Un amor travieso Pt1

Me había ido unaño afuera del país. En parte porque estaba cansado de todo y me tenían harto yprobablemente acabara matando a alguien (De verdad)Y en parte porque necesitabaun cambio de aires o al menos darle al botón de reinicio. Obviamente no es un botónde reinicio por completo, siempre que uno se va y deja algo en su lugar deorigen y vuelve seguro esas cosas siguen ahí, esperando.


En mi caso, erala moto tapada por una lona en el garaje de la casa de mis viejos. Se notabaque la habían ido arrancando a lo largo de mi tiempo fuera de casa, y era algoque agradecía mucho, pero la historia que voy a contar no tiene nada que vercon los cuidados pertinentes a una motocicleta de doble cilindrada “softail”,no. Esta historia es muy diferente…


Había vuelto a  Buenos Aires sin avisarle absolutamente a nadie, fiel a mis costumbres comosiempre. No era placer mío el ser recibido y ser empapado en lágrimas de amigosy familiares en público, no me gustaban los momentos bochornosos yprobablemente perteneciera a ese 1% de la humanidad que no sabía disimular laincomodidad. Así que al bajar en Ezeiza enfile derecho a la casa familiar enBelgrano C, un viaje larguísimo y que gracias al transporte público argentinose hace tedioso y agotador para alguien recién llegado de Europa.


Llegue al país comoa las 17. Arribe a mi casa como a las 22. Quería meterme a la cama, y a lamañana seguir con la moto, pero mis amigos tenían otros planes y apenas puse enpie los vi ahí esperándome para recibirme. Al menos, en casa, no tenía por quéandar disimulando nada y podía mandarlos a la mierda a todos y pedirles que medejen en paz, total no iban a hacerlo tampoco.


Entre toda lamonada notaba que había algunos faltazos que ni me importaron y también notabacaras femeninas que no conocían por lo que probablemente en mi auto exilioalguno de mis amigos debía de haber sentado cabeza. Si, la mujer de un amigotiene barba y bigote y pelo debajo de las axilas, pero con tantos años juntosuno podía darse el lujo de sacarle una buena radiografía al orto con dueño.Total, entre nosotros siempre nos hacíamos eso, típico de machos pelotudosinmaduros.


Entre toda lagente, incluyendo mi propia familia, debía de haber al menos unas veintepersonas. A la mitad al menos los conocía. Pero entre esas caras nuevas queestaba viendo note que había una que me estaba mirando fijo desde un rincón yno me dirigía la palabra, sentía que conocía a esa morocha exuberante de algúnlado pero no podía decir de dónde. No lo recordaba, no tenía registro alguno deella.


Las horas pasarony algunos se fueron yendo. Los primeros porque, para mi sorpresa, estaban en ladulce espera. De no creer lo que puede pasar en un año de ausencia ¿No? Re locome resultaba pensar que esos que eran mujeriegos y putañeros consumados condiploma ahora estaban en pareja felices y esperando una miniatura de ellos;Para cuando se hicieron las tres de la mañana ya no quedaba casi nadie en casa,los que se habían quedado era porque habían explotado del pedo que tenían encima,por eso no es una buena idea ponerse en pedo pasados los veinte y cinco años.Es peligroso.


Pero la morochaapenas probo un trago alguno, se preocupaba mucho por mi vieja y me habíaayudado al llevar a mi jefa a la cama e incluso se despidió de ella con un besoen la frente. Mucha ternura me resultaba rara y seguía pensando que la conocía dealgún lado pero no sabía de donde…


Al final me fuide la casa al jardín para prenderme un pucho porque, y regla de mi vieja, no sepodía fumar adentro de la casa y mientras me acomodaba en el banco del parquecitoverde la morocha se apareció. —¿No sabes quién soy? ¿De verdad no mereconoces?—. Debajo de la luz del farol, y con varias birras encima y elcansancio del vuelo, menos todavía. Pero tenía un lunar…tenía un lunar…


Abrí los ojos sorprendióy el medio pedo que tenía encima se me fue al toque. —¿TJ sos vos?—. Pregunterealmente sorprendido. Ahora si que reconocía al flacucho del grupo, medioafeminado, un amigo de fierro con el que siempre se podía contar para lo que fuera¿Una tarde de mates? Ahí estaba el ¿Salir a ponerse en pedo por un corazón roto?Ahí estaba el, aunque no tomaba nada para cuidar de uno ¿Charla sobre unapendeja? T J aparecía —¿Qué te paso?—. Pregunte como el boludo máximo del país argentino.


Ahí me conto el,ella, que luego del asunto que había pasado con el tipo que le abuso cayo en depresióny estaba realmente perdida y muy triste. Ahora se hacía llamar Roxy, y Roxyestaba más feliz que nunca y muy contenta con su nueva vida. No le daba vergüenzaesconderse y había salido del armario (Aunque para todo el grupo de atorrantesque éramos bien sabíamos que T J era súper puto, pero nunca lo dejamos de lado)Me acordaba bien del asunto porque el tipo que había abusado de ella lo trompeamosentre varios pero solo me reconoció a mí. Me comí dos semanas de cana quefueron un infierno y si no hubiera sido por la contra denuncia de TJ capaz y todavíaseguía guardado.


Pero ya no eraTJ. Roxy tenía el pelo negro largo y lacio hasta el culo, se había hecho lastetas pero tenía esa perfecta sincronización con su delgado cuerpo. Tomo hormonaspara redondear mas su cuerpo, entrenaba para acentuar su lado femenino. En fin,era un camión, buen culo y buenas tetas y una carita preciosa. Me costaba muchopensar que era mi amigo del jardín de infantes.


Mientras mecontaba lo largo que había sido su año no podía dejar de mirarle. De repente,creo que a la altura de que llevaba cuidando de mi vieja hacia tres o cuatromeses, deje de prestarle atención y de a poco la imagen de TJ como hombre se mefue difuminando y la de Roxy comenzó a reemplazarle. Siempre creí que en migrupo de amigos estábamos todos con un boleto para irnos derecho al infierno,pero que Roxy era la única que se había ganado el cielo. Y para irse bien a lamierda…Los besos de ella eran suaves, delicados, finos. Perfectos, apenas y se sentíael eco el sabor del licor de menta con sprite que había estado tomando. Mejugaba en contra las ganas de coger que tenía, que hacía un año no la ponía porelección propia de abrazar voto célibe. No por hacerme cura, sino porque estabade verdad harto de todo.


Me tome un largorato disfrutando de sus labios, poniendo mi mano debajo de su mejilla yresoplando por la nariz (Por que no se puede ser un activo fumador desde lostrece y a los veinte y nueve no tener consecuencias) Y fue ella la que se separóde mí. Con sus ojos cerrados, notaba que tenía algo de maquillaje, apretaba suslabios y se estaba riendo. Todo era demasiado femenino en ella ¡Era una piba deverdad! —Creo que estas en pedo, boludo—. Me dijo cuando se recuperó. —¿Por quéno te vas a dormir mejor?—. Me pregunto, pero yo mire el reloj y haciéndome elboludo le dije que en España era media mañana ya.


Su risa era undulce canto de canario que me termino de volar la cabeza y fue ella la que estavez me dio un beso, pero fue rápido y mirando para adentro de la casa. —Nospueden ver acá, vamos al garaje—. Y al garaje fuimos. Ahí adentro nos agarramosy si que nos matamos a besos, agarrándonos de todos lados. Perdimos el aliento,pero seguimos besándonos y apretándonos, incluso la levante y la hice sentar enel banco de trabajo de madera de mi viejo. Si estaba mirándome desde algunanube, esperaba que no me tachara de puto, o que mi abuelo lo cague a piñas porhaber criado a un puto. —¿Qué te pasa boludo? Vos eras siempre el machitoinconsciente del grupo—. Me dijo con su vocecita suave, riéndose de mí. —Y yosiempre te tuve unas ganas…—. Volvió a besarme, abriéndome el pantalón y sacándosela camiseta negra de tirantes.


Me prendí de sustetas como un animal, apretándole los pezones con los dientes y agarrándole delculo acercándola más a mi cuerpo. Comenzó a gemir pero muy bajito, medespeinaba mientras me entretenía con sus pequeños y perfectos pechos. Yentonces, sentí que algo se me clavo en la barriga, y del susto me aleje y mequede mirándole como un boludo. —No me avisaste de eso—. Reclame, quedándome mirandocómo se le asomaba la pija debajo de la falda. Ahí me conto que no se animaba ahacerse el cambio de sexo porque, principalmente, todavía le gustaban laschicas. Trague saliva y volví a acercarme a ella. —Vos a mí no me vas a coger—.Le dije, en advertencia.


Ella sonriócontra mi labios y beso mi cuello. —Ni quiero. Quiero que vos me cojas—. Medijo al oído, algo que me re calentó y me puso bien al palo; Termine sacándome elpantalón y camine hasta la puerta del garaje para trabarla y que nadie semetiera a interrumpir, eche una mirada mas al comedor y todos roncaban. Teníamoscancha libre. —Veni, cógeme por favor, te deseo hace años—. Y fui, no le hiceesperar. Mi pija y la suya chocaron y con su suave mano agarro las dos comopudo comenzó a masturbarnos a ambos. Cuando tenía la pija completamente alpalo, escupió sobre la punta de la mía y abrió bien sus piernas. No le hiceesperar para nada.


Me estaba cogiendoa mi amigo de la infancia, en el banco de trabajo de mi viejo (Quien eraconocido como el macho del barrio cuando tenía mi edad) Y lo peor era queestaba disfrutando de la situación ¡La estaba disfrutando! Veía para debajo de cuandoen cuando y su pija se movía al ritmo de mis embestidas. Si, definitivamenteestaba re en pedo, pero se la agarre y comencé a hacerle la paja al mismo ritmoque me la cogía.


Roxy se desarmabaen gemidos, en suspiros, en caricias, en besos y mordidas. Susurraba mi nombrecon sus ojos cerrados y me rodeaba con las piernas la cintura. Luego las abríabien, para que no resultara incómodo para ella, y de vuelta me las ponía en lacintura. Algo caliente en mi mano se escurrió y entonces algo caliente que mellego al pecho bajo por la barriga, parecía que la había hecho acabar. Igual ya mi tampoco me faltaba mucho y como ya no tenía que estar atendiéndola, pudeagarrarle la cadera fuerte y darle más duro.


Salto el primer chorro. —¡Dios! ¡Por fin se me dio!—.Dijo ella, mientras dos chorros más de leche le entraban en el culo. Apoye lacabeza contra la pared, mientras me acariciaba la barriga. Podía garantizar,con total seguridad, que el Diablo estaba bien contento con mi accionar y me habíadado un boleto en primera clase al horno; Nos acomodamos en silencio la ropa,aunque nos echábamos una mirada cada tanto. Ella se reía, y yo no sabía quehacer ¿Devolverle la sonrisa? ¿Volver a besarla? ¿Cogérmela otra vez? —¡Quelija me agarro! ¿Habrá quedado algo de comer?—. Levante la cabeza para mirarla porque,en ese momento, me hizo acordar a la adolescencia. T J siempre tenía hambreluego de coger, era algo que nos contaba y habíamos comprobado en alguna queotra oportunidad, y me cayó la ficha. Siempre estaba con hambre en mi casa¿Acaso había cogido con mi viejo? Estuve a punto de preguntarle, pero fue más rápidoque yo y me planto un pico en la boca ¿Saben qué? Capaz mi viejo no era tanmacho al final. De tal palo, tal astilla, asi que con una buena nalgada en elorto le dije que me esperara arriba que iba a buscar algo para comer. Despuésde todo, en época de guerra cualquier hoyo es trinchera. 

1 comentario - Un amor travieso Pt1

Pervberto +1
Son infinitos los caminos al placer. Un relato excelente.
Bass_07 +1
gracias por los puntos 😉