La inquilina del 5°B. (Real)

Hace 4 años me había quedado desempleado y, por intermedio de un amigo, entré a trabajar de portero en un edificio de Palermo. Más precisamente en la calle Bonpland. Al estar en reparación el último piso (donde me correspondía alojarme) tuve que vivir los dos primeros meses en el 5°A, aprovechando que estaba desocupado y por decisión del consorcio. Era un departamento muy lindo y cómodo, con algunas refacciones por hacer.
Mi horario empezaba a las siete de la mañana, lo primero que hacía era barrer las escaleras (piso por piso), lustrar los ascensores de arriba hacia abajo, dejar impecable el hall de entrada y baldear la vereda. Todos los inquilinos, sin conocerme me daban el "buen día" y la aprobación por el trabajo bien hecho. Yo, como buen águila, ya le había echado el ojo a algunas vecinas que estaban perrísimas. La primer semana vastó para que todo el edificio me conociera.
Un viernes a la noche, tocan el timbre (ya había terminado mi horario) era pleno diciembre y yo, como siempre que estoy en casa, estaba en boxer. Abrí, quedándome detrás de la puerta por las dudas, era mi vecina de piso que se llama(ba) Patricia. Una señora de 43 años, recientemente separada y madre de una hija de mi edad, que vivía con ella.
- Hola, Matías. Ya sé que no es tu horario, disculpame. Pero, ¿tenés unos minutitos? Necesito que veas algo.
Yo, como todo empleado nuevo:
- Sí, claro. Dame un segundito que me cambio y voy.
Me pongo una bermuda cualquiera, agarro la caja de herramientas y salgo. Ella había dejado la puerta entreabierta, igual golpeo.
- Pasá, pasá. No tengas miedo. - Grita desde la habitación y se ríe.
Entro, cierro la puerta y se acerca caminando.
- Ay, perdón que estoy así de entrecasa! Sabés que el lavarropas no me funciona, se traba, no sé que le pasa. ¿te fijás?
Tenía puesta una bata de toalla blanca, que llegaba un poco más abajo de las rodillas. El cinturón le apretaba las caderas y marcaba perfectamente sus curvas.
- Si, claro. A su servicio! - reímos juntos.
Me dice que la siga y me lleva al lavadero, yo camino detrás y no puedo parar de mirar como se le marca la cola, ni de imaginar si tiene algo puesto debajo. Sentado en el suelo, desarmo el frente del lavarropas y ella se acerca a ver cómo iba todo.
- Pueden ser estas plaquetas las que están quemadas. - le digo, señalando con el mentón el lavarropas.
Ella cae en la trampa y se agacha a ver, la bata se abre un poco a la altura del pecho y puedo ver que no tiene corpiño. Tiene unas pequeñas y hermosas tetas blancas, y ya puedo imaginar que los pezones deben ser rosados y grandes.
- Bueno, fijate y decime lo que necesito comprar. Mañana si tenés otro ratito venís y lo ponés. Ahora terminá tranquilo. - Tiene una voz suave y su manera de hablar tan delicada hace despertar mi pito.
Me fijo lo que hace falta, y empiezo a armar y ensamblar de nuevo las piezas. Por el pasillo puedo verla en el living, está sentada en un sillón de una pieza, con las piernas estiradas, apoyadas en una mesa ratona. Me mira de golpe y me pesca embobado mirando sus muslos, yo me hago el tonto y me levanto. Voy hacia ella, le digo lo que tiene que comprar, me saluda y me voy.
- Gracias nene, sos genial. Mañana te espero!
Fui al mediodía del día siguiente y ella no estaba. Me atendió la hija y me hizo pasar. Mientras yo arreglaba, la piba se quedó todo el tiempo en su cuarto escuchando música.
En el tender hay varias tangas colgadas, hilos bien finitos, que estoy seguro: son de ella. Miro que no venga la hija, agarro una y la huelo profundamente, la suelto, termino el trabajo y me voy.
Después de una semana y por orden del maldito consorcio, tuve que mudarme al departamento del último piso, donde por la ventana de la cocina se podía ver la terraza. A mí me gusta mucho la lectura, así que cuando terminaba mi turno matutino, después de almorzar, sacaba una reposera a la terraza y me sentaba a leer. Reconozco que también era una excusa para que me vea la veterana, que subía todos los días a las tres de la tarde a tomar sol.
Ese día sube, con la bata blanca puesta y otra toalla en la mano. Yo la miro por la ventana, como varias veces lo había hecho anteriormente. Tira la toalla en el piso, se recuesta boca abajo y se desprende la parte de arriba de la maya. Se queda un buen rato y ahora se pone boca arriba. El corpiño de la maya es de esos bien finos, en forma triangular, que hace que sus pezones resalten. Dejo de espiar y saco la reposera afuera para sentarme a "leer". Ella me escucha y levanta la cabeza para pispear, me ve pero no se mueve. Agarra el bronceador, lo desparrama en sus manos y empieza a embadurnarse el cuerpo con mucha sensualidad. Primero los brazos, el abdomen, las piernas y la cara. Patricia, aparte de ser abogada, es deportista y se mantiene muy bien. Sus piernas son gruesas, tiene una cola gigante y espectacular, que termina en una cintura fina y delgada y unos pequeños pechos.
Se levanta haciendo de cuenta que no me había visto, se agacha para agarrar la toalla, el bronceador y la bata del suelo, con la cola hacia donde yo estaba sentado. No puedo dejar de mirarla por encima del libro. Ella se acerca caminando.
- No me estabas mirando vos, ¿no? - bromea.
- No, no. Estaba leyendo justo! Bueno, un poco sí, te vi.
- Es que soy tan blanca! Tengo que tostarme un poquito, sinó los hombres no me van a dar bola.¿no?
- Para mí estás muy bien, prefiero la piel blanca.
- Ay no! Qué horror! - sigue - Qué suerte que te cruze, Mati. No pude agradecerte por el lavarropas. Me dijo mi hija que fuiste...
- Sí, no hay drama. Me debés 5 mil pesos nada más! - bromeo.
Ella se ríe y larga lo que yo esperaba...
- Ay no tengo tanta plata! Pero tengo otras cosas mejores. - bromea, moviendo sus caderas.
Como dijo Freud: "detrás de cada broma, se esconde una gran verdad". Y esta no era la excepción.
"Ah,¿sí?" Le digo, sin perder el tiempo y me levanto de la silla. Me pongo frente a ella y le digo:
- Dale, pagame entonces, o te denuncio.
Ella se sonroja. Suelta lo que tenía en las manos y me agarra el mentón con dos dedos, me acerca a su boca y me pasa la lengua por mis labios varias veces.
- Pendejo atrevido, tenés la edad de mi hija! - me dice y sigue besándome.
La bata se le desprende y yo paso mis brazos por dentro, agarrando firme su cintura. La beso mucho, apasionadamente. Acaricio su espalda, desde la nuca hasta la cola con la punta de los dedos, eso la enciende y le eriza la piel. Luego le agarro la cola con las dos manos y la aprieto contra mi cuerpo para que sienta mi verga bien dura.
-Apa pendejo! Pará! Vos fijate que no venga nadie!
Me agarra la verga por arriba del pantalón y la sacude. Me mira y se arrodilla sobre la toalla que ya estaba en el piso. Empieza a morderme la pija sin sacarme nada, yo no sé dónde meter las manos, tengo mucha ansiedad. Entonces la agarro del pelo para que me mire y le digo que me la chupe. Me baja de un solo tirón el jogging y mi pija queda colgando. Primero le pasa la lengua, la acaricia, se la pasa por los ojos y la frente. Luego me agarra de la cintura, poniendo una mano a cada lado y empieza a cabecear. Se escucha como la cabeza de mi verga le choca la garganta y hace sonar la saliva. Se babea, se limpia y sigue.
- Vení, levantate putita! - le digo.
Se levanta, me besa de nuevo la boca y se da vuelta contra la pared donde está la ventana. Sube los brazos y se agarra de un fierro de la ventana, yo me ensalivo los dedos, le palpo la concha, aprieto la base de mi pija para que quede al palo totalmente y se la meto de una, fuerte. Apenas entra a ella se le aflojan las piernas y gime. Nadie puede escuchar, así que le tapo la boca y la sigo garchando de parado un buen rato..
-No grites, puta de mierda!
Le destapo la boca y, con una mano la agarro del pelo y con la otra levanto una de sus piernas. Gime de nuevo y ella sola se tapa la boca ahora. No puedo parar de cogerla y siento como larga todos sus jugos.
Me sienta en la silla, empujandome el pecho, quedo tirado. Se pone de espaldas hacia mí, se acomoda la verga en la concha y me empieza a cabalgar. Habrá dado, como mucho, diez sentones y yo ya no aguantaba más. Le digo que se corra, que iba a acabar y me dice que no puede quedar embarazada, yo le creo y exploto adentro de ella. Se tira contra mi pecho y se sigue moviendo lento, la leche chorrea por los costados...


Después de ese día tuvimos sexo varias veces más, que si gustan, también puedo contarles.
Un tiempo después conseguí otro trabajo y no la vi más.
Los datos: calle, nombre, edad y demás son los reales. No los oculto porque quizás esto le llegue a ella y le den ganas de volverme a ver. (por redes sociales no pude encontrarla).

Espero que les haya gustado.

8 comentarios - La inquilina del 5°B. (Real)

bufarronvill
muy bueno contate otras garchadas que le diste
lenguafacil
si si, segui la telenovela que esta buena
elbodegon22
Seguiloooo y pasa data, que yo me acerco al lugar y le paso tu mensaje y número
lucho08
muy bueno, sabes como le voy a tocar el timbre, un dia asi como quien pasa a visitar eh... jajaj