Otro de trans

Un mes más tarde me hallaba en su ciudad con la excusa de recoger personalmente un paquete para mi trabajo y quedamos en vernos en una céntrica cafetería; era muy vergonzosa y apenas me había mandado un par de fotos en las que apenas se podían adivinar sus rasgos físicos, más allá de una brillante melena oscura una piel blanca...
Otro de trans

Estaba tan nervioso que llegué 15minutos antes a esa cita y me senté en la mesa desde la que mejor se veía la puerta; entraron muchas chicas jóvenes que se parecían a la que yo esperaba, pero ninguna se acercó a mi mesa. Empezaba a pensar que esa mujer era en realidad un hombre que se había reído de mi y que en alguna conversación telefónica que habíamos mantenido, sería su novia o su hermana la que se hacía pasar por dueña de aquel y, cuando me estaba empezando a sentir estúpido, Ana hizo su aparición.

En ese momento me di cuenta de que la mujer que venía hacia mi daba mil vueltas a la de la foto. Ana era morena, con larga melena que caía sobre sus sonrojadas mejillas; sus ojos marrones se clavaron en los míos y me llegaron al alma, mientras sus labios carnosos esbozaron una sonrisa que dejaba entrever una dentadura perfecta. Su cuerpo era escultural, cubierto por unos apretadísimos vaqueros y una camisa blanca cuyos botones superiores iban desabrochados y dejaban bastante a la imaginación... no me creía que semejante monumento se hubiera cruzado en mi camino, ni en mis mejores sueños podría tener a una mujer así.

No sabíamos si saludarnos con dos besos o fundirnos en un abrazo, dado el tiempo que llevábamos hablando... optamos por lo segundo.

Aquella tarde fue maravillosa, me enseñó la ciudad y ambos nos dimos cuenta de que nuestra relación iba más allá de conversaciones por internet, hasta que llegó la noche de aquel sábado y por tanto, la hora de cenar.

Me había molestado en buscar un restaurante con buenas referencias y la invité a cenar, luego nos fuimos a tomar unas copas y entre canción y canción, nos acabamos besando... todo ocurría tan deprisa...

La invité a mi habitación en el hotel y ahí fue donde se rompió la magia, ya que me dijo que no podía mantener más la mentira y que no podía venir conmigo. Imaginé que tendría novio y yo solamente era un pasatiempo para esa noche, pero quería estar con ella, así que le dije que por lo menos viniera y sin ningún miedo, me contase toda la verdad tomando la última en mi habitación... si esa amistad tenía que acabar esa noche, al menos que fuera hablando, como dos personas adultas.

Ana dudó unos segundos y al final aceptó venir conmigo.

Por el camino saqué el tema del juego, para no incomodarla, pero al llegar a la habitación, intenté besarla por última vez y me dijo que yo no podía querer a una persona como ella, pues no era como yo creía que era; no lo entendí del todo, pero con la mejor de mis sonrisas, tomé sus manos entre las mías y las besé, diciéndole lo bien que me lo pasaba con ella, lo mucho que me importaba y que, aunque no podía decir si estaba enamorado de ella, sí sabía que esa noche quería pasarla entre sus brazos.

Ella soltó una lágrima, me acarició la mejilla y me besó en la frente, diciéndome que nunca nadie le había dicho nada tan bonito y sincero; yo aproveché la situación y le devolví ese beso, pero en los labios. Aquello se convirtió en un duelo de caricias y lenguas que recorrían bocas y cuellos, dos cuerpos calientes que buscaban caricias, besos, lenguas...

Nos abrazamos y pude sentir su calor; ella se apresuró en quitarme la camiseta y dejar mi pecho al descubierto, acariciando y besando cada poro, mientras yo intentaba en vano desabrochar los botones de su camisa. Me empujó y caí de espaldas sobre la cama, convirtiéndome en espectador de un striptease en el que se quitó la camisa y el sujetador, para acabar tumbada sobre mi y fundirnos en otro largo beso. Acto seguido, me quitó el pantalón y se encontró con un pene erecto que parecía que iba a estallar, lo rozó con sus manos y yo sentí que no tardaría mucho en acabar, así que agarré sus manos y le dije que quería más besos.

Hábilmente rodé hasta acabar encima de su cuerpo; mi lengua y labios recorrieron cada centímetro de su cuello y sus pechos, jugué a mordisquear y pellizcar aquellos pezones erectos que hacían gemir a aquella mujer y hacer que su espalda se arqueara hasta límites insospechados.

Fue entonces cuando decidí seguir bajando y, entreteniéndome en su plano vientre, desabroché con facilidad el cinturón y el botón que me separaba de sus bragas.

En ese momento, los gemidos cesaron y Ana incorporó rápidamente y puso las manos sobre el pantalón, impidiéndome continuar con mi tarea; yo, que no quería obligarla, me puse de rodillas y le pregunté si estaba bien, si quería continuar, aclarando que ella ponía los límites.

Tardé un rato en reponerme y entender aquella sutil indirecta que me había lanzado antes de empezar a desnudarnos: Ana no era una mujer, al menos, no una mujer completa

Ana me miró y me besó, empezamos otro juego de caricias que rápidamente volvieron a empalmar mi miembro flácido.

Ana se quitó sus pantalones y pude ver su bulto a través de la tela de sus bragas; aquella imagen fue extraña, pero su extrañeza me producía aún más atracción.

Mientras yo pensaba en lo que estaba viviendo en ese mismo instante, Ana besó mis labios y terminó de desnudarme, lanzándose como una fiera a mi pene, que pedía atenciones. Un solo roce de su lengua me provocó una corriente de placer que sacudió todo mi cuerpo y me apresuré a decirle que no quería terminar tan pronto, petición a la que ella contestó con un beso en los labios y un "no te preocupes mi amor, aún nos queda mucha noche por delante", volviendo a ese trabajo oral que había pausado para atender mi petición.
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Su lengua pasó lentamente por mi glande, haciendo círculos; de pronto, mi pene desapareció en su boca y su poder de succión me provocó escalofríos en todo el cuerpo, se notaba que sabía lo que hacía. Nunca en mi vida había tenido una amante que me diera placer oral como el que Ana me estaba dando, ella subía y bajaba con su lengua, abarcando todo el grosor y longitud de mi herramienta, mientras me miraba fijamente a los ojos y podía ver y sentir cada palpitación, cada escalofrío...

Avisé de mi orgasmo, pero ella me guiñó un ojo y siguió chupando... tuve el orgasmo más intenso de mi vida, soltando tal cantidad de semen que bañé toda su boca y cara, derramándose mi leche sobre sus pechos. Ella tragó sin dudarlo y limpió mi pene hasta dejarlo como los chorros del oro, luego se fue al baño para terminar de limpiarse y yo caí rendido sobre la cama, con una tremenda sonrisa y todavía preguntándome cómo había llegado hasta ahí.

Cuando Ana volvió, se tumbó a mi lado y me besó con ternura; yo me sentí en la obligación de devolverle aquel favor sexual y volví a la carga con besos y caricias, con mordiscos en los pezones y lamidas en el cuello, mientras que mis manos bajaban lentamente por su culo.

Ella sonrió y apartó las manos, así que me puse sobre ella y lentamente la despojé de la única prenda que le quedaba, dejándola completamente desnuda.

Aquella imagen era rara, pero excitante, así que con más curiosidad que miedo, empecé a recorrer su cuerpo desde los pies, acariciando y besando cada poro de su piel, subiendo por cada pierna.

Sus hábiles manos buscaron y encontraron mi herramienta, ya erecta y chocando contra su culo. lo acariciaron y en ese momento sentí la necesidad de probar aquel manjar, así que me tumbé sobre ella y la volví a besar, mientras notaba el tacto de nuestros penes y nuestras manos masturbándonos mutuamente.

Fue a su bolso y sacó un pequeño tubo de lubricante, el cual dejó sobre la mesita; me dijo para qué servía y yo la atraje hacia mi tirando de su brazo. Colocándola bocabajo y yo sobre su espalda, comencé un juego de lengua en torno a su orificio con el que arranqué más de un gemido, lubriqué con mi saliva todo su agujerito y mis dedos lo fueron abriendo lentamente, sin prisa, acompañados por sus movimientos de pelvis, hasta que acabó colocada a 4 patas, a mi total merced.

Con mucho cuidado y tras ponerme un condón, puse la cabeza de mi pene en la entrada de su ano y penetré. Ana me agarró y me dijo que le dejara hacer, así que obedecí y vi como su cuerpo iba enterrando mi herramienta en su culo, mientras apretaba su esfínter para que notara la fuera de sus músculos en torno a mi pene... era excitante, pronto nos vimos en un frenético vaivén de cuerpos, los dos gritando como animales en celo, penetraba con fuerza su culo.

Entre gritos, me pedía que la avisara antes de correrme, cosa que hice; ella se separó de mi y se giró para recibir gustosa mi segunda descarga de la noche, menos abundante, pero orgasmo de igual intensidad que la anterior. Con toda mi descarga en su boca, tragó.

nos fundimos en un largo beso y acto seguido nos abrazamos, frente a frente y con mi cabeza en su pecho, para recuperar las fuerzas de aquella intensa noche de sexo.


Saludos,

3 comentarios - Otro de trans

Osval2233 +1
Me gusto mucho tu relato me ubiese gudtado estar en tu lugar t van los 10
Kronostdf
tremendo !! pon mas fotos de esa tremenda mujer !!
gust7387
Muy buen relato y mejor noche pasast3pasaste