Como la primera vez

Nunca he sido una persona muy social, ni muy afable, guapo o con buen cuerpo; más bien alguien ni feo ni guapo, más bien con sobrepeso y hasta déspota. Les digo esto porque nunca tuve mucho pegue con las mujeres, lo que orillo a que perdiera mi virginidad hasta los 21 años. No me malinterpreten, nunca me sentí mal por no haber tenido sexo. Solo no era una de mis urgencias, aunque debo admitir que siempre me masturbé mucho y seguido viendo porno.
Fue hasta la universidad que tuve la oportunidad con mi roomate, a quien por cierto, le traía muchas ganas. Ella: linda sin llegar a hermosa, chaparra, sin un cuerpo destacable, más bien de ese tipo de cuerpo que dices “tiene un no sé qué, pero si le daba”, aunque bien formado, una boca grande y una sonrisa que te derretía.
En más de una ocasión la oía hablar con un amigo sobre el tipo de lencería que usaría para seducir a su novio, nunca faltaba el tema de conversación sobre el sexo, y en una ocasión me pregunto cómo le hacía yo para bajar mi libido, porque ella, lo traía elevado en ese momento. Esto provocó en mi cierta incertidumbre sobre lo que buena que debía ser cogiendo. Y la verdad, no me equivoque.
Simplemente para referirnos a ella, la llamaremos Aliena, y a mi amigo, porque es importante para la historia, lo llamaremos Gael. Antes que se emocionen, no, no fue un trio, pero gracias a él se dio todo.
Otro amigo y yo buscábamos otra casa para cambiarnos a vivir. Al no encontrar, Gael me ofreció dejar mis cosas en su cuarto durante los dos meses de vacaciones mientras encontraba donde vivir. Al final, no encontré, por lo que terminé alojándome en el mismo cuarto con Gael.
Era una casa compartida. Una madre soltera de dos niñas que poseía la casa y vivía ahí, su hermana menor, si, Aliena, en su propio cuarto, Gael y, ahora, yo en otro cuarto. Nos referiremos a la hermana mayor como Natasha.
La primera vez que llegué a la casa fui muy bienvenido. Llegamos yo y Gael solos para que me diera un recorrido. Me presentó mi cuarto en la planta baja, baño y cocina. Al subir a la planta alta, encontré una grata sorpresa: sobre el barandal, toda la ropa mojada de Natasha, y entre ellos, su ropa interior. Me sorprendió ver nada más que tangas. Ni un solo calzón normal, no, solo tangas de encaje. Eso me dijo que la hermana mayor era igual o más puta que Aliena. Al final de cuentas, quien podría tener dos hijas de diferentes hombres sino lo fuera. Pero eso…es otra historia.
El tiempo pasó, comenzamos a convivir. Las cosas iban normal, nada sexualizado. Como cada fin de semana, yo me quedaba solo en la casa. Gael y Aliena se regresaban a sus ciudades con sus papas. La hermana, no sé a dónde iba, pero no regresaba los sábados por las noches. Eso me daba oportunidad de poder meterme a los cuartos de estas dos mujeres. Exclusivamente… a buscar su ropa interior.
Si lo sé, estoy algo enfermo. Pero no me arrepiento luego de poder oler las tangas de Natasha, comprobando que no tenías más ropa interior que tangas. Aliena por otro lado tenía calzones tipo bikini y culotes de licra y encaje. Aún bastante sexi para una mujer que disfruta de buen sexo. Después de pasar un par de meses conviviendo con ella no pude hacer más que aumentar mi excitación hacia ella, dedicándole en más de una ocasión pajas con su ropa interior.
Entonces, sucedió. Un sábado, Gael regresó a su casa. Natasha salió con sus niñas desde el viernes y no había regresado. Pero Aliena se quedó por motivos escolares. Llegó por la noche, cansada y estresada, con nada más que ganas de despejarse platicando con alguien. Como yo era el único en la casa, tocó a mi puerta y me dijo que si tenía ganas de platicar. Yo le dije que si. La acompañe a la tienda para que se comprara un seis de cervezas. Llegamos y subimos a su cuarto. La plática fue más bien normal: temas de su escuela, de la mía, un poco de política y uno que otro chiste. Fue hasta que llegamos al tema de los noviazgos. Me volvía a preguntar, después de varios meses preguntándome lo mismo en conversaciones con Gael, que porque no había tenido una sola novia.
Fue ahí cuando se empezó a tornar interesante. Estabas sentados de lado a lado sobre un sofá en su cuarto, pero cuando empezamos el tema, se giró hacia mí, se arqueo acercando su cara mostrando interés y me hacía pregunta tras pregunta. En esa posición, yo tenía a la vista un poco de su escote, lo que me dejaba ver sus pequeños senos apretados por sus brazos. Me preguntaba sobre mujeres, novias o interés, hasta que llegó a la pregunta de mi virginidad, otra vez. Me dijo que no creía posible que nunca lo hubiera hecho. Que era tan placentero que era imposible que no me urgiera. Yo le respondía de la mejor forma posible, no sin poder esconder mi vergüenza.
“Y si una mujer se te insinuara y, de plano, estuviera encima de ti, le dirías que no?” Me preguntó.
“No pues no sé, dependerá a lo mejor del tipo de mujer” Respondí. No me atraían mujeres visualmente vulgares, ya saben, de esas que a leguas se les ve lo puta y facilotas que son. “A esas si las quitaría” Terminé por decirle.
“Y si fuera yo?” Arrojo salvajemente la pregunta al aire. “Me quitarías?” No supe que carajos responder. A estas alturas, yo ya tenía la verga parada, logrando disimularla poniendo un pie sobre mi rodilla para que la mezclilla se estirar y levantara. No sé si ella lo habría notado o no.
“La verdad, siempre me ha dado curiosidad por que nunca te urge tener sexo. Eres hombre pero dice que no te urge” Hablaba mientras se acercaba cada vez más y me recorría por todos lados con sus ojos. Yo intentaba actuar lo más normal posible, sin dejar ver mi pena e incomodidad por lo que estaba pasando.
“En definitiva, si tendría sexo contigo” No sé si era la quinta cerveza hablando, o en serio sentía esa atracción por mí. Como les dije, no tenía pegue con las mujeres, por lo que no sabía que era una mujer interesada en mí. Cuando dijo eso, al fin, solo al fin, entendí lo que ella quería. Decidí que iba a dejar que pasara, así que gire hacia ella, acercando mi cara a la suya.
Ya decidido, puse una mano sobre su pierna, solo dándole a entender que iba a pasar. Según yo claro. Ella se acercó del todo y comenzamos a besarnos. Nunca había besado, así que experimente por primera vez unos labios húmedos, moviéndose a la par de los míos. Entonces sentí su lengua buscando introducirse en mi boca. Lamian mis labios de forma intensa. Mi pene respondía aún más, poniendo más duro de lo que jamás había sentido.
Sin darme cuenta, comencé a mover mi mano sobre su pierna acercándome más y más a su entrepierna. A ella pareció gustarle porque se acercó aún más. Mi otra mano se colocó sobre su cintura, a la altura de sus costillas. Quería tocar sus senos pero no sabía si era el momento adecuado. Y ella lo entendió, porque, sin despegarse de mi boca, tomó mi mano y la puso sobre sus tetas. Yo comencé a acariciarlas.
Al cabo de un momento, ella se sentó sobre mi regazo, e intuyendo mi inexperiencia, volvió a colocar una mano sobre sus tetas y la otra en su trasero. Pero no duré mucho antes de despegarme de sus labios y levantar su blusa. Ella hizo el resto quitándose el brasier y dejando a la vista sus erectos pezones. Los toque por un momento, amasando toda la carnosidad de sus tetas entre mis manos. Pronto lleve mi boca a su pezón y comencé a lamerlos intensamente. Ella solo sostenía mi cabeza, jalando ligeramente mi pelo.
“Creía que no te gustaban las mujeres, pero por lo que veo, si te gustan”. Me dijo. No conteste. Intermitentemente comencé a llevar mi mano a su trasero, y sabiendo la libertad que ya tenía, comencé a meter mi mano por debajo de su calzón, para rosar sus pequeñas nalgas.
“Ven.” Dijo. Se levantó y me dio la mano para que hiciera lo mismo. Me quede parado. Sin creer lo que veía, me quitó el cinturón, desabrocho mi pantalón, lo bajo, dejando marcar mi verga sobre el bóxer azul que tría puesto. Se quedó viéndolo un segundo, hasta que me dirigió a la cama, me senté y por fin bajo mi bóxer.
Comenzó a masturbarlo. De poco en poco, hasta que se acercó y puso ligeramente sus labios sobre mi verga. No podía creer lo placentero que resultaban sus labios sobre mi cabeza. Esa sensación calienta y húmeda era sensacional que me movía todo. “Así que si se te pone dura.” Se volvió a burlar. “Con lo bien que lo haces, cómo no?” Respondí. “Y puedo hacerlo mejor.” Al terminar la frase introdujo toda mi verga en su garganta, ahogándose ligeramente. Entonces comenzó un vaivén dentro y fuera de su boca, mientras su lengua rosaba partes de mi pene. Yo no podía hacer más que jadear e inclinarme hacia atrás con el afán de ingresar más en su boca.
Continuamos así un rato. Hasta que se puso de pie. Muy rápidamente se comenzó a quitar el resto de la ropa. “En los cajones de allá…toma un condón.” Me ordenó. Hice lo propio. En definitiva no quería embarazarla desde la primera vez. De pie, me lo puse, y me quedé ahí mientras ella terminaba de desvestirse. Cuando terminó me guío para acostarme en la cama, y sin mediar las palabras, se sentó sobre mi metiéndose la verga. Sin sentir más por culpa del condón, sentí lo caliente y apretado de su vagina.
Ella se movía de forma deliciosa. De arriba abajo, de lado a lado, en círculos. Estimulaba partes de mi verga que no sabía que podían ser estimuladas. Se arqueaba hacia atrás, lo que hacía que tocara su punto G. Ella solo gemía más cuando se movía así. Se arqueaba hacia adelante lo que me permitía moverme un poco. De vez en cuando, ponía mis manos sobre su cadera, o las movía hasta alcanzar sus nalgas y poder apretarlas. Alternaba apretando sus tetas, lo que parecía gustarle porque gemía un poco más.
Al cabo de unos minutos, la detuve. Me levante sobre ella y la puse en cuatro. Me coloque detrás de ella y abrí sus trasero dejando ver su culo y su vagina empapadas. La sujete por la cintura y volví a penetrarla. En ritmos variados, primero duro y rápido, luego si sacarlo sino solo empujando con la pelvis, lento y luego golpeando de un solo tajo. Ella solo gemía y yo jadeaba mientras mis huevos golpeaban su clítoris. Al cabo de un rato, ya no podía aguantar más, lo metí lo más rápido y duro que pude hasta llegar al orgasmo. Ella gritaba cada vez lo que me hacía acercarme más al éxtasis de la venida.
Terminé.
Por varios segundos no podía hacer más que retorcerme del inmenso placer que había ignorado por tanto tiempo. En definitiva no era la misma experiencia la masturbación que terminar dentro del coño de una mujer que quiere recibirlo.
Esta fue la primera vez, que experimente el sexo. Algo que se repetía cada vez que Aliena y yo teníamos oportunidad. Nunca definimos llegar a un romance, pero creo que ambos entendimos que se trataba solo de sexo. Lo hicimos varias veces, en una ocasión ella se metió al baño cuando yo me duchaba. Terminamos haciéndolo de pie mientras Natasha, sus hijas y Gael estaban en la casa.
Fue una época maravillosa de puro sexo y experiencias en varias posiciones y situaciones. Hasta que me mude de casa…
No he tenido muchas experiencias con mujeres. Aunque algunas muy interesante. Si les gustó esta, háganmelo saber y les cuento como fueron las siguientes.

1 comentario - Como la primera vez