Ayudita para mi esposa


Condescendí darle el gusto a su jefa.

Unos días antes de una cena homenaje, por el retiro de Adriana, histórica gerente de marketing, mi esposa, Maru, me dijo que fuera gentil y amable con la Sra. Martina, CEO (máxima autoridad local) de la compañía donde ella trabaja.
Alegó que eso, ayudaría a que fuese nombrada para cubrir la vacante, que, además del prestigio, nos traería considerables ventajas económicas.
Martina, madura, morena con ojos negros, cabello castaño largo y suelto en los hombros, alta, espigada, con tetas, culo y curvas aún dignas de relieve, seguía siendo una mujer, bastante, atractiva.
Cuando le pregunté, a Maru, qué significaba ser gentil y amable, respondió que la jefa, era inclinada a los encantos masculinos y le había “deslizado”, en algunas ocasiones, su estima y agrado por su esposo, o sea por mí.

Mi esposa también me aconsejó cómo vestirme para la cena. Cuando le pregunté el motivo, me dijo que” me hacía más sexy”.
De hecho, según ella, esa noche atraje algunas miradas femeninas. Incluida la de la jefa, la cual aprovechó, a cena y discursos terminados, que tuve que separarme del grupo de conversación para contestar una llamada telefónica.
Estaba sentado en un sillón y ella, sonriente, vino a sentarse en el adyacente.
La Sra. Martina, a diferencia de la mayoría de las otras mujeres que lucían ropa sofisticada, vestía un simple tailleur verde oscuro con un saquito y pollera ajustados que ponían el acento a sus curvas a despecho de sus 55 años.
Tan pronto como terminé la comunicación telefónica, me sonrió.
Retribuí su sonrisa. Me preguntó qué pensaba de la noche.
Le respondí que me estaba divirtiendo.
- … Adriana se merece esta despedida….. aunque me deja el problema de reemplazarla… - comentó
Me confió que mi esposa era uno de los posibles sustitutos y, después de unos segundos de pausa, mirándome a los ojos:
-…. vos…. podrías ayudarla-
Sonreí torpemente, diciendo que no entendía cómo podía ayudar a mi mujer.
Sonrió de nuevo, mirándome más intensamente y luego bajó la mirada a su pollera: sin querer, la tenía unos 15 centímetros arriba de las rodillas.
-Una mano lava la otra y las dos….. – dijo y se levantó disculpándose.
Se alejó dos pasos y se dio la vuelta:
-Pensalo… tomemos un cafecito, “tête à tête”, y lo hablamos - murmuró
¡Más claro, imposible! ¡Realmente quería cogerme! Y Maru, mi esposa, tenía “noticia” de la cosa.
Lo confirmé en el auto, al regresar a casa. Me preguntó de qué hablábamos cuando estábamos apartados del resto del grupo.
Se lo dije claramente, que la jefa, quería cogerme. Agregué que si no la cogía, podía olvidar la bendita promoción.
-¿Tenés el número de celular de Martina?-
-¡No es necesario! Cuando ella te llame, agendalo –
Otra vez ¡Más claro, imposible! Maru le había pasado mi número.
Lo bueno fue que, para convencerme, reiteró el argumento del prestigio para ella, y de las considerables ventajas económicas, para nosotros: “podremos comprar esto, podremos cambiar lo otro,…”.

Pasó el fin de semana y dos días más, sin que volviésemos a tocar el tema. El miércoles, de regreso del trabajo, solo en casa recién salido de la ducha, sonó mi celular. Era ella, la sra Martina.
Después de las expresiones corteses habituales, me dijo que tenía que tomar la decisión final y que el lunes siguiente tendría que nombrar la nueva gerente marketing.
No me dio tiempo para decir nada, sabía que mi esposa y los nenes, se habían adelantado a ir a un evento familiar, dijo que estaba en las inmediaciones y que, si aceptaba, vendría a tomar “el cafecito que teníamos pendiente”.
Le dije que la esperaba y llamé por teléfono, a mi esposa, para informarle y decirle que tardaría, o directamente, no iba a ir al evento.
Se extrañó de la cita en casa y trató de tranquilizarme: "No es una aburrida. Es ocurrente y… “
La interrumpí:
-Como mínimo podés encontrarte con un buen par de cuernos- y colgué.
Terminé de vestirme. La situación era muy intrigante. La desvergüenza, atrevimiento e insolencia de mi visita, no la había experimentado nunca.
Mientras estaba absorto en esos pensamientos, llamaron a la puerta.
Había elegido un saquito sobre un vestido escotado, azul abotonado en la parte delantera a lo largo de toda su longitud con los dos últimos botones abiertos para mostrar, por lo menos, veinticinco y no quince centímetros de muslos. Sin medias y sin corpiño: sus tetas se paran solas.
De inmediato, me gustó y empezó a excitarme.
Se quitó el saquito y la hice sentar en el living y fui a encender la cafetera exprés. Mientras esperábamos, hablamos sobre el clima y tonterías por el estilo.
La cafetera murmuró en la cocina, fui y. regresé con la bandeja, las dos tacitas y demás utensilios.
Terminé antes que ella de tomar el café y no quise dilatar más el comienzo del enredo.
Puse la taza sobre la mesa y extendí la mano sobre su muslo, sus manos estaban ocupadas: una con la taza, la otra con el platito.
Me acerqué aún más, con mi otra mano, desabroché dos botones más y abrí su vestido, dejando, completamente, expuestas sus piernas. Se inclinó para dejar taza y platito, levantó torso, cuello y cabeza para buscar mi boca. Recibí su lengua que casi me asfixió, mientras mi mano palpaba su concha, en llamas y mojada.
Hice que se acostara en el sofá, sonriendo se desabrochó el resto de los botones y abrió el vestido mostrando todo su cuerpo.
-¡Que ganas tenés!- le dije, mientras metí manos en el elástico de la bombacha. Levantó la pelvis, le deslicé, la prenda, hasta la mitad de los muslos y con el pulgar y el índice, me puse a refregarle el clítoris.
Suspiró y gimió, claro y fuerte.
Le quité completamente la tanga. Levantó las rodillas, abrió las piernas y mientras le estaba torturando la concha, con mi otra mano, le pellizcaba los pezones. Se volvió loca, agitada, gimiendo continuamente de placer.
Me arrodillé y comencé a lamerle las tetas y morderle los pezones. Luego metí lengua en su boca, la chupó con avidez. De vuelta en los pezones, parecía que no podía soportarlo más, que iba a acabar.
Pero no, se sobrepuso, se sentó me desabrochó el cinturón del pantalón, abrió el cierre y me lo bajó a las rodillas, deslizó una mano dentro del slip y agarró la verga
-¡Guau, no me lo esperaba! ¡Qué buen pito tenés!- murmuró
Me bajó el calzoncillo y comenzó a pajearme con fuerza. Enseguida, comenzó a dar voces y grititos, mientras disfrutaba de un intenso orgasmo.
Hizo una brevísima pausa y, después de lamerla entera, se metió la verga en la boca y se aplicó a chuparla. Se detuvo bruscamente:
-¡Está muy bueno! ¡Pero no quiero que acabes así! Llevame a la cama –
Quería sentir la pija, adentro y yo, quería ponérsela.
“La cornuda de Maru, entregó el marido y también la cama matrimonial” pensé.
Me quité camisa, pantalón, slip y zapatos. Ella dejó caer el vestidito.
Ambos, como vinimos al mundo, caminamos hasta el dormitorio.
Entramos, enrollamos la colcha, y ella se acostó de espaldas.
Subí a la cama por los pies, me zambullí con la cabeza entre sus muslos.
Los separó, levantando las rodillas.
La penetré con la lengua y dos dedos, me di cuenta de que estaba en el apogeo de la calentura. Había llegado el momento.
La monté apuntando la verga a su concha empapada se la froté varias veces en los labios grandes y en los pequeños, luego la fui penetrando lentamente, haciendo que sus tejidos se adaptaran al grosor que la invadía.
Me recibió gritando de placer.
Le di un buen rato, incrementando la frecuencia hasta cogerla furiosamente.
No demoró en disfrutar de su segundo orgasmo. Un orgasmo infinito.
Bajé la cabeza y la besé, a bocas abiertas y lenguas adentro, saqué la verga, me dejé caer a su lado y la invité a girar el cuerpo y quedar boca abajo. No se hizo rogar:
-¡si, siii,… dale,… me gusta-
Fue como que me autorizaba a romperle el culo.
Me subí y, de rodillas, le abrí las nalgas, jugué unos segundos con el glande en su agujerito y la enculé modosamente. Se quejó:
-¡Ahiiii… mi pobre culito no está acostumbrado…. a vergas grandes… me vas a partir el intestino -
La culeé primero lentamente y luego más y más rápido, dándole embestidas enérgicas. Mis bolas se estrellaban contra su concha. Ella disfrutaba, uniendo sus gemidos a los míos.
No pude aguantar más y le inundé los intestinos con esperma caliente.
Se dio vuelta, boca arriba.
Sonriendo, le pregunté:
-¿Te sentís satisfecha? ¿Más hembra ahora?"
En respuesta, asintió con la cabeza:
-Vení que te lo limpio! – murmuró
Subí a horcajadas sobre sus tetas y le arrimé la verga a sus los labios.
Agarró la pija debilitada y encharcada con una mano, la lamió y la limpió.
Sobre gustos no hay nada escrito. A ella le gusta saborear los humores de su culo, “condimentados” con semen.

Cuando, a noche avanzada, regresó Maru, mi esposa:
- ¿Pero ´como, te la cogiste en nuestra cama?-
Parecía un zombie.
-¿Y dónde si no? ¿En el piso?-
-Vení, a mirar las sábanas, tendré que cambiarlas ahora-
-Pero, mi amor, serás el nuevo gerente de marketing el lunes -.
El martes siguiente, durante la pausa del mediodía, mi esposa celebró su promoción en la empresa. Me invitó a participar del almuerzo con sus nuevos subordinados y la jefa.
Fui y, en cierto momento, la sra. Martina, se me acercó y me dijo:
-¿Ves que cumplí? ¿Estás satisfecho?-
-¡No faltaba más ...!-
-¿Sabes que tu cafecito estuvo realmente bueno? ¿Qué decís si, otro día, me encuentro cerca de tu casa y…? -
Así que, por un tiempo, tomamos cafés juntos.
¡Y qué cafés!
Un par de veces vino a mi casa, luego, por razones obvias, nos encontramos en su departamento o en hoteles alojamiento.
Estoy bastante seguro de que mi esposa estuvo al tanto..
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2 comentarios - Ayudita para mi esposa

veteranodel60
Son sacrificios que pagan bien , felicitaciones van puntos
mdqpablo
muy buen sacrificio .se ve que los cafes te salen bien . lastima no tener la.misma suerte . .exelente relato