Mi novia me transforma

Mi nombre es Gabriel pero me dicen Gabi.
Cuando tenía 24 años me puse de novio con una chica de 20, llamada Silvina que era hermosísima.
Era rubia con el pelo largo enrulado, la piel ligeramente bronceada y una figura espléndida.
Si bien era muy desinhibida todavía era casi una nena y tenía un look un tanto naif, pero yo me aboqué a convertirla en una mujer muy provocativa.
Lo primero que hice fue repetirle hasta el cansancio que me excitaban mucho las chicas vestidas con minifalda, hasta que logré que un día viniera a buscarme con una pollerita de jean cortita que le calzaba perfecta, dejando a la luz sus morenas y bien torneadas piernas.
Había empezado mi obra, gocé mucho esa noche viendo como otros chicos se estimulaban mirándome acariciárselas.
La verdad es que mientras lo hacía, me gustaba imaginarme que las suyas, eran mis propias piernas.
De a poco le fui comprando ropa más y más provocativa, vestidos cada vez más cortos, blusas escotadas, le regalé sus primeros tacos altos, la incentivé para que usara maquillaje subido de tono y cada vez que le obsequiaba una prenda nueva, le decía que era como si me la estuviera regalando a mí mismo.
A decir verdad eso era algo cierto, porque me proyectaba en ella como si fuera yo mismo esa diosa que todos ansiaban desesperadamente poseer.
Cuando salíamos juntos a la calle, disfrutaba ver como los hombres se derretían de deseos ante su estilo tan provocativo y cuerpo espectacular.
Un día estábamos sentados en una fiesta, Silvina se encontraba cruzada deliberadamente de piernas para seducir con ellas a todos los varones que estaban ahí, vistiendo una minúscula pollerita blanca que yo le había regalado.
En eso se sentó al lado suyo su amigo Martín.
Nunca me voy a olvidar como me excité viéndole frotar su pierna contra la de ella y rozándosela “accidentalmente” con sus dedos por cualquier pretexto, provocándole un enorme placer que ella no lograba disimular.
Hasta en un momento y con el pretexto de mostrarle que estaba recién depilada, ella, que evidentemente estaba muy excitada, directamente le tomó la mano y le hizo acariciar su muslo con total desparpajo.
Durante mucho tiempo me masturbé recordando esa escena y supongo que ellos también.
Poco a poco Silvi nos fuimos dando cuenta de que algo extraño sucedía, yo había sustituido la penetración de mi polla por la de dedos y objetos que simulaban consoladores que era algo que ella también prefería y empecé a pedirle que se colocara sobre mí para frotar su vulva contra mi cola.
Mientras esto sucedía, le hacía succionar mis dedos y en esos momentos fantaseaba con que ella estaba felando a otro hombre.
Una tarde que llegué sorpresivamente a la pileta de nuestro club, encontré a Silvina, que llevaba puesto un diminuto bikini muy cavado, recostada en una lona, estaba siendo cortejada por un atractivo muchacho que se había acomodado demasiado cerca a su lado.
Ella no advirtió mi presencia y eso me permitió ver como participaba del juego de seducción, sonriéndole y arrimándose a él para que este se derritiera de deseos.
Era evidente que ella lo deseaba y ambos se pusieron lívidos cuando me acerqué a saludarlos como si nada sucediera.
Como a mí mismo me había estimulado esa situación, cuando fuimos a su casa, le vendé los ojos y la masturbé introduciéndole un dedo en la vulva, mientras le pedía que se imaginara que estaba follando pero no conmigo si no, con el muchacho de la pileta.
Ella se retorcía de placer, evidentemente gozaba mucho con esa fantasía y acabó gimiendo como nunca lo había hecho, en tanto yo disfrutaba la escena sin alcanzar a entender por qué algo tan perverso me excitaba de esa manera.
Una noche, ella, cada vez más desinhibida, me propuso un “juego transgresor”: yo debería vestirme con sus ropas para tener sexo como si fuéramos dos chicas.
La idea me pareció excitante y así, a medida que Silvina se iba desvistiendo, me pidió que me pusiera su panty, su sujetador, sus medias de nylon color piel, su muy cortita pollerita rosa, un sweater de lana blanco y sus zapatos de tacón haciendo juego.
Me maquilló con un rouge bien colorado, me delineó y pintó las pestañas y cuando consideró que estaba “lista”, me hizo sentar en una silla y comenzó a masturbarme así vestido, haciéndome sentir el placer de sus suaves ropas ciñéndome la polla.
Ser masturbado vistiendo una pollerita de mi novia, asumiendo el rol de mujer y viendo mis piernas como si estuvieran depiladas por estar enfundadas en sus medias de nylon, me provocó una incontrolable fogosidad.
Pronto me salí de mí mismo, estaba muy excitado y a merced de Silvina, fue entonces cuando ella sacó sorpresivamente de su cartera una revista de varones físico culturistas y la puso entre mis manos, amenazándome con que si no la hojeaba mientras ella me seguía masturbando, dejaría de hacerlo.
En el estado de éxtasis en que me encontraba, no pude negarme a su condicionamiento, así que comencé a mirar detenidamente las fotos de esos regios machos de cuerpos musculosos que suelen posar para tales publicaciones.
Y sucedió lo inesperado, masturbándome mientras veía esas imágenes, Silvina me hizo sentir el mayor placer de mi vida y mi erección se incrementó a tal nivel que hasta me provocaba un poco de dolor.
Silvina con sus habilidades consiguió que me excitara mirando fotos de hombres, mientras me decía que ella sabía que eso me gustaba mucho y me concientizaba de que yo en realidad hubiera querido ser una mujercita.
Después eligió para mí en la revista, la foto del hombre que a ella mas le gustaba, diciéndome que le encantaría que yo la viera acostarse con ese semental tan guapo y que seguramente eso también me gustaría a mí.
Imagínate –me decía- como me domina y mete ese enorme falo que se le marca en el slip, me hace gozar de solo pensarlo, qué hermoso.
Tanto fantaseó que en un momento comenzó a gemir de placer mientras me relataba su fantasía con ese hombre.
De pronto empezó a pedirme que me la imaginara penetrada no ya por el muchacho de la foto sino por su amigo Martín.
No puedo describir lo excitante que resultaba que mi novia me hubiera vestido con sus ropas y me hiciera gozar de la misma forma que lo hacía ella como mujer contándome esas historias.
Silvina me estaba dispensando idéntico trato al que yo le había brindado en mi rol de varón.
Después comenzó a cambiarme de a poco la historia diciéndome cosas como: ahora Martín también te va a penetra a vos como acaba de hacérmelo, ay como gozas muñequita, yo te voy a enseñar a follar como una señorita complaciente.
En esas circunstancias, acabé como nunca lo había lo hecho, manchándole las pantys y la pollerita.
Luego me hizo arrodillar frente a ella, colocó su dedo en mi boca y comenzó a introducirlo y sacarlo, como si se tratara de una polla que yo estaba felando.
Rápidamente entendí el juego, se lo succioné y lamí felinamente, mientras con mi mano me acariciaba los genitales.
A su vez, Silvina se masturbaba mientras me miraba gozando como señorita y así, llegamos al orgasmo juntos.
Ella entonces me besó en la frente y me dijo dijo: lo has hecho muy bien mi amor, estoy segura que podré cumplir tu sueño de convertirte en una auténtica chica.
Tiempo después, un fin de semana los padres de Silvina, salieron de viaje para asistir a un casamiento.
Aprovechando esa circunstancia, me instalé en su casa.
Les cuento que después de esa primera maravillosa experiencia de haberme vestido con sus ropas, a sugerencia de Silvina y bajo el pretexto de que estaba de moda, me había dejado crecer el cabello por debajo de los hombros y me sometí a una dieta estricta, por la cual estaba muy esbelto.
Apenas llegué a su casa, ella me impuso que hasta que volvieran sus padres tendríamos que convivir como dos chicas tiempo completo, porque la excitaba mucho verme asumir un rol de mujer.
Me hizo desvestir y me embadurnó cada centímetro del cuerpo con crema depilatoria, mis piernas, mi cola, mi pecho, todo me quedó suavecito y sin el más mínimo rastro de vello.
Después me hizo probar ropa interior muy cavada y un baby doll de color blanco.
Yo no podía resistirme, porque estaba descubriendo que en realidad me gustaba mucho usar sus prendas tan sexis y femeninas.
Ella me exigió caminar en puntas de pie mientras estuviera en su casa para acostumbrarme a usar luego zapatos de tacón.
Me hizo desfilar delante de ella vestido de esa manera por el living de su casa mientras me hacía observaciones referentes a como debía contornear mis caderas y caminar como una chica, luego se me acercó, me cruzó los brazos en torno al cuello y me besó apasionadamente.
Recorrió con sus manos mi suave piel recién depilada, me aferró los glúteos y empezó a acariciármelos hasta llegar a mi ano. Al ver mi cara de excitación, me dijo: Ay Gabi, cómo te gusta ser una mujercita.
Me tomó de la mano y me llevó a la habitación de sus padres, donde nos enredamos en un desenfrenado juego sexual. Nos acariciábamos, le felé la vagina, pero cuando la quise penetrar, me dijo: No “Gabriela”, las chicas no tienen polla y por tanto tu tampoco, así que no podrás usar la tuya conmigo nunca mas, elegiste ser una señorita y por eso entre nosotras de aquí en más solo tendremos sexo como lesbianas.
Esa prohibición me excitó muchísimo, con ella Silvi me había anulado definitivamente como varón y situado en un rol de mujer. La besé apasionadamente y la masturbé con la mano mientras ella se perdía en un orgasmo.
A partir de allí jamás me permitió volver a penetrarla con mi falo, arguyendo que solo deseaba que eso se lo hiciera un hombre de verdad algo que muy pronto sucedería, comentario que me estimulaba hasta el éxtasis.
Nadie jamás me había hecho sentir como ella, estaba encantado con el trato que me estaba dispensando.
A continuación me hizo recostarme boca abajo en la cama y cerrar los ojos, entonces comenzó a contarme una historia en la cual, ambas éramos sometidas por un mismo hombre.
A medida que avanzaba en el relato, mi erección fue incrementándose a tal extremo que necesité comenzar a frotarme contra el colchón para calmar mi excitación.
En un momento abrí los ojos y me vi reflejado en un espejo situado al costado de la cama, comportándome como una mujercita vestida con ropa interior muy sexi y la escena me llenó de placer.
Ver como subían y bajaban mis glúteos enfundados en un baby doll, al mismo tiempo que Silvina me hacía imaginar que un hombre me estaba apoyando su polla, me hizo tener un poderoso orgasmo.
Mientras acababa, Silvina me acariciaba y besaba suavemente como si ella fuera un hombre tratando a una mujer a la que quiere seducir y eso fue realmente increíble.
Me hizo sentir realmente toda una hembra.
Esa tarde Silvina la dedicó a revelarme algunos de sus secretitos de seducción.
Me enseñó a maquillarme, a rellenarme el busto para que pareciera muy turgente, a caminar sobre tacones elevando los glúteos y la verdad es que nos divertimos mucho más que como novios, como si fuéramos dos amigas adolescentes.
También me aplicó uñas postizas y las pintó de rojo intenso al igual que lo hizo con las de mis pies.
Luego del placer que había sentido actuando de mujer, estaba muy entusiasmado en parecerme a ella lo más posible.
Para la noche me dijo que me tenía preparada una sorpresa pero que para recibirla tendría que lucir espléndida.
Entonces me dijo, ahora cumplirás tu sueño mas prohibido, te vestirás con la ropita más provocativa que tengo y que sé que siempre deseaste usar.
Me dio entonces aquel conjuntito que yo mismo le había regalado para su cumpleaños, compuesto de una minifalda blanca muy cortita y súper ajustada con un tajo a cada lado y una blusa negra escotada, rematado con unas sandalias blancas de tacón.
Pensar las veces que me había imaginado siendo yo y no ella la vestida con ese conjuntito.
Ciertamente reconozco que en el fondo me moría de envidia cuando Silvi usaba esa ropa y evidentemente ella lo había notado.
Me untó las piernas con una crema suavizante y me hizo un peinado con el cabello recogido y algunas mechas sueltas.
Cuando finalmente me vi al espejo no lo podía creer, Silvina me había dejado preciosa, no había en mí un solo rastro de masculinidad.
En eso tocaron el timbre y me sobresalté. Ella me dijo: no te asustes es mi amigo Martín que nos viene a visitar.
Fue entonces que me percaté que ella también en el ínterin, se había vestido muy provocativa con un vestidito beige cortito y escotado.
Para mi sorpresa, Silvi besó apasionadamente en la boca a su “amigo” y lo abrazó, imagínense la escena: era mi chica besando a otro hombre frente a su novio transformando en señorita. La verdad es que eso, no solo no me puso celoso, sino que inclusive me provocó una erección que quedó contenida en mi muy ajustada bombachita.
Lo que me intrigaba era saber desde cuando ellos eran amantes, o más exactamente desde cuando yo era un humillado cornudo. Ella se sentó en su falda rodeándole el cuello con sus brazos sensualmente y le dijo: Bichito aunque no lo creas, esta linda jovencita que nos acompaña, es mi novio Gabi, que como podrás ver resultó ser toda una señorita.
Para disimular le dije que era mentira y que en realidad estábamos probando un disfraz para una fiesta, pero era obvio que él no me creyó y se había percatado de mi condición de afeminado.
Martín me miraba de arriba abajo, me devoraba con la vista las piernas mientras parecía desquitarse las ganas de acariciármelas haciéndoselo a mi novia.
En eso Silvina me dijo que tenía que animarme a salir de una buena vez a la calle así vestido, que fuera a comprar una gaseosa porque no tenía nada que ofrecerle a Martín.
Al principio me negué, ya bastante que me había expuesto ante su amigo vestido de chica, como para que todo el mundo me viera así.
Mas los dos me insistieron tanto en que nadie me reconocería, que estaba preciosa etc., mientras me empujaron hacia la calle, diciéndome por atrás de la puerta que si no volvía con una gaseosa no me permitirían volver a entrar a buscar mis ropas y tendría que volverme a mi casa así vestida.
Obligada por las circunstancias, salí por primera vez a la calle vistiendo las ropas de mi novia, la sensación de caminar sobre tacones y la caricia del viento entre mis piernas depiladas era muy estimulante.
Como estaba muy llamativa con esas prendas tan escuetas, los hombres se daban vuelta al verme pasar, hasta me piropearon, lo que me ruborizó y me hizo muy bien.
Me estaba transformando en un objeto de deseo para los varones, y la idea de pensar que alguno de ellos podía excitarse y hasta quien sabe masturbarse pensando en poseerme, me estimulaba muchísimo.
A cada paso que daba, intentaba feminizarme mas, bambolear mis caderas y desplazarme con esa sensual cadencia de las mujeres que Silvina me había estado enseñando.
Me sentí por un rato como debería hacerlo mi novia cuando salía vestida de come hombres con esas mismas ceñidas y minúsculas ropas que ahora compartía conmigo.
Cuando volví a la casa de Silvina, ya bien acostumbrado a mi ajustada minifalda, escuché sus gemidos de gozo viniendo desde la habitación de sus padres.
El cuadro que me esperaba allí me dejó perplejo: Martín estaba follando salvajemente a Silvina en la cama de sus padres y ella retozaba de placer sin preocuparle en lo más mínimo mi presencia.
Imaginen a mi novia penetrada por un amigo y su novio vestido de chica presenciando la escena. Mientras Martín, la bombeaba sin darle respiro me dijo: pasá Gabi, ayúdame a hacer gozar a tu novia que hace mucho que no tiene sexo con un hombre de verdad.
Medio schockeado, obedecí sumisamente y me senté en el borde de la cama, siguiendo las instrucciones de Martín.
Aferré fuertemente los brazos de Silvina llevándolos hacia atrás como él me lo ordenó, y besé a Silvi una y otra vez diciéndole cuanto la quería, mientras Martin no dejaba de introducirle su enorme y robusta polla.
El coito fue muy apasionado y rápido, ella evidentemente estaba muy necesitada de un hombre.
Martín eyaculó dentro de ella, inundándola con un espeso semen que la desbordó, mientras Silvi acababa gritando que por favor no dejara de penetrarla y le aferraba de la cintura con sus piernas.
Había podido observar por primera vez a mi novia penetrada por otro hombre y la verdad es que eso me provocó mucho placer.
Después Martín nos pidió que montáramos una escena lesbiana para él.
Silvina y yo nos empezamos a besar y a acariciar mientras Martín miraba fascinado.
Cuando estábamos en el cenit de la excitación, Martín se interpuso entre nosotras y me llevó la mano a su polla para que lo masturbara, eso fue hermoso.
Era mi primera vez con un hombre, nunca antes había deseado un pene, pero ahora moría por él.
Estaba descubriendo algo totalmente nuevo para mí, acariciar un falo, sentir su calor, su contextura, me provocaba un enorme deseo.
Nunca había tenido un pene entre mis manos y la sensación de masturbarlo llevándolo hacia a un orgasmo, me fascinaba.
No tuve ningún problema en canalizar la excitación que me provocaba acariciarme con una mujer como Silvina, en satisfacer a Martín.
No podía creer que un hombre se erectara conmigo, eso era algo muy halagador.
En ese momento pude imaginarme lo que debía gozar Silvina siendo penetrada por esa polla tan grande y dura.
La sensación de estar excitando al varón que se follaba a mi novia, tener entre mis manos su polla a mi merced hecha una piedra, era muy estimulante.
Mientras yo lo masturbaba, él le decía a Silvi que viera como me estaba transformando en una señorita sumisa.
Cuando los tres estábamos bien cachondos, Martín me dijo, ahora vas a sentir lo mismo que tu novia cuando la follo, me hizo colocar en cuatro patas como si fuera una gata, levantó mi pollerita, corrió mi ropa interior, me lubricó con saliva y empezó a penetrarme desvirgando mi ano. Hasta entonces nunca había tenido dentro de mi, mas que un dedo de Silvi, así que debo reconocer que al principio, sentí un dolor indescriptible, pero al rato, ese constante bombeo, esa dulce humillación de ser sometida por el mismo hombre que hacia instantes follaba a mi novia delante de mi, me volvió loco y comencé a gemir aflautando la voz, tal y como lo hacía Silvina, quien mientras nos veía, se acariciaba la vulva.
Martín al mismo tiempo nos decía: ahora yo soy el único macho acá y les prometo que las haré gozar tanto que se olvidarán de que alguna vez fueron novios.
Yo le pedía más y más, gemía, le rogaba que nunca sacara su miembro de mí, que me hiciera suya, que estaba dispuesta a hacer cualquier cosa con tal de ser su mujercita obediente y compartir la cama con él y Silvina.
Sentía su pedazo de carne caliente y duro penetrándome una y otra vez, volviéndome mas mujer a cada arremetida, me encantaba haber pasado de tener que dirigir el acto sexual a ser la dirigida, la pasiva, la sumisa.
Así tuve mi primer orgasmo penetrada por un hombre y Silvi acabó viendo a su novio actuando de señorita para el mismo hombre que la hacia gozar a ella.

2 comentarios - Mi novia me transforma

Bartolomeo1111
Buen relato, no me queda claro si es fantasía o realidad. Me tocó una vez penetrar a una pareja, es raro, pero muy excitante. Dos culos a tu merced, un matrimonio rendido ante mi pija, imposible no enloquecer, calienta a un muerto.
chacarita2018
Cuando quieras podemos hacerlo