Mi colega Silvina

Nos conocíamos desde varios años, como amigos, luego como colegas de trabajo.
Ella siempre ha sido hermosa, alta, una cara muy dulce, dos tetas y un culo que “encandila”. Nunca hubo nada entre nosotros. Se casó con un conocido mío y era una de esas raras chicas siempre fieles a su pareja (al menos eso creía hasta el día motivo de mi relato).
Desde que compartíamos la misma empresa, con frecuencia nos quedábamos solos en la oficina, para terminar tareas compartidas e impostergables. Aprovechaba la ocasión y la llenaba de cumplidos y elogios. Ella los apreciaba pero nunca mostró una fisura por donde colarme e intentar algo más.
Pero un día…..
Era su cumpleaños 40 y pico. Días antes me había comentado que había visto, con el marido, una vieja película (años ’60) italo-francesa con Brigitte Bardot y que le había deslumbrado la actriz por su belleza.
A modo de broma, le compré una camiseta negra ajustada, una pollerita rosa muy corta y una diadema del mismo color (adorno en forma de aro abierto, que sujeta el cabello hacia atrás)
En la bolsa para regalo le agregué un preservativo y una tarjeta con escrito:
“Para que te caracterices de B. B. Si, en algún momento, me mostrás como te queda, no olvides el profiláctico, porqué te voy a saltar encima. Feliz cumpleaños”
Lo mío era mitad broma y mitad lance. No esperaba gran cosa, vistos los antecedentes.
De hecho cuando abrió el paquete se echó a reír, me dio las gracias por el regalo y eso fue todo, terminó ahí.

La semana siguiente, quedamos una vez más solos, unos minutos, después de hora.
A tarea, casi terminada, ella se levantó y dijo:
-Mientras terminás de redactar la propuesta, voy un momento al baño…-
Para mí era normal, lo hacía a menudo, así que no me llamó la atención.
Había concluido la redacción y acababa de apagar la notebook y parado para preparar la retirada, cuando ella:
-¿Ya estás?-
Me dí vuelta. Se había puesto las prendas y el adorno, que le había regalado para su cumpleaños y, mirándome con malicia me dijo:
- Y…. ¿cómo me queda? –
Quedé como aturdido, estaba hermosa y no encontraba las palabras ¡Realmente no me lo esperaba!.
Silvina fue la que desbloqueó la situación: me rodeó el cuello con los brazos y comenzó a besarme la oreja. ¡Era la situación con la que había soñado durante años y ahora estaba sucediendo! Comencé a besar su cuello y a acariciar su espalda, poniendo las manos debajo de su camiseta.
Palpé una piel suave y aterciopelada, también se había quitado el corpiño, podía recorrer toda la espalda sin impedimentos.
¡A ese punto mi verga, a duras penas, cabía en los pantalones!
Luego de besarme con anhelo, murmuró que ella tenía tiempo (el marido no cenaba en casa ese día), me preguntó si yo podía demorarme. Al responderle que si, sugirió que fuéramos a un hotel a metros de donde estábamos. Allí fuimos, luego que ella, volviera al baño para cambiar de ropa y recuperar el aspecto formal.
En el cuarto del hotel transitorio, me quité el saco y comencé con levantar su blusa, descubriendo sus fantásticas tetas, tocándolas suavemente, apretando ligeramente los pezones, que ya estaban muy duros. Comenzó a jadear, lo estaba disfrutando.
Bajé la cabeza para acariciárselas con labios y lengua, ella tomó con la mano, mi cabeza, para empujarla aún más hacia su pecho; Estaba en éxtasis! Después de unos minutos, me levantó la cabeza tirando de mi cabello, y comenzó a besar mi cuello, sentí sus labios y su lengua humedecer mi piel.
Luego, con mi ayuda, Silvina, me quitó la camisa para besar mi pecho, bajó hasta los pantalones, con un gesto muy rápido, desabrochó el cinto y el cierre y me los bajó hasta los tobillos. El slip estaba tenso por el empuje de mi miembro que ya no quería seguir oculto. Enseguida unió, el slip, a los pantalones en los tobillos.
Ahora mi verga estaba libre y tensa frente a su cara, sonrió, sentí su lengua recorrer, ida y vuelta todo el largo, luego se la tragó, percibí el calor de su boca. Me la mamó de modo majestuoso. No demoré en presentir la proximidad del orgasmo. Le dije que la iba a salpicar, pero siguió hasta que inundé su boca con esperma que tragó completamente.
.
Fue increíble ver a esa hermosa mujer tan modosita y reservada, en el día a día, haciendo esas cosas con tanta naturalidad. Parecía otra persona.
Se levantó y fue mi turno; La hice girar, corrí el cierre y bajé su pollera, tenía frente a mí su magnífico culo cubierto solo por una pequeña tanga negra.
Se acostó, boca abajo. Me deshice del pantalón, slip y zapatos, me senté a su lado Comencé a besarle la parte inferior de la espalda bajando hasta el borde de la bombacha y a quitársela. Le besé el comienzo del surco entre sus nalgas, ella lo agradeció con gemidos y respiración agitada. Terminé de deshacerme de la tanga; ahora estaba completamente desnuda, se volvió y frente a mis ojos apareció su conchita maravillosa y bien cuidada. ¡un sueño! Entreabrió las piernas, me zambullí entre ellas y mi lengua comenzó a rozar los grandes y pequeños labios,
muy húmedos, lamí esa miel provocándole temblores continuos que me incitaban a continuar. Tan pronto le toqué, su pequeño botoncito, explotó en un orgasmo loco.
Mi miembro había vuelto a estar duro como el acero. Silvina no tardó mucho en recuperarse de su primer orgasmo y abrió las piernas, invitándome a penetrarla. Me ubiqué encima de ella, tomé mi verga y la dirigí a su concha, resbaló fácilmente adentro por lo mojada que estaba.
Su calentura, sus gemidos a cada acometida impetuosa, me excitaban cada vez más. Parecía poseída, me instaba con ahínco a cogerla cada vez más fuerte, nuestros gemidos mutaron a gritos de placer. Pronto nos atraparon sendos orgasmos que nos dejaron exhaustos.
Después de unos minutos de silencio y empacho por lo sucedido, fue ella quien me sorprendió de nuevo:

-Desde hace mucho tiempo que quería que me…. hicieras el amor…. -
Agregó que algo que una pareja de largo recorrido, como la suya con el marido, no puede ofrecer es la novedad. Y la novedad, en el sexo es muy atractiva. Lo acababa de comprobar.
-… ahora que rompimos el hielo ya no hay vuelta atrás, difícil que renuncie a tu…. pito -
Desde ese día, cada oportunidad que se nos presentó (o provocamos) fue buena para darnos placer mutuo.

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