y mucho más caliente que mi juguete.Nunca me había comido una pija así Raúl, pero sabía que alguna me iba a gustar,papi”. Y se prendió de nuevo a mi pija como desesperada. Gemía y me pedía quele metiera los dedos por la vagina y por el culo. Lo tenía lubricado y empecé ajugar primero con uno y después con dos dedos. Con la otra mano le apretaba lacabeza contra mi pija hasta que la nariz rozaba mi pelvis. Eso la ponía loca.“Ahogame de nuevo, ahogame de nuevo con tu pija”, me pidió y antes de queterminara la apreté hasta que hizo presión para arriba. Por la vagina largóunos chorros calientes y estaba más putita que al principio.


--- Quiero esa leche, Raúl, dásela a probar a tu bebota – medijo y el morbo me calentó de tal manera que le lancé un chorro caliente desemen cuando la tenía bien metida en el fondo de su boca. Andrea empezó atemblar con mis dos dedos metidos hasta el fondo de su culo y no dejó dechuparla hasta que mi pija se había puesto blanda. Buscó rastros de leche en mivello púbico y paso la lengua para volver a metérsela hasta el fondo. Me secólos huevos con tremenda mamada y quería más.


 “Yo te hago todo lo que quieras, pero que no se entere tumadre”, le dije y me arrodillé en el piso. Le abrí las piernas y empecé achuparle la concha. La tenía empapada.  Era de un rosa suave y la teníatoda depilada. Era dulce, rica, me dieron ganas de meterle la lengua hasta lasentrañas. Andrea se retorcía en el sofá. Se tapaba la boca para no gritar fuerte.Con mis dedos le daba pequeños pellizcos en los pezones y empecé a lamerle laflor rosa y dilatada de su culito.


 Le metí la lengua hasta donde pude y con la nariz leoprimía el clítoris para calentarla más. Me agarró de la nuca y me apretócontra su concha empapada y empezó a dar pequeños gritos mientras sentía lasdescargas eléctricas del orgasmo. “Me gusta tu lengua Raúl, nunca me habíanchupado así, me gusta que me comas el culo”, me dijo y se dio vuelta paraponerse en cuatro patas en el sofá.  La imagen me volvió a calentar. Asíla había visto esa noche mientras se metía un chiche y se frotaba el culo. Eramucho más lindo de cerca. Le pedí que separara más las piernas y ella paró mássu culo.  Le abrí los cachetes con las dos manos y le enterré la lengua.“¿Te gusta mi culo?”, “¿Lo querés?”


Me paré y le apoyé la cabeza de mi pija entre la la concha y elculo. La tenía dura como una piedra. Tenía piernas largas y sus dos agujerosquedaban perfectos para mi 1.80 me de altura. “Dónde la querés, por adelante opor atrás”, le pregunté mientras se arqueaba como rogando que la penetrara.


“Por los dos” me dijo y con una mano se la acomodó en la conchitaempapada como cuando la había visto meterse el juguete y se la enterró hastalos huevos. “¿Me cogés fuerte Raúl? ¿Me la metés bien hasta los huevos papi?”,me dijo y empezó a golpear con sus nalgas mis muslos  mientras la pija sele enterraba hasta el fondo y salía empapada de sus jugos calientes. Con lasmanos empecé a darle nalgadas, primero más espaciadas y después más intensas.“Se lo merece tu hija putita Raúl, pégame más fuerte”. Le hice caso mi pijacasi no entraba en su cueva de lo gruesa que se me había puesto. Andrea teníarojos los cachetes del culo y se mordía los nudillos entre gemido y gemido.Sentí que acababa porque todos sus líquidos me lubricaron la pija que iba yvenía sin ninguna resistencia.


“Ahora la quiero por el culo papá”, me dijo y no la hiceesperar. Me mojé bien los dedos con saliva con la pija todavía adentro de suvagina y le metí dos dedos hasta el fondo. Lo tenía completamente dilatado ypedía pija. “La quiero hasta el fondo Raúl, quiero que me llenes el culo deleche”, me imploró mientras con sus dos manos se abría las nalgas y el agujerodel culo se le dilataba más y más. “Nunca tuve una pija ahí, quiero sentir comoes”, me dijo y se la metí suavemente, pero sin pausas, hasta que su culo duro yjuvenil quedó contra mi vientre. Se la había enterrado hasta el culo y ellagemía y gemía.


Lentamente, empecé a moverme, fui levantando la intensidad hastaque tuve que taparle la boca por miedo a ser descubierto por su madre. “Dámelatoda, la quiero”. Y le descargué un chorro de leche que le llenó el culo. Ellaacabó también, “Qué rico, qué rico”, decía y me apretaba el miembro con susnalgas. Cuando le saqué la pija, un chorro de leche se le derramó por losmuslos y ella instintivamente lo frenó con sus dedos y se lo llevó a la boca.“Es muy rica tu leche papi, como para andar desperdiciándola”.



Nos sentamos en el sofá y amagamos con seguir viendo lapelícula. No sabía ni qué hora era ni me importaba nada. Me había cogido a lahija de mi esposa en mi propia casa y me había gustado. “Tenemos que verpelículas más seguido. Y tomar whisky juntos”, me dijo Andrea mientras le dabaun trago al puchito de whisky que le había quedado entre los hielos”. Selevantó y cuando le iba a decir que por favor no le dijera nada a su madre, medio un beso apasionado, me acarició de nuevo la pija, se la volvió a meter enla boca y después de chuparla un ratito más, me dijo. “Lo que pasa en el sofá,queda en el sofá”.


shuartze
 
 
 
 
 
 
 
 
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3 comentarios - Que no se entere tu madre . . .

kramalo
muy buen relato...falta la foto del culo de la nena....jeje!
Epico
muy bueno
que ganas de reventar a mi nena así