El padre de mi hijo...

Después de haberle confesado que es el padre de mi hijo, creí que Bruno se tomaría unos días para asimilar la noticia. Pero no fue así. 
Esa misma tarde, luego del telo, me escribió para decirme que la había pasado muy bien conmigo y hasta me agradecía por haberle hecho olvidar, aunque solo fuera por ese momento, todo lo referente a su conflictivo divorcio.
A partir de entonces empezamos a mandarnos cantidad de mensajes con emoticones de besos, corazones y abrazos. Hasta que en uno de ellos me dice que quiere verme de nuevo. 
-Yo también quiero verte...- le respondo, ya que la constante comunicación que estábamos teniendo no hacía más que incentivar ese deseo que ambos expresábamos.
La verdad sobre su paternidad lo afectaba no solo a él, sino a mí también, ya que de repente fui conciente de que tengo un hijo con otro hombre. Un hijo nacido de una relación extramatrimonial.
Una cosa era antes, cuando nadie lo sabía, y podía seguir manteniendo el secreto sin pensar en las consecuencias, pero ahora que él ya lo sabe, recién me estoy dando cuenta de las implicancias de todo esto. Una de las cuáles es que estaré unida a Bruno por el resto de mi vida.
Puedo separarme de mi marido hoy mismo que entre nosotros no van a quedar más que recuerdos. Y los recuerdos se van borrando con el tiempo. En cambio con Bruno me une algo mucho más fuerte, nada más y nada menos que una vida que engendramos juntos, una personita que tiene algo suyo y mío, y por la cuál en algún momento tendremos que hacer concesiones y pagar el precio por algo que hicimos mucho tiempo atrás.
Por eso es que durante todos estos años, para no poner en riesgo mi matrimonio, traté de alejarme de Bruno, de no tener ningún contacto con él. Las pocas veces que nos vimos fueron encuentros fortuitos, como el de el Ateneo, pero ahora, sabiendo que tenemos un hijo en común, los dos nos buscamos. Queremos estar juntos, compartir momentos, ser los padres que el Ro no puede tener, por lo menos no por ahora.
-Yo puedo esta noche...- le propongo luego de evaluar distintas alternativas.
La oportunidad era inmejorable. Mi marido volvía de Mendoza al otro día, tras lo cual nos iríamos a Mar del Plata por una semana. Así que si no era esa noche, tendríamos que esperar hasta que volviéramos, y yo no quería esperar. Además, la ausencia de mi marido no solo nos permitiría echarnos un polvo, que era lo que ambos estábamos buscando, sino también cenar, dormir juntos y mejor aún, disfrutar de un apasionado mañanero. 
Jugar, aunque solo fuera por una noche, a ser marido y mujer.
De mutuo acuerdo arreglamos que nos veríamos en su departamento, un dos ambientes amueblado que se alquiló en el Microcentro, hasta que se defina todo lo referente al divorcio.
-Quiero dejarle lo menos posible a esa hija de puta- me había comentado en algún momento respecto a su esposa.
Sé que en estos tiempos la sororidad nos alienta a ser solidarias con otras mujeres en situación de conflicto, pero ¿qué puedo decirles?, Bruno es mi hombre, mi macho, el padre de mi hijo, mi fidelidad es para con él. Además, en éste asunto, yo soy la "otra", la amante, y aunque no haya tenido nada que ver en el tema del divorcio, al tener un hijo suyo, ya no puedo ser objetiva al respecto.
Con motivo de los pasos a seguir en algo tan delicado como lo es una separación cuándo hay hijos de por medio, Bruno tenía a última hora de la tarde, una reunión impostergable con sus abogados, así que para que no tuviera que esperarlo en la calle o en algún otro lado, me mandó por Glovo las llaves del departamento. La dirección ya me la había escrito por Whatsapp.
Para las nueve de la noche ya había llevado al Ro a lo de mis papás, y tenido la habitual videollamada que tengo con mi marido cuando está de viaje. Así que a partir de ese momento, y por toda una noche, sería de otro hombre.
Al vivir solo, Bruno no se cocina, así que cuando llegué al departamento, llamé a un restaurante peruano que está cerca, cuyo teléfono estaba pegado en la puerta de la heladera, tal como me dijo. Pedí un lomo saltado para él y papa a la huancaína para mí. Para acompañar un Pinot Noir exclusivo de la bodega personal de mi marido, que había traído conmigo.
Tras preparar la mesa, doy una vuelta por el departamento, de curiosa nomás.
En el cuarto la cama está sin hacer, tal como se levantó, la dejó. Me acuesto y me envuelvo con las sábanas, oliéndolas, sintiendo una punzada de celos al imaginar cuántas mujeres habrán desfilado entre ellas. Si casado ya era un mujeriego incurable, ahora separado no debe dejar títere con cabeza.
En un extremo de la cama se encuentra amontonada la ropa que parece haberse puesto el día anterior. Al verla se me ocurre una idea. Por ser una noche especial, se merece que lo espere de una forma especial. 
Me levanto, me saco toda la ropa, y me pongo encima su camisa usada, todavía impregnada con el aroma de su piel.
Todavía falta un rato para que llegue, así que me toco un poquito, entrando ya en clima para lo que habría de suceder un rato más tarde.
Cuando suena el portero eléctrico corro a abrirle, con el corazón galopándome a mil por hora. Lo espero con la puerta entreabierta, sintiendo mis pezones ya duros e inflamados. 
-Si sabía que me estabas esperando así...- no termina la frase porque lo agarro de la corbata y atrayéndolo hacía mí, le cubro la boca con la mía.
El beso que nos damos, o mejor dicho, que yo le doy, revela el estado desesperante en que me encuentro.
Entramos sin soltarnos, besándonos con esa urgencia y avidez que nos sobrepasa siempre que estamos juntos.
Me había abrochado la camisa apenas con dos botones, pero él los hace saltar por los aires, dejando al descubierto mis pechos llenos de pasión.
-Creo que la comida va a tener que esperar...- me dice al ver la mesa puesta y los platos prestos a ser calentados, tras lo cual hunde la cabeza y me come las tetas.
Mientras él se deleita lactando, le toco la pija por encima del pantalón, sintiéndola crecer y endurecerse bajo el influjo de mis caricias.
Cuándo ya su ropa no puede soportar más la presión, se desabrocha el pantalón y se lo baja, ofrendándome una erección de dimensiones superlativas.
-¡Mi amor...!- exclamo, cayendo de rodillas ante esa divinidad encarnada que late con pulso propio.
Se la agarro con las dos manos y se la chupo con el entusiasmo y frenesí que se merece semejante maravilla. Le chupo hasta los huevos, comiéndolos con pelos y todo, sintiendo en su interior esa vibración que provoca la calentura.
La tiene a punto de estallar, toda ensalivada, así que me levanta de un tirón, me sienta sobre la mesada y avanzando por entre mis piernas, entra a cojerme con esa pasión que no tiene freno ni parangón cuando estamos juntos.
Somos dos animales en celo, voraces, hambrientos, bestias primitivas que solo conocen un lenguaje, el del sexo, y lo expresamos plenamente, sin barreras ni prejuicios.
Bruno no aguanta mucho más, acaba con una fuerza que parece querer arrasarme todo por dentro. De solo sentir su orgasmo, acabo yo también, hecha un manojo de espasmos y contracciones. Casi sin respiro, aún jadeantes, nos buscamos las bocas y nos besamos, frenéticos, desesperados.
Mientras voy a enjuagarme la concha en el bidet, Bruno se encarga de servir la comida. Luego del polvo los dos seguimos hambrientos, de comida está vez.
Mientras comemos hablamos de todo, de su día, del mío, una charla como la de cualquier pareja a la hora de la cena. Hasta que deja los cubiertos en el plato, y mirándome fijamente, me dice:
-Hasta comiendo te veo sexy...-
Dejo mis cubiertos, me limpio con la servilleta, y mirándolo también, le digo:
-¿Se te puso dura de nuevo?-
Asiente con un gesto aunque no hacia falta, ya que era una pregunta retórica. Siempre que estamos juntos, es habitual que él esté con la pija parada y yo con la concha mojada. Como que nuestras sexualidades se potencian la una a la otra, por eso es que cada vez que nos vemos, sea dónde sea, nos terminamos cojiendo. Cómo ahora.
Bruno se levanta, me toma de la mano y me lleva a su habitación. Aunque acabamos de echarnos un polvo, las ganas de cojer que tengo se me traducen en unos chorritos de flujo que, desde el interior de mi sexo, me corren muslos abajo.
Nos echamos sobre su cama, sobre las sábanas revueltas y nos besamos con renovada fruición, apretándonos, sintiéndonos, esparciendo el fuego de la pasión por todo el ambiente.
Ahora me chupa él a mí, me come la concha con una voracidad que me la deja hecha agüita. 
Se levanta, se pone en bolas y ostentando, una vez más, una erección de imponentes dimensiones, se me echa encima y me la vuelve a poner con esa exquisitez digna de un cojedor nivel Premium como él.
¡Que manera de bombearme, por Dios! No exagero si digo que Bruno cada vez me coje mejor.
Rodamos sobre la cama y cuando quedo yo encima, su cuerpo aprisionado entre mis piernas, lo cabalgo con todo el ímpetu de mi lujuria. Ahora soy yo la que no le da tregua, saltando como si estuviera en una cama elástica, haciendo que mis tetas se muevan como un par de cocteleras.
Tratando de recuperar de nuevo el control, me da la vuelta, tumbándome sobre mi espalda y reanuda esos embistes que ya se convirtieron en mi máxima adoración. Me la mete bien adentro, bien profundo, empujándome las bolas contra los gajos para llenarme de pija hasta el último rincón posible.
Luego, dejándome ya bien cojida, me da la vuelta y me la mete por el culo. Con las manos me abro las nalgas para que tenga un mejor acceso, sintiendo que me empieza a serruchar como si no tuviera fondo.
La delicia es total, absoluta. No puedo contenerme más y acabo en un mar de suspiros y jadeos, sintiendo enseguida como la leche sale disparada como un chorro a presión, pasando a formar un nuevo caudal dentro de mi cuerpo, cálido, espeso, arrollador.
Bruno se derrumba sobre mi espalda, jadeante, sudoroso, descargando todavía en mi interior lo últimos resabios de su orgasmo. Cuando sale y se echa a un costado, nos abrazamos y besamos con esa pasión que ya no podemos controlar.
Hablamos durante un buen rato, de nosotros, de lo que nos pasa, le cuento algunas de las travesuras del Ro, de lo buen alumno que es, de lo mucho que le gustan las matemáticas.
-Digno hijo mío...- resalta al escucharme, ya que Bruno es Contador Público matriculado.
Luego nos quedamos dormidos, tan profundamente, que al despertarme tardo varios segundos en darme cuenta que no estoy en mi cama y que quién duerme al lado mío no es mi marido.
Todavía está amaneciendo, así que me levanto, me pongo una camisa suya, la última que usó, y voy a la cocina a preparar el desayuno. Café y tostadas.
Estoy lavando lo de la noche anterior, regocijándome todavía en el buen sexo que tuvimos, cuando siento que me apoya por detrás, rodeándome con sus brazos. 
-Te me escapaste...- me susurra al oído.
-Jamás voy a escaparme...- le aseguro, y llevando la mano hacia atrás, le agarro la pija.
Está desnudo, con una media erección que, de solo frotarse contra mi cuerpo, se vuelve completa, total, absoluta. 
Quiero darme la vuelta y postrarme a sus pies para chupársela, pero no me deja. Me retiene contra la pileta de la cocina. Con sus rodillas me separa las piernas y me avanza por detrás, primero deslizándose por entre mis nalgas, recorriéndome la zanja, para luego clavarse de a poco en mí. Pedazo a pedazo. Haciéndome sentir como me va llenando con su carne.
Me reclinó sobre la pileta y, abriéndome de cantos, me entrego de nuevo a él, disfrutando entre placidos gemidos ese vendaval de vigor y testosterona con que me somete.
Con sus manos bien agarradas a mis pechos, me bombea con todo, fundiéndose en mi interior, adosando cada trozo de verga a mi ardiente intimidad.
Resulta delicioso que te cojan así, de parada. No cualquiera puede, pero Bruno tiene amplio dominio en ese aspecto. Me la mete toda, dejando afuera solo las bolas y los pelos, proporcionándome esa sensación de ensamble total y completo que solo un buen garche te puede dar. 
Me muevo yo también, disfrutando cada golpe, cada empujón, hasta que el orgasmo me impacta con tal fuerza que hace que mis piernas flaqueen. Estoy en pleno goce, sintiendo como esa ráfaga de sensaciones se extiende por todo mi cuerpo, cuando me saca la pija de repente, me da la vuelta y haciendo, ahora sí, que me ponga de rodillas delante suyo, me acaba en la boca. 
Resulta prodigiosa la cantidad que eyacula, sobre todo teniendo en cuenta los polvos que nos echamos la noche anterior, pero pese a lo abundante de la descarga, me lo trago todo. Solo un hilo de semen, que se me escapa por la comisura de los labios, se derrama sobre mis pechos.
Me empalago de guasca, saboreándola primero, para luego dejarla correr por mi garganta, espesa y grumosa, tibia, disfrutando como pasa a formar parte de mi organismo. Una tan importante, como lo son mi sangre y mis fluidos vitales.
Me levanto y voy al baño. Me enjuago la boca, me lavo los dientes con su cepillo, y me limpio la leche que me chorrea por las tetas. Vuelvo y entonces sí, desayunamos juntos, compartiendo un momento de padres y esposos, como si la vida nos hubiera unido entre nosotros y no con otras personas.
Luego nos duchamos y nos vestimos, saliendo del departamento tomados de las manos. En la puerta nos despedimos con un beso que no necesita traducción, ya que ambos sabemos muy bien lo que sentimos.
Él se va hacia su cochera, y yo me tomo un taxi, dando por finalizado ese sueño que supimos compartir. Sentirnos por un momento, marido y mujer. Claro que sí de verdad lo fuéramos, seguramente él me metería los cuernos a mí y yo a él. Y hasta quizás el Ro no sería suyo, sino de alguien más. 
En mi caso la infidelidad no es una circunstancia, sino un modo de vida, me gusta estar con otros hombres, disfrutar de otros sabores, sentirme viva y empoderada a través del sexo.
Cuando era chica me acuerdo de haber escuchado en un programa que estar con una sola persona es como tener un televisor con un solo canal. Me quedó grabada esa frase. Porque yo soy de ésta era, de éste siglo, dónde hay cientos de canales de aire, de cable y hasta de streaming. 
Con tanta oferta, ¿porqué me limitaría a elegir sólo uno? Después de todo, en la variedad está el gusto...





























































18 comentarios - El padre de mi hijo...

MIsko-Jones
maravilloso relato de vez en cuando tu sentimientos te traicionan y rompes tus reglas de infiel

besps Misko
furtivo2017
"En mi caso la infidelidad no es una circunstancia", es un gran titulo . Nada es lo mismo acá, sin tus relatos , los que leo desde siempre
Desert-Foxxx +2
Le detectó poco tiempo a tu matrimonio si seguís así.
Sute41
@Maritainfiel, como siempre excelente tu relato.. PORINGA, no sería lo mismo sin tus experiencias. Besos y puntos...
Kronostdf
sos un infierno como me facinan tus pos !! solo agregales unas fotos tuyas y quedaria una bomba !!
gust7387
Como siemrpe un deleite tus relatos. saludos
pablooo_2
Excelente relato... y que buena forma de reflejar la calentura, pasión, y desesperación del momento!!!
Marc_2
Hay amor ahí después de todo.
nachonchon
muy pero muy buen relato! lo amas pero lo queres de amante. nada mas . tremenda reflexión final.
me encantó!
javier1371
MaritaInfiel, tus relatos son una delicia. La forma en que escribis, lo que trasmitis, de verdad son excelentes. Este, esta sobre todos! Besos.
chelocabito
excelente relato como siempre!!!lo que si noto que Bruno es el unico que te hace pensar la idea de separarte de tu marido y es la 1ra vez que siento que hasta lo pensaste
manuser1 +1
Segui cogiendo sin preservativo, seria ideal tener un segundo hijo con él. Pero tendrías que hacerlo de nuevo en tu cama matrimonial, más morbo 😉
Pervberto
Calentura con más dimensiones.
dantraloco
Eso mismo pienso yo. ¿Un solo canal? ¡Qué estamos en el s.XXI¡ ajjajaa
Van ocho puntos.
gerardoriker
me volves loco lo que dariapor hacerte el amor
visiopro
lo que mas me calienta es que sos productora de seguros.. no se porque ese fetiche..