Los extraños entre sus piernas - V

Los extraños entre sus piernas - V


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Se recomienda la lectura de la primer novela: "Mi prima se viste de novia" para disfrutar mejor de esta historia.


http://www.poringa.net/posts/relatos/3364759/Mi-prima-se-viste-de-novia---Capitulo-1.html


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Esta historia comenzó en el Capítulo 1:


http://www.poringa.net/posts/relatos/3633131/Los-extranos-entre-sus-piernas---I.html



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Los extraños entre sus piernas - V


Belén torció la boca para hacerle creer a su marido que comer leche de otro hombre, no estaba en sus intenciones. Pero era nefastamente falso.

El ver a su marido sometido ante sus celos inútiles, la excitaba de una forma que nunca había imaginado siquiera que iría a sentir alguna vez.

Porque una cosa eran esos celos posesivos, que cortan la libertad de uno, al comienzo, y de la pareja entera, a medida que avanzan. Y otros eran estos. Acá no habría reproches extras, acá simplemente seguían una indicación de un método al que ellos habían decidido entrar para salvar a su matrimonio. Porque si el deseo sexual de uno, o ambos, no lo salvábamos nosotros, el resto ya estaba absolutamente perdido. Solo les quedaba estirar la agonía en una relación que eventualmente iría a terminar. O continuar sin felicidad. Por inercia. Aburrida y triste inercia.

Y ahora, bien sabia ella, Thiago era la principal victima de sus celos. Era él quien los tenía que soportar y no ella. Y ver a su marido en esa situación la calentaba mucho.

-Lo tengo que hacer. – dijo.

Y se llevó a la bombacha con la leche del viejo gordo con guita a la boca. Luego simuló una arcada creada por el supuesto asco, y lamió la tela sucia, una vez tras otra, hasta quitarle el cumulo de semen que le habían dejado.

Ya con la boca llena de chele y saliva, se la mostró de cerca a su esposo, cuidando que ni una gota se derrame.

Hasta por los ojos se leía el mensaje que le transmitía desde de su cara: Es más rica que la tuya.
Para darle más morbo, siguió mi consejo y como si fuese una necesidad, empezó a hacer buches y gárgaras. Volvió a mostrársela y se la tragó despacito, para saborear el gusto y el gesto de su marido al verla comer guasca de otro hombre.

Inmediatamente simuló otra arcada, aunque tal vez ésta haya sido un tanto cierta, y después se apoyó en el hombro de su marido.

-Lo hice porque te amo. – mintió después.

Porque si bien era verdad que lo amaba, no lo había hecho por eso. Lo había hecho para humillarlo y excitarse.

Pero el boludo le creyó, y su cara de preocupación se fue metamorfoseando lentamente en una sonrisa.

Pero debo decirles que en el fondo de nuestras mentes, Guillermina, Julia y yo, sabíamos que esa sonrisa podría transformarse en furia en cualquier momento. Y era esa una de las razones por las que trabajábamos en el anonimato, casi en la clandestinidad. Porque no podríamos aguantar las quejas de nuestros clientes si el reclamo era que los habíamos humillados. Y por supuesto, por otras razones más. Pero menos importantes. Como que tampoco se nos movía un pelo si teníamos que cruzar el límite de la legalidad. Y ni hablar de que cobrábamos en Bitcoins para no pagar un solo peso de impuestos. Ni qué, si nuestro método dejaba tantas marcas en alguna mente débil que decidiese lastimarse o suicidarse, nosotros simplemente desaparecíamos y listo.

Pero la realidad tampoco se las puedo negar, el motivo más importante de nuestro equipo en la oscuridad, es que nos encantaba el misterio. No queríamos terminar presos, por supuesto, pero nos encantaba ser anónimos.

Les dejé un minuto de romanticismo, por decirlo de alguna manera, y les corte el abrazo con un nuevo mensaje. Esta vez lo envié al celular de ambos.

“El resto del día simplemente deberán disfrutar de su ropa, recién usada para el placer de otra pareja. Solo pueden salir del cuarto para comer, pero deberán regresar a la brevedad.”

La operación “Sudor ajeno” ya había comenzado. Y voy a hacer público el mérito de Julia por haberla diseñado. Porque me resultaba sumamente inteligente. Y si además es simple, la inteligencia tiene valor doble.

Es que a simple vista, no muestra nada raro. ¿Qué podía haber de raro en cojerse a su esposa, o a su marido, con su propia ropa y en su propio cuarto? ¿Qué mierda iban a aprender como nuevo, al hacer algo que tantas veces habían hecho? Eran preguntas que nosotros mismos nos habíamos formulado. Y mi prima nos contestó desde su ciencia.

Era una sutil forma de llevarles, a su inconsciente, la idea de que personas extrañas constantemente iban a estar metidas en el medio de su relación. Aunque sea en una opinión, en un pantalón ajustado marcándole el culo a la mina de la calle que camina unos pasos delante de su paseo, o en el bulto marcado del colectivero que le miro las tetas a Belén sin descaro frente a su marido.

Aunque sea en el aire, siempre iban a estar entre sus piernas. Aunque sea en el sudor de su propia ropa.

Y con esa sutileza quisimos demostrarles que no era nada malo. Que aunque quieran o lo ignoren, jamás podrán ser el uno del otro, como tanto insisten las religiones y sistemas más podridos que pueden existir en el mundo. Y que sin saberlo, estaban dando un enorme paso para compartirse, incluso en su sexo, comenzando desde su mente. Porque en definitiva, esos extraños, son seres sumamente familiares.

Y encima les sirvió para encontrar deseos nuevos. Como aquella pollera hippie que Belén tanto usaba y su marido jamás le había dado importancia, hasta que vio que la habían usado otros. Y si ellos la disfrutaron, era cuestión que él mismo le encuentre la parte sexy, que otra persona ya había encontrado. O uno de sus boxer brillante por el jugo de concha seco en su interior, y estirado como si habrían querido romperlo.

Al verlo nomas salió su primer pedido. Casi sin mirarla le dijo a su esposa que se lo ponga, que con eso quería arrancar el nuevo día de placer carnal. Se notaba a la legua que el pibe estaba comenzando a disfrutar del inmenso paraíso que se encuentra en los límites de las diferentes inclinaciones sexuales. La calentura que le nacía al ver a su esposa con ropa interior masculina le explicaba de manera sumamente clara, que nada tenia de malo, que no había absolutamente ningún significado más que el de disfrutar de un juego llamado “sexo”.

E incluso con semejante pelotudez, le dimos una gran lección a toda esa parte de la sociedad que todavía piensa que uno puede transformarse en homosexual o, peor aún, en heterosexual, debido a actos y disciplinas aplicados sobre sus mentes. Sin saber que ir en contra de la naturaleza es la síntesis exquisita de la violación extrema a los diez mandamientos, y hasta muchos más. Porque, claro está, no es la persona que se rinde ante sus deseos quien le lleva la contra. Los únicos antinaturales terminan siendo los que quieren imponer sobre el otro, una opinión propia. Y aunque uno podría pensar que esa gente pertenece al siglo pasado, o al anterior, increíblemente todavía los hay.
Belén accedió de inmediato, y así comenzaron a cojer de nuevo frente a la pantalla de mi notebook. Sobre la pantalla de la notebook de Guillermina parecía, en cambio, que estallaba una bomba.

-Listo me hartaron. – gritó con el sonido de un puñetazo sobre la mesita de fondo. – La mina se cojió al mejor amigo del novio, y se niega a contarle los detalles mientras le chupa la pija. Me hartaron. Esta pareja me hartó. – dijo luego para si misma, con un tono más sarcástico aún.

Se paró de golpe y les ordenó por el celular que se vayan a tomar unos tragos a la pileta. Que utilicen el hermoso día para relajarse y disfrutar del sol. Que más indicaciones recibirían luego.

Logré espiar cuando siguieron la orden. Mi novia salió disparada hacia el cuarto de aquellos clientes y a los 20 o 30 minutos regresó con todas nuestras cámaras y micrófonos.

Jamás supimos el gesto que pusieron cuando sobre su cama encontraron la tarjeta roja que decía “Han sido eliminados del método”.

Julia al ver los nervios de su amiga, se fue a buscar unas cervezas para tranquilizarla. Y yo aproveché para abrazarla y decirle que todo estaba bien, que si así lo había decidido, estaban fuera y era lo correcto. Pero estalló de furia nuevamente cuando le toquetee despacito el culo.

-No me jodas ahora, Rodrigo. No me vengas ni con la apuesta esa de mierda, ni con que me querés romper el ojete de nuevo. – me gritó – Dejame tranquila, que tengo que pensar. – Y se soltó de mis brazos a la fuerza.

Yo caí entonces que en verdad lo que le preocupaba era el futuro, porque para una de las etapas siguientes necesitábamos de esa pareja para intercambiarla con Belén y Thiago. O al menos insinuarlo.

Por esas maravillosas cuestiones de suerte, mi prima regresó justo cuando estaba por proponerle una solución. Entiendo ahora que si le habría dicho a mi novia que yo me ofrecía para chuparle las tetas a Belén mientras le dejaba la pija achicándose en la conchita luego de dos o tres acabadas cada uno, la habría molestado todavía más. Y no, precisamente, por el tema aquel de mantener anonimato.

Mi prima, en cambio, hizo uso de su poder de leerme la mente, pero con más diplomacia.

-Van a tener que tomar su lugar ustedes. – propuso como si nada.

Luego sonrió, sin saber que no era momento para chistes.

Guillermina simuló ni escucharla. En vez de comenzar una batalla de gritos le agarró una lata de cerveza, la abrió y se la tomó de un solo sorbo.

-Tal vez no sea necesarios hacerlos intercambiar de pareja. Ya avanzaron mucho con los celos, y solo necesitamos que la mina se deje romper el culo. – dijo mientras tomaba aire.

Al escucharla, Julia lanzó otra piedra.

-Tanto que hablan de la importancia de compartir, pero bien que cuando tienen que ser ustedes los que se dejen cojer por otra gente, no quieren saber nada. – tiró al aire y se abrió una lata ella, como para darle a entender que no era una reflexión tan complicada de sacar sobre nuestra pareja. – Deberían predicar con el ejemplo. – dijo al final.

No pude evitar pensar en que tenía razón.

Pero, sálveme dios, no iba a decir ni una sola palabra.

Me refugié, sin embargo, en la idea que más fuerte pisaba al encontrar una respuesta: nosotros no lo necesitábamos. Y si, de ser necesario para salvar nuestra relación, lo teníamos que hacer, no creo que habría problemas en intentarlo. Al menos a mí, la pija me crecía disimuladamente mientras imaginaba a Guillermina chupándole la pija a otro tipo. No podía evitarlo.

-Si no predican con el ejemplo, tan seguros no están de su sexualidad. – dijo ante el silencio del cuarto, para que el fuego no se acabe. Y le dio otro sorbo a la cerveza.

Después de todo, era una cuestión sencillamente temporal. Si había algo que todos sabíamos era que mi novia había repartido ya varias chupadas de pija antes. Ya conocía hasta las texturas con la concha de diferentes vergas a la mía. Y yo también tenía en el paladar bastantes gustos de vaginas, de diferentes credos, ideas políticas y hasta diferentes nacionalidades. Y si lo único que diferenciaba al pasado, que estaba aceptado, con el ahora, era solo un contrato informal que habíamos hecho basados simplemente en normas sociales, que queríamos vencer, de ninguna forma podríamos unirnos a ellas.

Y entonces cuando las ideas me parecieron suficientemente claras como para decirlas en voz alta, Guillermina me ganó de mano.

-¿Vos viste lo que es Thiago? – le preguntó furiosa a Julia. – Mira si la mina esta va a querer intercambiar con tu primo.

-Bueno, eso es cierto. – le respondió, ya, para mi mala fortuna, sin ironía. – No se parecen en nada, esa es una dificultad de verdad.

-Claro. Por eso, déjame pensar. Que si no estamos en un problema. – le pidió luego.


Dejé dos o tres minutos que reinara nuevamente el silencio, y no pude contenerme.

-¿Qué tengo yo de malo? – pregunte con sinceridad.

Mi novia me miró como para decirme que me deje de joder. Como si todo seria evidente. Yo empecé a ofenderme, y mi prima notó que merecía una explicación.

-Para intercambiar parejas, uno tiene que leer los gustos posibles de las personas, Rodri. A la mina claramente le gustan los tipos con sangre latina, con el cuerpo trabajado, músculos marcándose en todo el cuerpo, bien machos, ¿entendes?

Abrí las manos para que se crean que no. Que no entendía nada. Que no me sentía afectado por sus palabras. Y mi novia intervino ahora, para aflojar con la tortura que mi autoestima recibía.

-Vos tenés otras cualidades. – dijo. – Pero no creo que, si le caes con ese aire a Ian McKellen en Priest of Love, se excite lo suficiente como para dar ese paso tan importante. Hay que ser sensatos. – pidió para terminar las explicaciones y abrirse otra birra.

Recién cuando empezaron a barajar otras opciones, me di cuenta que hablaban en serio. Y aunque el resultado de mi búsqueda por internet me arrojó unas fotos en blanco y negro de un tipo bastante fachero, debía aclararles, al menos, que en nada me parecía a Ian Mc-algo y que este Ian Mc-yo se levantaba a la mina que quería y cuando quería. Pero si iba a empezar una discusión, lo primero que debía hacer era ponernos en las mismas situaciones de ventaja.

-¿Y vos crees que las tetas tuyas pueden competir con las de Belén? – pregunté al rato, para ver si podía pincharle un poco el ego y desinflarlo, mientras ellas miraban entre las otras parejas que nos habían contratado si encontraban a algún moreno latino que les sirva. – Si juntan sus cuatro tetas no arman ni una sola de las de la mina esta. – acoté al ver que no me habían dado ni bola.

-Rodri, no jodas. Dejame pensar, en serio. – respondió mi novia. Teniendo la amabilidad de besarme la frente – El pibe lo único que necesita para prenderse es que le diga que quiero que me haga la colita, que me gusta por el culo. Y pedirle, con un dedito en los dientes, que lo haga despacio porque con semejante pija tengo miedo de que me lo lastime. – Y a su nuevo beso en la frente le sumó una caricia tímida a mi entrepierna.

Y me rendí, con la chota a medio parar por las palabras y el tono de sumisa de la respuesta de Guillermina. O algo así.

-Bueno, te voy a ayudar a pensar entonces. – le dije.

Me puse de pie de golpe y tomándola de la cintura la levanté del suelo. Sin darle tiempo ni a que emitiese sonido alguno la arrojé sobre la cama, calculando la distancia para que sus pies puedan quedar en el piso, le abrí las piernas y me arrodillé para besarle un poquito la concha sobre la ropa.

-Pará, pará. – se quejó – Que está tu prima.

-Pero Julia ahora se va a bañar y aprovechamos.

Y aunque mis palabras salieron mirándola a ella y un guiño de ojos que en mi imaginación había resultado sumamente sexy, mi prima se acostó a su lado, pero sobre el respaldo.

-No me voy a bañar ni a palos. – sentenció.

Guillermina estiró el cuello para mirarla hacia atrás. Aunque no lo vi, supe que le pidió con la mirada que no sea ortiva y que no le haga perder un deseado y necesario pete de concha. Pero Julia no le dio ni bola.

-Pero entiendo que es por el bien del método, así que si querés chuparle la cajeta, chupasela. – dijo, como negociando. – Pero con ropa, no se desubiquen.

A pesar de que hicimos caso a su pedido, aunque sea un poquito y disimulando, le pude liberar la argollita del shorcito, estirándoselo hacia un costado. Aunque sea para que alcance a darle gusto a mi boca. Mi prima estaba con su celular y nos ignoraba por completo, lo que facilito mucho más poder meterle la lengua tranquilo.

Y entonces: ¡Pum! La magia del sabor saladito y un tanto transpirado, me hizo sentir un genio en un segundo. Tuve una de esas revelaciones que tanto me gustaban. Esas ideas majestuosas que hasta a mí mismo me sorprenden. Me levante de golpe y le envié un mensaje a la parejita para que esta noche se vistan bien, sensuales y prolijos, y que necesitábamos que esperen en la mesa número 26, del restaurante número 8, a las 20:23 pm.

Y luego: otro ¡Pum! Pero este fue por golpe del puño de Guillermina sobre la mesa, cuando le conté lo que se me había ocurrido. Y lo que había hecho.

Inocentemente le expliqué que el último 3 del horario, había sido solo un error de tipeo, pero dio otro golpazo y se tomó la cabeza con una furia pocas veces antes vista.

-Tu brillante idea, ya la habíamos descartado, los tres juntos. – dijo señalándonos - ¡Los tres juntos! ¡Los tres juntos! – repitió varias veces con su dedo acusador bailando al son de las palabras.- ¡Belén no te va a dar ni la hora, pelotudo! ¿Cómo querés que te lo explique? Y tampoco podemos dejarles nuestra cara como prueba. ¿Pensaste vos que pasa si se divorcian? ¿Si la mina se sigue negando y el pibe le viola el orto? ¿Pensaste que pasa con nosotros si ellos saben quiénes somos?

Claro que lo había pensado, pero también una cosa era segura: podíamos decirles que simplemente éramos pasajeros, y si se nos ponía muy jodida la cosa, de ultima, le decíamos que también habíamos contratado al usuario PsyExA, para solucionar cualquier problema que se nos ocurra inventarle en el momento. Y que nos habían exigido que no digamos nada para no eliminarnos.

Y en esta última oración volvió otra vez a señalarme llena de rabia. Pero no dijo nada hasta que no leyó el mensaje que había enviado.

-Completa la hiciste, genio. – escuché de sus labios cuando, ya más tranquila, se sentó en la cama. – “Necesitamos” les pusiste. En plural.

Y todo quedo en silencio.

Al rato Julia se levantó, parecía incluso que ella tampoco quería producir ruido alguno, luego tomó una tarjeta roja y la metió en un sobre.

-Cuando vayan a cenar, sacamos las cámaras del cuarto y les dejo la triste noticia de que han sido eliminados. – dijo

Mi novia asintió resignada. Y ahora el que me volví loco, fui yo.

-Dejen de romper las pelotas. Vamos a cenar, simplemente los halagamos un poco, para que sientan que dos extraños pueden sentir deseos por ellos. Y nada más. Vamos, coqueteamos un poco, nos volvemos y listo.

Guillermina ni me contestó. Le hizo señas a Julia para que cierre el sobre y continuara con su plan de finalizar todo ahí nomás. Al ver que mi prima se disponía a hacerle caso, me volví más loco aún. Se lo saque de las manos y lo rompí al medio.

-Vamos, coqueteamos, nos volvemos y listo. – le repetí. –Va a salir bien. Confíen en mí – agregué, al pedo, al final.

Pero ni yo tenía la confianza como para creer siquiera que las iba a convencer de seguir trabajando en esta pareja. Pero resultó. Y fue el peor error de mi vida entera.

A las 20 exactas mi novia salió del baño vestida como una obra de arte. Se tomó del brazo bajo el traje que me había puesto yo y, todavía sin hablarme, nos dispusimos a ir al restaurante.

Una vez allí su entrecejo se volvió a fruncir al notar que mi mirada estaba fija en el escote de Belén. Eran unas tetas magnificas y disimular era prácticamente un pecado. Es cierto que ya las había visto desnudas y tambaleando. Siendo chupadas y hasta brillantes por algún que otro guascazo recibido. Pero verlas en persona era una maravilla.

No obstante, al ratito nomás, mi novia empezó a aflojar. Y soltó la primera sonrisa espontanea cuando me presenté ante los enamorados.

-Hola, ¿Cómo están? Yo soy Ian – les dije. - Se ve que nos tocó la misma mesa, ¿les jode si nos sentamos acá?

Con un poco de confusión nos dijeron que si, que nos sentemos. Mi novia se presentó como Guillermina y luego de esperar a que le corra la silla hacia atrás, se sentó en su lugar.

Yo, en cambio, nunca llegué a sentarme. Porque apenas quité un brazo del saco la vi corriendo desde lejos hacia mí. Con carita de nena y vestida, como siempre, pareciéndose a una colegiala.

Lo primero que sentí fue alegría, no puedo mentirles, porque esa rubiecita a la que le había roto el culito antes que la concha, y luego me había desvirgado enfrente de su papá, de quien todavía conservaba su bombachita sucia en mi colección, me había caído realmente bien. Pero luego sentí un poco de miedo de provocarle un infarto a mi novia.

La minita corrió y corrió. Y cuando me alcanzó, se lanzó a mi cuerpo como si fuese un monito pajero. Instintivamente la tomé de la cintura y otro escalofrío me recorrió el cuerpo cuando, por sobre su hombro, pude ver cómo le había dejado el culo bajo la pollera apoyado justo a la altura de la cara de mi novia. Y encima me besó. Y yo le respondí el beso con un lengüetazo que, ahora si voy a mentirles por un tema de seguridad propia, también fue un mero reflejo.

-¡Rodrigo! ¡Qué sorpresa! – gritó Lihuén, completamente borracha. – ¡Decime que viniste con tu prima Julia! ¡Y que nos vas a hacer la cola a las dos juntas, otra vez!



Continuará...



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